The Black Crowes: «The Southern Harmony and Musical Companion» (1992)

En 1992, en plena eclosión del grunge, The Black Crowes eran un grupo que había debutado en 1990 con un gran disco, «Shake your money maker», que contaba con impresionantes canciones: «Jealous again», «Twice as hard», «She talks to angels» o la poderosa versión del «Hard to handle» de Otis Redding. En definitiva, dos dificultades ante el nuevo disco: ser un grupo a contracorriente, reivindicando el rock sureño y muy conectado con el blues, y superar un disco de debut imprescindible. Sin embargo, «The Southern Harmony and Musical Companion» lo consigue y se convierte en una obra maestra.

Pocos discos pueden presumir de empezar con dos canciones como «Sting me» y «Remedy», dos canciones que alcanzan la categoría de clásicos. Pero los demás temas no se quedan muy atrás: la enérgica «Hotel Illness», la maravillosa balada «Bad luck blue eyes goodbye», o las más que notables «Sometimes salvation» o «Thorn in my pride». En este disco, The Black Crowes profundizarían en algunas de las marcas de la casa, la presencia de excelentes coristas, reforzando a Chris Robinson, así como la del órgano, debutando en este disco Eddie Hawrysch, que se convirtió en uno de los miembros más estables y emblemáticos de la banda hasta su expulsión en 2006.

Sin duda, aquella fue la cima creativa de The Black Crowes. Su trayectoria posterior, notable pero irregular, ha estado jalonada por los conflictos entre los hermanos Chris y Rich Robinson, los numerosos cambios en la formación (un proceso muy complicado de seguir) y el anuncio de su retirada en la actualidad. Pero The Black Crowes, y especialmente sus dos primeros discos, están en una posición privilegiada para lo que seguimos el rock americano. Vuelvo frecuentamente a «The Southern Harmony and Musical Companion», uno de mis discos favoritos de todos los tiempos, que no ha envejecido nada mal, al contrario.

Corizonas: «The news today»

La unión de Los Coronas y Arizona Baby es una de las pocas noticias alentadoras del panorama musical español. Si el año pasado disfrutamos de su gira «Dos bandas y un destino», con sus inspiradas y eclécticas versiones (de Pink Floyd a Black Sabbatth, pasando por The Clash), nos ilusionamos con la publicación de un disco con material inédito. La principal incógnita era acerca de hacia dónde irían los tiros, o al sonido de Los Coronas, instrumental y surfero, o al de Arizona Baby, más de raíces norteamericanas y acústico. Y la respuesta, en nuestra opinión, tiende a la segunda, pero con matices.

 

Vaya por delante que el disco merece mucho la pena y crece con cada escucha. Funciona en su conjunto y se nota la calidad de todos los músicos presentes. Y si decimos que tira más hacia la propuesta de Arizona Baby es porque hay mucha más presencia de elementos del country-rock, por poner una etiqueta. El mejor ejemplo es sin duda «Run to the river», que no desentonaría en algún disco de The Jayhawks. Además, canciones como la que abre el disco, «Hey Hey Hey (The News Today)» o «I wanna believe» tienen que sonar muy bien en directo.

En definitiva, un buen disco de Fernando Pardo, Javier Vielba y compañía. Los esperamos en Actual 2012 el 6 de enero, junto a Sharon Jones & The Dap Kings. Sin duda, un buen regalo de Reyes.

http://www.actualfestival.com/programacion.php?fecha=06

La mirada del fan

Los fans de Pearl Jam esperábamos impacientes el documental «Pearl Jam Twenty» que Cameron Crowe había realizado para celebrar el vigésimo aniversario de la banda. Sabedores que nuestra ciudad no albergaría la proyección del mismo en sus salas, casi me voy a Bilbao a verlo. Pero esperé a su sálida reciente en DVD. Y, como buen fan, lo disfruté. Recientemente Diego A. Manrique criticaba en su columna de los lunes de «El País» la reciente moda hagiográfica de documentales del rock, de la que su máximo exponente sería Martin Scorsese con sus trabajos sobre Bob Dylan y George Harrison, y en la que también incluía «Pearl Jam Twenty» (http://www.elpais.com/articulo/cultura/Miserias/rockumental/elpepicul/20111114elpepicul_3/Tes). Que el control creativo quede en manos de los «homenajeados» legitima esta crítica, con la que en gran parte estamos de acuerdo.

Volviendo a Pearl Jam, es evidente que el documental adolece de cualquier atisbo de crítica, es un deleite para los seguidores de la banda y, además, Cameron Crowe construye un sólido relato. Dueño de una carrera como director irregular, su vinculación a la música la contó en la simpática «Almost Famous». En su debe caben «Jerry Maguire» y «Vanilla Sky». Por el contrario, «Singles» fue un retrato del Seattle de principios de los 90, con el grunge en su apogéo. Una película testimonial, que no ha envejecido muy bien. Más desconocida, e infravolarada, es su comedia romántica titulada «Elizabethtown». Pero lo que tenemos que agradecer a Cameron Crowe es su exquisito gusto musical, con unas bandas sonoras impactantes, especialmente «Singles», donde aparecen Pearl Jam, Alice in Chains, Soundgarden, Mother Love Bone, etc., sin olvidar la presencia en otras de Tom Petty, The Jayhawks, Bruce Springsteen, etc.

Así que, y como nos muestra el documental, Cameron Crowe estaba allí. En el Seattle de finales de los 80 y comienzos de los 90, testigo privilegiado de la evolución musical de la ciudad. Y se hizo amigo de nuestros protagonistas. Acierta al crear un relato basado en Stone Gossard y Jeff Ament, que ya estaban juntos en Green River y Mother Love Bone, banda a la que dedica gran parte del comienzo de la película. No se entendería Pearl Jam sin Mother Love Bone. La trágica muerte de Andy Wood, su cantante, dio paso al fin del grupo y al posterior nacimiento de Pearl Jam. Esa primera parte, con la llegada de Eddie Vedder y su irrupción como líder escénico (impagables las imágenes de los primeros conciertos y cuando se transforma en un animal escénico, subiendo por vigas y torretas, ante la mirada de susto de sus compañeros). Igualmente, la sucesión de imágenes de archivo, inéditas y enviadas por fans es continua. En fin, que Cameron Crowe denota que es un fan total, y se observa en las propias entrevistas, con un «buen rollo» continuo.

Pearl Jam tocando «Crown of thorns» de Mother Love Bone

Sin embargo, el documental se centra en esos primeros años de la banda, apareciendo como testimoniales los últimos años (apenas se mencionan «Binaural», «Riot Act», «Pearl Jam» y «Backspacer»). También se eluden, o aparecen muy sutilmente y brevemente, los conflictos internos de la banda, como por ejemplo el cambio de baterías, hasta la llegada de Matt Cameron (que en el documental explica Mike McCready), o cuando grabaron «Mirrorball» con Neil Young, en un momento muy crítico de la banda, tras «Vitaloy». Sí que es muy interesante todo el proceso del conflicto con Ticketmaster en los 90, no perderse el momento en que Ament y Gossard están declarando y las reacciones de medios de comunicación de EEUU, uno de los momentos más delirantes del documental. Y tampoco evita la tragedia de Roskidel (Dinamarca) en 2000, donde en una avalancha en su concierto murieron nueve personas. No por no conocidas, las imágenes de Eddie Vedder en ese momento son impactantes. Uno de los momentos más determinantes en la carrera de Pearl Jam, en el que se plantearon dejarlo.

Cameron Crowe nos ofrece la mirada del fan, la mirada del seguidor sin fisuras, que disfruta del momento, que se cuela en sus casas (indescriptible Stone Gossard e imposible la casa de Eddie Vedder), y que nos regala unas imágenes impresionantes, y no me refiero a la publicitada del baile entre bastidores entre Kurt Cobain y Eddie Vedder. Sí, como dice Diego Manrique, salen muy guapos Pearl Jam en su documental, pero nos gusta que a veces la gente salga guapa en las fotos, también es bonito.