Jonathan Wilson, «Gentle Spirit»

El rock americano se descuelga cada cierto tiempo con nuevos nombres, aunque el que nos ocupa no es un recién llegado. No en vano ha trabajado con gente tan poco sospechosa como Gary Louris y Chris Robinson. Sin embargo, con su segundo disco, el primero en solitario es de 2007, ha conseguido una repercusión importante, siempre en el ámbito de la crítica. Y nos encontramos ante un disco muy extenso, más de 78 minutos, con muchas canciones que superan los siete minutos, y un final con «Valley of the Silver Moon» de más de diez minutos. Jonathan Wilson fue también el telonero de la reciente gira europea de Wilco.

¿Qué ofrece «Gentle Spirit?, pues un gran disco, a veces con un sonido muy de los setenta, ecléctico, donde aparecen ecos de psicodelia y de Pink Floyd. Pero, un disco muy americano. El comienzo es irrefutable. Las tres primeras canciones se te clavan con la propia «Gentle Spirit», «Can we really party today?» y, sobre todo, la impresionante «Desert raven». El disco descansa, tres temas más lentos pero llegamos a, en mi opinión, el otro gran momento del disco: «Don´t give your heart to a rambler». Es una canción que no hubiese desentonado en «El Gran Lebowski», de verdad. Y, antes de terminar este extenso disco (toma nota, Josh Rouse), otro temazo: «Magic everywhere».

En definitiva, si os gusta el rock americano y tenéis ganas de escuchar un disco de 78 minutos, Jonathan Wilson es vuestro hombre. Os garantizo que no os va a decepcionar, especialmente los tres temas señalados, sólo por ellos ya merece la pena un disco que encierra muchas cosas. Os dejamos con la gran «Desert raven».

A la búsqueda de Ryan Adams

Ryan Adams es una de esas figuras de la música norteamericana que, con el tiempo, se han convertido en difíciles de clasificar. Admirado y odiado, brillante e irregular, en definitiva, único. Y eso que nosotros tuvimos la oportunidad de ver la peor cara de Ryan Adams en el Azkena de 2004, en una actuación bochornosa que pasará a la historia del festival como uno de sus grandes pinchazos. Sin embargo, su discografía encierra bastantes más buenos momentos que malos. Ya en la segunda mitad de la década de 1990, Ryan Adams logró una cierta notoriedad con su grupo Whiskeytown. Situándose en la vanguardia de lo que todavía no se denominaba «americana», junto a The Jayhawks y Uncle Tupelo, desde donde Jeff Tweddy fundó Wilco en ese periodo, en 2000 publicaba su debut en solitario: «Heartbreaker», un muy buen disco, en la línea del country-rock. Pero el gran espaldarazo llegó con «Gold» (2001) y por un hecho circunstancial: el vídeo de su single «New York, New York» fue grabado el 7 de septiembre de 2001, y como se puede observar en el vídeo, con todo el skyline de Nueva York de fondo.

«Gold» es un gran buen disco que encardina a Ryan Adams como máximo representante del llamado «americana», que no es otra cosa que la mezcla del rock, el country y el folk americano. Es decir, algo que gente como el propio Neil Young, entre otros muchos, ya había realizado. El bueno de Ryan no baja el ritmo y de 2002 a 2004 publica un disco cada año, en general buenos y con algunas grandes canciones (entre ellas, mi favorita, «Anybody wanna take me home»). Y en 2005 se destapa con ¡tres discos!, con un estilo en la línea de Gram Parsons, y con una voz que va ganando intensidad. Con los años, creo que mi favorito de los tres  es «Cold Roses», aunque me gustó mucho en su día «29». Desde entonces, la carrera de Ryan Adams se vuelve más irregular, profundiza en el country-rock con «Easy tiger» (2007) y «Cardinology» (2008), discos pasables. Y realiza experimentos de todo tipo, desde el rap al metal, en Internet, publicando algún disco como «Orion» (2010), donde da rienda suelta a la segunda versión.

Y cuando ya no esperábamos nada, o muy poco, de Ryan Adams, hace unos meses se descuelga con «Ashes & Fire», un buen disco, más que notable, que nos recuerda al Ryan Adams más íntimo de los discos de 2005. Ha sido una de las sorpresas agradables del año, con canciones como «Dirty rain», «Kindness» y, sobre todo, «Invisible Riverside». La crítica se ha rendido al disco, y ya aparece en las listas como uno de los mejores del año, otro tema divertido para tratar. Os dejo con la versión acústica de «Invisible Riverside»:

 

 

Yann Tiersen: «Skyline»

Desde sus inicios la música de Yann Tiersen se ha movido con comodidad entre la canción francesa y el rock de sus trabajos más personales;  sin embargo son sus clásicas, minimalistas y casi artesanales bandas sonoras, especialmente Amelie, las que le han proporcionado el éxito y le caracterizan para el gran público. Estas dos caras no hacen sino confirmar su extraordinario talento y versatilidad.

La base de su música sigue combinando los mismos elementos, aunque en diferente proporción; la elegancia y delicadeza de instrumentos clásicos como el piano o el acordeón y la energía de los juegos orquestales de sus trabajos anteriores van dejando paso a un mayor protagonismo de las guitarras o los sintetizadores. Al mismo tiempo aumenta la presencia vocal (principalmente coral y sin rastro del francés) y la distorsión creando atmósferas menos armónicas de lo que cabría esperar.

Su sonido sigue siendo muy reconocible (aún aparecen vibráfonos o pianos de juguete), dando lugar a un rock singular, distinto del de tradición anglosajona, y en ello radica su valor principal. En mi opinión ha tenido trabajos más inspirados; si bien su indudable talento crea momentos de gran calidad y emoción (Forgive Me o Another Shore), estos carecen de la continuidad deseada a lo largo del disco.