John Grant: «Pale green ghosts»

Segunda y esperada colección de canciones de John Grant tras su exitoso debut en solitario de 2010 Queen of Denmark. Fuimos muchos los que quedamos atrapados por la atractiva melancolía de aquel disco catártico para su autor. Si en aquella ocasión fue asistido en las tareas de producción por sus compatriotas los nortaeamericanos Midlake, para este trabajo se trasladó hasta Islandia donde le esperaban los miembros de Gus Gus con el mismo fin. Y el resultado es menos diferente de lo que cabía esperar.

El barniz electrónico con el que Grant ha querido diferenciarse de su anterior trabajo no evita que su voz mantenga un inevitable protagonismo. La sensibilidad con la que interpreta todos los temas enlaza ambos trabajos y es que su voz sigue siendo su principal instrumento de atracción.

Hay temas creados directamente para la pista de baile, como Black belt o ese Sensitive new age guy que parece interpretado por un cruce entre James Murphy y David Byrne. Con arreglos electrónicos básicos y sonidos de sintetizador de los ochenta  hay otros como Why don´t You love me Anymore o Ernest Borgnine. Pero también hay estupendas canciones que perfectamente podrían haber pertenecido a su anterior trabajo como GMF, It doesn´t matter to him o I hate this town no solo por su sonido, que incluye piano o guitarra, sino por su tono desencantado e incluso irónico.

El último corte nos remite a lo mejor de John Grant. Glacier destila sensibilidad a través de unos arreglos orquestales reservados para mostrar la esencia de este artista que, a pesar de mostrarse algo frío en la canción que abre y da título al disco, va rememorando las sensaciones que hicieron inolvidable para muchos su Queen of Denmark. Una buena noticia que Grant se muestre como un artista inquieto en este regreso cargado de buenas canciones que, pese al intento de reinvención de su autor con respecto a su exitoso anterior trabajo, transmite parecidas emociones por distintos medios.

 

 

 

Lori Meyers: «Impronta»

Tras tres años de silencio, Lori Meyers publican «Impronta» tras el errático «Cuando el destino nos alcance» (2010). Con este disco, Lori Meyers «cuestionó» parte de su prestigio ganado en discos de pop luminoso como «Cronolánea» (2008) o «Viaje de Estudios» (2004). Con ellos, los granadinos se convirtieron en la mejor promesa del indie español. Sin embargo, su giro hacia sonidos más electrónicos sorprendió en «Cuando el destino nos alcance», aunque contaba con algunos temas destacables y nos demostraron en directo que sabían defenderse pero que muy bien, como pudimos apreciar en Actual 2012.

Puede que Lori Meyers no destaquen en ciertas cuestiones como las letras, o que sean más banales. Sin embargo, si hablamos de pop y hacer canciones que nos diviertan, eso lo tienen muy interiorizado. Por eso teníamos ganas de ver cómo se desenvolvían en este nuevo paso, y nos hemos quedado un poco igual. Afortunadamente, «Impronta» recupera parte de los bríos de sus primeros discos y va dejando en otros momentos su juego con la electrónica. Por otra parte, el disco hace referencia a la ruptura sentimental de su cantante, Noni, y si habéis pasado por eso recientemente, os aconsejamos que no os pongáis «Impronta». En este sentido, hay letras más conseguidas que otras, girando todas en torno al te quiero-no te quiero, te echo de menos-no te echo de menos, y otras escenas cotidianas del desamor, junto con los inevitables reproches y demás. Un valor añadido a «Impronta» es la incorporación a la producción de Ricky Falkner, admirado aquí por ser integrante de Standstill y por producir algunos de los mejores discos de Love Of Lesbian y Sidonie, entre otros. Y su mano, afortunadamente, se nota. Pero también se nota la mano del otro productor, Sebastian Krys, ya presente en el disco anterior, y con un currículum que incluye a Bisbal, Amaia Montero…

Y la cosa no empieza mal, «Planilandia» es la mejor canción del disco, con unas guitarras aceleradas (ese riff yo lo conozco y no me acuerdo), seguida de «El tiempo pasará», con base más pop y electrónica, pero muy atractiva. Vuelven al pop más suyo con «Huracán», pero en «Impronta» pinchamos un poco, aunque la canción tenía potencial y la letra es interesante. El siguiente paso lo dan en «Emborrarcharme», donde se recuperan volviendo al pop guitarrero. Sin embargo, los tres siguientes cortes («Deshielo», «Una señal», «Tengo un plan») nos dejan indiferentes, a pesar de algunos puntos atractivos.

«Zen» vuelve al pop guitarrero, y es una de las mejores canciones del disco, recordándonos los primeros que facturaron Lori Meyers. Pero las bases electrónicas reaparecen en «A-sinte-odio», que también promete más de lo que al final llega a ofrecer. Termina el disco con un canción marca de la casa, «De los nervios», también destacable, y con y lenta y melancólica, a modo de epílogo, «Despedirse».

En fin, este nuevo trabajo de Lori Meyers ha acrecentado un poco nuestras dudas. Por una parte, insistir en ciertas cuestiones electrónicas parece lastrar un poco su sonido. Pero, por otra, es cierto que hay buenas canciones en este disco, y que el inicio es un ejemplo de ello. Seguro que en directo es un disco que se defiende muy bien, y estamos convencidos que ganarán nuevos fans para la causa.

Atoms For Peace: «AMOK»

Es tanto el crédito que Yorke ha acumulado a lo largo de su carrera que hubiera sido injusto dudar de la solvencia de este nuevo proyecto, y sin embargo he de confesar que tuve esa tentación. Llegué a preguntarme por el resultado de su extraña y numerosa nueva sociedad – recordemos: Thom Yorke, Flea, Nigel Godrich, Mauro Refosco y Joey Waronker – y si realmente eran necesarias tantas piezas renombradas para un disco que muy probablemente podría haber grabado el propio Yorke con un ordenador si, como todo parecía indicar, iba a ser una continuación de su primer trabajo en solitario (The Eraser, 2006). Como bien dice mi compañero Sergio, la música electrónica es una experiencia básicamente individual, y todo parecía indicar que se trataba de un disco de ese tipo de música. Entono el mea culpa.

Su anterior experiencia al margen de Radiohead fue bastante brillante y ni siquiera el hecho de haberse unido a músicos tan contrastados hacía sospechar la evolución en el sonido que las distintas aportaciones de estos iban a suponer. Partiendo de que el liderazgo de Yorke parece incuestionable y que todas las canciones llevan su inconfundible sello, solo una banda podía dotar al disco de la consistencia que tiene. Las bases rítmicas las ponen la batería y las percusiones manejadas sin estridencias por Waronker y Refosco y el bajo de Flea que, aunque más contenido de lo habitual, añade un punto más orgánico a las programaciones de Godrich. En este sentido hay que reconocer el papel de Flea en dos de los mejores temas del disco (Dropped y Stuck together pieces), también los más bailables en base al protagonismo de su bajo.

El comienzo del disco es impecable con cuatro temazos consecutivos que justificarían otros trabajos por sí solos (Before your very eyes, Default, Ingenue además del ya mencionado Dropped) a los que habría que añadir el Stuck together pieces como mayores aciertos, sin que Judge jury and executioner o Reverse running desmerezcan el altísimo nivel general del disco que cierra la más ambiental Amok.

Una estupenda noticia por tanto el primer, y esperamos que no último, trabajo de esta formación que, como ya viene siendo habitual en los proyectos en los que participa Thom Yorke, ha creado inmensas canciones desde una experimentación sonora liderada por su increíble capacidad vocal. Con unas canciones de estructura más clásica de lo que cabía esperar, las sensaciones afloran a lo largo de todo un trabajo que sin duda estará entre lo mejor del año.