Cass Mccombs: «Big wheel and others»

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Con cada uno de sus seis trabajos anteriores ha venido ganando prestigio este cantautor californiano que con su último álbum doble Big Wheel and Others ha terminado de asentarse en la élite de la nueva canción americana presentando un variado muestrario de estilos originarios de su país.

Grabado en diferentes estudios, algunos de ellos caseros lo cual dota al disco de un característico sonido primario, en Big Wheel and Others encajan sin aspavientos diferentes estilos siempre encabezados por la voz comedida de Mccombs (excepto en la versión de Brighter que interpreta la recientemente desaparecida actriz y cantautora Karen Black) y la instrumentación clásica del folk y el rock americano principalmente en acústico.

El disco se abre con un bajo potente acompañado de oscuras percusiones en Big Wheel, con referencias a la libertad que se repetirán en otros cortes del disco como Morning Star que, con sus variadas percusiones y rica instrumentación nos remite a los 60-70´s, en The Burning of the Temple, primer ejercicio de jazz presidido por un distante saxofón o en la preciosa The Brighter. La suave guitarra y el pedal steel de Angel Blood se interponen en esta positiva serie de canciones que reaparece con el ritmo playero de una There can be only one que perfectamente podría haber sido firmada por Jack Johnson en la costa hawaiana. Name Written in Water es otra muestra del talento poético de Mccombs que gana en acústico. Antes de cerrar el primer disco con la monocroma y ambiental Everything has to be just-so, las guitarras se electrifican para abrir Joe Murder influidas por la oscuridad de un grunge cuyo auge sin duda le alcanzó por edad.

El segundo cd lo abre un tema instrumental antes de la delicadeza acústica de Dealing y el pedal steel que rige el country de Sooner cheat death than fool love. Satan is my toy es la canción más rockera del disco, con una instrumentación oscura que recuerda a los Morphine, saxo incluído. En Home on the range vuelven a resonar unos Pearl Jam a bajas revoluciones antes de que Karen Black revisite la excelente Brighter. Untitled Spain Song nos evoca a la música de Elliot Smith para después versionar con acierto a Phill Lynott en Honesty is no excuse. El disco lo cierran dos brillantes blues: el acústico Aeon of Aquarius blues y el más folk Unearthed.

El huraño autor norteamericano expresa con delicadeza su fuerte personalidad en este Big Wheel and Others y despliega un extenso bagaje musical con el que diversifica su repertorio con respecto a los anteriores discos, de carácter más conceptual, hasta conformar una colección de canciones que requiere de tiempo antes de empezar a crecer sin parar.

Sharon Jones & The Dap Kings, «Give The People What They Want»

índiceEste es uno de los discos que estaban en nuestra lista de favoritos por varios motivos. El primero, nuestra admiración por el Soul en general y por Sharon Jones & The Dap-Kings en particular. Sharon Jones ha alcanzado un lugar privilegiado tras décadas de trabajo muy duro, y aprovechó la oportunidad que le brindó desde Daptone Records Bosco Mann, uno de los factótums del sello. Con su banda The Dap-Kings (recordemos que Amy Winehouse y Mark Ronson se los llevaron para grabar el legendario «Back to Black»), Sharon Jones ha ido creciendo disco a disco. Y para agosto se anunciaba este «Give The Peope What They Want» pero un cáncer de páncreas postergó su lanzamiento, mientras Sharon se sometía a sesiones de quimioterapia. El disco se retrasó hasta enero y ahora podemos disfrutar del mismo, y también observamos los efectos del tratamiento en la propia Sharon Jones, que ha tenido la valentía de aparecer totalmente calva en el segundo vídeo del disco, «Stranger to my Happiness», y en todas las actuaciones que vienen dando. Ahí queda eso, una luchadora y una superviviente.

Volviendo al disco, «Give The People What They Want» es un disco de notable alto, un peldaño por debajo de las obras maestras «I Learned The Hard Way» (2010) y «100 Days, 100 Nights» (2007). El disco se grabó antes de la enfermedad de Sharon, por lo que no hay que buscar referencias a la misma. No pierde las señas de identidad del sonido de The Dap-Kings, unos músicos de Primera División al servicio de la voz de Jones. Bosco Mann vuelve a encargarse de la composición de la mayoría de los temas, en los que destacan de nuevo esa sección de viento, la base rítmica ensamblada, unas guitarras sutiles y los coros, tan necesarios en el Soul.

En «Retreat!» se presentan estos elementos, una canción que crece con las escuchas. Más accesible es la maravillosa «Stranger to my Happiness», con la sección de viento a todo trapo. «We Get Along» es Soul de clásico, destacando esas guitarras que sirven de contrapunto al resto. «You’ll Be Lonely» tiene un toque más funky, más de los 70 si se quiere. En «Now I See» el sonido es más oscuro y en «Making Up And Breaking Up» retorna a lo clásico, al igual que en «Get Up and Get Out». «Long Time, Wrong Time» también bebe de los 70 y es más ecléctica. Y llega «People Don’t Get Me What They Deserve», nuestra canción favorita, un Soul bailable con la sección de viento y los coros rozando a gran altura. El final es para la balada «Slow Down, Love», una forma perfecta de cerrar el disco.

Sharon Jones & The Dap-Kings han vuelto y seguro que todos los críticos del revivalismo no lo celebran, pero nosotros sí. Un buen disco y una banda que sigue en estado de gracia, con Sharon Jones y su estupenda voz al frente. La vida no para de ponerle pruebas a la buena de Sharon, pero ella sigue demostrando que con tesón y fuerza hay que seguir adelante. Os dejamos con Sharon Jones & The Dap-Kings en el «Late Night with Jimmy Fallon» y su «Stranger to my Happiness»:

Beck o la sorpresa continua

Es difícil mantenerse al margen del mercado cuando se posee un talento tan grande y personal como el de Beck Hansen. Tampoco debe de ser fácil entrar súbitamente en las listas de éxitos con un tema tan atípico como Loser después de haber peregrinado varios años hasta hacerse un hueco en las escenas underground de su Los Angeles natal y puntualmente de Nueva York e incluso por algunas capitales europeas. De hecho a Beck no le sentó demasiado bien ese brusco salto a la fama y temió que su carrera fuera sepultada por este primer y rotundo éxito, un Loser que coincidió con la efervescencia del grunge de principios de los noventa hasta el punto de confundirse y también beneficiarse de este movimiento con el que inicialmente compartía el desencanto e incluso la imagen, aunque musicalmente las coincidencias eran muy pocas.

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Lo cierto es que la música que atraía a Beck en sus inicios era el folk aunque su manera de interpretarlo fue bastante particular y paulatinamente se fue contaminando por una paleta de sonidos que abarcaban desde el hip hop hasta el jazz y añadiendo arreglos innovadores que dejaron claro que su propuesta era difícil de clasificar. Inicialmente se le encuadró en el anti-folk, movimiento que surgió en Nueva York con la intención de reavivar el folk americano, pero su vigencia fue mínima y la propuesta de Beck pronto extendió sus miras a otros muchos géneros.

Ya en Mellow Gold (1994), su primer trabajo para la entonces arriesgada productora de David Geffen, quedaba claro que no iba a ser fácil de etiquetar y tampoco de imitar. Su torrencial creatividad dio como resultado inspiradas combinaciones de estilos, siempre alrededor del folk, en las que reciclaba samples insospechados y creaba ritmos y efectos novedosos con lejanas referencias tradicionales. En este primer disco se alternaba la estructura clásica de algunas canciones con la absoluta falta de estructura de otras y ya se adivinaba la intención de evitar que el oyente se acomodara en nada de lo que hubiera escuchado antes. Eclipsados por Loser, convertido en una especia de himno para «perdedores» que (al igual que el Creep de Radiohead) amenazaba con interferir en el natural desarrollo de su prometedora carrera, el resto de los temas del disco pasaron desapercibidos a pesar de contener momentos brillantes que ya dejaban entrever por donde discurriría su personal manera de hacer música.

Pero el éxito no distrajo su trayectoria artística y Beck continuó innovando desde la libertad que le concedían en Geffen Records hasta presentar en 1996 Odelay, la que aún hoy es considerada una de sus obras más importantes. Las claves identificativas de este trabajo básicamente eran las mismas que en el anterior aunque se apreciaba un mayor cuidado en la producción, a cargo de los Dust Brothers, que le acercaba a los postulados del pop, aunque seguía manteniendo una cierta distancia. Conservó su hueco en las radios y televisiones comerciales, algo que en los noventa aún era posible para las propuestas de cierto riesgo, con canciones desenfadadas como Where it´s at, Devil´s Haircut o The New Pollution, y a la vez fue reconocido entre lo más destacado de la música alternativa (dos Grammys incluidos), al igual que con su disco de 1998 Mutations que también recibió el reconocimiento general aunque en menor medida. Mutations, que produjo él mismo junto Nigel Godrich, fue un disco más irregular al estar compuesto a partir de canciones que no habían encontrado sitio en sus dos primeros discos, pero contenía igualmente composiciones más que destacables, con menos contundencia y más melodía, si bien ninguna resultó tan exitosa como algunas de las incluidas en sus dos discos previos.

La productividad de Beck parecía inagotable y a finales de 1999 lanzaba Midnite Vultures, otra vuelta de tuerca a su eclecticismo musical que en esta ocassión se dirigía a las pistas de baile. Producido de nuevo por los Dust Brothers las influencias del funk y la electrónica lo desmarcaban de casi todo lo que había grabado hasta entonces y no venía sino a certificar su increíble habilidad para manejarse en los más diversos géneros. En esta ocasión las letras sonaban más irónicas y surrealistas que nunca y no parecían ser el preludio de la introspección que presidiría su siguiente trabajo, para muchos su obra magna.

El lanzamiento de Sea Change, presentado con cuatro portadas diferentes, se tuvo que retrasar hasta mediados de 2002 debido a la desgraciada coincidencia de la fecha prevista inicialmente con los atentados del 11 de septiembre. En él descubrimos un Beck hasta entonces inimaginable para la mayoría de sus seguidores fruto de una ruptura sentimental tras nueve años de relación. Reflexivo, sincero y sin rastro de ironía en sus melancólicas letras, volvió a apoyarse en Nigel Godrich para producir un disco intenso pese a su sonido fundamentalmente acústico, desnudo y de ritmo pesado que le daría sus máximas cotas de prestigio tras superar los riesgos iniciales que comportaba la que hasta la fecha ha sido su apuesta más personal.

En su afán por diferenciar cada uno de sus trabajos el músico angelino recuperó la alternancia de productores en 2005 para Güero, su sexto disco de estudio, y recurrió a los Dust Brothers con el objetivo de rememorar el sonido del ya lejano Odelay. Con mayores referencias sobre todo del rock (colaboración de Jack White incluida) pero también otras como la música latina, en Güero reaparecía el Beck más experimental y desenfadado cargado de ritmos pegadizos y originales. El disco fue lanzado en distintos formatos físicos y en versiones extendidas con remezclas y bonus tracks en un intento por diferenciarse también en los puntos de venta (la industria discográfica ya empezaba a tambalearse) y, aunque sin el entusiasmo de sus anteriores discos, fue bien recibido por la crítica y por el público. Algo parecido a lo que ocurriría con The Information, su séptimo álbum de estudio, editado en 2006 y producido de nuevo por Nigel Godrich junto a quien había compuesto algunos de los temas los cuales completó junto a otros que conservaba de los años post-Sea Change. De nuevo utilizó una presentación de lo más original al empaquetar junto al cd unas pegatinas con las que el comprador podía crear la portada a su gusto. Menos inspirado que otros trabajos, The Information es una versión más electrónica de su sonido pero, por primera vez, sin diferencias evidentes con respecto a su anterior disco a excepción de la trascendencia de unas letras inspiradas por el momento que atravaseba su país.

Con Modern Guilt (2008) Beck intentaba dar un giro a su sonido con la producción de Danger Mouse, joven productor que empezaba a ser reclamado por importantes bandas (en la actualidad produce lo nuevo de U2), junto a quien dotó al trabajo de un sonido menos pomposo y más retro influido por el rock y la psicodelia de los 60. Lanzado sin estridencias Modern Guilt alcanzó con mayor lentitud las cotas de éxito y reconocimiento de sus anteriores trabajos (nominación al Grammy al mejor álbum alternativo incluida) antes de abrir un largo lapso de casi seis años sin aparentes novedades, ya que son varios los proyectos en los que ha estado inmerso.

Entre ellos cabe destacar las colaboraciones en forma de singles con el sello de Jack White (Third Man Records) o el experimento en marcha denominado Record Club en el que junto a otros prestigiosos músicos graba en directo versiones de importantes álbumes de la música popular (The Velvet Underground, Leonard Cohen o INXS entre otros), además del excéntrico álbum denominado Song Reader que presentó en formato exclusivo de libro-partitura (y que llegó a tocar en directo arropado por una orquesta y junto a reconocidos colaboradores) del que no existe versión acústica por el momento. Todo ello hasta llegar al inminente lanzamiento de Morning Phase el próximo 25 de febrero tras seis años de esquiva y silenciosa actividad que sus seguidores esperamos rompa con la genialidad que tan bien ha sabido conservar a lo largo de toda su carrera.