Beck, «Morning Phase»

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Casi seis años después de su último lanzamiento ya tenemos en nuestras manos el esperado regreso de Beck Hansen, el geniecillo de Los Angeles que con este Morning Phase alcanza la decena de álbumes desde su eclosión mediática con Loser allá por 1993.

Muchas eran las incógnitas y rumores en torno al contenido del nuevo trabajo de un artista tan ecléctico como personal, y lo cierto es que se han visto confirmados los presagios que pronosticaban la revisitación del espíritu de aquel Sea Change que le reportó el mayor reconocimiento que hasta hoy ha recibido de la crítica; de hecho suena a continuación de aquél, a rehabilitación de las sesiones que en 2002 le dieron tan buen resultado incluso a recuperación de ideas descartadas entonces. El resultado es un trabajo conceptual en su sonido con todo el folk que se puede esperar de un músico como Beck que, por primera vez en su carrera, se reserva en exclusiva las tareas de producción para crear un sonido  de gran intensidad que acompaña al protagonismo de los instrumentos tradicionales y las cuidadas voces.

La apuesta por lo acústico es evidente desde la apertura del disco con Morning, de tempo muy lento y melancólicas letras. La psicodelia es otro de los rasgos de algunas de las canciones, presente en los bonitos juegos de voces de Heart is a Drum que parecen extraídos de los 60-70’s, que acelera algo para continuar con Say Good Bye, folk moderno con banjo incluido al final, o la intensidad de las potentes percusiones junto a la ascendente instrumentación de Blue Moon, primer single que junto a sus dos predecesoras completan la cumbre del álbum.

Otra tónica es la profundidad de la voz, como en Unforgiven que de nuevo ralentiza el tempo antes del lapso ambiental que deparan las hermosas cuerdas que acompañan su también distante voz en Wave. Recupera el tono acústico y los cuidados juegos vocales en el estribillo de Don´t Let It Go y Blackbird Chain. En Turn Away deja a un lado las percusiones para crear una pieza de pop ligero de nuevo culminada con cuerdas clásicas. Country Down es una de las más claras piezas folk del disco antes de acabar con la intensidad del piano eléctrico y la orquestación con que se cierran Waking Light y el propio disco.

Beck regresa por tanto en buena forma con un trabajo introspectivo que no alcanza el altísimo nivel de su referente, el Sea Change, pero que conserva invariable su espíritu y recupera con talento y oficio una de las caras que más satisfacciones ha dado al poliédrico músico californiano.

Drive-By Truckers, «English Oceans»

1393362381Décimo disco de estudio de Drive-By Truckers, una de las bandas más importantes del country alternativo y del rock americano de las dos últimas décadas. Drive-By Truckers alcanzaron el reconocimiento de la crítica con discos como «Southern Rock Opera» (2001) y, el mejor en nuestra opinión, «Brighter Than Creation’s Dark» (2008). Una banda con una personalidad marcada, que se acusa ya en sus particulares portadas. Sustentada en la dupla formada por los guitarristas Patterson Hood y Mike Cooley, es un grupo que ha tenido formaciones inestables. Allí estuvo el ya señalado en meses anteriores Jason Isbell, de 2001 a 2007, y su expareja, la bajista Shonna Tucker, en la banda desde 2003 a 2011. Precisamente, esta última baja también era sensible porque Tucker asumía responsabilidades vocales.

«English Oceans» llega tras tres años de paréntesis, cuando en 2010 publicaron «The Big To-Do» (2010) y «Go-Go Boots» (2011), dos trabajos irregulares, con momentos notables, pero también con ciertos bajones. «English Oceans» no resuelve esta tendencia. Es un buen disco, notable por momentos, pero alejado de «Brighter Than Creation’s Dark». Cooley asume nuevas tareas vocales, con esa voz más propia del country, repartiéndose la composición de los temas entre Hood y el propio Cooley. En la gran mayoría de ellas está presente ese sonido de guitarras que ha caracterizado a Drive-By Truckers, pero nos falta en gran medida esa épica que se observaba en otros discos.

El comienzo del disco es prometedor, con la potente «Shit Shots Count», donde incorporan sección de viento, y con «When He’s Gone». En «Primer Coat» toma las riendas de la voz Cooley, una canción que rebaja el tono de las dos anteriores. «Pauline Hawkins», con Hood de nuevo como cantante, es de las mejores de todo el disco. «Made Up English Oceans» toma una senda más country, con Cooley de nuevo, y está algún peldaño por debajo de los primeros temas. «The Part of Him» es otro tema protípico de la banda y «Hearing Jimmy Loud» también es muy guitarrera.

En la siguiente parte del disco se resiente la calidad, aunque «Til He’s Dead or Rising» es destacable, «Hanging On» se queda a medias, a pesar de tener algún punto interesante, y «Natural Light», de Cooley y con él asumiendo el protagonismo, es una canción diferente al resto del disco, un experimento que no sé si acaba de resultar. «When Walter Went Crazy» es una canción que tampoco aporta mucho, lo mismo que «First Air of Autumn». Y llega el final, cuando «Grand Canyon», un tema de Hood que se va casi a los ocho minutos, nos recuerda a esa épica de sus grandes trabajos, un tema sobresaliente, el mejor de todo el disco.

Un disco correcto de Drive-By Truckers, un buen disco a ratos, incluso notable, pero que no alcanza ese nivel, muy elevado por otra parte, de sus trabajos más destacados. Nosotros somos muy fans de Drive-By Truckers, y seguiremos disfrutándolos, porque son una banda con una trayectoria más que interesante, con grandísimas canciones, y que en todos sus discos siempre hay cosas a disfrutar, y «English Oceans» no es una excepción.

Homenaje a Philip Seymour Hoffman a través de «Magnolia»

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Anderson es uno de los directores más personales e independientes del mundo del cine, construyendo películas de larguísima duración, existencialistas y afixiantes por momentos, en las que la condición humana ocupa un lugar central, con todas sus grandezas y, especialmente, sus miserias. Su primer largo fue «Sidney» (1996), pero sería con el retrato de la escena porno de finales de los 70 y principios de los 80 que fue «Boogie Nights» (1997), cuando Anderson se convierte en una de las grandes esperanzas del cine norteamericano. En «Magnolia» (1999) ascendería un escalón, pero de eso hablamos luego. Con «Punch-Drunk Love» (2002) patinó, pero se recuperó, y de qué manera, con «There Will Be Blood» (2007, en España «Pozos de Ambición»), un película que te instalaba en el desasosiego, y que se hizo con dos Óscar, uno para Daniel Day-Lewis. Su último trabajo hasta la fecha fue «The Master» (2012), soberbio trabajo en el que destacaba el duelo interpretativo entre Joaquin Phoenix y Hoffman.

índicePero volvamos a «Magnolia», la película que consagró a Anderson. Esta extensa película, dura más de tres horas, contaba con un reparto coral con los nombres de Hoffman, Julianne Moore, William H. Macy, John C. Reilly, y un sorprendente Tom Cruise, en el que está considerado como uno de sus mejores papeles, el «vendedor de autoconfianza para ligar» misógino y machista. La película es una barbaridad, un retrato de un mundo que se quedó corto, en el que los personajes se ven atrapados en una serie de historias entrecruzadas. Siguiendo la estela de la también clásica «Vidas Cruzadas» (1993) del maestro Robert Altman, donde adaptaba relatos del impagable Raymond Carver, Anderson nos ofreció una de las grandes películas del cine contemporáneo. Muchos y muchas recordaremos esa impactante imagen de la lluvia de ranas, entre decenas de escenas redondas e interpretaciones sobresalientes. Un guión complejo y muy difícil que sitúo a Anderson en una posición privilegiada.

Hoffman contaba con uno de esos papeles, el del enfermero del terminal Jason Robards, que tenía que sostener el escenario generado con su esposa, Julianne Moore. A Hoffman le tocó uno de esos papeles apocados, determinado por su físico, el del «buen chaval» que estaba allí, pero se comía una vez más la pantalla. La interpretación de Hoffman estaba también entre lo más destacado de «Magnolia», algo muy difícil con todo lo que había alrededor.

Y «Magnolia» no hubiese sido lo mismo sin la Banda Sonora, formada casi en su totalidad por canciones de la cantante Aimee Mann, una intérprete que merecería más suerte. Mann aportó un total de nueve temas, aunque sólo dos fueron compuestos para la ocasión. Entre todos ellos había una versión de Harry Nilsson («One»), y una serie de temas sobresalientes: «Save Me» fue nominada al Óscar, «Deathly», «You Do» y, especialmente, «Wise Up», una canción preciosa que en la película es cantada por los protagonistas, un momento que podía haber quedado muy mal pero que Anderson resuelve de forma impecable. Todos los temas de Mann son de una delicadeza extrema, como su voz, y encajan a la perfección con la película. La Banda Sonora se completa con dos clásicos de Supertramp, «Goodbye Stranger» y «Logical Song», algo curioso.

Philip Seymour Hoffman nos ha dejado, pero siempre quedará su cine, y películas como «Magnolia», una obra maestra del cine moderno, y con unas canciones de Aimee Mann que son una delicia, una artista que, como hemos señalado, habría merecido mejor suerte.