Death Cab For Cutie, ‘Kintsugi’

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El arte japonés del ‘kintsugi’ defiende que las roturas y reparaciones de un objeto forman parte de su historia y como tal no deben ocultarse sino mostrarse embellecidas como manifestación de esa historia. En la formación de Death Cab For Cutie, prácticamente inalterada desde 1998, siempre ha destacado la labor de su compositor principal y vocalista Ben Gibbard y la de su productor y guitarrista Chris Walla que, a pesar de aparecer como miembro de la banda en los créditos del disco, decidió abandonarla el año pasado. Sin duda que la de Walla es una baja difícil o imposible de sustituir, de hecho no la han sustituido sino que continúan como terceto señalando su ausencia y mostrándola como parte de un recorrido no exento de complicaciones pero que les mantiene en el camino. También hay quien señala el título del disco como consecuencia del divorcio entre Ben Gibbard y la actriz y cantante Zooey Deschanel, pero de eso hace ya tiempo y Gibbard tuvo la oportunidad de desahogarse en su disco en solitario de 2012.

Una vez escuchado Kintsugi no cabe duda de que la banda de Seattle conserva la fórmula para hacer buenas canciones; lejos de aquel 2001 que les trajo a la sala La Imagen de Pradejón en el añorado Serie B y a distancia de su cima creativa de Transatlanticism (2003) con el que conquistaron su actual posición de liderazgo en la música independiente, todavía se mantienen a un nivel difícil de alcanzar y más aún de mantener. Cuatro años después de su última entrega y vistas las vicisitudes tanto vitales como profesionales que les ha tocado vivir, es normal que les asaltara la nostalgia, y esa es la impresión que dejan algunas de las canciones de este disco cuya tónica general no es precisamente optimista.

Unos mínimos arreglos electrónicos abren el disco a la calma de No Room In Frame antes de animarse a lomos de la guitarra. La producción diáfana se mantiene en las guitarras sombrías de Black Sun, que también contiene su discreta aportación electrónica. Algo de rock se deja sentir en The Ghost Of Beverly Drive, con los primeros ecos de Joy Division en el estribillo que continúan en el nostálgico medio tiempo de Little Wanderer. A continuación se encadenan dos canciones desnudas y casi acústicas: You´ve haunted Me All My Life y la más folk Hold No Guns. Destaca en el conjunto el relieve de las guitarras de la preciosa Everything´s A Ceiling. Bello pop de guitarras en el sonido casi ‘nuevaolero’ de Good Help (Is So Hard To Find) antes de retomar la oscuridad y la electrónica en El Dorado. Las dos canciones que cierran el disco son tristes y bonitas: la más original e instrumentada Ingenue y Binary Sea sostenida sobre el piano y los coros.

DCFC vuelven a demostrar que dominan la difícil fórmula de la buena melodía y que saben vestirla como pocos. A pesar de haber cambiado por primera vez de productor, conservan el sonido diáfano y aparentemente simple de sus últimos trabajos y demuestran que, sin pasar por sus mejores momentos y pese a ir acumulando grietas y heridas, siguen siendo capaces de crear nuevas piezas con derecho a engrosar su brillante repertorio.

Courtney Barnett, ‘Sometimes I Sit and Think, and Sometines I Just Sit’

SIJS-2400Desde Australia llega Courtney Barnett, que ha conseguido con su disco de debut, tras haber publicado dos EPs en 2012 y 2013, el que nos ocupa Sometimes I Set and Think, and Sometimes I Just Sit, el reconocimiento de la crítica. Barnett presenta una colección de canciones muy estimables, algunas sobresalientes, y un conjunto que seguro que también va a la lista de revelaciones del año, y posiblemente a la de mejores discos. Con una voz muy atractiva, Barnett se presenta con once temas que varían entre canciones muy eléctricas y con fuerza y otras en las que da el protagonismo a su voz, sugerentes, pero que están en conjunto por debajo de las primeras. Eso no ensombrece al conjunto que, como ya hemos señalado, es un disco a recomendar. Barnett no decepciona a lo largo del disco, con algunos momentos verdaderamente sobresalientes.

Ya el inicio es contundente, con dos grandísimas canciones como son ‘Elevator Operator’ y ‘Pedestrian at Best’, en las que por momentos casi rapea, siendo la primera más rockera y la segunda se escora al punk. Le sigue el medio tiempo ‘An Illustration of Loneliness (Sleepers in New York)’, que comienza de forma pausada pero que crece por momentos, con unas guitarras muy conseguidas. Luego llega el cambio a los otros temas que comentábamos anteriormente, y ‘Small Poppies’ nos convence menos, aunque aporta también la seña de identidad de estas canciones que será un final in crescendo de guitarras. En esta misma línea, pero con un toque diferente, más articulado, llega ‘Depreston’, un medio tiempo que es de lo mejor del disco. Y con ‘Agua Profunda!’ regresa a la contundencia, aunque aquí más matizada por el pop.

‘Dead Fox’ es otro trallazo, un retorno a los inicios del disco, con un gran estribillo, como también ocurre con la más dura ‘Nobody Really Cares If You Don’t Go To The Party’ y con ‘Debbie Downer’, que tiene más influencias rockeras. Son tres temas que también se sitúan entre lo más destacado del conjunto, pero con ‘Kim’s Caravan’ vuelve a las canciones más intropectivas, con esa forma de cantar más sugerente si se quiere, más oscura también, y que en este caso acaba con una orgía guitarrera. Son temas que ganan con las escuchas del disco, sin duda, pero no llegan a la altura de los más potentes. El final es para la casi acústica ‘Boxing Day Blues’, que se queda como de lo más intrascendente del disco.

Lo dicho, Courtney Barnett convence con este disco, con canciones contundentes en su mayoría, y con una voz que tendremos que seguir. Con la crítica rendida, está por ver si no se convierte en un uno de los hypes de la temporada o va a más. De momento, a disfrutar de este atractivo Sometimes I Set and Think, and Sometimes I Just Sit y, aunque pueda parecer una contradicción, ponemos ‘Depreston’ para cerrar el post, una canción que nos tiene cautivados.

La M.O.D.A., ‘La Primavera del Invierno’

6a014e8b4ec018970d01b7c7597410970bCon un título tan poético y con una portada tan explícita se presenta el tercer disco de los burgaleses La Maravillosa Orquesta del Alcohol (La M.O.D.A.), que sucede a su recomendable ¿Quién nos va a Salvar? (2013), un disco que disfrutamos y ya hemos señalado en festivales en 2014 como el BBK Live de Bilbao o el BIME de Barakaldo. Nos los perdimos en su cita en Logroño, pero nos tenían ganados gracias a sus directos y a canciones tan potentes como ‘Los Hijos de Johnny Cash’, ‘Nómadas’, ‘1932’ o ‘¿Quién nos va a salvar?’. Su música, que recordaba a The Pogues, y sin olvidar a The Clash, pero que tenía muchas cosas más, junto a la presencia acordeón, saxofón, banjos, mandolinas, cuerdas, guitarras acústicas, etc., era adictiva y sus letras tenían un mensaje muy explícito. Corrían el riesgo La M.O.D.A de querer repetir la fórmula, algo legítimo, pero no, con La Primavera del Invierno no han dejado sus señas de identidad pero han dado algunos pasos al frente. Es de nuevo un disco corto, no llega a los 30 minutos, pero con letras más oscuras, que miran de frente a la realidad, y con nuevos matices musicales. Hay también algunos temas para corear en sus conciertos, que harán las delicias del público más festivo, pero hay otros momentos más introspectivos. Y todo ello con la voz rasgada de David Ruiz, otra de sus señas de identidad, que le da todavía si cabe una mayor fuerza a las letras de este disco.

El inicio con la brevísima y oscura ‘Nubes Negras’ ya nos señala el camino de este trabajo, con un cello impresionante, produciéndose un puente a través del banjo en la sobresaliente ‘Miles Davies’, que es un reflejo de lo trufado que está este disco de referencias musicales y literarias. ‘Miles Davies’ es un medio tiempo que explota, con algunos versos muy atractivos. ‘Amaneceres’ deriva más al rock, y seguro que es de las canciones más coreadas en sus conciertos gracias a esos ‘ooooos» que incorpora, y a pesar de ello cuenta con otra letra a considerar. En ‘PRMVR’ encontramos otro de los mejores momentos del disco, con la colaboración a las voces en euskera de Gorka Urbizu (Berri Txarrak), siendo un tema más festivo. La oscuridad vuelve con ‘Disolutos’, donde destaca la voz de Ruiz, que aquí sube todavía más.

Pero, sin duda, mi momento favorito del disco es ‘Hay un Fuergo’, canción de diez, con la colaboración de María Rodés, un tema caracterizado por la melancolía y por esa esperanza que se esconde tras la oscuridad, una letra que pone los pelos de punta, y que tendría que estar entre las mejores del año de este país. Canción dura pero maravillosa. En ‘Flores del Mal’, ese Baudelaire, tiene una gran presencia el pedal steel, con un toque más country, y otro tema que seguro que se salen en directo será ‘Los Lobos’, letra muy dura en un tema que parece sacado de los Apalaches. ‘Catedrales’ tiene un punto más pop, hay referencias a Nick Drake, y gana con las escuchas. El final llega con ‘Rascacielos’, canción lenta, casi acústica.

Siguen autoeditándose, siguen en la independencia, y realizando trabajos como este brillante La Primavera del Invierno llegarán cantos de sirena de las grandes discográficas, pero ellos ya han señalado en algunas entrevistas que siguen por este camino. Nosotros ya estamos deseando volver a verlos en directo, mientras nos seguimos emocionando con canciones como ‘Hay un Fuego’: