Dominique A, ‘Èlèor’

dominique-aEs tal el poder expansivo de la industria musical anglosajona que muchas veces resulta difícil prestar atención a artistas de otras latitudes. De hecho la impresión es que en la escena independiente su dominio es casi total y, si exceptuemos las bandas nacionales, el inglés es el idioma por antonomasia. Uno, que no domina el idioma de Shakespeare tan bien como le gustaría, intenta descifrar las letras de las canciones apoyado en sus limitados conocimeintos y los instrumentos que las nuevas tecnologías han puesto en sus manos, tratando de entender la aportación que la lírica hace al sublime arte de la canción, de la música.

Escuché decir una vez al escritor y músico riojano José Ignacio Foronda «Poty» que la música nunca miente, pueden mentir las palabras o las letras de las canciones; pero la música, las notas de una canción, no. Es por eso quizá que a veces uno siente la necesidad de escuchar música instrumental, bien sea clásica o moderna, para dejarse acompañar por la verdad máxima de los sentimientos a través del arte. Quizá esa sea la razón de mi fascinación durante mucho tiempo por artistas a medio camino entre el pop y la música neoclásica, como el francés Yann Tiersen o los islandeses Sigur Ros, porque, además de componer preciosas piezas instrumentales, utilizan un idioma que no me esfuerzo en entender.

El caso de Dominique A es parecido aunque no igual. Sus composiciones y sus arreglos son majestuosos y no ha tenido necesidad de abandonar la tradición musical francesa para trascender sus fronteras. También es un gran letrista, no en vano en 2013 publicó su primera novela ‘Regresar’ (Alpha Decay), pero eso no puedo certificarlo por mis propios medios. Lo cierto es que su música es bella e intensa y denota una sinceridad que necesita de muy poco para atraparte.

Las canciones de Èlèor son entre buenas y mejores. Suenan emocionales y melancólicas y por encima de todo destaca la importante sección de cuerdas que interviene en buena parte del disco. Sobre bases graves y profundas la voz de Dominique A suena trascendental. Piezas brillantemente orquestadas como Cap Farvel y las bellas Par Le Canada o L’Ocèan que, al igual que sus dos singles Au revoir Mon Amour y Éléor, denotan una contagiosa sensibilidad, se alternan con otras de rock pausado, con discretos elementos de electrónica, como Nouvelles Vagues, Central Otago o Semana Santa, dejando espacio a canciones más ligeras como Celle Qui Ne Me Quittera Jamais o Passer Nous Voir antes de la preciosa sencillez de Oklahoma, 1932 como cierre.

Dominique A es francés y su idioma y sensibilidad son muy franceses, como no podía ser de otra forma. Soy incapaz de entender su idioma a pesar de que no es tan diferente del nuestro, sin embargo las palabras no son imprescindibles para transmitir la profundidad emocional de las canciones del autor francés. Tan solo su voz pronunciando palabras más o menos extrañas, en perfecta armonía con la música, son necesarias para comunicar la verdad y entender el auténtico mensaje de la buena música como la suya.

Alanis Morissette y ‘Jagged Little Pil’ o cómo alcanzar la cumbre casi a la primera

alanismAño 1995, año 1 de la era postgrunge. El suicidio de Kurt Cobain finiquitaba un movimiento que había conseguido muchas cosas, una de ellas que lo alternativo/underground pasase a ser mainstream. Las grandes multinacionales arrasaron con todo lo que sonaba a independiente y ficharon y promovieron todo lo que pudieron y más, colándose muchas medianías e imposturas. En el fondo, se banalizó bastante la cuestión, pero no era menos cierto que aquellas generaciones nos acostumbramos a otros sonidos en las radios y televisiones y nos sirvió para descubrir un mundo que, sólo unos años antes, era inaccesible.

Pero, en 1994/1995, el saco en que caía todo se había quedado muy debilitado. Tras el Grunge, se apostaba por el Britpop, por un neopunk accesible, o por sonidos de raíces norteamericanas anticipadoras por otra vía del hoy en desuso Americana, como etiqueta que no como estilo. En esos años, destaca la presencia que adquirieron una serie de cantantes femeninas rockeras, una vía que no había alcanzado el éxito. Las cantantes se habían ceñido al R&B o al Pop más comercial, en no pocas ocasiones con una gran carga erótica. En el mundo alternativo, su papel había sido secundario a más no poder. Algunas bandas lograron cierto reconocimiento (L7, Babes in Toyland), otras como Sleater-Kinney eran desconocidas, y los iconos más relevantes fueron la inefable Courtney Love a los mandos de Hole (que hicieron algún disco bueno) y viuda oficial de Grunge, así como Kim Deal, bajista de Pixies, y Kim Gordon, también bajista de la banda indie por antonomasia, Sonic Youth.

Por eso, sorprendió en 1995 el éxito de un grupo de solistas, con una guitarra bajo el brazo, que tenían sus matices. Allí estaba nuestra querida Sheryl Crow, que había publicado el Tuesday Music Night Club en 1993, pero que pegó fuerte en ese 1995. Junto a ella también aparecería Tori Amos, que también había publicado discos antes de ese 1995, y luego vendrían Jewel, Meredith Brooks, etc. Pero la que en 1995 logró asaltar la banca fue una joven canadiense que cumplía ese mismo año los 21: Alanis Morissette, que tenía una voz muy personal y característica. Con dos discos en su país natal, irrumpió con un tema potentísimo como fue ‘You Oughta Know’ perteneciente a Jagged Little Pil, que aunaba el Rock y el matiz y la legitimidad alternativa. Y es que allí tocaron Flea y Dave Navarro, que entonces estaba en Red Hot Chili Peppers, y el pianista y organista Benmont Tench, de los Heartbreakers de Tom Petty, que participaría en la mayor parte del disco. Fue una canción que sonaba continuamente en todas las radios y teles, especialmente en la MTV.

El tema catapultó a Alanis al estrellato y al número 1 en medio mundo. Pero había que decir que Morissette estaba en Warner, y más concretamente en el sello de Madonna, Maverick. Además, el disco lo producía Glen Ballard, que escribió con Morissette todas las canciones, y que ha trabajado desde Michael Jackson a Christina Aguilera o The Corrs, pasando por Van Halen, Aerosmith o Ringo Starr. Es decir, un hombre para todo. Pero el disco era bueno, y ahora que lo escucho varias veces para este artículo, no ha perdido mucha presencia a pesar de las dos décadas pasadas. Alanis estuvo viviendo del mismo durante dos años, sacando singles con canciones tan redondas como ‘Hand in my Pocket’, ‘You Learn’, ‘All I Really Want’, ‘Head Over Feet’ o el tema que creo que ha quedado más en el recuerdo: ‘Ironic’.

Por cierto, que entre la banda que la acompañaba entonces aparecía un joven batería llamado Taylor Hawkins, que aparecía en algunos vídeos de Alanis Morissette, y que en 1997 ingresaría en Foo Fighters. Alanis estaba en lo más alto, era una estrella emergente no, lo siguiente, con más de treinta y tres millones de discos vendidos, siendo uno de los discos de la década de los 90, y ganando el Grammy a disco del año, entre otros muchos. En fin, que lo tenía todo la buena de Alanis pero con el siguiente disco…En 1998 llegó Supposed Former Infatuation Junkie, donde repetía con Ballard. Pero ya un primer single como ‘Thank You’ hacía presagiar que aquella inspiración de Jagged Little Pil se había aminorado, a la par que la situación de la música cambiaba rápidamente. Fue número 1 en Estados Unidos y otros países, pero alcanzó los cinco millones de copias vendidos, que hoy parecen una barbaridad, pero que palidecen ante su antecesor. Para aprovechar el tirón, publicaron el MTV Unplugged de rigor, que fue intrascendente, y hubo que esperar hasta 2002 para el disco Under Rug Swept, que recuperaba cierto tono con temas como ‘Hands Clean’, más escorado al Pop, que también fue número 1 en Estados Unidos pero en una industria cada vez más veloz y atomizada.

Con el paso de la década, Alanis Morissette publicaría hasta tres discos más, que en Estados Unidos contaban con su público. En 2005 lanzó un acústico del Jagged Little Pil, como conmemoración de su publicación. No cabe duda que Alanis Morissette no pudo repetir su gran éxito, era muy complicado, pero también que apuntaba alto y las expectativas se quedaron diluidas. Tampoco le ayudó el devenir de la industria, aunque no es menos cierto que no se le conoce ninguna canción de éxito en la última década y media prácticamente. Jagged Little Pil es una muestra de la situación de la música a mediados de los 90, momento que supone un punto de inflexión, y de cómo la industria había fagotizado valores de la escena independiente y los había lanzado al gran público, para bien o para mal. A nosotros nos queda el recuerdo de ese disco, de esa época, y de algunas canciones como esta delicada ‘Perfect’:

Xoel López, ‘Paramales’

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Es difícil ocultar un talento para la creación de melodías tan grande como el que posee Xoel López, por más que intente despistarlo con cambios de dirección en apariencia tan bruscos como el que dio en su anterior trabajo ‘Atlántico’ (2012).

No llegaron a diez años los que permaneció Xoel al frente de Deluxe alumbrando el indie patrio con luminosas piezas pop de inspiración anglosajona, suficientes para despertar la inquietud por nuevos proyectos. Así que se trasladó a Argentina para imbuirse de sonidos diferentes y componer en completa libertad las canciones que con el tiempo completarían su primer disco firmado con su nombre de pila, el ya mencionado ‘Atlántico’, cuya continuación llega ahora con este ‘Paramales’.

Trece son las canciones que presenta la segunda entrega de su periplo sudamericano, con un sonido limpio y natural, con escasas concesiones a la electrónica y logrados juegos de voces, que le acercan la figura del cantautor sin descuidar, aunque atenuada, su característica vitalidad. Algo más calmado que su anterior trabajo, Xoel ejerce de compositor y multiinstrumentista como es habitual, reservando las percusiones a prestigiosos bateristas como «El Indio» (Vetusta Morla) o «Loza» (Sex Museum, Los Coronas) entre otros además de colaboraciones extraordinarias como las de Nacho Mastretta o Jairo Zabala y la voz y coros de la argentina Lola García Garrido.

La cálida ‘Patagonia’ abre el disco con una suavidad a la que los coros van añadiendo intensidad. Le siguen las dos voces del brillante y calculado pop de ‘Yo solo quería que me llevaras a bailar’ y los aires tradicionales de la más insípida ‘Antídoto’ antes de la original mezcla de folk gallego y sintetizadores de ‘A serea e o mariñeiro’. ‘Caracoles’ suena hermosa y sencilla y ‘Un año más’ dice menos antes del animado ajuste de cuentas que es ‘Todo lo que merezcas’ y, en la misma línea rítmica, ‘Yo vi un hombre desaparecer’. Ni en la oscura ‘Sol de agua’ deja de asomar la luz de los estribillos, al igual que en la suave ‘Almas del norte’. Las animosas cuerdas componen ritmos étnicos africanos en ‘Ningún hombre, ningún lugar’ antes de la más grave ‘Laberinto’ y del lento y delicado cierre de ‘La casa hace ruido cuando no estás’.

Por más que se ponga trascendente siempre asoma el vitalismo y el color en los trabajos de este artista. Si bien este último disco suena algo más calmado y por momentos irregular, el resultado no defrauda a quienes a lo largo de los años le hemos seguido y seguimos reconociendo su exquisita habilidad para escribir canciones por más que varíe los envoltorios.