Lucinda Williams, ‘The Ghost of Highway 20’

813EHCGcEqL._SL1500_La gran dama del ‘Country Rock’, del ‘Americana’, del Folk, o de la etiqueta que quieran ponerle, Lucinda Williams, ha publicado un nuevo disco doble casi sin descanso desde su anterior, también doble, Down Where The Spirit Meets The Bone (2014), y nos encontramos ante un buen trabajo, elegante, intimista, melancólico, pero que en ocasiones parece estirarse más de la cuenta, ya le pasaba a su disco de 2014, y que en algunos temas deja un poso frío, concidiendo con la valoración que hacía Eduardo Izquierdo en Ruta 66. A estas alturas, Lucinda Williams está por encima del bien y del mal y ha tirado de sus recuerdos en este evocador The Ghosts of Highway 20, un título maravilloso por otra parte. Aquí entran esas carreteras que recorría en sus años de formación y crecimiento y el recuerdo de sus padres, hermanos, etc., habiendo fallecido su padre, el poeta Miller Williams, hace un año de Alzheimer. Poseedora de una biografía compleja, con heridas y surcos en el camino, la de Louisiana nos lleva a través de la melancolía por este trayecto por sus fantasmas personales, a través de unas canciones muy minimalistas, no busquen aquí muchas descargas de electricidad, con su voz rasgada en un primer plano, y con catorce temas, la mayoría por encima de los cinco minutos, entre los que se cuela una insustancial versión del ‘Factory’ de Bruce Springsteen. Se puede decir que, como su trabajo anterior, es un disco de madurez, de mirar atrás, de exorcizar viejos fantasmas pero también de recordar las señales del camino.

El inicio corresponde para un tema bellísimo y triste, el medio tiempo ‘Dust’, con versos tan contundentes como ‘There’s a sadness so deep; The sun seems black’ o ‘Even your thoughts are dust’, la mejor canción de todo el disco. En ‘House of Earth’ el comienzo es muy minimalista, la guitarra va entrando como contrapunto y el tema gana con las escuchas, con otra letra bastante dura. ‘I Know All About It’ es uno de los temas más sorprendentes, tiene un cierto toque de Jazz en la lejanía, Williams frasea y lo convierte en un tema muy hipnótico, con otra letra dura sobre la pena y el dolor. El nivel sigue a buena altura con ‘Place in my Heart’, una balada muy del Country pero muy desnuda, sólo con las guitarras, para dar paso a la explícita ‘Death Came’, un tema lento que se hace largo. ‘Doors of Heaven’ es una de las canciones más dinámicas, muy del ‘Americana’ y de esas carreteras a las que evoca el título del disco, con una letra en la que llega a decir ‘I think I’m finally tired of living, let me in’. El primer disco finaliza con ‘Louisiana Story’, tema muy tranquilo y evocador de la infancia de Williams, donde cita lugares de este Estado como su localidad natal Lake Charles, Batton Rouge, etc., y hay referencias a varios familiares.

El segundo disco comienza con otro de los mejores temas del disco, ‘Ghosts of Highway 20’, que se inicia con el verso ‘I know this road like the back of my hand’, una canción muy visual, con un punto épico y con esas imágenes de carretera que van desde estaciones de servicio hasta moteles y coches usados, todo muy fantasmal. ‘Bitter Memory’ (‘Amargo Recuerdo’) lo deja claro en una letanía Country y luego llega la ya señalada versión del ‘Factory’ de Springsteen. El resto del disco se resiente, no son malas canciones pero no llegan al nivel de las anteriores, como la bella ‘Can’t Close the Door of Love’ o ‘If My Love Could Kill’, donde se va por otros ritmos más alegres pero que esconden una letra dura. ‘If There’s Heaven’ sigue con un toque más Country pero llevándolo hacia un punto espiritual en la melodía pero con otra letra descarnada, para ejemplo ‘When you leave me here; to grieve in pain and despair; I’ve seen the face of hell’; I know that place pretty damn well’. El final es para la larguísima, más de doce minutos, ‘Faith & Grace’ en la cual, como su título indica, pide un poco más de fe y gracia para ayudarla a correr esta carrera.

La crítica se ha rendido a este disco, que insistimos tiene cosas muy buenas, aunque seguramente se hace largo. Lo que no hay que negarle a Lucinda Williams es su talento, su capacidad de desnudarse en uno de los discos más crudo y melancólico, aunque no me atrevería a decir que nostálgico, de este comienzo de año, y en ver que sigue en buena forma, alcanzando ya un merecido estatus de leyenda.

Belako, ‘Hamen’

imagesHamen, el segundo disco largo de Belako, era una de las novedades más esperadas de la escena ‘indie’ en este comienzo de 2016. Los de Munguía llevan una serie de años siendo la sensación de este ámbito y se han consolidado en festivales, como pudimos comprobar en su eléctrica actuación en el BBK Live del 2014. Belako son insultantemente jóvenes, en 2013 publicaron una joya como fue Eurie donde daban rienda suelta a sus influencias que iban desde el Punk y la New Wave hasta las diferentes paletas de la música alternativa, o de la forma que se quiera llamar. Allí sonaban los ecos de Joy Division, de The Clash, etc., a través de guitarras poderosas y de unas sección rítmica que no daba descanso. La voz de Cris Lizarraga destacaba poderosamente, desatando furia junto a Josu Billelabeita a la guitarra, Lore Billelabeita al bajo y Lander Zalakain a la batería. Había garra y fuerza en ‘Stop Contradictions’, en ‘Zaldai Baltza’, en la hipnótica ‘Sea of Confusion’, em ‘Vandalism’, etc., pero también espacio para la melodía en la bellísima ‘Molly and Pete’. En 2014 lanzaron dos EPs, Bele Beltzak, Baino Ez y AAAA!!!!, a la espera de su segundo trabajo que ya está aquí, y no han decepcionado. Belako se muestran más eclécticos, abriendo su sonido a otras apuestas que beben de la electrónica y con más peso de los teclados y programaciones, en ciertos momentos nos llegan a recordar incluso a Arcade Fire, aunque con su rabia intacta y con una fuerza que te desborda por momentos. Es un disco en el que en ocasiones cuesta entrar pero que tiene momentos muy destacados, también señalando algunos temas más melódicos que están entre lo más conseguido de su trabajo.

‘Fire Alarm’ da comienzo con las señas de identidad de la banda, con esa sección rítmica que va a marcar mucho, pero siendo un tema notable queda en un segundo plano para lo que está por llegar. Y es que  con ‘Guk Emanez’, muy guitarrero y con ese fraseo del comienzo, piensas lo que puede ser esta canción en directo, uno de sus puntos fuertes sin duda. No te dan tregua con la muy urgente ‘Off Your Shoe’, virados hacia el lado más Punk y Garage si se quiere, con un final de altura. Y llega ‘Key’, donde se impone la melodía en un tema redondo, donde juegan con las bases electrónicas, tiene un riff de guitarra muy destacado, y es una de las canciones que se te clavan. Con ‘Nomad’ parecen querer regresar en su inicio a la dirección del comienzo del disco, especialmente con el sonido del bajo, pero no, siguen con la melodía y con esa voz que al principio suena lejana pero luego crece en intensidad y fuerza. Y cerrarían esta primera parte con otra canción sobresaliente, ‘Track Sei’, que les sirvió de presentación, siguiendo la tónica anterior, no dejando de lado esa vertiente más melódica.

La segunda parte del disco se resiente, en algunas ocasiones se hace larga, ‘Something to Adore’ es más ambiental, queda en un segundo plano y ‘Mum’ gana a medida que avanza la canción, destacando el juego de las dos voces. Más contundente es ‘Hegodun Baleak’, con esos riffs muy deudores de los ochenta, y ‘Crime’ es un preludio para lo que viene, cambiando de dirección con la bailable ‘Sinnerman’, versión tremenda del tema de Nina Simone. El final queda para ‘Monster (Arinau)’, canción más experimental y anecdótica.

Belako han conseguido no sólo no repetirse con Hamen sino ir varios pasos más allá. Su fuerza y estilo permanecen intactos y hay unos cuantos temas de nivel, y que en directo van a ser tremendos, por estas tierras estarán en el Fardelej arnedado a comienzos de julio, y seguro que serán la sensación de los festivales de verano. Yo no me los perdería.

Santos, ‘El Sueño del Mamut’

SANTOS_el_sueno_del_mamut_potadaDesde Barcelona llega el segundo disco de Santos, El Sueño del Mamut, y nos muestra de nuevo a un grupo de músicos, que se extienden por su trabajo con otras bandas como son Love Of Lesbian, Sidonie, Standstill, etc., y con el inevitable, y uno de nuestros héroes (por su trabajo, por supuesto, y porque no sabemos de dónde saca el tiempo) Ricky Falkner, coproduciendo y colaborando en este notable trabajo, donde impregna su sello. Y es que Santos no se alejan del camino que siguen los ya mencionados Love Of Lesbian o los ya también reseñados aquí Mi Capitán o Egon Soda, que protagonizaron dos grandes discos en el pasado 2015. Santos toma el relevo en este 2016 haciendo gala de esa intensidad y una cierta épica disfrazada de melancolía con la voz de Jordi Calatayud que destila una gran personalidad pero dentro de un conjunto de unos músicos en estado de gracia, que nos lleva a ese Pop – Rock que tan pronto bebe de fuentes inglesas como se acerca a sonidos del otro lado del Atlántico y donde también caben cuerdas y coros muy bien colocados. Puede que algunas de sus letras sean muy crípticas, y que cueste entrar en algunas de ellas, pero en general hay que tomar nota de este El Sueño del Mamut.

La primera parte de disco avanza a toda velocidad y de forma muy convincente. Ya en ‘Bichos’ se va ganando en intensidad y las guitarras adquieren un protagonismo que no dejarán. Suben la apuesta con un toque más Pop en ‘Ficción’, uno de los grandes temas del disco, con esas cuerdas y esos coros, y no descienden el nivel y la dirección con la más melancólica y luminosa ‘Sombra Invernal’. En ‘Ni Héroes ni Insectos’ se tornan más eclécticos y eléctricos, un tema más complejo y endurecido, que tiene varias fases, y en donde Quique González da el contrapunto a Calatayud, siendo una canción que va ganando con las escuchas y que tiene un final contundente. Y llega una de las canciones que más me han tocado en lo que va de año, un tema que he leído en algunos lugares que suena a Richard Hawley, y lo comparto, ‘En Calma’. La mejor canción de todo el disco, épica, intensa e inmensa, lo tiene todo, desde ese inicio desnudo hasta los coros de Beth Rodergas, pasando por una producción elegante y exquisita. Canción tremenda y muy emocionante.

En la segunda parte el nivel desciende, ‘Todas nuestras derrotas’ (gran título) es más oscura y dura, las guitarras se imponen claramente, pero en ‘El Castigador’ y en ‘La Hermandad’ parecen quedarse como a medias, en la segunda se acercan a sonidos más electrónicos aunque también es cierto que entra con las escuchas. El final levanta el vuelo de nuevo con la muy destacada y dinámica ‘Tiempos Extraños’, y con la preciosa ‘El Impulso’.

Santos, otra banda para tomar nota, y que se une a la nómina ya señalada. Puede que sus letras sean complejas, puede que algún tema esté menos conseguido, pero este disco es para anotarlo y disfrutarlo, y si tienes una canción como ‘En Calma’, poco más se puede añadir: