Quique González, ‘Me mata si me necesitas’

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Siempre es una fantástica noticia tener nuevo material de Quique González; más Quique González siempre, por donde quiera que vayan sus tiros. Somos muchos los acostumbrados a encontrarnos en sus letras y mecernos en sus notas a lo largo de una trayectoria que, pese a los lógicos virajes, nunca ha perdido su esencia independiente y personal. Es esa coherencia la que ha ido generando una enorme fidelidad y confianza de muchos seguidores hacia él, convirtiéndole en uno de los autores de rock más respetados e importantes de este país.

Sus discos son transparentes, sin sorpresas, pero diferentes entre sí. Unos más complicados y otros menos, como es el caso de este último; un trabajo ajustado y lleno de matices, su disco más cercano al pop. Los excelentes arreglos del ubicuo Ricky Falkner, así como la colaboración de César Pop en la composición de la mitad de las canciones, parecen dotarlo de una energía y color que hacen de este ‘Me mata si me necesitas’ (maravilloso título) un disco más abierto y cercano que los últimos. Acompañado a la perfección por los cinco ‘detectives’ de su última banda, la misma que le acompañó en la gira de ‘Delantera mítica’, reproduce el sonido de un rock americano de mediana intensidad sonora y alta emocional.

Con suaves guitarras abre el disco el melódico medio tiempo de ‘Detectives’ a la que sigue ‘Se estrechan en el corazón’, su primer y luminoso sencillo, cuyo cierre coral es precioso.  ‘Sangre en el marcador’ introduce con brillantez la electricidad y el rock y en la pequeña perla que es ‘Charo’ decubrimos la voz increíble de Caroline Morgan. Melancólica e íntima, ‘Cerdeña’ marca el ecuador del disco antes de que irrumpa la aparente sencillez del folk más puro en ‘Ahora piensas rápido’, con ligeros aires celtas. Cambia el tono ‘Orquídeas’, más eléctrica y de creciente belleza  hasta el violín final. Los aires de Springsteen acompañan al piano en el rock ligero de ‘Relámpago’ y el blues aparece a continuación con ‘No es lo que habíamos hablado’. La nostálgica ‘La casa de mis padres’ rompe en su segunda mitad para poner el brillante punto final.

Nada falta ni sobra en estas diez canciones en las que la lírica coloquial y rotunda de Quique te vuelve a atrapar con la cercanía de sus historias. No inventa nada pero suena tan renovado como siempre, igualmente inspirado y sincero, posiblemente más positivo, y demostrando que se mantiene en la plenitud de una carrera desde cuya cima venimos disfrutando hace años.

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Alex Cooper, ‘Popcorner. 30 años Viviendo en la Era Pop’

441x273_thumb_00000870La primera vez que vi a Los Flechazos en televisión fue a finales de los 80, no recuerdo el programa, pero de lo que sí me acuerdo es de otras cosas. La primera, la estética de esa banda, tan de los 60 y del peinado de su cantante y guitarrista, Alex Díez; la segunda, el sonido de los teclados a cargo de Elena Iglesias; y la tercera, y no menos importante, que eran presentados como una banda Mod (¿qué era ser Mod?) que venía de León. En fin, toda una anacronía en un periodo en el que la música Pop iba por otros derroteros. Pero Los Flechazos se hicieron con un hueco, eran conocidos y habían fichado por DRO, publicaron unos cuantos discos hasta 1996, los últimos ya fuera de DRO, e incluso algún recopilatorio. Paradójicamente, a medida que Los Flechazos iban distanciándose de las tendencias, los movimientos revitalistas también se hacían más fuertes. Sin embargo, en 1997 anunciaron su disolución. Alex Díez fundó más adelante el proyecto Cooper, donde mantenía en parte el sonido pero con una mayor tendencia hacia el Pop. En la primera década del siglo XXI, Cooper publicó también una serie de discos, bien valorados por la crítica, manteniendo esa elegancia tanto musical como estética. Con tres décadas de trayectoria, Alex Cooper publica un extenso recopilatorio donde integra en veinticuatro temas (dos inéditos) lo mejor de Los Flechazos y Cooper, obligatorio e imprescindible este Popcorner. 3o años viviendo en la Era Pop. Y es que seguramente no tengan ni Los Flechazos ni Cooper hits, puede que su canción más conocida sea ‘Suzette’ (1991), pero es de justicia reconocer la carrera de Alex Cooper y de sus dos formaciones.

Imbuidos de ese espíritu Pop y sesentero, Los Flechazos lanzaban canciones urgentes y rápidas, muchas de las cuales no llegaban a los tres minutos. Órgano de fondo, secciones de viento, estribillos, letras luminosas y efervescentes, referencias a ídolos como Martha and The Vandellas o Georgie Fame, temas que no desentonarían décadas atrás. Y maravillosas siguen sonando, uno no puede dejar de rendirse a canciones como ‘Callejear’ (1989), ‘Viviendo en la era Pop’ (1989), ‘En el Club’ (1989), la melancólica ‘La chica de Mel’ (1989), la ya mencionada ‘Suzette’, ‘Lo conseguí’ (1991), ‘A toda velocidad’ (1992), la más dura ‘En tu calle’ (1995) o el tema que cierra la etapa de Los Flechazos, el medio tiempo ‘Cansado’ (1996).

La etapa de Cooper aporta siete temas a este recopilatorio, temas que van entrando en una cierta madurez, más experimental si se quiere, hacia otros derroteros donde los vientos y los teclados quedan en un segundo plano, ganando más peso las guitarras y produciendo grandes canciones de Pop como ‘Buzo’ (2000), la fantástica (y una de mis favoritas, desde su publicación) y muy melancólica también ‘Cierra los ojos’ (2004), la dinámica y guitarrera ‘Rabia’ (2004), la interesante y retrospectiva ‘Hyde Park’ (2009), la más psicodélica ‘Mi Universo’ (2011) y una deliciosa ‘Entre girasoles’ (2014). Y no me quiero olvidar de los dos temas nuevos de este disco, una vuelta al sonido de Los Flechazos con ‘No quiero recordarte’, que abre este disco, y el cierre con ‘El asiento de atrás’, otro tema donde da entrada a la sección de viento y a los órganos pero que deja ese poso de mirada hacia atrás. Música Pop en toda su extensión, que capta el momento, una mirada a una carrera honesta y coherente.

«Yeah! Yeah! Yeah!. La historia del pop moderno», Bob Stanley

9788416142224Yeah! Yeah! Yeah! La historia del pop moderno es la obra de un apasionado de la música, de un tipo que ha dedicado muchos años a analizar este fenómeno. Bob Stanley ha creado un libro maravilloso que no se lee sino que se devora, que no puedes dejarlo en ningún momento hasta llegar al final de sus casi 750 páginas. Stanley es músico en la banda alternativa Saint Etienne, grupo mimado por la crítica, además de ejercer también de crítico en numerosos medios. Se nota porque la pluma de Stanley es vigorosa y se desliza a lo largo del relato que traza de la historia del Pop, que como indica engloba todo, desde el Rock al Heavy Metal. Inteligentemente, el libro se estructura en orden cronológico desde los orígenes del Rock & Roll a comienzos de la década de los 50 hasta finales del siglo XX, cuando el R&B se convierte en el último género del Pop dominante. Stanley se muestra muy negativo con lo que viene después, no sólo por las transformaciones de la música, la industria y la irrupción de Internet, que él valora como medio, sino por la deriva del Pop. El libro no sólo se estructura temporalmente sino también en forma de diálogos, que tendrán varios niveles. Por un lado, entre las dos orillas del Atlántico, Estados Unidos y Gran Bretaña, y no esperen nada más fuera del mundo anglosajón, las referencias son contadas (el Reggae y la música procedente de Jamaica, ABBA y poquito más). Por otro lado, también establece diálogos entre estilos, grupos y artistas, y aquí es donde Stanley muestra sus debilidades y sus fobias más furibundas, porque Stanley es honesto en todo el libro, y parece trazar una línea en ese sentido, en la autenticidad, o en una cierta autenticidad y la honestidad. Huye de lo que él considera postureo o abandonar unos principios, por mucho que estos sean los que sean, y se producen ejemplos curiosos. Además, observa que el Pop tiene que estar en constante evolución, transformándose continuamente, aunque luego sean modas, estilos o etiquetas que no llegan a durar más de cinco años como dominantes, y que luego o desaparecen o se regeneran, con incluso alguna que otra resurrección por el camino. En cambio, sólo en dos estilos observa continuidad: el Country, al que respeta por su trayectoria y por ciertos valores que representa, en todas sus evoluciones posteriores, salvo aspectos comerciales; y el Heavy Metal, del cual, como se puede intuir, no es nada fan y se lleva algunas de las pullas más hilarantes del libro. Porque esa es otra, la sonrisa es casi permanente y en algunos casos llegas a la risa. Ironía y sarcasmo sin parar.

Stanley se rinde a The Beatles, no podía ser de otra forma; a The Beach Boys más luminosos y que llevaron el Pop a otra dimensión con el brutal Pet Sounds, a pesar de Mike Love (y sí, te entendemos Bob); al Soul de los 60;  a la música Disco en sus inicios…en fin, a muchas cosas. Algunas de ellas, como puede observarse no sorprenden, la devoción por la etapa más creativa de Michael Jackson, por el Prince de los 80, por Bowie, por la época dorada del Brill Building, por David Bowie, Joy Division, New Order…Y se rinde a Sly & The Family Stone (por supuesto) o a Blondie. Pero en otros casos, se desata en argumentaciones, algunas de ellas muy bien fundamentadas, para poner por las nubes a The Monkees; ABBA (uno de los mejores capítulos, defendidos a capa y espada por su capacidad para crear joyas Pop como ‘Dancing Queen’ o ‘The Winner Takes It All’); The Bee Gees, también puestos en valor en sus diferentes etapas; a The KLF, abanderados del Acid House de finales de los 80 y primeros 90 en Gran Bretaña, de Bill Drummond y Jimmy Cauty, y una de las historias, de sobra conocida, más divertidas de todo el libro…Y tambien defiende a gente como Adam and the Ants, el primer disco de Phil Collins, los primeros trabajos de Mariah Carey (le doy la razón aquí), incluso a Spice Girls y el disco Celebrity Skin de Hole (que no es un mal disco).

Y hay espacio para sus fobias. La primera de todas ellas se la llevan The Rolling Stones, en contraposición de The Beatles, a los que acusa casi de todos los males del Rock & Roll por su deriva y por generar un modelo de figura impostado, y aunque alguna parte de razón tiene, hombre… En esa misma línea se sitúan The Doors y Jim Morrison, no creo que le gustaría quedarse a solas con su discografía, y también hay puntos oscuros sobre Dylan. Contundente es con Bob Marley, al que acusa de ser un ‘producto prefabricado’, y hace sangre con los pobres The Clash, frente a la autenticidad de Sex Pistols (John Lyndon es doblemente valorado también por PiL). Como no podía ser de otra manera, U2 son masacrados, y la evolución de REM también recibe lo suyo. El BritPop, haciendo una media, casi no se salvaría, mientras que en el Grunge se queda con Nirvana. Y muchos más reciben los dardos de Stanley, especialmente el Heavy Metal.

Habrá cosas con las que no estemos de acuerdo, pero que Bob Stanley ha creado una obra que es obligatoria para todos y todas los aficionados a la música es un hecho. Documentada, argumentada y con un ingenio superlativo (baste como ejemplo esta cita sobre Steely Dan: «Se esforzaban en no hacerse querer, pero la gente los quería. Yo lo he intentado por activa y por pasiva. Como me pasa con el noventa por ciento del jazz, creo que algún día me gustarán mucho más»), pero con el de que el presente y el futuro no son muy halagüeños para el Pop en sentido amplio . Y no intenten coger todas las canciones y artistas que salen en el libro, de verdad que es inabarcable. No sé con qué canción cerrar todo esto, así que le vamos a rendir homenaje a Bob Stanley con una de sus canciones favoritas, ‘The Winner Takes It All’ de ABBA: