Carl Wilson, ‘Música de mierda’

9788416290482

Cuando la editorial Bloomsbury encargó al canadiense Carl Wilson analizar un disco para su colección ’33 1/3′, en la que por lo general se estudiaban discos importantes de figuras legendarias de la música pop y rock, contra todo pronóstico eligió ‘Let´s Talk About Love’ (1997), el disco de su compatriota Celine Dion que incluía entre otras la vapuleada canción de Titanic ‘My Heart Will Go On’, con el objetivo de generar debate sobre el gusto musical.

Publicado originalmente en 2007 y considerado en la actualidad uno de los volúmenes preferidos de la colección, llega a España convertido en libro de culto de la mano de Blackie Books con el impactante título de ‘Música de mierda’ para, aparte de introducir a los no iniciados en la vida y obra de la cantante de Quebec, crear un espacio desprejuiciado para la reflexión a través de estudios, encuestas y opiniones.

Entre otras interesantes cuestiones se pregunta si escogemos nuestra música únicamente por gusto o además lo hacemos por razones de estatus y como medio de diferenciación social. También reflexiona sobre la necesaria existencia del sentimentalismo en el pop y la extendida costumbre de rechazarlo, especialmente si su éxito es mayoritario. Todo ello lo hace sobradamente informado, con oportunos datos y testimonios así como abundantes referencias filosóficas y sociológicas y con especial atención a los estudios que el sociólogo francés Pierre Bourdieu hizo sobre las distinciones sociales del gusto.

Por momentos puede apabullar la concentración de datos, términos y nombres de los capítulos más teóricos, expuestos en general con un lenguaje exigente, pero el interés de los interrogantes abiertos lo agradecen. Aunque en menor medida, también deja entrever alguna conclusión, como que nuestras decisiones a menudo no son tan libres como creemos y tampoco las intenciones, conscientes o no, que estas conllevan. Lo que despierta con seguridad es ternura hacia la figura de Celine Dion, a menudo denostada tanto en su país como en el resto del mundo, y una necesaria inquietud hacia la presunta inocencia de nuestros gustos culturales en general.

Charles Bradley, ‘Changes’

charles-bradley-changesTercera entrega del veterano Charles Bradley, una de esas historias tipo Cenicienta que ya hemos comentado, la del hombre de un gran talento inmerso en los confines de la estructura social y que se convierte en imitador de James Brown, tras subsistir en todo tipo de trabajo. Y en estas llega Daptone Records, lo fichan primero como corista y llega la oportunidad con el aclamado No Time for Dreaming (2011), continuado por el maravilloso Victim of Love (2013). Detrás de todo ello, Thomas Brenneck y la Menahan Street Band, generando un sonido Soul clásico que no antiguo, que han ido depurando y que en este magnífico Changes se nutre de esos vientos, esos coros y esa línea de bajo constante. Bradley, con sesenta y ocho años, interpreta de forma brillante estos once temas donde deja constancia de su voz y su intensidad, alejándose cada vez más de la sombra de su idolatrado James Brown, ese que vio y que le marcó en el Apollo de Harlem en 1962.

El inicio queda para una versión de ‘God Bless America’ de Irving Berlin, donde Bradley comienza presentándose, agradeciendo su trayectoria, y el tema sube en intensidad con los coros. A partir de aquí, un carrusel de emociones comenzando con ‘Good to Be Back Home’, grandioso tema de los más cercanos precisamente al Funk que facturaba Brown, con una sección de vientos en plena forma. La continuación es un medio tiempo Soul de gran intensidad, ‘Nobody But You’, y el nivel se mantiene con la interesante ‘Ain’t Gonna Give It Up’, otro gran tema con esa línea de bajo y esos vientos característicos. Y llega el momento más emotivo del disco, la tremendísima vesión del ‘Changes’ de Black Sabbath, un tema que Bradley lleva a su terreno, dedicado a su madre fallecida recientemente, y una canción que te deja huella y los pelos de punta. ‘Ain’t It a Sin’ supone un retorno a la senda Brown, festivo y dinámico y con el bajo de Brenneck dando una nueva lección y la sección de viento clavándolo de nuevo.

La segunda parte del disco desciende el nivel, ‘Things We Do For Love’ es un medio tiempo muy sensual y aunque ‘Crazy For Your Love’ gana con las escuchas parece quedarse a medias. ‘You Think I Don’t Know (But I Know)’ es un tema funky y más minimalista, pero tampoco acaba de arrancar. Sube la apuesta con la también festiva ‘Change For the World’ y cierra su tercer trabajo con la intensa balada ‘Slow Love’.

Que me llamen retro, que me llamen lo que quieran, pero mientras exista gente como Charles Bradley, Thomas Brenneck y la gente de Daptone y sus sellos, y tantos y tantas artistas maravillosos, yo sigo emocionado con una música tan honesta y sincera como el Soul.

The Wild Feathers, ‘Loney is a Lifetime’

descargaHay veces que quieres acertar, que quieres que algunos presagios no se cumplan, comenzando con esta horrible portada, pero resulta que sí, que los temores se confirman. Recapitulemos, The Wild Feathers se dieron a conocer a finales de 2013 con un disco homónimo que, dentro de los grupos de rock norteamericano con claras reminiscencias de gente como Eagles y demás, prometían con esas guitarras y esos juegos de voces. Y sí, aquel trabajo tenía temas muy interesantes. Desde aquí recogimos aquel debut que nos gustó y esperábamos una nueva entrega que ha llegado en forma del Lonely is a Lifetime. Y The Wild Feathers, convertidos ahora en cuarteto, no han cumplido las expectativas derivando hacia un sonido más sobreproducido, con algunos momentos que no aportan casi nada, y convirtiéndose en un grupo que, de no virar su rumbo, quedará en un segundo o tercer plano, otra cosa son los réditos comerciales que consigan.

El inicio ya nos deja un tema muy resultón, ‘Overnight’, escorado hacia un Pop más sobreproducido, jugando de nuevo con las voces, para pasar a dos medios tiempos que no acaban de funcionar. El primero, ‘Sleepers’, que claramente se hunde en su parte central, y el segundo el larguísimo, más de ocho minutos, ‘Goodbye Song’, de carácter más épico y que puede funcionar mejor, con esas voces que recuerdan claramente a los Eagles. En ‘Don’t Ask Me To Change’ parecen querer recobrar la fortaleza de su primer trabajo, pero tampoco acaba de funcionar aunque sí que se atisba algo más de fuerza y empuje. El disco comienza a caerse del todo con ‘Happy Again’, que tiene alguna parte interesante pero que es un espejismo porque el conjunto de la canción también está sobreproducida. Lo mismo que le ocurre a la menor ‘Leave Your Light On’, otro tema flojísimo.

Pero el nivel desciende todavía más con ‘Help Me Out’, entre lo más insustancial del disco, canción que se inicia de forma extraña que, aunque intenta levantarse con algo más de garra, no lo consigue. De lo mejor del disco se encuentra en la intimista y minimalista ‘Lonely is a Lifetime’, tema que se basa en las voces de ellos y poco más, y que funciona, y en ‘On My Way’, que aunque no deja de contar con los mismos límites que el resto del disco, sube varios puntos en su calidad. Pero el final es desastroso con dos temas claramente decepcionantes: ‘Into The Sun’ parece una canción de un grupo Pop del montón y ‘Hallelujah’ hubiese ganado muchos enteros con una producción diferente, un temás más acústico al que le incorporan unos efectos que la lastran.

En fin, que tenía razón mi querido amigo y compañero de fatigas Javi Castro con esta banda, con la intuición que tenía sobre ella, su falta de contundencia que se concreta aquí con un disco fallido, a pesar de las muchas escuchas por encontrar algo más. Veremos que más dan de sí The Wild Feathers.