’33 revoluciones por minuto. Historia de la canción protesta’, de Dorian Lynskey

33-revoluciones-por-minutoEdiciones Malpaso ha publicado el amplio estudio sobre la canción protesta del periodista y crítico musical Dorial Lynskey. 33 revoluciones por minuto. Historia de la canción protesta es un libro que, en primer lugar, puede asustar por el elevado número de páginas, más de 800, pero nada más lejos de la realidad. Lynskey traza un relato apasionante, documentado y crítico sobre cómo ha ido evolucionando la canción protesta, o cómo se han reflejado algunas cuestiones políticas en temas de la música popular. Es un libro que se devora, que tampoco puedes dejar de leer, porque las historias que cuenta y va hilando son apasionantes. Queda un poso de amargura, de decepción pero no sólo por la situación de la canción protesta en la actualidad, sino por los propios resultados de las numerosas experiencias anteriores, que no habrían permitido cambiar muchas cosas aunque sí que muchas lograron concienciar a sus oyentes. En todo caso, las culpas se reparten, no sólo es de los artistas que o bien no se comprometen o lo hacen por motivos de postureo, sino también del público en general, que tiene que dar una respuesta a las mismas, y que en no pocas ocasiones no las demanda. Además de estas cuestiones planteadas, vuelve a la palestra el papel que tienen los músicos y las canciones como agente político, si tienen que serlo o no, etc. En algunas ocasiones hemos escrito sobre la cuestión, sobre su complejidad, y hace unos pocos meses también tuvimos la oportunidad de degustar la magnífica obra colectiva de 66 RPM, Political World. Rebeldía desde las guitarras. Lynskey no elude la cuestión y, de forma implícita fundamentalmente aunque igualmente clara, se decanta por ese compromiso.

El autor se basa en el mundo británico y estadounidense, quedando como otras aportaciones las dedicadas a Víctor Jara, Jamaica y Fela Kuti. A lo largo de sus capítulos, Lynskey traza una serie de escenarios motivados por las situaciones políticas y los conflictos del momento a través de una canción, aunque luego lo amplia con otros temas que abordan esa cuestión. Los derechos civiles y la situación de la comunidad negra, Vietnam, el periodo de Nixon, la era Reagan, las guerras de Irak, Bush, la globalización, la situación de los jóvenes en los 60 y 70, Thatcher, las huelgas de los mineros, la situación de los barrios negros, el nihilismo de los 90, el Tercer Mundo, el feminismo, las consecuencias del 11S, etc., aparecen en estas páginas y nos vamos adentrando en su contexto.

El comienzo no podías ser otro que el ‘Strange Fruit’ de Billie Holiday, el desgarrador tema sobre el linchamiento de negros en Estados Unidos hasta los años 30, a la que siguen ‘sospechosos habituales’ como Woody Guthrie, Pete Seeger y, como no, el inevitable Bob Dylan, que se bajó a tiempo de su incómoda posición como icono de una generación. Algunos artistas, como por ejemplo Phil Ochs, son transversales, y es imposible no ponerte de su lado porque él sí que llevaba la bandera de la protesta y, como a muchos otros y parte de los protagonistas, la decepción fue tremenda. Hay gente que no queda bien retratada, el caso de James Brown, o especialmente John Lennon, que va dando bandazos en su trayectoria y se convierte en un cúmulo de contradicciones. A diferencia de otras obras, aquí no quedan tan mal parados The Clash, más bien al contrario, e incluso figuras tan controvertidas como Bono, para bien y para mal. También se valora la honestidad de gente como Springsteen o REM y sus procesos de ideologización. La balanza del siempre complicado Neil Young acaba decantándose al lado positivo y otros artistas no tan conocidos están sin duda entre los capítulos más conseguidos del libro como el de Gill Scott-Heron, Dead Kennedys, Special AKA, Billy Bragg, Huggy Bear, Crass…

Las últimas tres décadas son más confusas, se observa el descenso de la canción protesta y ganan cuerpo iniciativas más controvertidas como el famoso Live Aid y sus consecuencias. Aunque hay movimientos que sí que generan una movilización, la transformación de la sociedad y las propias contradicciones de los artistas, pesan más. La evolución del Rap y el Hip-Hop, esos Public Enemy; el hastío reflejado en bandas como una de nuestras favoritas, Manic Street Preachers; los movimientos antiglobalización representados en gente como Rage Against the Machine o Radiohead; o el fracaso de las campañas contra Bush donde participó lo más granado del Rock americano, son algunos ejemplos. También hay sitio para el papel desempeñado por la presión y el ‘no salirse de lo políticamente correcto’, siendo el ejemplo más claro el de las Dixie Chics y su crítica a George W. Bush por la segunda guerra de Irak. Las paradojas de nuestros tiempos sitúan en una posición muy delicada a la canción protesta, y Lynskey le lanza el guante a los oyentes, aunque la experiencia demuestra que es cada día más difícil. Es necesario leer este fantástico 33 revoluciones por minuto. Historia de la canción protesta, un trabajo de altura.

The Jayhawks, una gente maravillosa

descargaNo conozco a nadie a quien le guste la música con apasionamiento que no muestre una sonrisa cuando se habla de The Jayhawks. En este blog también hemos hecho referencia a la banda procedente de Minneapolis y que contribuyeron como nadie a definir ese sonido que es el denominado ‘Americana’, que no es otra cosa que esa fusión del Country, del Folk y el Rock & Roll. The Jayhawks han vuelto en este 2016 con un nuevo trabajo que ha sido valorado positivamente por la crítica y los seguidores, y que en breve analizaremos en Los Restos del Concierto como es Paging Mr. Proust, donde Gary Louris comanda de nuevo en solitario a la banda tras el nuevo abandono de Mark Olson, y seguramente afortunado tras las negativas consecuencias que luego comentaremos de su última etapa conjunta. The Jayhawks no tuvieron suerte, a pesar de algunas canciones que fueron utilizadas en campañas publicitarias (me estoy refiriendo a la imbatible ‘Blue’), no estuvieron en el momento y en el lugar adecuado. Cuando ellos comenzaban, la música que hacían no tenía apenas cabida, eran las épocas primero de aquellas bandas de Hard Rock de finales de los ochenta y en el comienzo de los noventa del Grunge. Fueron cimentando su prestigio y leyenda mientras, años después, Uncle Tupelo, Wilco, Whiskeytown y Ryan Adams alcanzaban el estatus que ellos no alcanzaron. Esta es su historia y cómo los conocimos.

The Jayhawks parte de la bicefalia Mark Olson – Gary Louris, dos tipos que se complementaban a la perfección y que bebían de la tradición más norteamericana, aunque sus caminos se irían luego bifurcando. Además de ser dos compositores de altura, empastaban sus voces generando unas armonías y unas melodías prodigiosas. También desde los inicios de la banda estaba el bajista Marc Perlman, en un segundo plano Louris y Olson. Sus dos primeros Falling Star (1986) y Blue Earth (1989) pasaron casi desapercibidos, aunque con el segundo comenzaron a llamar la atención. Pero lo mejor estaba por llegar.

Siempre recordaré la imagen de Tomorrow the Town Hall (1992). Ese CD estaba siempre en la pequeña y añorada tienda TIPO del Parque Chile de Logroño y que cerró en 2007. Yo miraba aquel disco porque, aunque todavía no había escuchado nada de The Jayhawks, era una referencia frecuente en muchos de los artistas que me gustaban por aquel entonces, muy vinculados al ‘Americana’. Siempre se les mencionaba y, además, por aquel entonces Louris estaba residiendo en España y colaboraba con músicos de aquí. Un día de 2006, compré aquel disco y fue todo un shock, con esas canciones tan sobresalientes ‘Waiting for the Sun’, ‘Two Angels’, ‘Wichita’ o ‘Crowded in the Wings’, por citar solo algunas. Inevitablemente no caer rendido.

Aunque las raíces estaban, se hacían eco también otros sonidos más cercanos al Pop, que serían los que tendrían la impronta de Louris. Pero el asalto definitivo vino en 1995 con el imprescindible y clásico Tomorrow the Green Grass. Allí se incorporó Karen Grotberg a los teclados y, aunque no participó en el disco, Tim O’Reagan a la batería, a la postre la formación más clásica y recordada de la banda. Aquel disco lo tenía todo, y es imposible elegir una canción, del ‘Blue’ al ‘Two Hearts’, pasando por ‘I’d Run Away’, ‘Ann Jane’ o ‘Ten Little Kids’, sin olvidar la versión de ‘Bad Times’ de Grand Funk. Los dos discos contaron también con la contenida producción de George Drakoulias, que también fue un acierto de pleno. Pero lo mejor estaba por terminar pronto.

Y es que Olson dejó la banda a los pocos meses, un durísimo golpe, para cuidar a su mujer, la cantautora Vanessa Williams aquejada de una grave enfermedad. También imaginamos que la relación con Louris no sería fácil, pero el caso es que el bueno de Gary decidió seguir con el grupo, fichó a Kraig Johnson y a Jessy Greene, y facturó un disco de ruptura que gana con el tiempo, y mucho. Más escorado al Pop y con el legado Beatle por bandera, el tiempo de The Jayhawks, si es que alguna vez lo hubo, pasó. Había canciones tremendas como ‘Big Star’, ‘Trouble’ o la deliciosa ‘Haywire’. Y siguió por esa senda con el menor Smile (2001), más experimental y donde también aumenta el peso compositivo del resto de la banda, y hay canciones también fantásticas como la propia ‘Smile’ o ‘I’m Gonna Make You Love Me’. Pero Louris todavía guardaba una joya del ‘Americana’ como sería el Rainy Day Music (2003), con una banda convertida ya en trío, con Perlman y O’Reagan. Confieso que este es otro discos que no puedo dejar de escuchar, y si bien la calidad de Tomorrow the Green Grass es superlativa, este disco tiene algo muy especial. Canciones bellísimas como ‘Stumbling Through the Dark’, ‘Save it For a Rainy Day’, ‘Angelyne’,’Come to the River’, ‘Tailspin’…era un disco más acústico, más emocional, era también una despedida de The Jayhawks porque la banda entró en un hiato de 2004 a 2009. 

Louris comenzó su carrera en solitario, que se concretó en el también acústico Vagabonds (2008) y que pudimos ver en el Antzokia de Bilbao en una calurosa noche de junio de ese mismo año. Además, había sacado en 2006 el brillante Another Fine Day con Golden Smog, y repetiría EP en 2007. Esos años vivía en España y era un tipo muy idolatrado en el mundo musical, el legado de The Jayhawks era muy potente. Mientras tanto, Olson había desarrollado una carrera más Folk, se había separado de Williams, y no se sabía mucho más. Pero la sorpresa llegó cuando se juntaron para grabar juntos Ready for the Blood (2008) bajo la producción de Chris Robinson (The Black Crowes). Imaginaros la expectación, era lo más cerca que se podía estar de una reunión de The Jayhawks y ésta se produjo en directo al año siguiente, con la formación del Tomorrow the Green Grass, en una iniciativa que precisamente partió de España, para tocar en un par de festivales, y que luego fue creciendo. A decir verdad, aquel disco ya nos tenía que haber dado alguna pista de lo que vendría después, porque les quedó muy pausado. Pero era la vuelta de The Jayhawks, aunque ya se veía que algo no iba bien, la tensión se palpaba como pudimos ver en el Azkena de 2009, Olson no estaba en forma, y se obviaba la etapa de Louris en solitario. En aquel momento, daba igual porque tocaban prácticamente Tomorrow the Green Grass y buena parte de Hollywood Town Hall. 

Siguieron girando pero debieron haber parado allí, pero decidieron grabar un nuevo disco, Mockingbird Time (2011) pero allí se demostró que la compenetración Olson – Louris ya no existía, es el peor disco de todos los publicados por la banda y queda como un ‘quiero y no puedo’. No sabemos qué motivaciones había en esta vuelta y en este trabajo, nos imaginamos algunas de las mismas, y son legítimas, pero fue un borrón. Curiosamente, consiguieron buenas cifras para el momento de la industria discográfica, y Olson en 2012 dejó de nuevo la banda, lo cual era inevitable. Louris ha tomado de nuevo los mandos en solitario y, bien acompañado por Perlman, Grotberg y O’Reagan, que también tienen su aportación compositiva, regresan con este Paging Mr. Proust, donde ha contado en la producción con Peter Buck (REM). En breve, en Los Restos del Concierto, pero nos apetecía recordar, una vez más, la historia de una de nuestras bandas favoritas, The Jayhawks.

Bob Marley o una leyenda que no cesa

imagesPocas imágenes existen tan icónicas en el mundo de la música popular como la de Bob Marley y es un artista al que le teníamos ganas en este blog desde hace mucho tiempo, seguidores confesos como somos. Aprovechando el treinta y cinco aniversario de su fallecimiento, nos detenemos en su trayectoria y su biografía para recordar al autor de algunos de los temas más importantes de la música popular y al primer artista y más global que procedió del Tercer Mundo, colocando un estilo como el Reggae en una posición inimaginable. Pero también tiene Bob Marley sus lagunas y claroscuros, sus puntos más difíciles de sortear, y sus ambigüedades, aunque nos van a quedar sus canciones y su música, claro. Con respecto a Marley, yo he tenido mi faceta completista de todos los discos que sacó con Island desde Catch a Fire (1973) hasta el póstumo Confrontation (1983). Anteriormente, había devorado el Legend (1984), primero en casete y luego en CD, y me había impactado Natural Mystic (1995), otra recopilación de temas menos conocidos pero también brillantes. 

Si hay una imagen que también podemos asociar buena parte de nuestras generaciones es la del disco Legend, recopilatorio de los mejores temas de Marley y uno de los discos más vendidos de un artista después de su fallecimiento. Con respecto a Marley también hay numerosos estereotipos y lugares comunes: la marihuana, el buenrollismo, el rastafarismo…Todos ellos tienen su aquel y están fundamentados. Que su música transmite vibraciones positivas es un hecho, el Reggae que factura te lleva a moverte. Lo de la marihuana, pues también porque está asociada a Jamaica y a este estilo musical, y es un hecho. Y lo del rastafarismo, bueno, eso es otro rollo que nunca he entendido, todo muy legítimo y respetable, pero es una religión cuanto menos curiosa. 

Hay tantas canciones universales que es imposible elegir. ‘Could You Be Loved’, ‘One Love/People Get Ready’, ‘No Woman, No Cry’, ‘Redemption Song’, ‘Get Up, Stand Up’ o ‘Is This Love’ podrían ser la lista de las más conocidas, que además tampoco han perdido su vigencia, pero había muchas más, que ibas descubriendo a medida que adquirías sus discos. Del Legend, con el tiempo, siempre me quedaré con ‘Waiting In Vain’ y ‘Satisfy My Soul’, pero luego me fueron enganchando del resto de su cancionero ‘Iron Lion Zion’, ‘So Much Trouble in the World’, ‘War’, ‘Trenchtown Rock’, ‘Who the Cap Fit’, «Time Will Tell’, ‘Concrete Jungle’, ‘Rebel Music (3 O’Clock Roadblock)’, ‘Natural Mystic’, ‘Turn Your Lights Down Low’, ‘Zimbawe’, ‘Africa Unite’, ‘Lively Up Yourself’…

Y de sus discos me quedo con la frescura del Catch a Fire, con la potencia del Exodus (1977) y con el contenido político del Survival (1979). La música de Marley también era muy reivindicativa, con un mensaje que a veces se iba demasiado hacia el rastafarismo, pero que tenía todos los ingredientes para convertirse en la banda sonora de una reivindicación, como así ha sido. Sus llamadas a la paz, esa imagen icónica en la que junta las manos de Seaga y Manley en 1978 en un concierto por la paz, que estaban luchando hasta las últimas consecuencias con tiroteos y asesinatos incluidos por el poder en Jamaica. Para ver cómo estaba la situación, el propio Marley había sido tiroteado en su casa dos días antes de su actuación en Smile Jamaica en 1976, y pese a sus heridas saltó al escenario. Por cierto, que este episodio es el que hila la espectacular novela Breve historia de siete asesinatos (Malpaso) de Marlon James, ganadora del Booker 2015, y de la que hablaremos más adelante.

De Bob Marley se sabe casi todo. Que fue hijo de un británico que lo repudió, que vivió en situaciones precarias, que emigró a Estados Unidos, que estuvo casado con Rita Marley pero que tuvo innumerables amantes y que tuvo once hijos reconocidos. También la potencia de su banda, The Wailers, que se quedó con el nombre tras abandonarla sus dos amigos y socios desde el inicio de su carrera, Peter Tosh y Bunny Wailer en 1974, y que falleció víctima de un cáncer que no se trató por sus creencias rastafaris.

Pero también tiene no pocos críticos. Primero los que le acusan de haber edulcorado el Reggae para sonar más comercial y conquistar al público occidental, y denuncian un cierto postureo en sus posiciones, con la ayuda de Chris Blackwell de Island Records. El propio Bob Stanley lo destrozaba en el magnífico Yeah Yeah Yeah como señalamos en su momento. Y tampoco tenía una gran consideración entre el entorno del Reggae más purista en Jamaica, a pesar de ser un mito viviente. La primera acusación tiene su base de partida, pero también es cierto que aprovechó la cadencia del Reggae para crear algo más universal. Tampoco es poca la gente que lo acusa de ser un ritmo cansino, pero eso es cuestión de gustos.

Han pasado treinta y cinco años de su fallecimiento y su legado sigue vivo, ha influido a numerosos músicos y artistas, y sus canciones no han perdido vigencia. Podremos decir numerosas críticas y encontrar vías de cuestionamiento, pero lo que hizo Bob Marley fue muy grande, tuvo una dimensión universal y sus canciones siguen transmitiendo.