‘Donde manda marinero’ de Andrés Calamaro

descargaComo ocurre con tantos y tantos artistas y bandas, hablar de ‘Canciones escondidas’ es difícil para la gente que sea muy fan de los mismos. Es el caso que nos ocupa con Andrés Calamaro, un icono del Rock & Roll en español y uno de nuestros favoritos, a pesar de muchas cosas. Pero Calamaro es un genio y se convirtió en algo muy grande primero con los siempre reivindicables Los Rodríguez y luego con esa obra cumbre que es Honestidad Brutal (1999). El cancionero de Calamaro es tan amplio (sólo hay que recordar las más de cien canciones de El Salmón en 2000) que había muchas candidatas, algunas incluso del ya reseñado Honestidad Brutal, pero me he decidido por un tema del disco anterior, Alta Suciedad (1997), que para mí también es otra obra maestra, lamentablemente ensombrecida por el siguiente disco. Aquel trabajo fue un punto de inflexión para un Calamaro que venía de acabar con unos Rodríguez que ya estaban en crisis. Además, el toque dylaniano, ya desde la propia portada y que repetiría dos años después, no se veía acompañado por un maravilloso primer single que fue ‘Loco’. Luego llegaría ‘Flaca’, un paradigma de la canción de Calamaro, y otros grandes temas como ‘Alta suciedad’, la impactante ‘Crímenes perfectos’ , ‘¿Quién asó la manteca?’, etc. Recordemos que aquel disco lo grabó en parte en Estados Unidos, con Joe Blaney de productor y con la participación de músicos de la categoría de Marc Ribot, Steve Jordan o Hugh McCracken, entre otros. Es decir, la apuesta de Calamaro era muy alta.

Entre todas esas canciones aparecía también ‘Donde manda marinero’, un medio tiempo delicioso que tiene una cierta cadencia Reggae, además de un toque latino que ya había impulsado con éxito en Los Rodríguez. La melodía de la canción es perfecta y alcanza su clímax en el estribillo. Calamaro también hace buenas letras, y creo que en ‘Donde manda marinero’ logra un nivel muy elevado, incluso en un estribillo que en otros casos podría provocar un buen resbalón (‘No sé que quiero pero sé lo que no quiero, Sé lo que no quiero y no lo puedo evitar’), pero destaca el resto de la letra. ‘Donde manda marinero’, sin duda una de las grandes canciones de Andrés Calamaro.

Michael Kiwanuka, ‘Love & Hate’

michael_kiwanuka_love_&_hate-portadaSorprendente y fugaz liderato en ventas en el Reino Unido para este segundo trabajo del joven londinense de raíces ugandesas Michael Kiwanuka, en competencia con su confesa admiradora Adele, que le sirve de promoción añadida a la que le han proporcionado las excelentes críticas cosechadas desde su lanzamiento el pasado quince de julio.

Ya la combinación de soul y folk de su debut (‘Home Again’ 2012) despertó grandes elogios, nominación al Mercury Prize incluida, que en esta ocasión se han reactivado ante otra enorme demostración de talento. No ha temblado el pulso a la crítica para encontrar en Kiwanuka rasgos de lo más selecto de la música negra: desde Otis Redding hasta Sam Cooke pasando por Bill Withers o la misma Nina Simone, y todo ello después de un lanzamiento que parece aproximar su sonido más al soul en detrimento de las influencias folk que podían encontrarse en su anterior trabajo. Cabe pensar que en esta evolución haya influido la labor de Danger Mouse, exquisito músico y productor requerido actualmente por las mayores estrellas (U2, RHCP, Adele), y su especial habilidad para actualizar el sonido clásico de raíz afroamericana.

La apertura instrumental de Cold Little Heart, que la lleva a superar los diez minutos, nos introduce en el disco con un canto desesperado al que arropan unos coros a lo Morricone que pronto nos resultarán familiares. El blues de inicio de Black Man In A White World, su sencillo de lanzamiento, comienza sonando a espiritual para culminar en precioso soul coral. El punto álgido emocional lo pone la erizante Falling antes de que resuene Marvin Gaye en la gravedad rítmica de Place I Belong.

Además de los coros antes mencionados también caracterizan el sonido de este ‘Love & Hate’ las preciosas orquestaciones, como en la canción que da nombre al disco, ejemplo de soul atemporal. Si queda algún ingrediente folk está diluido en la más animada One More Night, tras la que retorna a la intimidad confesional en I’ll Never Love y en el desnudo inicio de Rule The World, otra demostración de talento que va elevando el tono con maestría. Father’s Child es un precioso desvío al piano y al pop, comunal y delicado antes de que la triste guitarra de The Final Frame nos envuelva en el blues para desatarse con elegancia en la despedida.

La voz doliente de Kiwanuka es el vehículo perfecto para estas canciones extensas de mensajes escuetos, esta completa y maravillosa muestra de clasicismo soul, no exenta de riesgo ni de personalidad, que no tiene desperdicio y sí trazas de nueva obra mayor del género.

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‘Old Records Never Die’ de Eric Spitznagel

descargaOld Records Never Die. One’s man quest for his vinyl + his past (Plume, 2016) (Los viejos discos nunca mueren. La búsqueda de un hombre de sus vinilos y su pasado) es uno de los libros más divertidos que me he leído en los últimos tiempos, pero también de los que te dejan un poso amargo. Eric Spitznagel es un periodista cuarentón que entra en una crisis existencial pero, en vez de dedicarse a otras cosas que supuestamente se hacen en esos periodos (como por ejemplo comprarse un coche), se dedica a intentar recuperar los vinilos originales suyos de los discos que le marcaron en su adolescencia y primera juventud. Apasionado de la música, el autor se había desembarazado de sus viejos discos una vez que, primero el CD y luego los nuevos dispositivos, sustituyeron a ese querido y valorado formato (aunque yo no me puedo identificar con ello, nunca tuve vinilos). Cualquier fanático y ‘enfermo’ de la música (nos incluimos) puede sentirse identificado con Spitznagel en la valoración que hace del objeto en sí, esa especie de fetichismo que nos lleva a saber todo sobre nuestros discos o CDs, cuándo y dónde los compramos, a tenerlos en un orden compulsivo y a considerarlos algunos de nuestros tesoros más preciados. Sí, es lo que somos. Aunque Spitznagel lo va a llevar un paso más allá, demostrando el poder de la música para articular los recuerdos y la nostalgia. Porque lo que demuestra el libro de Spitznagel es algo que sabemos, que asociamos canciones y discos a muchos acontecimientos, recuerdos y sentimientos.

El libro se abre con un brillante prólogo de Jeff Tweedy (Wilco) para dar paso al relato de Spitznagel que, tras entrevistar al batería Questlove (The Roots) y hablar precisamente de las colecciones de discos y contarle que se había desembarazado de la suya, decide ir a recuperar una serie de vinilos que eran muy significativos para su vida, pero los que eran suyos, no otras copias. Los discos que decide buscar son Exile in Guyville de Liz Phair, Let it Bleed de The Rolling Stones, Alive II de KISS, Band on the Road de Paul McCartney and Wings, Rain Dogs de Tom Waits, Sign o’ the Times de Prince (que estaba en una funda de New York Dolls), Let it Be de The Replacements y añade de Bon Jovi el Slippery When Wet por el recuerdo a una primera novia en la adolescencia/juventud.

La búsqueda de estos discos, que no vamos a desvelar cuáles consigue y cuáles no, lleva a Spitznagel a rememorar su vida en un ejercicio de nostalgia que le lleva a sus padres, a la casa donde creció, a sus años de adolescencia, de Universidad, etc. Spitznagel aparece como un personaje que tiene que elegir qué vida llevar, tiene mujer y un hijo pequeño, o responsabilizarse o seguir viviendo una vida menos estructurada de la que esta aventura será su colofón. De hecho, el libro en ese sentido tiene su momento de caída y redención en especial a la sufrida familia, sobre todo su mujer, cuando acepta encauzar su vida por el supuesto ‘camino correcto’.

Es un trabajo también deudor del High Fidelity de Nick Hornby, hay menciones incluso a la película que protagonizó en su momento John Cusak. Hay momentos muy divertidos e interesantes como cuando acude a las ferias de discos, la desazón que le produce el camino que han llevado las tiendas de discos (su práctica desaparición y la sustitución de los objetos físicos por los nuevos formatos), su vuelta a su antigua Universidad, la visita a una antigua novia, o uno de las mejores situaciones que es cuando va a ver un concierto de reunión de The Replacements, etc. Sin embargo, también es un trabajo que tiene su punto de irregularidad, con algunos momentos menos conseguidos, aunque eso no le quita mérito a este libro que se lee rápidamente.

En definitiva, si eres coleccionista de discos, en formato físico (vinilo o CD), este es un libro con el que te vas a sentir identificado y en el que te vas a reconocer, y que te llevará a hacerte algunas de las preguntas que se hace Spitznagel, y a buscar respuestas, las cuales van a estar siempre en los recuerdos y en la nostalgia, pero en sentido positivo.