Teenage Fanclub, ‘Here’

56931-hereHere es el retorno tras seis años, su anterior disco Shadows fue en 2010, de una de las mejores bandas de Rock alternativo y de Power Pop de los noventa, uno de esos secretos mejor guardados de esa década en la que acumularon una serie de discos luminosos y brillantes, que en las dos primeras décadas del siglo XXI se ha mostrado más inconstante con sólo cuatro discos desde 2001. La carrera de los escoceses Teenage Fanclub se ha movido por círculos más minoritarios aunque nunca dejaron de tener el reconocimiento de la crítica. Con Norman Blake, Raymond McGinley y Gerard Love a la cabeza, si alguien quiere tener una idea de lo que ofrecen Teenage Fanclub les recomendamos abiertamente que se acerquen al soberbio recopilatorio Four Thousand Seven Hundred and Sixty-Six Seconds – A Short Cut to Teenage Fanclub (2003), veintiún temas soberbios, un disco sin desperdicio. El retorno de Teenage Fanclub tras Shadows (2010) nos muestra a los escoceses con sus señas de identidad intactas, con esos temas plagados de armonías y guitarras, aunque no es menos cierto que en el disco también hay algunos momentos en los que se resiente con ciertos temas que no acaban de funcionar.

El comienzo es ‘I’m In Love’, un tema que precisa igual de más escuchas, más guitarrero si se quiere pero que le falta algún punto. A continuación llega la más luminosa ‘Thin Air’, donde la melodía destaca más así como las voces quedan más empastadas. El nivel se mantiene con ‘Hold On’, que es un medio tiempo con un toque nostálgico y el estilo más clásico de la banda se deslita en la elegante, sencilla y melódica ‘The Darkest Part Of The Night’. El disco entra un bache con dos temas más irregulares, ‘I Have Nothing More To Say’ y ‘I Was Beautiful When I Was Alive’, el primero tiene un punto más psicodélico que no acaba de convencer y el segundo tiene unas guitarras más oscuras que crecen al final.

Pero llega el mejor momento del disco, ‘The Firts Shight’, que para mí ya está entre lo mejor del año, una canción maravilloso de Power Pop con esos vientos, ese estribillo…una delicia. De las mejores del año. ‘Live In The Moment’ es más rockera y que no abandona la melodía, también una de las más destacadas del disco. Más pausada es ‘Steady State’, más atmosférica y ambiental, más íntima y acústica. Y otro tema luminoso, y en mi opinión el segundo mejor momento de todo el disco es ‘I’m A Sign’, clavando las armonías una vez más. ‘With You’ es más melancólico, crece con las escuchas y se agradece el toque del Hammond. Y el cierre es para la más intrascendente ‘Connected to Life’, un medio tiempo que no aporta mucho más.

Notable este Here de los veteranos y respetados Teenage Fanclub, no defraudan para nada y se disfrutan en este comienzo de la temporada de otoño/invierno, siendo uno de los discos más esperados de la misma.

Las identidades múltiples de Queen (II)

descargaNo conocíamos mucho del Queen anterior a la década de los ochenta, y más en un mudo preinternet. Con la muerte de Mercury se dio a conocer ese legado, sus discos aparecieron por doquier antes de la época de las reediciones y allí nos encontramos con unos jovencísimos Mercury, May, Deacon y Taylor, que todo hay que decirlo aguantaron dos décadas juntos, y May y Taylor han seguido hasta hoy, que debutaban en 1973 con Queen I y publicaban en 1974 Queen II. Con un Mercury ya lanzado, sólo hay que ver las imágenes de la época, Queen todavía estaban buscando su sonido que oscilaba entre el Rock más duro, casi Heavy, y el Glam Rock, con un toque barroco que acentuarían en el futuro, sin olvidar un punto progresivo también. En su debut ya estaba ‘Keep Yourself Alive’, brutal, pero sería con su tercer disco, Sheer Heart Attack (1974), donde darían un paso más allá con temas como las potentes ‘Stone Cold Crazy’ o Brighton Rock’, pero también ‘Killer Queen’, donde ya destacaban esos juegos de voces característicos de la banda. Pero su popularidad creció con el disco de 1975, A Night at the Opera, donde aparecía su clásico ‘Bohemian Rhapsody’, un tema que contaba con una apertura baladística, una parte intermedia de carácter operístico, y un final de Rock duro que culminaba con un descenso a la pausa del inicio. Un tema que, a pesar de la sobrexposición, sigue siendo una canción tremenda y que mucha gente conoció, especialmente en Estados Unidos, en 1992 con la película Wayne’s World y la famosa escena del coche.

Aquel disco también tenía grandes temas como ‘You Are My Best Friend’ de Deacon, la acústica y más folkie ’39’ de May o la deliciosa balada ‘Love of My Life’ de Mercury. Queen hacían gala además de su histrionismo característico aunque en todas las encarnaciones de la banda siempre ha habido algo que me ha parecido como estrambótico, lo que también les gustaba. Siguieron la racha con A Day at the Races (1976) que aportaba una de sus mejores canciones, ‘Tie Your Mother Down’, así como otro himno para lanzarse a cantar como es ‘Somebody to Love’. Y en News of the World (1977) entrarían ‘We Will Rock You’ y ‘We Are the Champions’, así como el olvidado tema de Deacon ‘Spread Your Wings’. La década la van a ir cerrando con uno de los mejores discos de la banda, Jazz (1978), donde despliegan todas sus señas de identidad en canciones como ‘Fat Bottomed Girls’, ‘Bicycle Race’ o ‘Don’t Stop Me Know’ y con The Game (1989), un álbum más ecléctico con temas clásicos como ‘Crazy Little Thing Called Love’ y ‘Another One Bites the Dust’ (de Deacon y su tremenda línea de bajo en un momento de auge de la música disco), sin olvidar el típico himno de pretensiones que, en esta ocasión era la menor ‘Save Me’. Además, en 1979 habían publicado uno de los mejores discos en directo que yo haya escuchado nunca, el Live Killers, a pesar de algunos ramalazos progresivos que te echan para atrás. Además, a lo largo de la década la imagen de Queen iba cambiando, especialmente en el caso de un Freddie Mercury. Y, para entonces, Queen eran ya uno de esos dinosaurios del Rock & Roll contra los que despotricaban el Punk.

Pero a partir de ese momento, hay un cambio en Queen bastante profundo, fruto quizá de dos grandes tropiezos. Primero la incomprensible Banda Sonora para la película de Flash Gordon en 1981, un trabajo casi en su totalidad instrumental que responde sin duda a los parámetros de la época. Vista una década después, cuando conocíamos en profundidad por primera vez la obra de Queen, ya era una cosa anómala fruto de su contexto. El siguiente tropiezo fue Hot Space (1982), un batiburrillo extraño que sólo ofrecía el ‘Under Pressure’ con Bowie, un tema homenaje a Lennon ‘Life is Real (Song for Lennon)’, y poco más. Aquí Queen debieron hacérselo mirar porque su trayectoria viró hacia un Pop más accesible que les sitúo en lo más alto en Europa pero que no pudo competir en Estados Unidos. En su conjunto, la obra de Queen a partir de esos momentos produjo algunos de sus hits, como hemos señalado en la primera parte del artículo, pero no resiste la comparación con los setenta y sus temas han envejecido peor. Sé que habrá gente que pensará que esto no es cierto, pero es sólo mi opinión. The Works (1984) aportó la insufrible ‘Radio Ga Ga’, ‘I Want to Break Free’ y temas más duros como ‘Hammer to Fall’. Y la línea sigue en descenso en A Kind of Magic (1986) con un tema tan acartonado como el que da título al disco, la machacona ‘One Vision’, la empalagosa ‘Friends Will Be Friends’ o la balada prototípica ‘Who Wants to Live Forever’, que fue Banda Sonora en Los Inmortales, y que nos suena tan fuera de lugar en la actualidad como la película. Por aquellos momentos, Queen venían del ya mencionado Live Aid y sacaban un nuevo directo, Live Magic (1986), donde demostraban que estaban en lo más alto en Europa. Pero la vida de la banda estaba a punto de entrar en otra etapa debido a la enfermedad de Freddie Mercury. Trabajadores incansables, como hemos visto no dejaban de sacar discos y lo hacían como mucho con dos años diferencia, el siguiente, The Miracle, no llegaría hasta 1989. Para entonces, Mercury ya se sabía enfermo y el reloj iba rápidamente en una cuenta atrás imparable.  

Las identidades múltiples de Queen (I)

descargaSí, lo reconozco, me cuesta mucho escribir sobre Queen, pero siento que me tocaba. Hace muchísimo tiempo que no escucho un disco de Queen, pero muchísimo…Estas semanas se ha hablado mucho de ellos porque Freddie Mercury hubiese cumplido setenta años (¡cómo nos gustan estas cifras tan redondas!). Tengo numerosos discos de Queen, la gran mayoría comprados en 1992, durante el año posterior al fallecimiento de Mercury en noviembre de 1991 (ahora me doy cuenta que se celebrará pronto el veinticinco aniversario de su muerte, habrá efemérides) y disfruté de muchos de sus temas. Incluso traté de entender su trayectoria que, al menos, tiene tres grandes etapas por no decir más, y es que el problema (o la virtud) de Queen fueron sus identidades múltiples: sus trabajos más rockeros y duros de los setenta; el Pop de los ochenta; y el expolio inmisericorde a partir de los noventa, en otra de las pérdidas de capital simbólico de una banda más impactantes que hayamos conocido. Vaya por delante que Queen tampoco tuvieron nunca el favor de la crítica, o de buena parte de ella, pero sí el del público y seguro que estos dos artículos serán muy celebrados porque Queen pertenecen a nuestro imaginario colectivo más grabado a fuego.

Conocíamos a Queen bastante en los ochenta, cuando comenzábamos a entrar en esto de la música. En épocas del predominio del videoclip, Queen se habían vuelto unos expertos en esa materia, ya lo eran desde el inicio de su carrera pero eso no lo sabíamos. Se lo curraban e interiorizaron su valor. Allí estaban esos ‘I Want to Break Free’, ‘Radio Ga Ga’, ‘It’s a Hard Life’, ‘A Kind of Magic’…De todos ellos, el más famoso era el primero, ver a esos cuatro tipos de aquella gisa, y aquel ser extraño llamado Freddie Mercury con su bigote dándolo todo con la aspiradora y con aquella dentadura imposible. Fue un hito de videoclip. Los ochenta fueron de ellos con un Pop que, en parte, podía ser bastante superficial pero contundente y con ramalazos de Rock a través de la guitarra de Brian May. Junto a ellos, John Deacon hacía las veces de hombre discreto en el bajo y Roger Taylor tenía una gran contundencia en la batería. Y, además, su directo era demoledor, como se vería en el Live Aid de 1985 y en directos como el Live Magic (1986), donde el carisma de Mercury se imponía como frontman. Tampoco sabíamos entonces que su trayectoria era mucho mayor así como sus controversias como la actuación en la Sudáfrica del Apartheid a comienzos de la década, algo inexcusable, y si también conocíamos de Queen era por el dúo de Mercury con Montserrat Caballé en ‘Barcelona’, canción a partes iguales épica y empalagosa. Lo cierto es que Queen combinaban muy bien sus temas más dinámicos con las baladas aunque eran los primeros los que se imponían, listas para ser coreadas con esos estribillos tan pegadizos por los miles de fans que iban a sus conciertos en Europa.

El primer disco en casete que me compré de Queen fue The Miracle (1989), con esa potente y más rockera ‘I Want It All’, uno de los mejores temas de la banda en los ochenta. Luego llegaría Innuendo (1991), el último disco de Mercury en vida (sí, sí, luego vino otro pero lo contaremos). El testamento de Innuendo comenzaba con la barroquísima ‘Innuendo’, incluidas guitarras españolas y palmas, pero lo que impactó fue ver el estado demacrado y casi consumido de Mercury en vídeos como ‘I’m Going Slightly Mad’ o ‘Headlong’. Mercury anunció el 22 de noviembre de 1991 que tenía SIDA y falleció el 24 a los cuarenta y cinco años, en una de las muertes de la música popular más impactantes. En breve, un tema de ese disco subió en el imaginario colectivo, ‘The Show Must Go On’, pero yo siempre me quedaré con una de sus canciones más bellas, ‘These Are the Days of Our Lives’, con otro vídeo que muestra el empeoramiento de Mercury, y creo que el mismo salió después de su muerte.

Como suele ocurrir, la credibilidad de Queen subió muchísimos enteros y comenzó a celebrarse su legado, popularizándose canciones que ya eran conocidas como ‘We Will Rock You’ o ‘We Are the Champions’. El homenaje a Freddie Mercury del 20 de abril de 1992 supuso uno de los grandes eventos del Rock & Roll y el Pop, y allí descubrimos algo raro. El concierto lo echaron en directo por TVE y fue muy emocionante, pero en su primera parte aparecieron nombres que no imaginaba que iban a estar allí: ¿Guns N’ Roses?, ¿Metallica?, ¿Extreme?, ¿Def Leppard? Vamos a ver, que estuviesen Elton John, Lisa Standfield, David Bowie, Seal, Annie Lennox, etc., podía entrar en los cánones en los que se movían Queen, pero los otros…Luego también estaban gentes que no conocíamos pero que, pocos años después, iríamos descubriendo como Roger Daltrey, Robert Plant o Tony Iommi. Además, los primeros interpretaban temas propios y otros muy duros y rockeros que desconocíamos. Después sabríamos que la influencia de Queen iba más allá de esos temas populares que inundaban las radiofórmulas y los programas de vídeos que los había. Ese concierto nos permitió conocer ‘Under Pressure’ que hicieron con Bowie en 1982, aunque ya sabíamos de su existencia por el plagio de Vanilla Ice. Pero el gran impacto fue ‘Bohemian Rhapsody’, un tema de un genio, reflejo de su personalidad, excesivo como pocos, que salió en 1975. Había que investigar y descubrir qué habían hecho Queen antes de la década de los ochenta, sus orígenes y sus primeros discos y, para eso, se impuso un recopilatorio de horrible portada de 1981 y llamado Greatest Hits, mientras que el segundo volumen ya había aparecido unas semanas antes del fallecimiento de Mercury, y lo que descubrimos allí todavía nos impacto más. Sí, porque esas canciones de los ochenta estaban bien, pero los setenta de Queen los superaban. Había mucho más en aquellos primeros discos, y lo íbamos a disfrutar, mientras el ‘We Will Rock You’ se convertía de nuevo en un Hit y el ‘We Are the Champions’ comenzaba a cerrar los triunfos deportivos. Por desgracia, se estaba sembrando la semilla de su destrucción.