‘Yo lo valgo’, o una historia sobre los discos en solitario de los integrantes de Guns N’ Roses

Volvemos a Guns N’ Roses, la banda que pudo ser, fue y luego…bueno pasó lo que pasó y ya lo hemos contado. Y han protagonizado una de esas reuniones entre gente que se había dicho de todo, Axl Rose y Slash, pero las ‘motivaciones’ eran muy apetecibles, aunque a la reunión solo se apuntó Duff McKagan y, por supuesto, Dizzy Reed, el teclista fichado en 1990 y que, ahí es nada, ha aguantado con Axl Rose desde entonces. Pero, como decíamos, no vamos a hablar de reuniones y demás, sino de los discos que los integrantes de Guns N’ Roses publicaron en solitario en la primera mitad de los noventa, unas historias curiosas e interesantes, y que sin duda contaron con el viento a favor del hecho de que entonces eran la banda más importante del Rock & Roll. Geffen, su discográfica, lo tuvo claro y era también una forma de hacer más caja. Aunque esos discos hoy están olvidadísimos, echamos la vista atrás y nos acordamos de estas aventuras en solitario y cómo algunos siguieron haciendo carrera.

Izzy Stradlin o el abandono de la formación

El bueno de Izzy Stradlin o el integrante favorito de muchos fans de Guns N’ Roses, el mío sin duda. Los guitarristas rítmicos siempre están en un segundo plano, la fama y los riffs queda para el solista y aquí era Slash. Pero Izzy nos gustaba mucho, había venido con Axl desde Lafayette (Indiana) y se intuía que aportaba mucho a la banda, tras Axl Rose era el segundo integrante que más contribuía en las composiciones, pero tras la publicación de los Use Your Illusion (1991) dejó la banda (ahí queda esa imagen en un cartón de leche en el vídeo de ‘Don’t Cry’). Izzy se debió cansar de lo que veía y dijo ‘hasta aquí he llegado’, siendo sustituido por Gilby Clarke. Izzy no tardó mucho en crear una formación y publicar su disco de debut homónimo, Izzy Stradlin and the Ju Ju Hounds, a finales de 1992. Aquel disco suponía una vuelta a los orígenes, un sonido más rockero, minimalista y puro, alejado de la grandilocuencia en lo que se habían convertido Guns N’ Roses, aunque claro que no contaba con una gran voz pero se defendía. Fue un gran disco con canciones tan redondas como ‘Train Tracks’, ‘Shuffle it All’, ‘Somebody Knockin’, versiones de Ron Wood y de The Maytals, etc. La crítica lo saludo efusivamente pero Izzy no pudo repetir aquella jugada pasando al olvido más allá de los fans de los Guns N’ Roses. Hasta 1998 no sacó un nuevo trabajo pero ya era muy tarde, y aunque siguió publicando su última referencia es de 2010. Izzy mantuvo la amistad con el resto de los Guns N’ Roses, ¡incluso con Axl!, se subió al escenario con ellos en no pocas ocasiones, colaboró en sus discos en solitario o en otros proyectos, aunque no acudió a la introducción en el Rock and Roll Hall of Fame en 2012, y siempre quedará en el recuerdo como ese músico en un segundo plano que le daba un toque de distinción a la banda.

 

Duff McKagan o la autoafirmación

Si Izzy lo tenía complicado ni os cuento el caso de Duff McKagan, situado al bajo pero que también caía muy bien al personal. Duff se lanzó con su disco, y único, en 1993, cuando la nave ya se iba a pique y no se le ocurrió mejor título que llamarlo Believe in Me. Ahí queda eso, daría para un tratado de psicología, pero seguro que el bueno de Duff nos quería decir algo. El caso es que si a Izzy le fallaba un poco la voz, aunque lo resolvía con solvencia, en el caso de Duff no había mucho que hacer. Duff publicó un single resultón, ‘Believe in Me’, y echó mano de los colegas que pudo para hacer un disco irregular (insufribles algunos temas como ‘Coulf I Be U’ y esos vientos): Slash, Jeff Beck, Matt Sorum, Dizzy Reed, Lenny Kravitz, Gilby Clarke y Sebastian Bach (Skid Row). ¿A qué os falta alguien en la lista?, nuestro amigo Axl. El caso es que Duff decidió ser honesto y pasó de volver a intentarlo en solitario (bueno, tiene un disco no publicado de 1999), a cambio ha sido uno de los Guns N’ Roses que más ha trabajado en proyectos interesantes como Neurotic Outsiders y Velvet Revolver, con su proyecto Loaded con el que lo vimos en un Azkena, etc., y ha sido el único que ha vuelto en la crematística gira de reunión. Para el recuerdo, vídeo noventero en todo su esplendor.

 

Todas las loterías juntas para Gilby Clarke

Imagina que eres un guitarrista rítmico y que te encuentras tratando de labrarte un futuro con una carrera que, bueno, así así, y que te llaman para sustituir a Izzy Stradlin en Guns N’ Roses, pues me imagino que Gilby Clarke pensó que le había tocado la Lotería. Y es que Gilby no había salido de formaciones de segunda y tercera fila cuando le llamaron para hacer formar parte de Guns N’ Roses en la tremenda gira de los Use Your Illusion. Pronto se vio que Gilby encajaba a la perfección en el lugar de Izzy, ¡casi eran clónicos!, pero su papel fue testimonial además de vivir el descalabro de la formación. Pero Gilby aprovechó la oportunidad para comenzar carrera en solitario en 1994 con el disco Pawnshop Guitars (publicado por Virgin) que produjo el guitarrista Waddy Wachtel, al que hemos visto en muchos sitios y especialmente con Keith Richards en sus proyectos en solitario. Mejor cantante que Duff, no es difícil, su disco era un disco de rock angelino que funcionaba sin más. En el disco colaboraban todos los Guns N’ Roses, incluido un Axl que se desgañitaba en una insulsa versión del ‘Dead Flowers’ de The Rolling Stones. La otra colaboración venía de Frank Black (Pixies), y poco más se podía decir. Gilby salió también de Guns N’ Roses, como el resto, poco tiempo después. Y después, curiosamente, no colaboraría en otros proyectos de los miembros de la banda, siguiendo publicando en solitario sin más repercusión. Como dato curioso, participó en un reality en televisión de 2006 a 2008 donde una banda buscaba cantante, los otros dos integrantes eran Jason Newsted (Metallica) y, atentos, Tommy Lee (Mötley Crüe), y el título del programa y la banda formada para la ocasión no tiene desperdicio: Rock Star Supernova (sin comentarios).

 

Slash busca su sitio

En 1995 estaba claro que lo de Chinese Democracy iba camino de ser un mal chiste, pero lo peor estaba por llegar. No pasaría mucho tiempo hasta que todos se hartasen de Axl y tomasen su camino. Slash publicó su disco en 1995 y llamó al proyecto Slash’s Snakepit, tratando de darle una coherencia de banda y sabiendo que como cantante no había nada que hacer. Fichó para esas lides a un tal Eric Dover y a Mike Inez (Alice In Chains) al bajo y no se olvidó de sus compañeros de banda Gilby Clarke y Matt Sorum, y colaboró, no podía ser de otra manera, Dizzy Reed. No le hice caso a este disco en 1995, la verdad, y tampoco me sonó especialmente interesante, rock duro basado en la figura de Slash y poco más. 1995 no era 1991 y el Grunge se llevó por delante una parte del capital simbólico de los Guns N’ Roses. Slash no volvería a publicar con esta denominación hasta 2000 pero sin ninguno de los músicos que le acompañaron en 1995, y hasta ahí. Luego llegarían Velvet Revolver, colaboraciones extrañas (Paulina Rubio) y carrera en solitario que comenzó con el disco Slash (2010) donde participaron diferentes cantantes (desde Ozzy Osbourne a Fergie pasando por Iggy Pop, Lemmy, Chris Cornell y…Adam Levine, entre otros), y luego con Myles Kennedy como vocalista publicaría discos en 2012 y 2014. Su carrera se ha basado en sus característicos riffs, seña de identidad de un icono del Rock & Roll sin duda.

 

P.D. Axl Rose (perdón Guns N’ Roses) publica por fin Chinese Democracy

En 2008 llegó a las tiendas Chinese Democracy, el nuevo disco de unos remozadísimos Guns N’ Roses (mi favorito sigue siendo Buckethead, por favor, ¡qué vuelva con su cubo de pollo frito en la cabeza!) donde solo se mantenían Axl y, por supuesto, Dizzy Reed, y donde estaba Tommy Stinson (The Replacements). Proyecto en el que se tuvo que enterrar una ingente cantidad de dinero, al disco no le fue mal en las ventas, otra cosa es la crítica y el ‘cariño’ de los fans. Pero, al final, Guns N’ Roses están girando y, a este paso, incluso no podemos descartar que algún día Izzy y Steven Adler, el batería original finiquitado amargamente a finales de la década de 1980, vuelvan a tocar juntos. ¡Cosas más raras se han visto!

No, venga, ahora en serio, Guns N’ Roses:

 

The Sadies, ‘Northern Passages’

The Sadies son una de tantas bandas de las que hemos leído más que escuchado. Como decimos siempre, no nos da la vida para llegar a todo lo que nos gustaría y The Sadies están en esa extensa categoría. Como tantos otros y otras, los canadienses están en la tercera o cuarta línea en la escala de la ‘fama’ aunque no es menos cierto que se tienen ganada a la crítica. Con más de dos décadas de carrera y acercándose a la veintena de discos, The Sadies sería un ejemplo del Country alternativo o todo aquello del ‘Americana’. Liderados por los hermanos Dallas y Travis Good, que se reparten las voces, la sección rítmica la integran Mike Belitsky a la batería y Sean Dean al bajo. Nothern Passages ha salido publicado hace unas semanas y nos presenta una banda solvente con canciones que van desde sonidos más clásicos, predominando medios tiempos ascendentes, hasta otros más rockeros y guitarreros. Parecen moverse en esa dualidad que se ve también en no pocos de sus temas, cuando hacen cambios de ritmo que quedan muy bien.

‘Riverview Fog’ es un medio tiempo con el sabor del Country-Rock, con esas armonías y esas voces conjuntas, siendo un gran inicio para un disco que continua con el giro más guitarrero de ‘Another Season Again’. En la misma línea, pero más oscura, ‘The Are No Words’, más ruidista pero con un quiebro final crepuscular. Y el plato fuerte es ‘It’s Easy (Like Walking)’ en la que colabora un Kurt Vile con su fraseo característico en una canción fantástica que, estando Vile por medio, no podía dejar de tener un tono melancólico y nostálgico, que enlaza con el tono crepuscular del tema anterior. A dos voces se defiende ‘The Elements Song’, con guitarras también poderosas, pero que gana mucho de nuevo con el quiebro final.

La segunda parte tiene un comienzo Western con ‘Through Strange Eyes’ que llega al Country más clásico con ‘God Bless The Infidels’. Pero el tono sube con ‘The Good Years’, crepuscular con ese inicio del pedal steel que remite a horizontes abiertos y que es muy emocionante, sin olvidar el tono de los sonidos de raíces norteamericanas. En ‘As Above, So Below’ le tan un barniz más Pop que queda un tanto irregular pero la recuperación es al final con dos grandes canciones. La primera es ‘Questions I’ve Never Asked’, un medio tiempo creciente muy interesante, con un sonido limpio de guitarras, sin olvidar el tono épico y de nuevo con un giro eléctrico al final. La segunda es un tema instrumental que profundiza en la épica, ‘The Noise Museum’, muy crepuscular y que funciona fenomenal como cierre.

Muy convencidos con The Sadies y este Northern Passages, un trabajo notable con algunos picos sobresalientes y con pocos altibajos. Y con colaboración de Kurt Vile, que es un plus.

 

‘Bob Dylan. La Biografía’ de Howard Sounes

Siempre es interesante acercarse a una figura tan importante y compleja como la de Bob Dylan, controvertida y con sus puntos oscuros y extraños. Genio sin parangón en la música, Premio Nobel de Literatura, la bibliografía en torno a Dylan es ingente, mientras esperamos los volúmenes pendientes tras la primera parte de Crónicas (2004), que en España acaba de reeditar hace unas semanas la editorial Malpaso, y que resultaron muy valoradas por la crítica. Nos detenemos en Bob Dylan. La biografía de Howard Sounes, editada por Reservoir Books y que fue publicada por primera vez en 2001. Llega una versión ampliada, aunque no cubre los últimos años de Dylan, se detiene más o menos en 2011, en la que Sounes presentó aspectos novedosos sobre la vida de Dylan como por ejemplo su segundo matrimonio. Sounes, periodista musical que ha desarrollado trabajos también sobre Lou Reed, Paul McCartney y Amy Winehouse, hace un trabajo minucioso a través de decenas de fuentes del entorno de Dylan y, aunque también muestra sus puntos críticos, no deja de tener en ciertos momentos un punto hagiográfico.

Y es que pocos artistas han sido tan analizados como Dylan desde sus letras, sus cambios de rumbo y el impacto que ha supuesto para varias generaciones. Sounes abarca su trayectoria desde sus orígenes familiares tratando de encontrar puntos claves tanto en el hombre como en la figura y el icono. Queda claro que Dylan es una persona muy celosa de su intimidad, hasta extremos insospechados, tomando numerosas medidas de seguridad. Seguramente, uno de los momentos más interesantes es el segundo matrimonio ya señalado con Carolyn Dennis en 1986, y que finalizó en 1992, y el nacimiento de su hija fruto del mismo Desiree. Es muy revelador también cómo Dylan funciona como un mujeriego empedernido, Joan Baez o la icónica Susan Rotolo (la acompañante de Dylan en la portada de The Freewheelin’ Bob Dylan) son algunos de los ejemplos más devastadores de la forma de proceder de Dylan. Y no hay que olvidar su época más estable, la del matrimonio con Sara Lownds (1965-1977), con la que tuvo cuatro hijos junto con la adopción de la hija de ella de una relación anterior.

Dylan se presenta como una persona insegura y tímida, huraño y con pocas habilidades sociales (el ejemplo más claro es el tratamiento a los músicos, algo que deja muchos damnificados por el camino), pero no deja de ser una pose o una coraza del de Duluth. Y es que sólo alguien con una seguridad extrema en sus posibilidades de triunfar y en sí mismo, y eso queda claro desde el comienzo de su carrera, puede llegar hasta la cima, siendo capaz de inventarse hasta partes de su biografía en determinados momentos para ganar cierta legitimidad. Dylan también se muestra un tanto vampirizador, especialmente en sus comienzos, y sus amigos de la época del Greenwich Village no dejan de reprocharle su forma de proceder. Pero Bob también da muestras de humanidad y solidaridad, aunque nunca quiere publicidad de las mismas. En una vida tan complicada, el acoso de determinados fans se torna incluso peligroso, ‘y habiendo vivido varias vidas en una ‘, Dylan tiene sus baches, especialmente en los ochenta y primeros noventa, además de esos procesos de conversión al cristianismo que supuso un shock. Destacan también los contenciosos judiciales con su primer gran representante, Albert Grossman (un tipo muy poco recomendable) o Victor Maymudes, uno de sus hombres de confianza durante décadas y con el que la cosa no acabó nada bien, aunque aquí Sounes rebate en el libro los argumentos de Maymudes en contra de Dylan.

En relación a la música, Sounes reconoce los momentos más bajos de Dylan, algunos de los cuales son fruto de una caída de la inspiración y otros de la forma de trabajar. Hay una interesante contextualización de la obra de Dylan en torno a la época y los momentos vitales de Dylan, además de una interesante descripción de la grabaciones de sus obras cumbre, sin olvidar sus influencias poéticas y literarias, ahí Jack Kerouac. En todo caso, queda claro que Dylan vive para componer y que, en sus periodos más fecundos, escribía en cualquier momento y lugar. Luego llega el momento de la ascensión definitiva a los altares de Dylan, cuando regresa por todo lo alto con un disco como Time Out Of Mind (1997), y de una consideración acrítica por buena parte de la prensa musical de su obra y figura. Y, aunque no profundiza tanto, curiosa también la forma de proceder en la carretera y en su gira eterna, tocando en lugares insospechados, pero mostrando un colmillo para los negocios fruto del aprendizaje de décadas y de situaciones como las vividas con Grossman.

Muy interesante este trabajo de Howard Sounes, un libro que se lee casi de un tirón y que aporta cuestiones novedosas. Y donde se deja claro que, efectivamente, como ‘es muy difícil ser Bob Dylan’.