‘Ropa música chicos’ de Viv Albertine

Detrás de un título como el de Ropa música chicos (Anagrama, 2017) se esconde uno de los libros más impactantes que uno haya leído en los últimos tiempos. Viv Albertine desgrana su autobiografía de forma directa y cruda, sin caer en florituras y artificios, y sin concesiones, para llevarte a lo largo de quinientas páginas por una vida que tiene dos caras bien diferenciadas. Llegué a este fantástico y apasionante libro a través del Facebook del gran Juan Santaner, que lo recomendaba de forma entusiasta, y me atrapó desde sus primeras páginas. Viv Albertine estuvo en todo el meollo de la explosión Punk de la segunda mitad de los setenta en un Londres que se presenta apasionante pero también un tanto desgarrador. Dentro de la filosofía ‘do it yourself’, Albertine formará una banda de Punk femenino y reinvidicativo como serán The Slits, de efímero éxito, su primer disco Cut (1979) llegará a ser publicado por Island Records, aunque anteriormente ya había formado parte de otra banda llamada The Flowes of Romance con Sid Vicious, entre otros y otras integrantes. Pero Albertine nos muestra en su primera parte de su libro cómo va luchando por romper con ciertas cadenas de la sociedad vinculadas a los roles de género y a los condicionantes sociales en un momento aperturista. En este sentido, Albertine se muestra consciente de su posición en un proceso complejo y con no pocas resistencias. Albertine también contextualiza el momento que vive en ese Londres de la explosión Punk al desfilar personajes como Mick Jones (The Clash), al que le une una intermitente relación, o el ya mencionado Sid Vicious, uno de sus amigos más cercanos en el periodo, así como Malcolm McLaren, Johnny Thunders, etc. Albertine muestra un periodo en el que cualquier cosa parecía posible pero también cómo aquello duró muy poco tiempo. La desilusión y las contradicciones de todo el proceso se ven claramente en la trayectoria de las Slits, que para 1982 ya habían cerrado su primera etapa. Albertine también indagará en nuevas expresiones musicales a la vez que observa cómo aquel periodo va llegando a su fin y la situación en las Slits llega a un punto sin retorno, tras haber rozado el cielo con grandes presupuestos de grabación, telonear a The Clash (uno de los momentos más impagables del libro) o haber realizado giras incluso por Estados Unidos.

Si esa primera parte te conquista, se puede decir lo mismo y más de la segunda. En 1982, Albertine se encuentra de nuevo en la casilla de salida con todo su bagaje pero en un contexto totalmente diferente. Es interesante cómo la autora describe esa nueva situación y cómo va a tratar de encauzar su vida dentro de unos parámetros más ‘normales’, dicho todo esto con todas las comillas posibles. Albertine cierra la puerta a ese pasado y comienza un periplo vital en el que se dedicará al mundo audiovisual mientras trata de alcanzar la estabilidad en pareja y ser madre. Las dificultades para todo ello, una vez encontrada una pareja a la que nunca menciona por su nombre sino ‘Marido’, los abortos, tratamientos de fecundidad, etc., le llevarán finalmente a alcanzar la maternidad cuando todo parecía perdido. Pero, una vez que es madre, cae en un cáncer que supondrá un nuevo desafío y del que saldrá adelante. Llegan entonces unas páginas brillantes en las que Albertine transmite su transformación en los roles de género contra los que luchó y el proceso de negación de sí misma, atrapada en un matrimonio fracasado tras haber luchado contra la enfermedad y haber conseguido ser madre. Son páginas amargas y duras pero en las que subyace que Albertine sabrá reconstruirse se nuevo como así resulta, incluido una extraña relación con el actor y director Vicent Gallo. Comienza así el regreso al mundo de la música, el encuentro con las Slits y la grabación de nuevos temas con su nombre, mientras avanza afrontando nuevos retos y situaciones emocionales como el fallecimiento de su padre, ausente durante mucho tiempo de su vida, y ese seguir peleando en un mundo en el que ser mujer te pone en una posición secundaria. Viv Albertine ha escrito uno de los mejores libros que he leído en lo que va de año, una obra que siempre mira hacia adelante por muchas trabas que se pongan en el camino.

‘Crazy’, el éxito y el paso atrás

Gnarls Barkley es (o fue) un dúo surgido de la colaboración entre dos talentosos músicos: el cantante Cee Lo Green y el productor Danger Mouse. Fruto de ello publicaron dos discos, ‘St. Elsewhere’ (2006) y ‘The Odd Couple’ (2008), siendo el primero el que les daría relevancia sobre todo gracias la canción de la que trata este artículo.

Inicialmente lanzada en solitario y a través de plataformas digitales, Crazy conquistó rápidamente las emisoras hasta alcanzar el número 1 en las listas de Reino Unido, donde fue el single más vendido del año 2006, y de gran parte de Europa. Y no es de extrañar porque el tema lo tenía todo para atraparte a la primera escucha: un ritmo pegadizo y una voz melódica que encandilaban de inmediato y cuya fama se extendió con tal fuerza y velocidad que, tras nueve semanas liderando las listas británicas, la banda decidió retirarlo de las tiendas ante el riesgo de saturación. Y así lo hicieron, aunque quizá era ya tarde, Crazy se había convertido en el hit del año.

Segundo tema de su disco debut ‘St. Elsewhere’, también era el de mayor potencial comercial, el más radiable y convencional dentro de un tracklist variado y de afán experimental. Inspirado en la música de los spaghetti western, influencia recurrente en Danger Mouse, desde sus primeros compases marca un ritmo grave y potente que contrasta con la voz versátil de Green para completar una canción de apariencia simple pero enormemente efectiva. El clip también tuvo una constante presencia en las televisiones y se hizo muy popular su juego de imágenes sobre manchas de tinta a modo de Test de Rorschach.

Tras este disco publicaron otro igualmente destacable aunque con menor impacto comercial y continuaron con sus respectivas carreras; Cee Lo Green grabando en solitario con moderado éxito y ejerciendo de jurado en la versión estadounidense de La Voz y Danger Mouse (Brian Burton) con su más que merecido papel de productor estrella para gente como Beck, The Black Keys, Gorillaz, Adele o los últimos discos de U2 o Red Hot Chili Peppers, además de desarrollar otros proyectos personales como el ‘Rome’ junto a Danielle Luppi o sus dos excelentes discos acompañado de James Mercer (The Shins) bajo el nombre de Broken Bells. De este modo lo que podría haber supuesto un terremoto en sus carreras quedó en un impulso de efectos controlados y su canción más emblemática como un hito en unas carreras que continuaron alejadas del conformismo.

 

The Mastersons, ‘Transient Lullaby’

Hay formaciones que te ganan desde que las conoces, y The Mastersons es una de ellas. El dúo texano de Country-Folk formado por el matrimonio Chris Masterson y Eleanor Whitmore, e integrantes de la banda de Steve Earle, han publicado su tercer trabajo con el sugerente título de Transient Lullaby, en el que destilan de nuevo sus señas de identidad consolidadas en sus dos anteriores discos, de los que dimos cuenta en Los Restos del Concierto: Birds Fly South (2012) y Good Luck Charm (2014). En Transient Lullaby no vamos a encontrar giros estilísticos ni nuevas direcciones, al contrario, consolidan ese sonido que te cala desde la primera escucha con esas melodías, ese juego de voces aunque la de Whitmore se impone, esos violines, ese sabor de la música de raíces norteamericana que te transporta. Grabado en nuestra querida y añorada Austin (Texas), se les podrá acusar a The Mastersons de no salirse de una senda muy trazada, pero no importa, lo hacen de maravilla. Y también hay que destacar que no alcanzarán tampoco el reconocimiento que merecen, no importa.

La melancolía ya está muy presente en el comienzo del disco, ‘Perfect’ es un temazo con esas voces superpuestas, esa melodía y ese órgano de fondo que le da el contrapunto a la canción. En ‘Transient Lullaby’ cogen un camino más tradicional del Country, un tema triste donde la voz de Whitmore ya emociona. ‘You Could Be Wrong’ es inicialmente un medio tiempo menos logrado, más minimalista en su comienzo para luego avanzar con el juego de las dos voces, pero igual me deja frío. No ocurre con ‘Fight’, con ese inicio con la mandolina, una gran melodía pero sin dejar el poso melancólico. Y ‘Fire Scape’, canción armada desde las guitarras acústicas, emociona con su belleza. ‘Highway 1’ aparece como una gran continuación de la anterior, un tema más Folk y desnudo, la voz de Masterson es la que da comienzo a un tema donde también destaca el violín de Whitmore, que te conquista a la primera escucha y en la que el estribillo es para recordar.

La segunda parte del disco comienza con la más dinámica y con el sello de la casa ‘Don’t Tell Me to Smile’, con un toque más Rock y en el que de nuevo construyen un gran estribillo, siendo uno de los temas más pegadizos. ‘This Isn’t How It Was Supposed to Go’ me deja muy frío, tiene un aire muy de los 50, el Hammond queda muy bien pero a mí no me acaba de llegar. ‘Shine On’ es otra de las cimas del disco, canción con elementos más modernos, podría encajar en un disco de Lydia Loveless, con esas guitarras y una batería que se impone por primera vez en todo el disco. ‘Happy When I’m Movin» es lenta y muy desnuda, con el protagonismo para la voz de Masterson. Y el cierre es un regalo, que aparece como Bonus Track, ‘Anchor’, una maravilla con las voces de Whitmore y Masterson complementadas a la perfección, con ese punto acústico junto con el violín, una gozada y con una preciosa letra.

Claramente, The Mastersons no inventan nada nuevo pero sus discos son coherentes, homogéneos, no descienden de nivel, y son una maravilla. Hay que cuidar a formaciones como la que nos ocupa, todavía auténticos.