Robbie Robertson, ‘Testimony’

Pocas historias son tan maravillosas en el Rock & Roll como la de The Band, ¿cuánta gente habrá montado su grupo siguiendo la estela de Robbie Robertson, Levon Helm, Richard Manuel, Rick Danko y Garth Hudson?, no me lo quiero imaginar. Llega Testimony (Neo Person-Neo-Sounds, 2017), la traducción de las memorias de Robbie Robertson que abarcan desde su infancia en su Canadá natal hasta la disolución de The Band tras grabar el icónico e imprescindible The Last Waltz (1976) y cerrar su discografía conjunta con el menor Islands (1977). Robertson quedó como el ‘malo de la película’ en la historia de The Band tras las disputas con Levon Helm especialmente por los derechos de las canciones, y aquí pasa casi de puntillas sobre la cuestión, apuntando cómo se los compró a Manuel, Danko y Hudson antes de la liquidación de la formación que ya llevaba unos años instalada en la tensión y en el conflicto, unido a las adicciones de Manuel, Danko y Helm. La lectura de Testimony es obligada porque Robertson escribe de forma magistral unas décadas de la historia del Rock & Roll fundamentales y porque te transmite las sensaciones de los diferentes momentos en los que se desarrollan no sólo los acontecimientos centrales de la misma sino esa vida cotidiana de camaradería en la carretera con Ronnie Hawkins, cuando eran The Hawks, con Dylan, como The Band en la Pink Rose, etc.

Asistimos al crecimiento del joven Robertson vinculado a sus orígenes indios por parte de madre y a una infancia complicada en Toronto, incluido el descubrimiento de que su padre no es realmente su padre. Y a partir de ahí todo se acelera cuando a los dieciséis años se lanza a la carretera con Hawkins, con el que ya estaba Helm, llegando al Sur de Estados Unidos en un viaje de descubrimiento a la par que las miles de horas van modelando su pericia con las seis cuerdas. Emocionantes son los momentos de reclutamiento de Manuel, Danko y Hudson, uno de los tipos más increíbles de todo el libro. Y también el vínculo que existe con Helm, dándose en el conjunto una fraternidad envidiable. Y luego está Dylan, siempre Dylan, al que Robertson se rinde y le reconoce la importancia en el desarrollo de The Band. Pasan por el libro Hendrix, The Beatles, un Van Morrison que se muestra tal y como debe ser, Young, Allen Toussaint y su trabajo en las secciones de viento del directo Rock of Ages (1972), etc…La lista es inmensa.

Tampoco debemos olvidar el momento creativo, cómo The Band dieron forma a un sonido inigualable que evolucionaba desde el Rock & Roll primigenio con The Hawks hasta crear un magma en el que integraban todas las tradiciones, del Folk al Country pasando por el Soul, el Blues, el Góspel, etc. Las voces de Manuel, Danko y Helm formaban unas armonías fascinantes que nos siguen atrayendo con unas canciones sobresalientes. Y sí, Robertson igual adopta en ciertos momentos un tono como paternalista, aunque reconoce que tampoco llevaba unos hábitos muy saludables, ante el escenario que se va generando pero no se resiente el relato. Cuando llega The Last Waltz, ese concierto maravilloso del que hablamos el año pasado en Los Restos del Concierto con la reedición del mismo en su cuarenta aniversario, te sumerges en el proceso que reunió a Bob Dylan, Van Morrison, Dr. John, Neil Young, Eric Clapton, Muddy Waters, entre otros muchos. Robertson ya estaba por entonces comenzando a ampliar sus horizontes en el mundo del cine y en unos años sería responsable de la música de parte de la filmografía de Martin Scorsese y ya no estaba en la segunda parte de la historia de The Band, en las décadas de los ochenta y los noventa, en circuitos de serie B y con la publicación de tres discos en los noventa que pasaron desapercibidos, mientras que en 1986 Richard Manuel, que no dejó sus adicciones, se suicidaba a los cuarenta y dos años. Por su parte Rick Danko fallecería a los cincuenta y cinco años en 1999 como consecuencia de un ataque al corazón en un estado de salud complicado tras años también de adicciones. Allí se acabó la segunda etapa de The Band, mientras que Levon Helm nos dejaría en 2012 con setenta y un años víctima de un cáncer. Robertson como decíamos se queda en 1977 y dedica unas bellas palabras a todos sus compañeros.

Robbie Robertson es sin duda una de las grandes figuras de la música norteamericana y con The Band fueron protagonistas de la misma. Seguramente no tienen el reconocimiento que merecen aunque cualquier fan de esta clase de música no dudará en reconocer su valor. Las memorias de Robertson te hacen volver a los discos de The Band, si es que en alguna ocasión los habías dejado, y te recuerdan que ciertos milagros existen.

 

Xoel López, ‘Sueños y pan’

Nueva entrega de la última aventura de Xoel López, tercer trabajo desde que abandonara su proyecto más exitoso (Deluxe) y emprendiera la búsqueda de nuevas sensaciones a través de la fusión con los sonidos del otro lado del Atlántico. Después de ‘Paramales‘ (2015) prolonga el itinerario que iniciara en Latinoamérica en 2012 con ‘Atlántico’ y le insufla un romanticismo que es ingrediente principal de este ‘Sueños y pan’.

Las canciones vuelven a ser protagonistas, alumbradas con gusto y delicadeza, y unas fantásticas letras que también las iluminan con una retórica inspiradora que refrenda el talento literario de Xoel (también acaba de publicar un poemario de título ‘Bailarás cometas bajo el mar’). Más belleza y color en definitiva, algo inherente a la carrera de este autor, en un gran disco que abre esa mezcla de aires latinos y gallegos (gaitas incluidas) marcando el ritmo en Jaguar. Se acerca a la poética y al pop en Cometa, animada de un romanticismo también presente en Insomnio, desarrollada en un crescendo bello y sutil. También bella, Frutos incluye variados tonos, especialmente brillantes en la aportación de Miren Iza (Tulsa), y en Madrid se muestra más impetuoso desde el rasgueo de las cuerdas hasta la voz. Serpes nos lo presenta más exótico e inclinado a su Galicia natal en una canción sencilla, primera de las dos que interpreta en galego, antes de revisitar el romanticismo en la más clásica y sentimental Primavera. Se anima el ritmo que pauta la guitarra en Lobo e introduce el latin-jazz desde el piano en la rica y colorista composición que le sigue, Balas. Cierra también en galego desde la nostálgica intimidad de la nana Durme.

Presidida por la belleza y la sensibilidad a que nos han acostumbrado las composiciones de este inquieto gallego, en su nueva entrega confirma el acierto del desvío que tomó en 2012 y que sigue dando excelentes resultados. Repartido por diferentes territorios (La Coruña, Madrid, Buenos Aires) prosigue con su carrera ajeno a los cantos de la gran industria y, alargando su apuesta por la independencia artística, nos conquista con una muestra al nivel de sus mejores trabajos.

15 canciones de 2017 (del 5 al 1)

Y nuestra lista de 2017 llega al final, las cinco primeras posiciones. Y nos damos cuenta que hemos sido muy previsibles, que hay tres bandas de las que somos seguidores declarados, un artista nacional que también está entre nuestros favoritos, y un experimento que ha salido muy bien. Se han quedado muchos y muchas fuera de la lista en un año muy denso en novedades discográficas. No sabemos qué nos traerá el 2018 que está a punto de comenzar, pero no pararemos desde Los Restos del Concierto de seguir escribiendo sobre música.

 

5. Arcade Fire, ‘Everything Now’

Un paso más en la brillante y controvertida carrera del sexteto canadiense, en julio de este año presentaban el esperado disco con el que continuar (con mayor acierto si cabe) el recorrido por los territorios de la electrónica y el sonido disco que iniciaran en ‘Reflektor‘ con excelentes ejemplos dirigidos a la pista de baile, como este Everything Now que abre el disco pleno de energía y con unas notas de piano a añadir a su lista de fragmentos memorables, euforizantes e idóneos para ser coreados en sus conciertos. Javier Castro Senosiain

 

4. José Ignacio Lapido, ‘Cuidado’

Con una apertura del buen rock de siempre, las guitarras de ¡Cuidado! nos dan un baño de realidad y nos regalan una advertencia que, cuatro años después del excelente ‘Formas de matar el tiempo‘, nos devuelve al mejor José Ignacio Lapido, un artistazo que nunca se ha ido pero del que siempre nos gustaría tener más referencias y que con ‘El alma dormida‘ agranda una obra que empieza a desbordarse en cantidad y calidad. Javier Castro Senosiain

 

3. Courtney Barnett & Kurt Vile, ‘Over Everything’

Durante buena parte de 2017 se esperaba con ganas el trabajo conjunto de Courtney Barnett y Kurt Vile, proyecto cristalizado en un excelente Lotta Sea Lice y que se había fraguado tras coincidir en varios festivales. Un disco que tiene ese tono melancólico y nostálgico de Vile y con una Barnett que demuestra su clase y que contaba con este ‘Over Everything’ como primer tema. Una canción en la que con un ritmo un tanto perezoso Barnett y Vile se dejan llevar por unas guitarras características de su sonido. Sergio Andrés Cabello

 

2. The War On Drugs, ‘Holding On’

En 2014 llegaste a lo más alto con Lost in the Dream con lo que la presión sobre Adam Granduciel tenía que ser máxima. Música también melancólica y un tanto afectada con la que Granduciel miraba hacia esa década tan denostada como los 80. Pero The War On Drugs superaron la presión con un gran A Deeper Understanding que se ha situado entre lo más valorado por la crítica del año, aunque también le ha caído algún palo. No han decepcionado gracias a temas tan redondos como ‘Holding On’ que, varios meses después de su estreno, sigue emocionando. Sergio Andrés Cabello

 

1. The National, ‘Day I Die’

Plena de contundencia y dramatismo la segunda canción del ‘Sleep Well Beast‘, apoyada en unas percusiones omnipresentes y rasgada por unas guitarras de buen filo, sobresale por su potencia rock y su herencia del post-punk e insiste en la densidad de unas letras melancólicas y trascendentes que no renuncian a la ironía. Con otro disco fantástico cargado de canciones destacables, el quinteto de Ohio continúa avanzando seguro para asentarse como uno de los más fiables valores del último rock. Javier Castro Senosiain