Gente que escuchábamos en 1998 y de la que a veces nos acordamos

Nos pasa que dentro de las efemérides de aniversarios hay gente que encaja menos, por su relevancia o por los propios discos que sacaron, pero que también se ganaron un hueco en nuestro corazón o nuestra memoria sentimental. 1998 era un año complicadísimo, un periodo en el que el Grunge se había volatilizado, en Brit Pop estaba en esa fase, el neo Punk tampoco parecía que daba para mucho y faltaba un poco para The Strokes y The White Stripes. Mientras tanto, el luego denominado Americana estaba en un muy segundo plano, que se lo pregunten a Wilco y The Jayhawks. Y, mientras tanto, gente como Limp Bizkit estaban en lo más alto…Vale que también había espacio para Lauryn Hill, Garbage, etc., pero el Pop también estaba en una deriva complicada. Vamos a recordar algunos discos y formaciones que en 1998 tuvieron éxito, cuando la etiqueta de «alternativo» funcionaba pero todos los grupos que vamos a comentar estaban en majors, así que os dejamos con este «batiburrillo», divertido y nostálgico.

Macarrismo con clase: Fun Lovin’ Criminals lo dejan claro con 100% Colombian

Fun Lovin’ Criminals eran, son porque siguen en activo, de New York y eran una versión más macarra de Beastie Boys, aunque no estaban en su nivel. En 1996 habían logrado visibilidad gracias a un tema como «Scooby Snacks» donde incluían samplers de películas como Reservoir Dogs Pulp Fiction de Quentin Tarantino. Para su segundo disco, 100 % Colombian, sofisticaron su sonido sin dejar de lado el Rap pero con más presencia del Jazz, del Soul, etc., además de profundizar en una estética «mafiosa». Convencieron con temas como la elegante «Back on the Block», «Love Unlimited» o «Big Night Out». El disco no ha envejecido mal y, aunque Fun Lovin’ Criminals continuarían publicando discos, irían perdiendo presencia en el mainstream, siendo su último disco de 2010. Eran muy divertidos e irreverentes, eso no se lo podemos negar.

 

La efímera carrera de New Radicals

New Radicals pasaron a la historia por un tema muy bueno y resultón, «You Get What You Give», y para de contar. Sólo duraron dos años y era el proyecto de su frontman y compositor Gregg Alexander. Hacían un Pop accesible, encajaban en el concepto de «alternativo» y publicaron su único disco en 1998, Maybe You’ve Been Brainwashed Too. Hoy, el disco me parece divertido pero muy largo, algunas canciones le sobran. Además de la incontestable «You Get What You Give», otros temas interesantes eran «Mother We Just Can’t Get Enough» y «Someday We’ll Know». Alexander finiquitó la formación en 1999 y se convirtió en escritor de canciones. Entre sus logros, la banda sonora de Begin Again (2014) pero también cabe destacar que se ha puesto al servicio de Enrique Iglesias, Mónica Naranjo o las ex Spice Girls Melanie C y Geri Halliwell entre otros. Pero «You Get What You Give» molaba.

 

Tenían pinta de buenos chavales los de Semisonic

A Semisonic le llegó el éxito con su segundo disco, Feeling Strangely Fine, que contaba con un hit como «Closing Time». Semisonic habían debutado en 1996 y encajaban en los sonidos deudores del Power Pop fundamentalmente. Su líder, Dan Wilson, se sacó de la manga ese pedazo de canción, melancólica y nostálgica, con unos giros fantásticos. El disco tampoco suena mal en la actualidad, «Singing in my Sleep» o «Secret Smile» son un ejemplo, pero en 2001 sacaron su tercer disco y ahí se plantaron, no daban para más y los tiempos estaban cambiando. Sin embargo, a Wilson no le ha ido mal y no por su carrera en solitario sino por haber compuesto y producido para Dixie Chics, Weezer, Adele, Taylor Swift, John Legend, Spoon, My Morning Jacket, Florence + The Machine, Chris Stapleton, Nada Surf, Sara Watkins…Lo siento Gregg Alexander, no hay color.

 

Penúltima bola para Courtney Love con Hole

Vale, hablar de Courtney Love en 2018 puede sonar…a lo que suena. Y en 1998 todavía arrastraba el título de «viuda del Grunge» tras el suicido de Kurt Cobain en 1994. La verdad es que Hole no habían comenzado mal con sus discos de 1991 y 1994, ese año con un rabioso Live Through This. Love regresaría con Hole en 1998 con un más dulcificado, pero eficaz, Celebrity Skin, con la ayuda de Billy Corgan (Smashing Pumpkies) en la composición de algunos temas y el fichaje de la bajista Melissa Auf der Maur. Un cañonazo con el tema que daba título al disco y canciones como «Malibu» o «Awful» para acabar diluyéndose, con Love dedicada a una carrera cinematográfica donde hacía de sí misma y se sumía en una espiral autodestructiva. A la deriva, regresaría con disco de Hole en 2010 donde no repetía nadie de las formaciones anteriores, aquello no funcionó e incluso contó con Linda Perry en labores compositivas.

 

Desde las postrimerías del Brit Pop, Catatonia

Bueno, igual es exagerado señalar que Catatonia eran Brit Pop, más allá de ser de Gales. Había Pop Rock y algunas cosas más en la banda encabezada por Cerys Matthews que tenía una voz muy destacada e identificable. Ya llevaban su tiempo de carrera y el éxito les llegó con su segundo trabajo, International Velvet que tampoco ha envejecido nada mal. Un single de aquel disco, «Mulder & Scully» aprovechando a la pareja protagonista de Expediente X, les catapultó. Y es que aquella canción estaba también muy bien. Además, el disco contaba con «Road Rage», «I Am the Mob», «Game On» o «Strange Glue». No aguantaron mucho más, dos discos más y carpetazo en 2001, viéndose también arrastrados por las nuevas corrientes musicales. Matthews tendría controvertida carrera en solitario pero siempre nos quedará «Mulder & Scully».

Manic Street Preachers, «Resistance Is Futile»

Los galeses Manic Street Preachers acaban de publicar su disco número trece y lleva por título Resistance Is Futile. Tras la interesante doble entrega del melancólico Rewind the Film (2013) y del más alternativo Futurology (2014), James Dean Bradfield, Nicky Wire y Sean Moore han entregado un disco más sujeto a los cánones de los Manic Street Preachers post Richey Edwards. No se salen del guión y vuelve a confiar en la producción a Dave Eringa, con el que no trabajaban desde Postcards from a Young Man (2010) y que ha sido con el productor que más han trabajado desde comienzos de los noventa. Puede que los Manic Street Preachers no sean capaces de sorprendernos pero lo que no cabe duda es que son eficientes y que no decepcionan. Vale que hay momentos en los que se dejan llevar, hay momentos de «estadio» y estribillos coreables (ay, esos «ooooo»), pero no cabe duda que Bradfield, Wire y Moore son honestos. Las letras vuelven a correr a cargo de Wire, exceptuando «Distant Colours» a cargo de Bradfield.

El comienzo es melancólico con «People Give In», un piano destacado y un ascendente cargado a la épica, será lo habitual, donde también sobresalen unas cuerdas que harán su aparición frecuentemente. Aunque «International Blue» es un tema «facilón» no cabe duda que funciona, es Rock de estadio con un sonido de nuevo centrado en la épica, machacón y con unas guitarras prototípicas. «Distant Colours» quiere iniciarse de forma más experimental y electrónica pero luego vuelve a la épica «marca de la casa» con las cuerdas de nuevo en primer plano, aunque es cierto que es un tema menos convicente. En cuanto a «Vivian», tiene un tono Pop que le sienta muy bien con un estribillo de los mejores construidos del disco. En cuanto a «Dylan & Caitlin», es de nuevo muy típico de los Manic Street Preachers, una gran canción de Pop – Rock con el contrapunto femenino habitual en al menos un tema de sus discos, en este caso a cargo de la también galesa The Anchoress (Catherine Ann Davies), y con una letra que se basa en la complicada relación entre Dylan Thomas y Caitlin McNamamara. Y se cierra la primera parte con la más manida «Liverpool Revisited», donde vuelven a jugar con la épica y la fórmula habitual.

En la segunda parte desciende un poco el nivel del disco, aunque comienza con la más atractiva «Sequels of Forgotten Wars», no se puede negar el compromiso de la banda y de Wire en las letras, una canción que canta Bradfield con rabia. En «Hold Me Like a Heaven» van con el piloto automático, sin dejar de ser un tema resultón pero…»In Eternity» gana con las escuchas, tiene un punto atractivo con el tono de la batería de Moore que encaja con la épica guitarrera. En la misma línea se sitúa «Broken Algorithms», esas guitarras del comienzo, y van cerrando el disco con «A Song for the Sadness», otro tema que también te va ganando con las escuchas. El cierre es para «The Left Behind», donde canta un Wire se apunta una vez más al desencanto, una canción reposada con un giro un tanto extraño en la mitad que no acaba de funcionar, pero el mensaje queda claro.

En definitiva, nuevo trabajo de Manic Street Preachers que mantiene el nivel de una banda caracterizada por su buen hacer y su honestidad, por su tono político constante y por no rendirse, aunque el poso de la melancolía, la nostalgia y del desencanto esté presente.

 

«Comes a Time» o uno de los discos más bellos de Neil Young

Cuando comienzas a profundizar en la carrera de un artista o banda, sueles hacerlo primero con el recopilatorio de turno. En mi caso, Neil Young no fue una excepción y eso que la publicación de discos recopilatorios en el repertorio de Young, son una rara excepción. Yo me compré el limitadísimo Greatest Hits (2004) que sólo abarcaba dieciséis temas…dieciséis temas…Sin comentarios. Allí estaban todos sus clásicos, incluido «Comes a Time». Posteriormente, en el documental fantástico Heart of Gold (2006) de Jonathan Demme, en el que presentaba su notable Prairie Wind (2005), apareció de nuevo el «Comes a Time» en una interpretación enorme con numerosos invitados/as, además de «Four Strong Winds». Esa actuación hizo que me fijase en esa canción a la par que en los siguientes años iba llegando a la obra de Young. Empezaba a incorporar sus discos clásicos como Harvest (1972), Tonight’s the Night (1975), ya tenía el Harvest Moon (1992). Pero luego irían cayendo otros como Mirrorball (1995), Freedom (1989) o Ragged Glory (1990), a la vez que me iba haciendo con sus novedades prácticamente desde el ya citado Prairie Wind. De ahí a que fuesen entrando otros como After the Gold Rush (1970), On the Beach (1974), Zuma (1975) o Rusts Never Sleeps (1979) pasaron muy pocos años, y entre ellos también entró el Comes a Time (1978), que rápidamente se convertiría en uno de mis favoritos. Además, con los libros sobre Neil Young y los de sus memorias ibas entendiendo cómo se habían gestado esos trabajos, así como se veía la volcánica y compleja personalidad de un Young que no ha tenido filtros y que ha hecho siempre lo que ha considerado oportuno. Hay que insertar el Comes a Time en su contexto, con un Young en modo muy hiperproductivo (¿cuándo no?), consolidado como figura clave de la escena musical del Rock ‘N’ Roll, con un estilo característico mezcla del Country y el Folk. También era una figura clave de aquel estilo denominado Laurel Canyon en California, lo que también representaba que el Young de los finales de los setenta también era prácticamente ya un «dinosaurio» de la música pero que seguía haciendo unos discos de una altísima calidad. Venía Young de hacer American Stars ‘n Bars (1977) con sus infatigables Crazy Horse cuando, tras publicar el recopilatorio Decade (1977), se trasladó a esos sonidos más intimistas, basados en las acústicas, en los sonidos del Folk y el Country, con su voz aguda característica, acercándose incluso a Nashville para afrontar parte de la grabación de Comes a Time. Allí contó de nuevo con Crazy Horse, que en esta ocasión no tendrían la oportunidad de desatar su furia como Sampedro, Talbot y Molina acostumbran y que intervinieron en dos temas, además de con músicos de altura como el habitual y maestro del pedal steel Ben Keith, J.J. Cale, Spooner Oldham o una Nicolette Larson que será una parte fundamental del disco con su delicada y preciosa voz, haciendo de contrapunto en buena parte de los temas a Young. El disco es una maravilla y cuatro décadas después no ha perdido ninguna vigencia, sigue sonando fresco, campestre, vital, una gozada en definitiva.

El comienzo es una delicia, una «Goin’ Back» acústica, con ese sonido tan característico, con la voz aguda de Young y con unos coros donde entra una Larson fantástica, con el contrapunto de unas cuerdas que también serán características en el disco. Y es que luego llega un clásico, «Comes a Time», esos violines impresionantes, para un tema que lo tiene todo, una canción muy Country con las acústicas, la melodía, la letra, las voces de Larson y Young que se conjugan a la perfección, sigue emocionando. «Look Out For My Love» es la primera de las canciones en las que están presentes Crazy Horse, tiene el tono épico de Young pero en acústica aunque también hay entrada para la eléctrica. Y Crazy Horse también aparecen en la genial «Lotta Love», un sonido con matices diferentes, incluso en algunos momentos puede haber también un tono lejano de Soul, con un tempo diferente y que también te marca, siendo grabada posteriormente sería grabada por Larson en solitario.

Tras un comienzo tan poderoso no baja el nivel con «Peace of Mind», un tema más intimista y con menos presencia instrumental con una voz que Young que estremece. «Highway Man» es una joya escondida, un tema muy del Country- Folk, con una presencia destacada del banjo, una melodía preciosa y con Larson de nuevo sobresaliente. En «Already One» Larson precisamente adquiere un mayor protagonismo con otro tema de tono delicado. Por su parte, «Field of Opportunity» pertenece al Country más clásico, esos violines tan en primera línea, y con un Young cantando de forma diferente. En «Motorcycle Mama» le dota de un tono más Blues con esas guitarras eléctricas del comienzo y con Larson de nuevo dándolo todo. El cierre es para la emocionante «Four Strong Winds», Young y Larson haciendo de nuevo un dueto fantástico, y con esos violines fascinantes.

Emociona regresar a Comes a Time, para mí uno de los mejores y más bonitos discos de Neil Young. Sí, luego haría grandes trabajos pero no alcanzaría la intensidad de este disco de 1978, claro que Harvest Moon (1992) es un buen disco (y en él estarían también Larson, Keith, Oldham, Drummond…) y que, para mí, Praire Wind es especial, pero no son Comes a Time. Una obra maestra del gran Neil Young, un disco que te llega muy dentro.