Daft Punk, Pharrell Williams y Nile Rodgers siguen en los setenta con «Lose Yourself to Dance»

El año pasado, en nuestra sección veraniega de «Tengo un Hit», ya hablamos de la colaboración entre Daft Punk, Pharrell Williams y Nile Rodgers con «Get Lucky». Yo nunca había seguido con mucho detenimiento la obra de Daft Punk, la verdad, más allá de las canciones más masivas, cómo dejar de lado «Get Lucky», o esa imagen tan característica de Thomas Bangalter y Guy-Manuel de Homen-Christo con sus cascos. Pero estaba un día en una cafetería y estaba el vídeo de «Lose Yourself to Dance» y esa canción me pareció brutal. Luego, con los años, ya adquiriría el Random Access Memories (2013), un trabajo lleno de colaboraciones, comenzando por Nile Rodgers y siguiendo por Pharrell Williams, Julian Casablancas (The Strokes), Giorgio Moroder o Panda Bear, entre otros. Si el hit había sido «Get Lucky», «Lose Yourself to Dance» tenía todavía algo más. Y ese algo más puede ser interpretado como la nostalgia de la música disco con esos toques funkys a lo Chic, «marca de la casa» del gran Nile Rodgers. La canción invita al baile, obviamente, pero tiene un punto melancólico que se deja sentir incluso en el brillante estribillo, que se aleja de la exuberancia de «Get Lucky».

Estaba claro que Daft Punk, Rodgers y Williams tenían una joya entre manos. Además de estos dos temas, Rodgers también intervenía en la composición del tema que abre el disco, un «Give Back Life to Music» que te pone las pilas. Rodgers había triunfado con su propuesta elegante, incorporando las guitarras a la música disco, junto al fallecido Bernard Edwars, en los setenta con Chic, con canciones como «Le Freak», tema tremendo que marca una época, «Everybody Dance», «I Want Your Lover», etc. La estrella de Chic se fue apagando en los ochenta, aunque volverían en los noventa, aunque en 1996 fallecería Edwards. Rodgers desarrollaría una carrera en solitario, no muy extensa, pero mucho más amplia fue la de productor, incluso cuando estaba en Chic, trabajando con Sister Sledge, Diana Ross, Debbie Harry, David Bowie, Madonna, INXS, Duran Duran, Mick Jagger, Peter Gabriel, The B’52, David Lee Roth, etc., aunque ya en los noventa va declinando su trabajo, aceptando más canciones que discos, incluso se cuela Marta Sánchez (uffff). Por cierto, en septiembre Nile Rodgers & Chic regresarán con nuevo disco.

El caso es que Rodgers aportaba un toque especial que se deja sentir en un «Lose Yourself to Dance» que casi podría ser calificada de plagio de sí mismo, encajando en los discos de Chic de los setenta. Daft Punk, Williams y Rodgers lo clavan, la interpretación vocal de Williams es fantástica cantando en falsete la mayor parte del tema. La sección rítmica queda en un segundo plano, pero es fundamental, mientras que la guitarra de Rodgers se impone. La letra es una celebración de la música disco, la repetición del «Lose Yourself to Dance» es una constante, pero insisto en que el tema tiene una alegría melancólica. Una canción fantástica que tuvo dos vídeos, uno maravilloso, y nostálgico, compuesto por imágenes del programa de televisión Soul Train. Ya lo sabéis, «Lose Yourself to Dance».

Ray Lamontagne, «Part of the Light»

Lejanos sus tres primeros trabajos producidos por Ethan Jones, tres joyas del folk más clásico hecho en nuestros días (en concreto grabadas entre 2004 y 2008), e intercalada su también destacada grabación en compañía de The Pariah Dogs, no sería hasta 2014 cuando al cantante norteamericano le asaltaron las urgencias renovadoras y comenzó a replantearse su sonido poniéndolo en manos de ilustres nombres del nuevo y más exitoso rock americano para grabar sus dos siguientes e irregulares trabajos. Ni Dan Auerbach ni Jim James en la producción lograron ajustar sus innovaciones a la intensa personalidad de Lamontagne y resultaron dos discos algo artificiales en los que se diluía la esencia del compositor norteamericano.

Digamos que en este «Part of the Light» ha rectificado en parte esa última dirección y, recuperadas las riendas de la producción, ha avivado un poco la autenticidad de sus inicios para combinarla con algún residuo de sus últimos discos. Siendo un trabajo que bebe de los palos más tradicionales del folk, no renuncia a los elementos electrónicos ni de psicodelia que ya había venido utilizando últimamente y completa una entrega donde territorio y tecnología equiparan su presencia.

De inicio resulta más optimista de lo habitual con To the Sea, tan atmosférico como rítmico en la que se muestra más acústico que en Paper Man, con un sonido endurecido que alterna lo evocador y lo eléctrico. Una bonita melodía narra con suavidad la menos positiva Part of the Light para ganar en densidad a continuación con It’s Always Been You, canción de amor que se hace algo larga, y seguir con la romántica Let’s Make It Last, también pausada a la que piano y voz aportan relieve. Llegan los riffs en As Black As Blood Is Blue para subir las revoluciones sin abandonar la profundidad sonora antes de recuperar la emoción en acústico con la bella Such A Simple Thing. El blues ambiental y psicodélico de No Answer Arrives pone el definitivo punto eléctrico antes de que la suavidad folk de Goodbye Blue Sky vaya ganando en contundencia hasta el cierre.

Con una insistencia en la profundidad sonora quizás excesiva que puede restarle viveza, el nuevo trabajo de Ray Lamontagne nos recuerda alguna de sus mejores cualidades y por momentos recupera su gusto por la melodía. La voz sigue siendo el recurso que diferencia sus canciones y la emoción su principal objetivo, en consecuencia, no cabe la sorpresa en este disco que depara más aciertos que los dos anteriores aunque no se deshace de la nostalgia por sus fantásticos primeros trabajos.

Ezcaray Fest 2018 convence en la siempre difícil segunda edición mientras sigue el debate sobre los festivales

Ezcaray (La Rioja), 19 al 22 de julio de 2018

Ezcaray volvió a acoger el Ezcaray Fest tras su convincente debut de 2017. La localidad serrana se convertía durante unos días en el epicentro musical de la región con un cartel que, como siempre, generaba el debate de turno aunque, en nuestra opinión, era bastante equilibrado y con artistas y bandas para descubrir. Mientras tanto, el debate ha seguido centrando en esta semana en torno al Mad Cool y a la situación de los festivales, cuestión inevitable al parecer con multitud artículos, polémicas en las Redes Sociales y hasta conversaciones de barra de bar. El debate está muy abierto y las líneas son muy amplias, nosotros ya señalamos que no es nuestro modelo de festival favorito y que la evolución de los tiempos está llevando a esta situación, con muchos «peros». Sin embargo, los festivales han colonizado la geografía española y eso es una realidad. Mientras tanto, Ezcaray Fest ha vuelto a demostrar una gran capacidad organizativa. Como en 2017, los promotores se han volcado en una organización a la que no cabe ponerle ningún «pero». Un esfuerzo que, como en otros casos, seguramente merece una mejor suerte, pero la competencia es cada vez mayor. Obviamente, no vamos a comparar Ezcaray Fest con los festivales abonados al gigantismo, sería absurdo. El final de la semana comenzaba con previsiones de lluvias, lo cual podría dar lugar a deslucir el evento, estando presentes durante algunos momentos, y situación solventada por la organización que puso una carpa en el centro del recinto. Pero el festival ya calentaba motores y el previo corrió a cargo de Isaac Miguel y la presentación de su nuevo disco en el Teatro Real de Ezcaray el jueves 19 por la tarde, trabajo que estará en la calle en breve. Fue un buen aperitivo para un fin de semana en el que no se paró.

Aciertos para la tarde – noche del viernes (Viernes, 20 de julio)

Agoraphobia abrió el vermú rockero del viernes 20. En la Plaza del Quiosco sonaron con fuerza las guitarras del joven grupo gallego en un clima desapacible pero también superado. Ya por la tarde, el recinto del festival iba llenándose de gente para escuchar a The Soul Jacket, otro sexteto gallego al que teníamos muchas ganas de ver. The Soul Jacket hacen ese rock sureño que tanto nos gusta, las influencias de la Creedence Clearwater Revival, The Black Crowes, etc., están muy presentes y fueron uno de los grandes descubrimientos del festival para el público que se acercó a primera hora, recordándonos por momentos a los canadienses The Sheepdogs. Y también nos quedamos con esa misma sensación con la fuerza Soul y Blues de The Southern Avenue, desconocidos en estos lares pero que conquistaron a la gente con una fuerza y garra fuera de toda, con temas propios y ajenos, incluida una fantástica «Superstition» de Stevie Wonder. Uno de los grandes aciertos de esta segunda edición del festival fue la presencia de DJs entre las actuaciones, en el espacio de El Naturalista se turnaron brillantemente Edu Anmu y Asier Gilgo que pusieron a bailar a buena parte del público. El final de la noche era para dos apuestas seguras, Ángel Stanich y La M.O.D.A., los dos girando con sus discos del último tramo de 2017. Fueron los burgaleses los que congregaron a un mayor volumen de público, consolidados como están con su sonido Folk con reminiscencias Punk, mientras que Stanich mostraba unos sonidos más eléctricos que en sus discos acompañado de una potente banda.

Nat Simons conquista el mediodía y Rosendo no admite discusión (Sábado, 21 de julio)

En rojo habíamos marcado el vermú en la coqueta Plaza de la Verdura y es que allí actuaba de inicio la fantástica Nat Simons. Su último trabajo, Lights, ya ha sido reseñado en este blog y fue producido por Gary Louris. Simons y su banda convencieron a propios, pocos, y extraños, la gran mayoría. Su sonido Country-Folk y del «Americana» alumbró un mediodía con personal versión del «Learning to Fly» del añorado Tom Petty incluida. A continuación, los riojanos Vuelo 505 cerraron un vermú rockero cuando en Ezcaray se veían ya muchas camisetas de Rosendo y Leño. Y es que la tarde, que comenzó también con la amenaza de lluvia, y que hizo acto de presencia levemente, prometía. Mientras que iba acercándose la gente al recinto del festival, Rufus T. Firefly presentaban su psicodélica propuesta aunque es cierto que en directo transmiten más energía, demostrando las razones por las que son una de las bandas del momento. Por su parte, Mi Capitán demostraron que no es el divertimento de integrantes de otras bandas (Love Of Lesbian, Egon Soda, etc.) y desafiaron a la lluvia con su sonido guitarrero, versión incluida de «Alta Suciedad» de Andrés Calamaro. Teníamos muchas ganas de ver también a Mi Capitán y tampoco defraudaron. Pero el plato fuerte de la noche, dando lugar a una gran imagen del festival, era Rosendo. El veteranísimo icono de la escena rockera nacional apareció con la sobriedad habitual y acompañado de Rafa J. Vegas al bajo y Mariano Montero a la batería realizaron un concierto impecable y con el público entregado y coreando las canciones. Sencillez y la ya señalada sobriedad, no hacía falta más, con los grandes clásicos de Rosendo y Leño sonando a todo trapo en la noche de Ezcaray, siendo difícil destacar algunos temas pero hay que insistir en la fiesta que se montó con «Agradecido» y «Maneras de vivir».  Exhaustos nos quedamos con Rosendo mientras que los DJs seguían haciendo las delicias de una buena parte del público que se quedó para ver a Juanito Makandé, que cerró el festival.

El domingo hubo tiempo para un nuevo vermú rockero con los bilbaínos Mäbu en la Plaza del Quiosco, terminando una segunda edición del Ezcaray Fest que tendrá su continuidad en el mismo fin de semana del 2019. Mientras tanto, esperaremos con ganas el cartel y los debates sobre los festivales irán a más. Debates complicados y retos difíciles para los de tamaño medio, grandes esfuerzos que dan rabia que no alcancen un mayor reconocimiento, por ejemplo en las primeras actuaciones. Ezcaray Fest busca consolidarse y está haciendo una gran labor, las segundas ediciones siempre son complicadas y la han pasado con una nota muy elevada. Queda por ver la dirección que toman en cuestiones como el cartel, el debate de siempre que tiene que ver más con los gustos personales, pero no cabe duda que es un festival que cuenta con muchos atractivos. Que no nos falten estos espacios para disfrutar de la música, todos y cada uno de los festivales de nuestra región.