Rufus T. Firefly, «Loto»

Estaban los madrileños Rufus T. Firefly en la lista de escuchas pendientes en estos dos últimos años, concretamente desde la publicación de su aclamado Magnolia (2017). Abanderados de sonidos psicodélicos y encabezados por Víctor Cabezuelo y Julia Martín-Maestro, el camino de Rufus T. Firefly ha sido de corredor de fondo, ya que poseen una extensa discografía desde mediados de la primera década del siglo XXI. Pero fue con Magnolia cuando lograron una presencia mayor en los medios, siempre desde la autogestión y la independencia (en este sentido, el cuidado diseño y presentación de sus discos). Aprovechando su paso por el Ezcaray Fest, donde nos convencieron, nos hemos acercado tanto a Magnolia como a su continuación Loto, publicado hace unas semanas, que es el disco que abordamos en esta entrada. Un trabajo breve, ocho canciones, que demuestra homogeneidad y coherencia, sonidos psicodélicos y progresivos que en ocasiones recuerdan a Tame Impala, con referencias a los primeros Pink Floyd, pero también con la presencia de otras texturas que les dotan de una personalidad propia.

Comienza el disco con «Druyan & Sagan», título que hace referencia a este matrimonio vinculado a la Ciencia Ficción, un tema más poderoso y rockero en su primera parte, esas guitarras, y el juego de la voz distorsionada de Cabezuelo, para pasar en una segunda parte a un sonido más psicodélico con los teclados como protagonistas. «Demogorgon» es un pedazo de canción, con título y sintonía de la serie Stranger Things, con referencias también en la letra, un tema más progresivo que se cuela desde la primera escucha, valga la redundancia. Por su parte, Loto es más psicodélica, tiene un punto más optimista y alegre, destacando de nuevo los teclados, muy protagonistas en el conjunto del disco. «Cristal oscuro» es un tema prácticamente instrumental en su totalidad, tiene un comienzo muy expansivo con sonidos más electrónicos para imbuirse de nuevo en la psicodelia.

«San Junipero» comienza con esos toques electrónicos pero luego adquiere un tono más ambicioso, con un tono melancólico muy ajustado a través de un Hammond bien incorporado a cargo de todo un Julián Maeso. «Lucy in the Sky with Diamonds» es una versión del clásico de The Beatles que, en su primera parte, no varía mucho pero es a partir del minuto tres cuando le dan un toque más personal que funciona muy bien. «Un breve e insignificante momento en la breve e insignificante historia de la humanidad» comienza de forma progresiva y cuenta con una letra autorreferencial, siendo una de las canciones más destacadas del disco. El cierre es para «Final fantasy», un tema que comienza con esos teclados característicos de sus temas, siento una canción muy extensa y ambiciosa.

Fantástico este Loto de Rufus T. Fireflyun disco que hay que escucharlo junto a Magnolia, un trabajo fascinante que te va atrapando en esas capas de sonidos psicodélicos y progresivos.

Phil Cook, «People are my Drug»

Ilustre músico de sesión, especialmente habilidoso a la guitarra y el banjo además del piano, no fue hasta 2015 que Phil Cook dió el paso hasta la primera línea para empezar a firmar las canciones bajo su nombre con el precioso debut «Southland Mission». También acompañado entonces en la producción por su hermano Brad Cook, con quien compondría hasta 2012 la desaparecida banda de folk psicodélico Megafaun además de coincidir con Justin Vernon (Bon Iver) en DeYarmond Edison hasta 2006, vuelve con una excelente muestra de habilidad, cultura y gusto musicales.

En esta ocasión combina las creaciones propias (cuatro) con las versiones (cinco) para componer un conjunto perfectamente engarzado con la colaboración de su banda The Guitarheels, además de repetir aportación vocal de Amelia Meath (Sylvan Esso). Habitual en las grabaciones de Mathew E. White, Hiss Golden Messenger o Blind Boys of Alabama entre otros, en apenas diez días reunió a la banda y grabó estas nueve canciones que rebosan energía y emoción. Además de sus composiciones propias, en solitario o en colaboración, incluye versiones de Randy Newman, Allen Toussaint o MC Taylor, en un conjunto de indudable sabor clásico cuya escucha resulta fresca e incluso espontánea. Así, de entre las composiciones propias cabe destacar el animado blues inicial Steampowered Blues o la suave composición junto a Amelia Meath de la simple y preciosa Miles Away, la potencia emocional de la balada Another Mother´s Son o la rítmica interpretación al piano de Deeper Kind. El gospel tiene un especial protagonismo en varias canciones como en Tide of Life o en He Gives Us All His Love. Completan el disco las más folkies Now That I Know, plena de melodía y ritmo y la lenta y acogedora Tupelo Child para concluir con la maravillosa Life, que crece fluida hasta el grupal y contagioso cierre.

Efectiva inyección de energía positiva la que desprenden estas canciones que nos han descubierto a un más que brillante intérprete. Música con las justas pretensiones en este infeccioso divertimento que desde la sonrisa de su autor nos alcanza como parte de esa gente a la que hace alusión el título.

«Shiny Happy People», o cómo REM odiaban su canción más Pop

Regresa la fantástica Katie Pearson de The B-52’s a nuestra sección del verano 2018 sobre Colaboraciones, aunque lo hace con un menor protagonismo que con «Candy» de Iggy Pop.  En este caso, su presencia aparece en «Shiny Happy People», el segundo single del Out Of Time (1991) de REM, el segundo trabajo que hacían para Warner tras Green (1988), del que hablaremos en breve. REM se lanzan con un tema Pop delicioso y con un estribillo adictivo tras el sombrío «Losing my Religion», que les puso en el mapa. Pearson se encargaba de la segunda voz, junto a Mike Mills, reforzando a Michael Stipe. No sería la única aportación de Pearson en aquel disco y no hay que olvidar que The B-52’s eran de Athens (Georgia), al igual que REM. Como decíamos, Pearson colaboraría también en la emotiva «Near Wild Heaven» y en el cierre de «Me in Honey», una de esas canciones que se quedan escondidas en los discos y que con los años redescubres. Ojo, que el disco también tenía una interesante colaboración a cargo del rapero KRS-One en «Radio Song», el tema que daba comienzo al disco. El toque de Pearson le da un toque más alegre y festivo a una canción de letra buenrrollista que haría palidecer a Paulo Coelho, la verdad. Igual es que esa melodía tan saltarina y cantarina, con las cuerdas y demás, no admitía otra clase de letra, quién sabe.

El caso es que la historia tiene fondo ya que REM odiaban esta canción, reconocido en no pocas ocasiones por el propio Stipe. Al parecer, la discográfica les «presionó» para que sacasen un tema más Pop y accesible, y no es que Out of Time alcance las cotas sombrías del, para mí, su obra maestra, Automatic for the People (1992). No la tocaban en directo y, para más muestras, ni siquiera apareció en el recopilatorio In Time: The Best of REM 1988-2003 (2003), que recogía los hits del periodo de Warner hasta el momento, cosa que si haría el su disco recopilatorio de cierre con los temas de sus etapas de I.R.S. y Warner, Part Lies, Part Heart, Part Truth, Part Garbage 1982-2011 (2011). No creo que los de REM se hubiesen reconciliado con una canción que también fue un gran éxito y que, en mi opinión, no deja de ser un gran tema que se te cuela a la primera. Encargo forzado o lo que sea, el caso es que les quedó una canción intemporal y que siempre te despierta una sonrisa. Y, por cierto, que dio lugar a uno de los vídeos más coloristas de REM, por no decir el más, con un Michael Stipe con gorra incluida, Peter Buck no sabiendo dónde meterse y con cara de «qué hago yo aquí» a pesar de que al final se arranca, y Mills y Bill Berry un poco más entregados. Ah, y sin olvidar esa coreografía, impagable.