Las tres vidas de Suede

Estamos en unas semanas muy Suede y es que nos ha dado por la veterana formación británica, la primera que consiguió el éxito dentro del Brit Pop y que ha vivido diferentes estadios. Lo confieso, no fui muy de Suede en su primera etapa, la más exitosa, aquella en la Brett Anderson y Bernard Butler emulaban a unos Morrissey y Johnny Marr pero en versión Glam. Curiosamente, fue cuando salió Butler cuando me enganché a Suede y reconozco que sus últimos discos, en su tercera vida, me han gustado mucho. Suede han sido unos supervivientes y Anderson lo cuenta muy bien en sus memorias hasta que Suede comienzan a triunfar, las ya reseñadas Mañanas negras como el carbón (Contra, 2018), y no cabe duda que han logrado superar unos cuantos desafíos. Y es que Suede han vivido tres vidas, como decimos en el título de este artículo: la primera, desde sus comienzos en 1989 hasta la traumática marcha del talentoso Butler en 1994; la segunda cuando Butler es reemplazado por Richard Oakes y el sonido cambia, finalizando en 2003 cuando la formación se toma un largo descanso; y la tercera desde su retorno en 2010 hasta la actualidad, encadenando tres discos que se van superando. Cada una de las tres etapas tiene sus características pero lo que no dejan de tener son grandes canciones épicas y con un punto de dramatismo pero también brillantes y escapistas momentos de Pop. Puede que al final sean Suede los que se lleven el gato al agua en el legado del Brit Pop, por más que Oasis, Blur y Pulp sean muy grandes, pero es que Suede han sabido envejecer y evolucionar como nadie.

Año 1993, el Grunge domina las listas y lo alternativo se impone en la crítica pero falta poco para que todo salte por los aires y tome el relevo un Brit Pop que se está germinando en las islas. Ese año, una banda llamada Suede sale a la palestra con su debut, Suede, que se lleva los elogios de la crítica. Es un cuarteto formado por un cantante andrógino como es Brett Anderson, el guitarrista Bernard Butler, el bajista Mat Osman y el batería Simon Gilbert que, salvo Butler, siguen en Suede todos ellos hasta hoy. Anderson lo cuenta en sus memorias, les costó mucho llegar y no eran buenos, incluso también está la parte de su relación con Justine Frischmann, que saldría de la banda antes de su debut y formaría Elastica, a la par que dejaría a Anderson por Damon Albarn, pero esa es otra historia. Suede conquistan el número 1 en Reino Unido y llaman mucho la atención con esa imagen y ese sonido Glam que les emparenta con esa etapa de un David Bowie que, por otra parte, en esos años estaba muy de capa caída. Ya lo he dicho antes, aunque «So Young» o «Animal Nitrate» me llamaran la atención no les presté la atención que merecían. Pero Suede anticipaban lo que iba a venir con el resto del Brit Pop. Sin embargo, lejos de acomodarse, en 1994, cuando ya se había producido el paso del testigo desde el Grunge, Suede subieron la apuesta con Dog Man Star, un disco que incidía en las mismas líneas que su debut y en el que el dúo Anderson – Butler facturaban de nuevo grandísimos temas como «We Are the Pigs», «The Wild Ones» o la maravillosa «New Generation». Sonidos épicos y guitarreros con la forma afectada de cantar de un Anderson soberbio. Pero la competencia era mayor, habían debutado Oasis, Blur crecían, Pulp estaban ahí. Pero su segundo trabajo fue también un éxito de crítica y público aunque en el mismo 1994, Butler dejaba la formación por sus diferencias con Anderson.

La baja de Butler podría haber sido definitiva pero reclutaron inmediatamente a Richard Oakes, un joven guitarrista desconocido que no contaba ni con veinte años cuando se incorporó a Suede, comenzando así la segunda vida de Suede. Además, en 1995 sumaron a Neil Codling como teclista y guitarrista, apoyando también en labores de composición aunque el peso lo llevarían Anderson y Oakes. La comparación podía ser odiosa pero Coming Up (1996) se convirtió en un gran disco y logró de nuevo aunar a crítica y público con un trabajo lleno de hits aunque es cierto que el peso del Glam iba disminuyendo para ir adquiriendo una paleta de sonidos más amplia. Coming Up es uno de mis discos favoritos de Suede y me encantan canciones como «Trash», «Beautiful Ones», el costumbrismo de «Saturday Night» o «Filmstar» y «Lazy». Es un gran disco y la prueba estaba superada pero el Brit Pop estaba de retirada y habría que ver la respuesta de Suede.

Pero primero sacaron un disco de caras B, Sci-Fi Lullabies (1997), muy reconocido por la crítica. Sin embargo, para Head Music (1999) se adaptaron en parte a los sonidos más dance que estaban auge en aquellos años. No es mal disco Head Music pero no llega a la altura de los anteriores, a la par que bandas como Suede lo tenían más complicado para triunfar, en cierto sentido se les había pasado su época. Hay grandes temas también, no podían faltar, como la épica «Everything Will Flow» o la eléctrica «Can’t Get Enough» y una de mis favoritas de Suede desde entonces, la maravillosa «She’s in Fashion» que todavía recuerdo cuando la escuché por primera vez con esas cuerdas de inicio y la voz de falsete de Anderson en el estribillo. También cabe reseñar que en su cuarto disco el peso compositivo ya estaba en manos prácticamente de Anderson.

La segunda vida de Suede se cerraría con un disco menor y cuando ya no estaban de moda. A New Morning (2002) tampoco es un mal disco pero fue maltratado por la crítica. Sí que es cierto que se nota una banda más cansada, Codling había dejado la formación y había sido sustituido por Alex Lee, aunque aparece como cocompositor de algunos temas. En A New Morning parecen querer retornar al comienzo pero no les sale del todo, aunque insisto en que no es un mal disco ni mucho menos. Por ejemplo, «Positivity» y «Obsessions» son dos temas que pueden mirar de tú a tú a cualquier hit de Suede. Pero, en 2003, Suede anuncian que se separan y publican un grandísimo recopilatorio como es Singles. No eran buenos tiempos para el legado del Brit Pop con unos Oasis sacando discos cada vez más intrascendentes, con Blur también disueltos tras el menor Think Tank (2003) y con Pulp también estaban ya separados.

Los siguientes años dieron más noticias alrededor de Anderson que primero sorprendió con la vuelta con Butler bajo el título de The Tears y el disco Here Comes the Tears (2005). Publicado de forma independiente, el disco no trascendió ni siquiera entre los fans de Suede que pensaban que podría recuperarse la magia de hacía más de una década. Pero eso no ocurrió y cada uno volvió por su lado, con Butler más centrado en las labores de producción. Anderson publicaría varios discos bajo su nombre en los siguientes años pero ni tuvieron repercusión comercial ni tampoco la crítica se deshizo en elogios, en algunos casos al contrario. Era 2010 y había que volver a Suede con sus compañeros de siempre más Codling que volvía a la formación. No era mal momento para regresar, con esas giras de reunión tan lucrativas pero la sorpresa vendría con unos Suede que alcanzarían nuevas cimas creativas en esta década, aunque Anderson haría un último intento en solitario en 2011. Tampoco había mucho que perder en un contexto tan cambiante en el mundo de la música y en 2013 llegó Bloodsports para el que recuperaron al productor de sus tres primeros discos, Ed Buller. La crítica lo acogió con muy buenas valoraciones y el disco es notable, aunque no haya singles reconocibles. Pero Suede se irían superando y en 2016 publicaron el fantástico Night Thoughts, de nuevo con Buller en la producción, un disco en el que profundizan en la épica y la grandilocuencia y con un Anderson imperial. Suede volvían por todo lo alto, con grandes trabajos, sin presión y sin necesidad de demostrar nada a nadie. De su última entrega hablaremos en breve aunque The Blue Hour no está convenciendo y mucho, posiblemente el mejor disco de su tercera etapa.

Al final, son Suede los representantes del Brit Pop que un cuarto de siglo después están en mejor forma. Suede no defraudan nunca y siempre hay muy buenas canciones en sus discos. Una carrera coherente y de calidad, una formación fascinante. Y no dejan de hacer canciones tan grandes como «Life is Golden».

Alice In Chains, «Rainier Fog»

Rainier Fog es el sexto disco de la mítica banda de Seattle Alice in Chains, una de las formaciones que definieron el Grunge a finales de los ochenta y en los primeros noventa del siglo XX. No hemos hablado nunca de Alice in Chains en Los Restos del Concierto, así que ya les tocaba. De las cuatro grandes bandas de Seattle (junto a Nirvana, Pearl Jam y Soundgarden), Alice in Chains eran los que tenían un sonido más Heavy Metal, igual tenían menos potencialidad comercial pero, a la vez, podían tener más seguidores y seguidoras en ese ámbito. Lamentablemente, y como Nirvana y Soundgarden, la tragedia marcaría la trayectoria de Alice in Chains con el fallecimiento por sobredosis de su cantante y frontman Layne Staley en 2002, así como la del bajista original (había dejado la formación en 1993), Mike Starr, que lo hizo en 2011. Staley era el líder carismático pero la fuerza creativa era el talentoso guitarrista Jerry Cantrell pero la defunción de Staley dio lugar al final de la primera etapa de la banda, consolidada con el batería original Sean Kinney y el bajista Mike Inez. Aunque su producción no había sido muy extensa en cuanto a discos, hasta 2002 habían publicado tres largos y varios EPs, dejaban clásicos como «Would?», «Man in the Box», «Bleed the Freak», «Angry Chair», «Rooster» o «Again». Además, a mí me gusta reivindicar su lado más acústico, aquella maravilla que fue del EP Jar of Flies (1994) con «No Excuses», «I Stay Away» y «Nutshell» o su tremendo MTV Unplugged de 1996 que les llevó al 3 del Billboard y en el que se veía a un Staley en muy malas condiciones físicas pero haciendo una interpretación brutal. Tras el shock del fallecimiento de Staley, Cantrell, Inez y Kinney regresaron a los escenarios en 2005 e incorporaron poco después a William DuVall, un cantante y guitarrista solvente y con personalidad propia, no intentando clonar a Staley, cuestión imposible. Cantrell asumiría junto a DuVall las tareas de cantante y desde entonces ya han publicado tres largos, siendo este solvente Rainier Fog la última entrega. Obviamente, no hay variación en el sonido de Alice in Chains, esas guitarras pesadas y ese tono un tanto épico y dramático, aunque también es verdad que el disco puede hacerse por momentos un tanto reiterativo.

Con Cantrell asumiendo prácticamente la totalidad de las tareas compositivas, el disco comienza con la potente «The One You Know», un tema donde combinan las voces Cantrell y DuVall y que cuenta con un sonido épico. En «Rainier Fog» parecen buscar un sonido más melódico pero destacan de nuevo los riffs poderosos. Por su parte, «Red Giant» gana con las escuchas, quieren apuntalar la épica del disco y suena como los Alice in Chains de hace más de dos décadas, con la batería de Kinney destacando. «Fly» es una de las canciones que más nos convencen, de nuevo sonido de principios de los noventa pero acercándose a la parte más melódica aunque no se acercan al lado acústico. En «Drone» vuelven a la potencia y la «pesadez» de las guitarras, y se van muy por encima de los seis minutos, aunque de fondo parece que Cantrell quiere darle un punto blusero.

En la segunda parte siguen con un sonido más monolítico aunque «Deaf Ears Blind Eyes» tiene un toque más oscuro y Cantrell sigue haciendo de las suyas a la guitarra. En «Maybe» retornan al punto más melódico aunque sin dejar la potencia y «So Far Under», tema compuesto exclusivamente por DuVall, entregan un tema muy potente pero que se hace ya muy reiterativo. «Never Fade» es otra de las grandes canciones del disco, va in crescendo y regresan al tono más melódico. El cierre es para el larguísimo «As I Am», supera los siete minutos, cargando el tema de dramatismo pero se hace muy pesado.

Está claro que este Rainier Fog convencerá a los fans del grupo y a los seguidores del Grunge y que no saldrá de esos contornos, pero hay que destacar el buen hacer de una banda como Alice in Chains, como también lo demuestran en directo, y con unas canciones nuevas que no alcanzan sus clásicos pero que tampoco desmerecen su trayectoria.

 

«Get a Grip» o cómo Aerosmith alcanzaron su mayor éxito mundial

Año 1993, estamos en el momento cumbre de sacralización del Grunge y lo «alternativo». Nirvana y Pearl Jam dominan en las listas y numerosos grupos alcanzan un estatus que hace sólo un par de años era impensable. Buena parte del Rock de la década de los ochenta ha sido barrido y estigmatizado y el «Hair Metal» se va a llevar la peor parte. Sin embargo, conviene recordar que Guns N’ Roses han despachado casi diez millones de discos en esos momentos de los Use Your Illusion que publican en 1991 y que aunque Bon Jovi no alcanza las cifras de discos anteriores con Keep the Faith (1992), su recopilatorio de 1994 sí lo hará. Y, en este contexto, hay que incluir a Aerosmith, una de las grandes bandas del Rock. Sí, reivindicar el Get a Grip (1993) puede parecer un tanto políticamente incorrecto pero en su veinticinco aniversario teníamos ganas de acercarnos al disco más vendedor de los de Boston en todo el mundo con más de veinte millones de discos despachados. Aerosmith, toda una historia norteamericana de «auge, caída y redención» que tanto les gusta, habían regresado tras unos años muy complicados por las adicciones y las deterioradas relaciones en el interior de la formación. Tanto Joe Perry como Brad Whitford habían dicho que «hasta aquí» pero en 1985 retornan con el irregular Done With Mirrors que publican en Geffen (allí acabarían también Guns N’ Roses y Nirvana). Con la formación clásica de los Steven Tyler, Tom Hamilton y Joey Kramer, que se mantiene hasta hoy, Aerosmith «resucitan» con la versión de Run D.M.C. de su clásico de los setenta «Walk This Way», en la que colaboran Tyler y Perry, y que supone la unión entre Hip Hop y Rock & Roll, con un vídeo machacado por la MTV. Aerosmith van a encontrar una nueva fórmula que se adaptará a los tiempos a partir de Permanent Vacation (1987). Con Bruce Fairbairn a la producción, con la colaboración de compositores ajenos completando el tamden Tyler-Perry, apostaran por temas efectivos y machacones («Dude (Looks Like a Lady)») y baladas de rigor que se convertirían en seña de identidad («Angel»). Pero cuando Aerosmith dan un golpe en la mesa en con el imbatible Pump (1989), repitiendo misma fórmula y producción, un disco con millones de discos vendidos y singles que alcanzan lo más alto en las listas como «Love in an Elevator», «Janie’s Got a Gun», «What It Takes»…La banda consigue recuperar su estatus de los setenta pero en estas llega el Grunge aunque a Aerosmith no le va a afectar. Por cierto, que en 2019 hablaremos de Pump.

Hay que decir que, hasta ese momento, Aerosmith era una banda plenamente norteamericana, en el sentido de que su éxito internacional era más limitado. Sin embargo, en 1993 eso cambió y Get a Grip iba a suponer una globalización de la formación. Para su nuevo disco no cambiaron de fórmula, con Fairbairn continuando en la producción y contando con colaboradores externos para completar las canciones. Sin embargo, una diferencia fundamental con Pump es que Get a Grip se irá hasta los quince cortes, algunos sobrantes, y que llevará al extremo su fórmula, especialmente en el lado baladista. La lista de singles fue alta, siete, y parte de ellos se convirtieron en éxitos: «Amazing», «Cryin'», «Crazy» y «Livin’ on the Edge».

El comienzo del disco es para una «Intro» en la que Tyler rapea y Perry tira del riff de «Walk This Way», siendo una declaración de intenciones y de reivindicación. «Eat the Rich» es un Rock poderosísimo, las guitarras suenan potentes y hay incluso un toque blusero acelerado junto con un bajo de Hamilton imponente. Por su parte, «Get a Grip» no baja la intensidad, es muy enérgica y da paso una de mis favoritas, «Fever», que recuerda a los Aerosmith de los setenta con armónica de Tyler incluida. Llega el turno para «Livin’ on the Edge», una canción que tira de épica y que es un tanto «extraña» aunque reconozco que siempre me ha fascinado, especialmente su comienzo.

Con «Flesh» entran con una canción más oscura y acelerada, mientras que Tyler cambia su forma de cantar. «Walk on Down» es un tema muy rockero en el que canta Perry y llega otro de los momentos grandes del disco, la festiva «Shut Up and Dance», con las guitarras contundentes y Tyler rapeando de nuevo. Y llega la balada por antonomasia de Aerosmith, le quitó el primer puesto a «Dream On» y luego lo perdería, como es «Cryin'», un medio tiempo tremendo, in crescendo con esa sección de viento y la armónica de Tyler como protagonista. Al tema también le ayudó el vídeo protagonizado por Alicia Silverstone y Stephen Dorff que tendría una grandísima difusión en la MTV. «Cryin'» catapultó también fuera de Estados Unidos a unos Aerosmith que ahondarían en las baladas y medios tiempos. Pero sigamos con el disco, que comienza a descender el nivel con «Gotta Love It», más irregular y menos lograda a pesar de su fuerza.

Pero, de nuevo, vuelven a dar con la tecla con otra balada tremenda, «Crazy», otro hit que ahora tira del lado Country, mandolina incluida y que sería como el «What It Takes» de este disco. Siempre he pensado que hay un gran parecido entre «Crazy» y «Cryin'» y que cambian los tempos, pero bueno. Y como a su «gemela», también el vídeo ayudó y mucho, con Silverstone repitiendo y haciendo su aparición Liv Tyler que se descubriría que era hija que Steven…»Line Up» es una de las joyas escondidas del disco, un tema muy rollingstoniano, esa comparación siempre estuvo presente, con una sección de viento fantástica. El final se va acercando con «Cant’t Stop Messin'» que enlaza con el anterior y tiene ese punto rockero con las guitarras de nuevo destacando. Y llega, para mí, el punto más bajo de todo el disco, «Amazing», un tema que también fue un éxito y que no me gustaba en los noventa y menos ahora. Es una balada con un punto dramático y ampuloso pero que me suena aburrida, exceptuando una parte final que va creciendo. Sin embargo, «Amazing» anticipa la balada que sustituirá a «Cryin'» en las preferencias del público, «I Don’t Want to Miss a Thing», tema de 1998 que estará presente en la banda sonora de la olvidable Armageddon en la que también actuaba Liv Tyler, aunque hay que decir que ese tema fue compuesto por la veterana Diane Warren. El cierre es para un instrumental e intrascendente «Boogie Man».

Puede que el cambio de los tiempos, la expansión del Grunge, beneficiase a unos Aerosmith que vieron cómo se ampliaba su horizonte gracias a una mayor presencia de los grupos de guitarras en los medios de comunicación, o puede que no. No cabe duda que Pump es superior pero Get a Grip tiene muy buenas canciones y no se cae en casi ningún momento. Después de este éxito (algún día habría que hablar de todo lo que ganó Geffen en esos años), Aerosmith dejarían Geffen y volverían a Columbia con los que estuvieron desde los setenta. Lamentablemente, no volverían a conseguir esos resultados ni en ventas ni en calidad aunque no han dejado de girar, a pesar de algunos problemas de salud de parte de sus integrantes (Perry, que parecía que había hecho un pacto con el diablo, y Hamilton), y que ahora van a residir en Las Vegas. Aerosmith es una de las grandes bandas del Rock y, con sus grandes aciertos y con algunas «acomodaciones», merecen ser reivindicados y que es una de los grupos que, exceptuando unos pocos años, ha mantenido la formación intacta. Eso sí, no puedo dejar de señalar la horrible portada del Get a Grip, ¿en qué estaban pensando?