Tedeschi Trucks Band, «Signs»

Signs es el cuarto trabajo de la numerosísima banda Tedeschi Trucks Band. Ya hicimos referencia a ella en el 2016, cuando publicaron su tercer trabajo, el notable Let Me Get By (2016) y su regreso en 2019 con Signs incide en la mezcla de estilos característico de la formación, entre los que se encontraría obviamente el «Americana», con una mayor presencia de sonidos más vinculados al Soul y al Góspel. Recordemos que la Tedeschi Trucks Band surge de la fusión de las formaciones del matrimonio Susan Tedeschi y Derek Trucks, virtuoso guitarrista de Blues este último y sobrino del batería de los Allman Brothers Butch Trucks, banda de la que también formó parte Derek. Por cierto, la publicación del disco coincidió con el fallecimiento de uno de los pilares de la formación, el multinstrumentista Kofi Burbridge. Sin embargo, no estamos ante un disco pesimista o nostálgico sino ante una explosión de sonidos en el que la banda despliega todo un arsenal de vientos, riffs poderosos (aunque en este trabajo menos presentes) y coros que nos llevan a ese tono más Soul y espiritual.

El comienzo es para «Signs, High Times», carta de presentación poderosa con unos vientos claramente escorados al Soul y la característica voz de Susan Tedeschi acompañada por otros cantantes, una canción además con un mensaje de concordia. En «I’m Gonna Be There» gana peso el sonido más Góspel, es una canción más lenta en la que sobresale la voz de Tedeschi y cuenta con una sección de cuerdas. En «When Will I Begin» los vientos nos llevan a Nueva Orleans y sigue con el tono anterior, creciendo la dimensión más épica del tema. En «Walk Through This Life» colabora en la composición y en los coros Warren Haynes (Gov’t Mules, The Allman Brothers), siendo una canción más animada que comienza con un tono leve jazzístico y crece en su desarrollo hasta destacar de nuevo los vientos. En «Strengthen What Remains» apuestan por un mayor minimalismo, una canción más emotiva que cuenta con sección de cuerda y en la que destaca la flauta de Burbridge. La primera parte del disco se cierra con «Still Your Mind», una de las mejores canciones del disco, muy en el tono del mismo, y con la voz de Tedeschi destacando, sin olvidar el protagonismo que adquieren la guitarra de Trucks.

La segunda parte mantiene el nivel, comenzando por una divertida «Hard Case» que tiene un interesante punto Country. En «Shame» despliegan toda la potencia tipo «jam band», con la presencia destacada de los teclados, mezclándose estilos pero con la presencia del Góspel en primer plano. «All the World» es una de las canciones más emotivas del disco, destaca de nuevo Tedeschi pero también ese órgano Hammond de fondo a cargo de Burbridge y la guitarra sutil de Trucks. «The Don’t Shine» es muy festiva, con esa mezcla de vientos y teclados, y es claramente una canción más Soul. El cierre es para la acústica y emotiva «The Ending», dedicada a la memoria de uno de los mentores de la banda, el músico Bruce Hampton que falleció en 2017 en plena actuación, y que cuenta con una preciosa letra.

La Tedeschi Trucks Band vuelve a convencer con otro notable disco que nos lleva de nuevo a las esencias de la música sureña norteamericana. Como decíamos, más escorado en esta ocasión al Soul y al Góspel, manteniendo sus señas de identidad.

Rafel Berrio, «Niño futuro»

Figura imprescindible de la escena donostiarra, veterano del Sonido Donosti, Berrio reanuda su revirada y coherente trayectoria cuatro años después de las alegrías proporcionadas por «Paradoja», su tercera y última referencia para Warner. Autodidacta y autosuficiente, insiste en la línea inaugurada con su último disco, acaso suavizándola un poco, y apuesta por un formato clásico de banda para extraerle un sonido más popero y melódico que en sus emblemáticos trabajos de orquestación (sobre todo en los dos primeros «1971» y «Diarios»).

Como siempre merecen mención aparte sus letras, producto de una sensibilidad única en el rock español y una elaboración que suponemos ardua, vuelven a abrumar por su cuidado y riqueza y conforman un mensaje menos atormentado y en general más positivo que hacen de su escucha un auténtico deleite lírico. Sus referencias musicales se mantienen; el influjo omnipresente de Lou Reed, la lumbre elocuente de Leonard Cohen o la dirección compartida con un coetáneo como Nick Cave valen para calificar la sencilla calidad de sus notas. Producido por él mismo en solitario, las guitarras vuelven a ser protagonistas junto a un mayor protagonismo del piano.

El disco es completísimo de principio a fin; así lo abre una clásica pieza de rock arreglada con sencillez y belleza como Abolir el alma, todo un disfrute melódico, seguida de la insistencia rítmica junto a piano y guitarra y la voz femenina de su habitual colaboradora Virginia Pina en Considerando. Otra belleza pequeña e intensa es Mi álbum de nubes del cielo, antes de que las guitarras se pongan al frente del pop filosófico en Sísifo releva a Sísifo y la memoria oscura se apodere de Tu nombre, intensa al piano y de una ascendente gravedad tanto lírica como musical. Qué decir de Abolir el alma, suerte de ‘northern soul’ patrio con coros de Elena Setién, que contiene unas preciosas guitarras y un final que pide más coros. Retoma por un momento la profundidad de sus tormentos en El horror para impulsarse de nuevo en el estribillo sabio y vital de Las tornas cambian. Niño futuro es un increíble ejercicio de vocabulario rico y torrencial, una efectiva exageración que se transporta sobre guitarras igualmente efectivas, para abandonarnos nostálgicos con la más narrativa El truco era un resorte.

Nueva cumbre musical, misma excelencia lírica, las que alcanza Berrio con este último disco. Austero y suficiente, más cálido y ligero que nunca, presenta con brillante sencillez su mejor cara pop-rockera y se consolida como miembro particular de nuestra élite autoral.

El contexto de la historia de Otis Redding

Era a finales de 1992 o comienzos de 1993 y un anuncio de televisión, no recuerdo de qué iba, tenía como sintonía «(Sittin’ on) The Dock of the Bay». No sabía quién era Otis Redding y la canción me conquistó a través de dicho anuncio, con su melodía perfecta, su tono nostálgico y el punto de las gaviotas y el silbido. Una obra maestra del Soul y de la música popular. En el otoño de 1993 me hice con una recopilación titulada The Dock of the Bay. The Definitive Collection (1992) y ahí descubrí que él había compuesto «Respect», la versión brutal de «(I Can’t Get Not) Satisfaction» y canciones como «Try a Little Tenderness», «I Can’t Turn You Loose» y «Hard to Handle» (que ya habíamos conocido por The Black Crowes), entre otras muchas. Además, algunas canciones salían en la película The Commitments y, lo más importante, en The Blues Brothers estaban Steve Cropper y Donald «Duck» Dunn, pilares del sonido Stax junto a Booker T. Jones y Al Jackson, los cuales grabaron con Redding muchos de sus temas y, en el caso de Cropper, coautor de un buen puñado de canciones. Otis Redding es uno de mis cantantes favoritos de Soul desde siempre y, seguramente, al que más cariño le tenga junto a Aretha Franklin. Por eso, cuando Neo Sounds anunció la publicación de Otis Redding. La biografía. Una vida inacabada de Jonathan Gould me la apunté en rojo.

La vida y la carrera de Otis Redding fue muy corta, apenas cinco años en lo más alto y falleciendo en un falta accidente de aviación en 1967 a la edad de veintiséis años. De Macon (Georgia), la cuna de Little Richard también, Gould presenta una obra monumental en la que la vida y obra de Otis Redding quedan contextualizadas en lo que significaba nacer y crecer en el Sur de Estados Unidos en una época donde la segregación racial era un hecho. El gran acierto de Gould reside precisamente en ese punto, en cómo va generando el marco y el contexto en el que Redding nace y crece, sus humildes orígenes vinculados a un pasado de esclavitud, las leyes raciales Jim Crow, las relaciones entre las comunidades blanca y negra y todos los procesos subterráneos existentes que desempeñarían un papel central en los papeles que desempeñarán numerosos protagonistas del libro, comenzando por Phil Walden, su representante y figura clave. Gould nos retrata también todo el proceso de reivindicación de los derechos civiles, sus luces y sus también sombras, el papel de la música en el mismo y la relación entre el Norte y el Sur de Estados Unidos a través de los centenares de miles de afroamericanos que habían emigrado a las ciudades industriales del Norte cuando se desplomó el cultivo del algodón.

Con ese contexto, Gould cubre de sobra, y su narración gana en enteros, la ausencia de fuentes primarias de Otis Redding, el cual concedió muy pocas entrevistas. Reconociendo su categoría y su valía como el más grande de los cantantes de Soul, Gould tampoco deja de lado las contradicciones de su música y su carrera. Desde discos y singles flojos, acomodaticios, direcciones sin rumbo, sobornos a DJs, alguna infracción de la Ley, cierta tacañería y autorías «negadas» hasta la lucha por conseguir un estilo propio, Gould no elude las sombras y llega a un final dramático justo cuando Redding había encontrado un camino diferente con «(Sittin’ On) The Dock of the Bay» bajo la inspiración del Sgt. Pepper’s de The Beatles.

Y queda también un capítulo especial para Stax, el mítico sello y estudio fundado por Jim Stewart y su hermana Estelle Axton en Memphis, representante del Southern Soul, y por el que pasaron Redding, Booker T. & The M.G’s, Sam & Dave, Carla Thomas, Rufus Thomas, Isaac Hayes, etc. Es una de las partes más importantes del libro, también transversal, con presencia destacada de Jerry Wexler de Atlantic, sello al que estaban adscritos hasta 1968 y en el que se desarrolló la carrera de Redding. Las formas de grabación, alejadas del modelo industrial y fordista de Motown, las contradicciones internas, los errores estratégicos de Stewart, o las relaciones raciales (ahí, esas palabras de Cropper de los años 80) marcadas por una socialización potente, serán también protagonistas.

El disco póstumo de Redding, The Dock of the Bay (1968), fue todo un éxito y quién sabe a lo que podría haber llegado Otis Redding. Una voz impresionante, unas interpretaciones sublimes con las que hacía suyas otras canciones, composiciones suyas imperecederas. La historia de Otis Redding merece siempre ser recordada y este libro de Jonathan Gould  es una gran oportunidad para ello.