El Soul británico de Stone Foundation y la sombra de The Style Council y Paul Weller

Biribay, Logroño (La Rioja), 7 de abril de 2019

Casi sin enterarnos, de casualidad, llegó a nosotros la información de la presencia de los británicos Stone Foundation en el Biribay logroñés, de la mano de Boogye. También de esta forma, para qué nos vamos a engañar, descubrimos quiénes eran Stone Foundation, que venían en una extensa gira por España presentando su disco Everybody, Anyone. Entrevista en el Ruta 66 y artículo de nuestro querido amigo Fernando Navarro en El País, las noticias sobre la banda nos llevaban a un Paul Weller que los había apadrinado y con el que habían grabado. Además de Weller, entre los colaboradores de Stone Foundation estaban Mick Talbot y Steve White, ambos integrantes de The Style Council, Dr. Robert de The Blow Monkeys, etc. Liderados por Neil Jones, a las voces y la guitarra, y por Neil Sheasby al bajo, contaba Fernando Navarro que llevaban décadas currándoselo. Es decir, unas credenciales tremendas y, para nosotros, todo lo que tenga que ver con el Soul, pues allí que nos vamos. Sin embargo, en las puertas del Biribay vimos unos carteles de «Se traspasa este local», una triste noticia para todos los aficionados a la música del conjunto de La Rioja, uno de los locales más importantes de la región en la música en directo. Una pena y nuestro homenaje a José Andrés Biribay por su destacado trabajo llevado con pasión.

Había buen ambiente en el Biribay la tarde del domingo, con la gente expectante ante lo que podían ofrecernos los británicos. Aparecieron ocho músicos en el escenario, junto a los dos Neil había una potente sección de vientos, batería, teclados y percusión. Aquello ya comenzó como una apisonadora que no bajó el ritmo con un Jones muy comunicativo e interactuando con el público continuamente, apoyado por Sheasby. La banda fue un cañón que desplegó todas las esencias del Northern Soul y en el que se mostraron, perdón por el tópico, como alumnos aventajados de Weller en su etapa de The Style Council. Allí sonaron temas a las que sólo les faltó que saliesen Weller, Talbot y compañía, con la sección de vientos y el teclista como elementos más destacados. Era un no parar que no contó con un segundo de descanso, ni siquiera en las canciones de su último disco más acompasadas. Temas como «Sweet Forgiveness», «Standing on the Top», «Next Time Around» (una joya esta última), etc., nos convencieron bastante. Y hubo otras canciones de trabajos anteriores en el que tiraron más de Funk que puso al Biribay a bailar.

Gran concierto de Stone Foundation, un placer y un lujo disfrutarlos en Logroño en una tarde primaveral de abril. El Soul siempre será el Soul, una de las músicas más maravillosas que existen.

David Gray, «Gold In a Brass Age»

Con ritmo pausado pero constante, Gray ha ido componiendo una carrera coherente que ya se acerca a los treinta años (veinte desde el «White Ladder» que le dio a conocer mayoritariamente) y que, sin aspavientos ni renovaciones excesivas, se ha venido granjeando la admiración y fidelidad de un respetable número de seguidores, ya lejos de sus momentos de mayor popularidad pero estable dentro de la modestia. Los discos posteriores a su mayor éxito (aún es fácil, veinte años después, recordar el estribillo de Babylon) fueron, en mi opinión, sus mejores trabajos, pero ya en «Mutineers» dejaba entrever un agotamiento que intentó resolver con nuevos sonidos que no funcionaban del todo; aún así aquel disco contenía momentos destacados aunque algo esquivos.

Desgraciadamente la deriva que se adivinaba en su anterior disco se ve potenciada en este «Gold in a Grass Age» y su último ejercicio evolutivo tampoco termina de funcionar. En lo que parece un trabajo escaso de inspiración, de entre estas nuevas once canciones apenas algunos pasajes nos recuerdan sus pasados empuje y emoción, y en general no terminan de destacar los arreglos sintéticos añadidos junto al productor Ben de Vries más allá de unas posibles intenciones ambientales. En cualquier caso el compositor británico vuelve a demostrar una extraordinaria y variada capacidad vocal y, por momentos, muestra destellos del enorme talento con el que transcurrió por sus años dorados.

El inicio no está nada mal, con una The Sapling que, además de la discreta electrónica a que nos hemos referido, incluye excelentes vientos y voces, así como los coros de Gold in a Grass Age, que pueden acercarlas a un delicado R&B. Pero a continuación baja el nivel con la oscura, densa y bastante insulsa Furthering, los lineales toques de groove de Ridiculous Heart o el ritmo inapreciable de It’s Late. Algo más ligera y reconocible en la melodía, el conjunto se calienta en A Tight Ship, en los bellos y pausados teclados de Watching the Waves y eleva algo las pulsaciones y el tono en la ácida Hall of Mirrors. Más ambiental, casi chill out, en Hurricane Season se entrega a la sección rítmica, así como en Mallory al piano y la voz, para acabar con un poco más de emoción en If 8 Were 9.

Puede que no hayamos sido capaces de entender el concepto sonoro que ha resultado de esta última experimentación, pero lo cierto es que nos quedamos con la versión más acústica (siempre ha incluido ingredientes electrónicos en sus discos) y cercana de los clásicos de Gray. Reconocible en esas pequeñas estructuras repetidas de sus canciones y en la intimidad y belleza de sus letras, así como en la fuerza y sensibilidad de su voz, aunque sus dos últimas referencias no hayan respondido a lo que cabía esperar, a riesgo de equivocarnos, nos agarramos a los destellos apreciables en alguna de estas nuevas canciones.

Y Johnny Cash «regresó» de la mano de Rick Rubin

Regresamos a 1994 y lo hacemos para un disco del que no nos enteramos en 1994, y es que estábamos a otra cosa, al Grunge y todo lo llamado «alternativo». Sinceramente, ni recuerdo haber visto la brutal portada de American Recordings, ni tampoco haber escuchado ninguna de sus canciones. Al mundo de Johnny Cash llegamos muchos más años más tarde, cuando estaba ya en el tramo final de su vida y era todavía una leyenda mayor. La historia es bien conocida y hace unas semanas la comentábamos en relación a la fantástica biografía de Cash a cargo de Robert Hilburn que ha publicado Es Pop. En el mismo, Hilburn se detiene bastante en la gestación de la última etapa discográfica de Cash a partir del papel desempeñado por Rick Rubin, que recordemos era el productor de moda y que estaba en géneros tan alejados de Cash como el Hip Hop y todo lo «alternativo». La unión entre Cash y Rubin dio lugar a una serie de discos que llegaron al número de seis, dos de ellos póstumos, y destacando la cuarta entrega donde estaba la mítica versión de «Hurt». Rubin puso a Cash a tocar canciones de otros artistas diferentes de su estilo, desde los ya señalados Nine Inch Nails a Depeche Mode, entre otros muchos, además de algunas composiciones y revisitaciones de clásicos. En aquel momento, la carrera de Cash estaba en un auténtico bache que duraba décadas, con momentos tan bajos como «Chicken in Black» cuyo vídeo intentó detener. Cash ya estaba fuera de Mercury, donde había recalado desde Columbia, y sus discos eran flojos y predecibles, como señalaba Hilburn en su biografía. Rubin, que había escuchado las canciones de Cash desde niño, se volcó en el proyecto dejándolo a Cash solo con su guitarra, grabando en su estudio y haciendo algunos temas también directo.

«Delia’s Gone», que había grabado en 1962, abría el disco, un tema de gran profundidad y en el ya se mostraba la potencia de su voz de barítono junto con el acompañamiento de la guitarra acústica. «Let the Train Blow the Whistle» es otra canción de Cash aunque en este caso es más melódica, pero sin dejar de lado la estructura del disco. «The Beast in Me» es un tema de Nick Lowe, en aquellos momentos yerno de Cash, uno de los mejores temas del disco. «Drive On» es otra composición del propio Cash y es una de las canciones que también sorprende, dándole un tono más brutal. En «Why Me Lord», de Kris Kristofferson, se decanta por el tono más espiritual y góspel, una canción más trascendente. «Thirteen» es, por su parte, la incursión en canciones alejadas de su estilo que luego le funcionaría tan bien. En este caso, es de Danzing, banda oscura de Heavy Metal, y Cash la hace suya, acústica y melódica. «Oh, Bury, Me Not» es una canción clásica del Western y el Folk que nos remite al sonido de raíces norteamericano en el que Cash se desenvolvía de maravilla.

La segunda pare del disco comienza con «Bird on the Wire» de Leonard Cohen, una de las canciones más destacadas del disco en la que sobresale su voz de barítono y que comienza de forma muy contenida pero que va creciendo en intensidad, aunque la guitarra siempre queda muy en un segundo plano. El clásico «Tennessee Stud» de Jimmy Driftwood fue grabada en directo y es una de las grandes interpretaciones del disco, un Cash soberbio y una canción que Quentin Tarantino empleó en la Banda Sonora de Jackie Brown (1997). «Down There by the Train» pertenece a Tom Waits y Rubin se la sirve a Cash para hacerla también suya, curioso efecto para una voz tan diferente a la de Waits, pero funciona maravillosamente y también la profundidad con la que canta Cash. En «Redemption», otro tema propio, vuelve a los contenidos más espirituales siendo una canción más introspectiva si eso es posible en un disco de esta naturaleza. «Like a Soldier» no abandona esa línea, también es una canción de Cash, y tiene más fuerza la melodía. El cierre es para «The Man Who Couldn’t Cry» de Loundon Wainwright III, también grabado en el Viper Room de Johnny Deep, otro contraste entre las dos voces, la de Cash y Wainwright, y un Cash que se sale en directo y con un público entregado.

Ciertamente, American Recordings no fue un gran éxito de ventas pero sí de crítica. El Cash de las dos décadas anteriores, cuya carrera se había desnortado y dispersado, incapaz de encajar en el devenir de los tiempos de la música Country y Folk, pero que seguía siendo un icono, había quedado a un lado. Rubin supo encontrar la dirección que debía desarrollar Cash y su leyenda se acrecentaría. Los siguientes discos la agrandaron y su final, la emocionante «Hurt» y su vídeo, le otorgaron un aura mayor. Pero el punto de partida fue esta primera entrega de los American Recordings, un disco que seguramente estaría en las estanterías y de CDs pero que no conocimos. Todo un clásico.