El arte y el riesgo de hacer discos de versiones

Llevo varios meses enganchado a un disco que descubrí por casualidad. Estaba mirando la discografía de Matthew Sweet y descubrí que había publicado varios discos de covers con Susana Hoffs. Sweet, icono del indie norteamericano con su sonido Power Pop, y Hoffs,  integrante de The Bangles y con una carrera en solitario, habían grabado de 2006 a 2012 tres discos, uno de ellos doble, con versiones de sus canciones por décadas (60, 70 y 80). Ese proyecto se llamaba Under the Covers y en 2015 se agrupó en una caja. Allí que me fui a por la misma y lo cierto es que me ha encantado, estoy disfrutando con las cincuenta canciones (ahí es nada) que Sweet y Hoffs han afrontado, con su sello particular, muy guitarrero, pero sin salirse de las canciones. Es decir, nada de reinterpretaciones de las mismas. Hay de todo, grupos referentes y clásicos y otros desconocidos; canciones que fueron éxitos y otras que no. Están The Beatles, Bob Dylan, Neil Young, Love, The Beach Boys, The Who, The Velvet Underground, The Bee Gees, The Kinks, Grateful Dead, Fleetwood Mac, Tom Petty & The Heartbreakers, Big Star, John Lennon, Rod Stewart, George Harrison, Television, Ramones, Queen, EM, The Pretenders, The Smiths, Roxy Music, The Clash, Prince…y algunos repiten. La lista es tremenda y de lo que no cabe duda es que Sweet y Hoffs se lo están pasando en grande, sus voces combinan muy bien y las guitarras se imponen.

Pero, hacer discos de versiones o versionar un disco entero implica un riesgo. Mi amigo Sergio Pérez de Heredia fue muy crítico con el de Iván Ferreiro que homenajeaba a Golpes Bajos, Cena recalentada (2018), en el que recogía todas las canciones de los vigueses. Para Sergio, Iván Ferreiro debería dedicarse a lo suyo, a sus canciones. Una de las críticas más recurrentes a esta clase de discos hacen referencia a que los que los realizan lo hacen para salir del paso o porque han perdido creatividad. Por el otro lado, no cabe duda que también hay homenajes a los grupos y artistas que les marcaron e incluso momentos temerarios como cuando, como Ferreiro, se aborda un disco entero o una carrera, como es su caso. En las siguientes líneas hablaremos de algunas experiencias, especialmente de aquellas que han salido bien, aunque también hay algún tropezón, pero también depende del oído del que escucha.

El primer ejemplo es reciente. Weezer, una banda que lleva años haciendo discos muy irregulares, han publicado este año un disco de versiones, Weezer (Teal Album). Curiosamente, su versión de «Africa» de Toto ha sido uno de sus grandes éxitos de toda su carrera. Pero al disco le han dado desde la crítica por todos los lados, aunque en el caso de Weezer es lo habitual. Los de Rivers Cuomo han apostado por las canciones de los ochenta, las de su adolescencia y juventud, y han caído Tears For Fears, Eurythmics, A-Ha y Michael Jackson, pero también ha habido espacio para Black Sabbath, ELO e incluso TLC, sin olvidar ese himno de la AOR que es «Africa». Un divertimento de Cuomo y compañía, en definitiva.

Rendir homenaje

Como decíamos, muchos de estos discos se conciben como homenaje a los grupos y bandas que han marcado a los artistas y bandas. Cuando todavía estábamos entrando en la veintena, Guns N’ Roses publicarían su último disco como la banda que fue en forma de un disco de versiones. Fue «The Spaghetti Incident» y salió en 1993, cuando Nirvana ya dominaban y los Guns N’ Roses estaban en proceso de descomposición. Fue un buen disco marcado por canciones Punk y Hard Rock donde entraron The Damned, New York Dolls, The Stooges, Misfits, Fear, etc., pero también T. Rex y una canción como «Since I Don’t Have You» de The Skyliners, una canción de Doo-Wop de finales de los cincuenta. Y también es muy recordado cómo Axl Rose coló como canción oculta el «Look at Your Game, Girl» de Charles Manson, un hecho que hoy sería imposible. Lo cierto es que no da muy buen rollo. Por lo menos, Guns N’ Roses decían en el libreto del disco que buscasen los originales.

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Aerosmith también hicieron un disco mayoritariamente de versiones de Blues, Soul y Rock con Honkin’ on Bobo (2004), penúltimo disco de estudio de los de Boston, ya de capa caída en su creatividad. Los de Steven Tyler y Joe Perry hicieron un trabajo digno con temas Bo Diddley, Aretha Franklin, Big Joe Williams, Muddy Waters, los primeros Fleetwood Mac que estaban más escorados al Blues, y Mississippi Fred McDowel del que hacían tres versiones. No les quedó mal el disco, como decíamos, aunque tampoco creo que mucha gente lo recuerdo. Y The Rolling Stones también se marcaron un homenaje al Blues en su último disco de estudio, Blue & Lonesome (2016). De sobra es conocida la deuda de Jagger, Richards, Watts y Wood con el Blues y el Rock & Roll más primigenio y aquí deciden recordar a gente como Willie Dixon, Eddie Taylor, Little Walter o Howlin’ Wolf, entre otros. Guitarras poderosas, Jagger a la armónica demostrando su virtuosismo y el oficio de unos Stones que no paran.

Otro que también decidió homenajear a sus ídolos y canciones de referencia fue el gran Paul Weller que tiró de elegancia y clase, cosa habitual, en un recomendable Studio 150 (2004). Weller iba en una trayectoria ascendente de varios años y discos tras una breve travesía del desierto entre el final de The Style Council y el comienzo de su carrera en solitario. Weller sí que les da un toque más personal a las canciones que afronta y la selección es ecléctica aunque predominan canciones de Soul pero sin dejar de lado otras influencias. Hay clásicos como Neil Young y Bob Dylan; influencias que se rastrean en su discografía como el Nothern Soul representado por Nolan Porter; y composiciones de Allen Toussaint, Bernard Edwards y Nile Rodgers, Burt Bacharach y Hal David, etc. Un gran disco que siempre es interesante recordar.

Bob Dylan ha basado sus tres últimos trabajos (Shadows on the Night de 2015, Fallen Angels de 2016 y Tripiclate de 2017) en covers del cancionero norteamericano, destacando el primero basado en canciones popularizadas por Frank Sinatra. Dylan rinde homenaje así a las canciones de su infancia y adolescencia y se encuadra en una trayectoria de Dylan en la que no rinde cuentas con nadie. Por su parte, Bruce Springsteen sacó uno de sus lados más Folk y reivindicativos con el disco We Shall Overcome: The Seeger Sessions (2006). Springsteen formó una nueva banda para dar forma a las canciones que popularizó el mítico Pete Seeger. Springsteen les hace justicia y se nota el entusiasmo típico del Boss, dotándoles a las canciones de una energía extra gracias a una instrumentación en la que caben instrumentos tradicionales del Folk norteamericano con sección de viento en no pocas ocasiones. Fue uno de los últimos discos bien considerados de Springsteen que luego no ha sido capaz de sacar un disco que supere el aprobado alto.

Y en España, Niños Mutantes se lanzaron a un «más difícil todavía» con un disco titulado Grandes éxitos de otros. Los de Granada publicaron este disco de versiones en 2007 donde llevaron a su terreno, pero sin perder la esencia de la canción, a temas que podrían parecer más obvios como adaptar a The Cure (muy oscura y en plan indie) y Depeche Mode al español, afrontar a The Monkees, el sorpresón venía en la primera parte. Y allí se lanzaban con la más canónica «Como yo te amo» (Rocío Jurado), la acelerada «Amigo» (Roberto Carlos) y «Perdido en mi habitación» (Mecano). Entremedias, «Nadie te quiere ya» (Los Brincos), «Electricistas» (Fangoria) y «En tus ojos» (091). No era la primera vez que Niños Mutantes se metían en esta historia pero con este disco consiguieron el beneplácito de la crítica y, la verdad, la versión de «Como yo te amo» es tremenda. No se la pierdan,

El más difícil todavía: el disco completo

En otras ocasiones, el riesgo crece y los artistas y bandas apuestan por versionar un disco completo, tal cual. Este hecho todavía entraña mayores dudas porque, claro, es tocar ciertas obras y la gente se pone nerviosa. Obviamente, es el homenaje el que está detrás de estas iniciativas. Comenzábamos con Iván Ferreiro y su Cena recalentada en el recogía el legado de Golpes Bajos con la colaboración de Pablo Novoa y Luis García, antiguos integrantes de la banda de Vigo. Incluso Teo Cardalda aparecía en alguna canción. A Ferreiro le movía el recuerdo de su infancia y adolescencia y cómo un grupo de su ciudad llegaba a triunfar en un contexto mucho más complejo. Este disco sirvió además para recuperar en parte el recuerdo de Golpes Bajos y de Germán Coppini.

Realmente, muchos de estos discos suelen pasar desapercibidos o quedar reducidos a los más fans. Me pasó hace poco, leyendo el fantástico Ellas cantan, ellas hablan de Toni Castarnado, que tendrá su reseña en breve, descubrí en la entrevista que le hacía a la gran Macy Gray que en 2012 había publicado el disco Talking Book en el que reproducía el clásico de Stevie Wonder del mismo título de 1972. Un homenaje a un disco y un artista que marcó a Macy Gray y en el que hace una revisitación más que una reproducción fideligna de las canciones de Stevie Wonder.

Que Macy Gray versione a Stevie Wonder entra dentro de lo previsible, están en coordenadas estilísticas y musicales similares, pero es distinto si te sales de ese lugar. El denostado y otrora icono del «Americana», hoy caído en desgracia por los escándalos sexuales destapados hace unos meses, Ryan Adams, se lanzó a reproducir el 1989 de Taylor Swift. Adams lo adaptó a su estilo, acústico y minimalista, y la cosa quedó entre las consideraciones de genio por su atrevimiento y el resultado y otras mucho más críticas que lo veían como un capricho insustancial de Adams. Aquel disco se dejaba escuchar pero tampoco aportaba mucho más, la verdad. También había mucho riesgo en Hollis Brown Gets Loaded (2014) en el que los neoyorquinos, que están a punto de sacar disco tras tres años, se lanzaban al Loaded (1970) de The Velvet Underground. Hollis Brown, que tienen muy claras las referencias hasta el punto que su nombre procede de una canción de Bob Dylan, pasaron muy desapercibidos pero lo que hemos escuchado de este disco suena muy bien.

El debate siempre está abierto y los artistas y grupos no van a dejar de hacer versiones de sus grupos favoritos y de las referencias que les marcaron, incluso otros se adentrarán en terrenos desconocidos. Nos habremos dejado muchos y muchas por el camino, obviamente, y seguro que más de uno y más de dos, incluso en parte en este repaso podrían entrar hasta los American Recordings que Johnny Cash hizo en el último tramo de su carrera junto a Rick Rubin. Otro día nos centramos en los discos de homenaje, que eso tiene mucha más tela en tanto en cuanto los resultados suelen generar más debate.

 

«19 días y 500 noches» o cuando Sabina convenció hasta a sus detractores

Reconozco que no soy muy de Joaquín Sabina, puede que sea porque el personaje no me gusta, aunque no le quito sus enormes méritos en lo musical. Sin embargo, creo que Sabina es un artista que por momentos se ha creído que está por encima del bien y del mal, y eso ha lastrado la valoración de su discografía. Tiene Sabina motivos de sobra para sacar pecho, sin duda alguna, y no negaré que soy muy fan de canciones como «Princesa», «Calle Melancolía», «Así estoy yo sin ti», «Contigo» e «Y sin embargo» (dos canciones de su disco de 1996 Yo, mi, me, contigo), etc. Todas ellas medios tiempos, canciones de desamor y de melancolía y nostalgia, que es lo que mejor se le da a Sabina. Como podrá observarse, son todas canciones que abarcan hasta la llegada del disco que nos ocupa, el 19 días y 500 noches, para mí su obra maestra. Sabina llevaba toda la década de los noventa publicando discos que convencían a sus seguidores y en los que jugaba con su eclecticismo mezclando diferentes estilos. De aquellos discos de los noventa, todos con unas portadas poco conseguidas dicho sea de paso, salieron canciones que se instalaron en el imaginario colectivo como el vals de «Y nos dieron las diez» que publicó en el Física y química (1992); «Por el bulevar de los sueños rotos» del Esta boca es mía (1994), su homenaje a Chavela Vargas y que escribió con Álvaro Urquijo de Los Secretos; en ese mismo disco estaba «Ruido», que es otra de las canciones de Sabina en las que tira de influencias flamencas; etc. Por el camino, una gira a medias con Los Rodríguez y un disco conjunto con Fito Páez, Enemigos íntimos (1998), y que acabó como el «Rosario de la Aurora».

En esas estaba Sabina cuando se puso en manos de Alejo Stivel (Tequila) a la producción. Stivel había irrumpido con éxito en esas tareas con el debut de unos desconocidos La Oreja de Van Gogh y su Dile al sol (1998). Pero sería 1999 su año porque al disco de Sabina añadiría el Usar y tirar de M Clan con su vuelta de tuerca al sonido de los murcianos que les llevó a alcanzar cotas de popularidad insospechadas hasta el momento. Stivel repetiría éxitos como productor con El Canto del Loco, con M Clan de nuevo y La Cabra Mecánica y su Vestidos de domingo (2001), pero luego entro en otros terrenos como algunas de las propuestas salidas de Operación Triunfo. Años después, retornaría junto a Ariel Rot con Tequila, pero esa es otra historia. No cabe duda que Sabina se encontró en estado de gracia en un disco en el que casi todas las canciones estaban a una gran altura, aunque no cabe duda que a una pequeña parte el paso del tiempo les ha pasado factura. Mezcló de nuevo estilos y escribió algunas de sus mejores letras. No es que no estén las líneas habituales de Sabina, de sobra, pero las lleva a otro terreno. Además, Stivel le supo dotar de un sonido más moderno y el disco se convirtió en todo un acontecimiento. Igualmente, también destaca esa poderosa portada, tan diferente con respecto a las anteriores (Yo, mi, me, contigo se lleva la palma), en la que en una fotografía en blanco y negro Sabina aparece con alas negras, gafas de sol y fumando, escenificando una de sus figuras más reivindicadas y reconocidas como es la de un cierto malditismo del que siempre ha hecho gala.

Sabina se fue hasta los setenta y cuatro minutos, el espacio de un CD, con canciones que superaban los seis y siete minutos, una temeridad pero que le salió muy bien. «Ahora que…» es un comienzo muy sabiniano, un medio tiempo con una letra desgarradora de desamor, otra temática habitual, y melancólica, destacando las guitarras del comienzo. «19 días y 500 noches» fue el primer single y es una canción flamenca con toques de Rumba, un acierto pleno que se convirtió en un clásico instantáneo. Sabina hace una interpretación brillante para enlazar con «Barbi Superstar», su lado más rockero puesto al servicio de una actualización de «Princesa», aunque con más ironía, una canción que se va a casi siete minutos. En «Una canción para la Magdalena» reduce el tempo, compuesta junto a Pablo Milanés es uno de los cortes que ha aguantado peor el tiempo, pero a continuación se sale con «Dieguitos y Mafaldas», canción de toques latinos desde el tango argentino con ese acordeón del comienzo hasta esa esa evolución de la canción con un final poderoso merced a esos vientos más salseros. «A mis cuarenta y diez» es un tema más ortodoxo dentro de la discografía de Sabina, un medio tiempo creciente y con letra autorreferencial, llevando el personaje de Sabina al extremo. No deja de lado ese personaje con la rockera «El caso de la rubia platino», canción con una letra también con un punto políticamente incorrecto y con el canallismo por bandera.

La segunda parte del disco comienza con, para mí, una de las mejores canciones de Sabina: «Donde habita el olvido». Tomando como referencia a Luis Cernuda, Sabina hace una de las canciones más desgarradoras y de desamor que yo recuerde, durísima, un estribillo magnífico, una forma de cantar de Sabina también emocionante, unos punteos de guitarras que quedan sutiles como ese saxofón del final. Regresa al Flamenco y la Rumba por todo lo alto con «Cerrado por derribo», una canción mas oscura que no alcanza la cima de «19 días y 500 noches» pero que no se queda lejos. El tiempo no ha tratado muy bien a la humorística y con toques del Country Rock «Pero qué hermosas eran», otra letra en consonancia con el personaje de Sabina, mientras que en «De purísima y oro» aborda el escenario de la España y el Madrid de la posguerra, una canción dura y melancólica. En «Como te digo una ‘co’ te digo la ‘o'», un rap de casi nueve minutos en el que Sabina tira contra todo, uno de los divertimentos habituales en sus discos. Y el cierre es para la ranchera «Noches de boda» en la que hace un dúo con Chavela Vargas, a la que ya había homenajeado como hemos señalado, otra canción de las que quedarán en la memoria.

Joaquín Sabina llegó a lo más alto con 19 días y 500 noches, se embarcó en una exitosa gira y publicó un doble disco en directo, Nos sobran los motivos (2000), grabado en parte en la antigua Plaza de Toros de Logroño. Sin embargo, en 2001, Sabina sufrió un infarto cerebral y sus problemas de salud reaparecerían en las dos próximas décadas. Desde entonces, Sabina no ha dejado de publicar discos, el siguiente fue Dímelo en la calle (2002), pero yo no recuerdo ninguna canción de ese disco ni de ninguno de los publicados posteriormente, que han sido escasos. También ha girado con su amigo Joan Manuel Serrat y publicó con él La orquesta del Titanic (2012). Además, se generaron polémicas por el estado de su voz en ciertos conciertos, cancelaciones y precios de las entradas. No cabe duda que Joaquín Sabina está en lo más alto de la música popular española pero también que con 19 días y 500 noches alcanzó su cima. Un gran disco, sin duda alguna.

 

 

Garbayo, «Sonido forestal»

Hace unos meses, a finales de 2018, Ignacio Garbayo publicaba Sonido forestal, debut en solitario producido por Kaki Arkarazo. Con este disco, firmado como Garbayo, cerraba la etapa con su banda Zodiacs, la banda getxotarra que tuvo su momento hace unos años. Recordemos, además, que los Zodiacs también estuvieron en la tercera edición del curso de verano «Identidad y Música» que organizábamos Sergio Pérez de Heredia y un servidor, concretamente fue en un casi lejano ya 2017. Volviendo a Sonido forestal, nos encontramos con un trabajo absolutamente convincente, con Rock & Roll y Power Pop, predominando el segundo, y con una presencia destacada de las guitarras. Diez canciones muy orgánicas y que calando con las escuchas, aunque algunas son más directas y ya entran desde el minuto uno. Un disco en el que Garbayo se muestra como liberado y que también tiene resonancia del Pop y el Rock español de los orígenes, a The Kinks y a melodías Pop que se van colando entre unas guitarras urgentes.

El comienzo es atronador, «Nitroglicerina» es un tema muy rockero, muy atractivo y con unas guitarras poderosas. «Busca entre la basura» sigue en la senda guitarrera con un sonido mezcla del Rock y del Power Pop con referencias a The Kinks. En cuanto a «Huye del monstruo», deriva al Power Pop y es una canción que gana con las escuchas y que cuenta con una batería protagonista. En «¡Muévete!» apuesta por un esquema guitarra – batería siendo una de las canciones más logradas, con un sonido poderoso y adictivo. «Sobrenatural» se acerca de nuevo más hacia el Power Pop pero por momentos también nos recuerda a los primigenios Tequila.

«En la televisión» reduce levemente el tempo siendo una canción muy lograda, sigue en la senda del Power Pop con una letra de desamor. «Natural y fresca» comienza con una guitarra más clásica para continuar con el ya mencionado Power Pop. «En el bosque» recuerda al Pop español de la década de los sesenta del siglo XX, una canción que es más melódica pero que culmina con unas guitarras potentes. Éstas ganan protagonismo en la más rockera «Te dejaré atrás» antes de llegar al cierre con «Soy un cerdo», melodías de Power Pop con una letra un tanto curiosa.

Fantástico disco de Garbayo que seguramente no tendrá el recorrido que merece pero que ha realizado un trabajo sensacional. Urgente y acelerado, canciones vitamínicas en torno a los tres minutos a las que te vas enganchando. Y en julio, en el Ezcaray Fest junto a Los Deltonos y Los Brazos el día 19 viernes.