Josh Ritter, «Fever Breaks»

Quien haya seguido este blog durante sus casi diez años de existencia es posible que se haya dado cuenta de nuestra debilidad, tan irracional como justificada, por las canciones de este bardo nacido en Moscow (Idaho) hace poco más de cuarenta años pero que ya cuenta con veinte de carrera y acumula hasta diez referencias de estudio. Seguidores de sus discos de comienzos de la década pasada, sería en 2013 cuando publicó «The Beast in Its Tracks», posiblemente su obra más redonda, que nos conquistó definitivamente para su causa y a fe que sigue sin defraudar tres largos después.

Inquieto artista (pinta y escribe) además de productivo, en cada trabajo introduce novedades que los diferencian; unos más personales que otros, más tradicionales unos o más rockeros otros, en esta ocasión la escolta de Jason Isbell en labores de producción y de su banda The 400 Unit, condicionan un sonido que sin la consistencia de una banda tan rodada como ellos hubiera sido imposible alcanzar. Brillante por tanto la participación del quinteto originario de Alabama, que por momentos aporta la energía y contundencia que a buen seguro pretendía Ritter.

Las numerosas influencias literarias a que ha hecho referencia en sus años de carrera (es autor de una novela no publicada en nuestro país «Bright’s Passage») y sus inquietudes en este aspecto se ven también reflejadas en el carácter narrativo de muchas de sus letras y en el costumbrismo que las empapa con imágenes y personajes de inconfundible sabor norteamericano.

El impulso eléctrico se deja notar desde el inicio con el folk de tinte existencial Ground Don’t Want Me y la densidad blues de Old Black Magic, a las que siguen dos temas de trazas acústicas; el sutil On the Water y el más arropado I Still Love You (Now and Then). También íntima, va ganando profundidad y gravedad en su transcurso The Torch Committee, al igual que Silverblade. El corte más político es Some Kind Of Dream, una bonita pieza de folk clásico que, junto la cálida y nostálgica Blazing Highway Home, completa el grupo de canciones más acústicas. Losing Battles, potente e impecable rock americano, y el folk ligero y lleno de esperanza de A New Man, completan la sección más eléctrica.

Un disco muy completo en suma, que contiene una variada muestra de sonidos de raíz, en el que vuelve a demostrarse la extraordinaria habilidad de Ritter con las letras y las melodías y que, arropado por una banda puntera del americana actual, suena más potente y directo que en la mayoría de sus trabajos anteriores. Otra delicia que llevarnos al oído del de Idaho que, haciendo el ruido justo, lleva camino de completar una de las discografías de más sostenido nivel de su género.

Mutagénicos, «3»

Mutagénicos acaban de publicar su nuevo disco, 3, tras El guateque (2014)¡¡Mutan!! (2017). Convertidos en terceto hace ya un tiempo, Alfredo «Roto», Pablo Magariños y Santi «Pequeño» regresan con trabajo urgente y ecléctico, sin dejar de lado las guitarras protagonistas como siempre. Grabado y mezclado por David Garrido en la ya habitual Casa Mabe en El Rasillo en Cameros, ha contado con la participación de Miguel Pérez al piano, Dani Niño con el saxo y la voz de José Luis Ouro en el tema que cierra el disco. Y, por supuesto, una fantástica portada diseño de Mikel Echandi como en las ocasiones anteriores. es un disco que se disfruta desde la primera canción, un trabajo en el que Alfredo y Roto se reparten las voces protagonistas y que cuenta con algunas canciones que ya están entre lo mejor de su repertorio. Reminiscencias del Pop sesentero, Rock & Roll, ritmos garajeros y novedades para un disco que muestra la evolución de Mutagénicos y que no va a dejar indiferente. Así que súbanse a esta noria que son Mutagénicos, once canciones para no dejar de bailar, algunas de las cuales ya eran parte de su repertorio en directo.

El comienzo es para la muy sesentara «Lo que digan de mí», ojo también al vídeo, y que nos recuerda a esas canciones del Pop español de esa década, estribillo coreable y guitarras preeminentes para una de las canciones más destacadas del disco. En «Actualice su fe» se lanzan con contundencia y potencia muy garajera, y en apenas un minuto y medio, a las contradicciones de la religión en una de sus letras más explícitas. Y en «Cumbia de la muerte» se adentran en otros ritmos, incluso tiene un punto de Rock «fronterizo», en otra de las canciones que también entran a la primera. «Autocontrol» es una canción muy del Rock & Roll clásico, sonido del saxofón incluido lo que le da parte de su personalidad. En «Eres el mejor» mezclan sonidos Pop y garajeros con un toque de Rock & Roll clásico, es una de las canciones más melódicas del disco que se beneficia del sonido del piano. En «Resetear» vuelven a pisar el acelerador, incluso tiene un punto Punk, aquí llevándose la palma la sección rítmica.

La segunda parte del disco se inicia con «Darlo todo», otra canción de Rock & Roll clásico, a la que sigue «Ha venido a buscarte», la cual tiene mucho Swing, con el piano y el saxofón entrando a trapo. En «Idiota» no se cortan en individualizar parte de los males de la sociedad actual, no sabemos a quién va dirigida la letra pero pueden poner nombres, sonido muy rockero con armónica y theremin incluidos. En la misma senda, e igual de destacada, «Menos mal», en la que la letra es una mirada crítica a ciertos hábitos de la sociedad actual, especialmente relacionados con la música, su forma de disfrutarla y consumirla, pero también cargando contra las Redes Sociales, la programación televisiva, etc. Otra de nuestras canciones favoritas, muy del Rock & Roll con ese piano de Miguel Pérez. El cierre es para la instrumental «Muerte Madre», con el gran José Luis Ouro haciendo de locutor, una canción que nos recuerda los orígenes de Mutagénicos que estaban más vinculadas a la música Surf y sus guitarras, una canción de temática d Serie B que tampoco deja indiferente.

Tercer discos de Mutagénicos y gran trabajo de nuevo de Alfredo, Pablo y Santi. Un disco que no deja de crecer con las escuchas y al que le vas descubriendo matices en cada una de ella. Con ganas de verlos en directo.

 

Chuck Klosterman, su viaje personal y la búsqueda de algunos mitos del Rock

Es Chuck Klosterman uno de esos autores que mezclan su vida con lo que cuenta en algunos de sus libros, analizando e interpretando el objeto de su publicación con sus situaciones personales, en parte las amorosas. Klosterman es muy consciente de ello, y al final de este Matarse para vivir (85% de una historia real) (Es Pop) lo reconoce e ironiza sobre ello. A Klosterman lo descubrimos hace unos años con el imprescindible y memorístico Fargo Rock City (Es Pop, 2012). Aquel libro era una locura, empatizabas con el autor a pesar de la lejanía que te producía esa vida de los ochenta y primeros noventa en Dakota del Norte. Sin embargo, la brillantez con la que describía todo el proceso del Heavy Metal y el Hair Metal era una delicia. Desde entonces, aunque no le habíamos perdido la pista, no habíamos leído nada más de Klosterman y ahora Es Pop recupera este Matarse para vivir (85% de una historia real) que Klosterman publicó en 2005. Es un libro que se lee casi de un tirón, con momentos divertidos y otros un poco más espesos, y aunque te atrapa no consigue llegarte tanto como el Fargo Rock City. Aunque la prosa de Klosterman es ágil, irónica y sarcástica, no deja de caer en ciertos lugares comunes propios de nuestra generación (nació en 1972). Las referencias culturales y las ironías que jalonan el libro pueden ser cuestionadas, aunque no es menos cierto que Klosterman no se las toma en serio y que carga contra algunos estereotipos basados en la «modernidad» y los «indies» de aquella primera mitad del siglo XXI. En este sentido, Klosterman adelanta la autenticidad de lo popular en algunos fogonazos.

Es un libro de viajes ya que, como redactor de la revista Spin, Klosterman parte en coche alquilado a recorrer Norteamerica de costa a costa para encontrar algunos puntos determinantes de las tragedias y fallecimientos de iconos, o no tanto, del Rock. Realmente, no acaban siendo tantos los que visita y su contextualización pasa por momentos de puntillas. Sí, nos queda el final con Kurt Cobain y su suicidio en Seattle o el comienzo con el asesinato de Nancy Spungen a cargo de Sid Vicious en el Hotel Chelsea de Nueva York. Por el camino, la tragedia de Great White en el Station Club de Rhode Island donde fallecieron cien personas, o el lugar donde se estrelló el avión en el que viajaban Buddy Holly, Ritchie Valens y The Big Popper en un campo de cultivo de Iowa.

Pero el verdadero leitmotiv del libro es la desordenada y convulsa vida sentimental de un Klosterman que se debate entre el amor de Quincy, Lenore y Diane. A lo largo de su viaje y sus reflexiones asistimos a un intento de ordenar sus sentimientos mientras recuerda el pasado y analiza su vida, especialmente la sentimental, a través de canciones y grupos musicales. Fleetwood Mac, Rod Stewart, Led Zeppelin o KISS, delirante el apartado dedicado a esta formación, sirven de «marco teórico» para tal propósito, entre otros.

En definitiva, Klosterman aporta un libro divertido y ameno, completamente autorreferencial en el que el viaje y su propósito, son una mera escusa para hacer autoterapia. Eso sí, una prosa ágil y directa, divertida e ingeniosa, que te levanta en más de una ocasión una sonrisa. Y con música, muchísima música.