«Born in the U.S.A.» o un Springsteen desatado

Semanas y semanas de debates y polémicas sobre el nuevo disco de Bruce Springsteen, que llegará a Los Restos del Concierto, y por el camino uno de sus grandes hitos, Born in the U.S.A., cumple treinta y cinco años. Para muchas personas de mi generación, fue este el primer disco o la primera imagen que tenemos y asociábamos a Springsteen. Y también es un disco icónico de los ochenta. La portada, la bandera de Estados Unidos y la canción «Born in the U.S.A.», junto con los vídeos del disco con una MTV dominante, no se pueden disociar de su trascendencia. Y un disco capital, con grandísimas canciones, aunque con los «vicios» de la producción ochentera y con un giro en el rumbo de Springsteen y la E Street Band. No pocos cambios y los que vendrían en el horizonte. ¿Dónde estábamos?, Springsteen ya era una figura consagrada con una discografía de siete discos con cimas como Born to Run (1975) y su épica; las sombras del sueño norteamericano con Darkeness on the Edge of Town (1978), The River (1980) y el desnudo y angustioso Nebraska (1982). Con estos mimbres, Springsteen estaba en un punto de inflexión y lo daría con un salto cuantitativo con Born in the U.S.A. (1984) que vendería millones y millones de discos. Primero había un cambio físico, Springsteen se mostraba más musculado, y segundo jugaba con una iconografía norteamericana que no había estado tan presente, lo que sirvió para la confusión, y fue utilizado por ello. Es decir, sobre un fondo musical mucho más dinámico y acelerado, buena parte de su discurso seguía estando allí, el de la norteamerica de clases trabajadoras, aunque también más aspectos. Uno de los cambios más importantes de esa época es la salida de la E Street Band de Steve Van Zandt, la mano derecha de Springsteen. Little Steven se iba para emprender carrera en solitario y su puesto encontraba un sustituto de altura en el gran Nils Lofgren. Además, también se iba a incorporar Patti Scialfa, hecho trascendental en el futuro a medio plazo por su futura relación. En todo caso, la baja de Van Zandt también era vista como un cambio de ciclo, aunque había participado en la grabación del disco. Como decíamos, las ventas de Born in the USA fueron mayúsculas, casi veinte millones en todo el mundo y número 1 en el Billboard por primera vez en su carrera. Está claro que Springsteen tocó la tecla adecuada, siendo un disco del que se extrajeron hasta siete singles de sus doce canciones. En contra, esa producción que va darle un nuevo protagonismo a los sintetizadores, y que corrió a cargo de Jon Landau, Chuck Plotkin y los propios Springsteen y Van Zandt.

Escribir del Born in the U.S.A. es hacerlo de un disco del que buena parte de sus canciones están en el imaginario colectivo, canciones que no han dejado de sonar. De hecho, no son pocas las personas que identifican a Springsteen con este disco y su ya señalada icónica portada en la que juegan con diferentes elementos que reflejan las contradicciones de Springsteen, aunque no sea a primera vista. Si ya comienzas con «Born in the U.S.A.», canción épica y con producción ochentera debido a la presencia de los sintetizadores y con una batería de Max Weinberg poderosa, sin olvidar a un Springsteen desgañitándose, pues estás poniendo el listón muy alto. Una canción que puede estar «quemada» de las veces que se ha podido escuchar y que tuvo su controversia con una letra que se mostraba crítica con la situación con la que se encontraban los veteranos de la guerra de Vietnam, aunque fue entendida de forma diferente por los que quisieron ver un himno patriótico, tampoco sorprendente en un contexto como el de los ochenta. «Cover Me» es una canción con claro sonido de los ochenta pero con unas guitarras destacadas, un tema que rebaja el tono con respecto al inicio del disco. «Darlington Country» es una canción de celebración, que cuenta con todos los elementos festivos de Springsteen y la E Street Band, esos coros, el órgano, etc. Y «Working on the Highway» aborda una de las temáticas favoritas de Springsteen, la clase trabajadora y su alienación, con una música que tira hacia el Country pero matizado por los sonidos de los ochenta, con esos sintetizadores muy presentes. «Downbound Train» tiene un tono más oscuro y melancólico, es una canción Rock pero Springsteen cambia la forma de cantar y los sintetizadores ahondan en el tono crepuscular, apareciendo de nuevo las temáticas habituales de Springsteen, en este caso el amor y el desamor pero con la cuestión laboral y de clase trabajadora como marco, y en este caso el ferrocarril, habitual del cancionero norteamericano, todo un guiño de Springsteen. «I’m On Fire» sigue en esa línea introspectiva, es la canción más intimista y minimalista del disco, incluso podría haber entrado en Nebraska por el tono.

La segunda parte comienza con la imprescindible «No Surrender», canción de corte comunitario, aludiendo a «brothers» y demás que son también un lugar recurrente en sus temáticas, y con un sonido fantástico. «Bobby Jean» es una de las grandes canciones del disco, una locura que es una celebración de la amistad, en este caso vinculada a la partida de Little Steven de la banda, y que vuelve a insistir en ese espíritu comunitario que decíamos antes y en los vínculos que se generan entre las personas. Una canción sobre la amistad, una letra muy emocional y un tono diferente al del conjunto del disco. «I’m Goin’ Down» es un medio tiempo ascendente que se basa en la forma de cantar de Springsteen, encuadrada en una temática sobre relaciones amorosas y sexuales. «Glory Days» es otra de las cimas del disco, tiene ese punto festivo de la E Street Band, destacando la presencia de los teclados y los coros, y con otra letra que encaja en el universo simbólico, la mirada al pasado y los buenos momentos vinculados al deporte, en este caso al béisbol, pero con la frustración de no haber llegado a la meta deseada, otra constante en las temáticas de Springsteen. El final del disco va llegando con la soberbia «Dancing in the Dark», otro clásico con todos los ingredientes de Springsteen y la E Street Band, con un punto Pop imprescindible. Y el cierre es para la emotiva «My Hometown» en la que Springsteen entra en la melancolía con el homenaje a su ciudad, Freehold (New Jersey), y de paso en parte a su padre, una canción de nuevo crepuscular que supone un cierre perfecto para el disco.

Bruce Springsteen y la E Street Band crearon un disco imperecedero y atemporal, a pesar de que siempre remitirá por su producción y su iconografía a los años ochenta. Aunque Springsteen se desata, no deja de retratar el sueño americano y sus contradicciones, sus fracasos, siendo lo interesante que lo haga él, un tipo que lo ha logrado, y parece sentirse culpable por ello, como seguirá reflejando en su trayectoria, con más o menos acierto, y se transmitía en su autobiografía. Puede que esta fuese la última cima de Springsteen en su discografía, luego todo ha sido más irregular, con momentos bajos, otros en los que parecía recuperarse y algunos aciertos. Pero las canciones de Born in the U.S.A. permanecen y son habituales en sus mastodónticos conciertos. En las próximas semanas entraremos a analizar el reciente y controvertido Western Stars, que obviamente no es lo mismo.

Carolina Durante, «Por Carolina Durante»

Que me guste un grupo como Carolina Durante, alejado generacionalmente una barbaridad de mi edad (podrían ser mis hijos), me lleva a varias reflexiones. No sé si es que hay una línea de continuidad entre determinadas angustias juveniles que no se acaban nunca o si forma parte de esa posmodernidad y de ese mundo líquido procrastinador, por no hablar de un «peterpanismo» en el que es seguro que no me reconozco. En fin, que lo que importa es la música, y el debut de Carolina Durante, Por Carolina Durante, es un disco que funciona. Los madrileños han recibido generalmente parabienes aunque también se atisban ya algunas críticas, algunas vinculadas a sus directos. Carolina Durante se pusieron en el mapa con esa lectura sociológica que era «Cayetano» (totalmente de acuerdo con Javier Sádaba), y luego siguieron singles como «El himno titular», «Perdona (Ahora sí que sí)» en la que participaba Amaia, etc. Carolina Durante cogían la bandera de un Punk Rock, por momentos desenfadado, que se vinculaba a «la Movida» y a formaciones como Los Nikis. Pero, de fondo, había un relato generacional, guste o no guste, un retrato de parte de los y las jóvenes españoles de clases medias urbanas (y seguro que aquí les dan caña). Además, el single «Cayetano» y el tono de voz de Diego Ibáñez les hizo ser etiquetados como «Pop pijo», en la línea de Taburete, pero tampoco creo que vaya por ahí. En definitiva, cuando Carolina Durante anunciaron su disco de debut también tomaron la decisión de no publicar en el disco ninguno de sus singles anteriores. Una medida arriesgada y valiente, además de contar con adelantos como «Joder, no sé» y «Las canciones de Juanita». Por Carolina Durante no se sale de las vías marcadas, canciones urgentes y rápidas, guitarras Punk a cargo de Mario del Valle, ribetes Pop y letras que van de la cuestión generacional ya señalada a otros ámbitos más vinculados a la cuestión sentimental. Canciones con estribillos coreables que se quedan grabados y adictivas.

Ya comienzan fuerte con la señalada «Las canciones de Juanita», tema en el que tiran de épica y de angustia generacional, aunque la mirada nostálgica es relativa aunque todos la hemos tenido a esa edad también. Es una de las letras más conseguidas del disco y ese comienzo con «La banda sonora de nuestras vidas» no puede dejar indiferente. En «Cementerio» meten unas guitarras más Punk y la letra es más superficial pero también interesante. En «El año» toma protagonismo el bajo de Martín Vallhonrat y tiene un punto mucho más melódico con una letra que tampoco te deja de lado. «Buenos consejos, peores personas» coge el hilo anterior pero luego acelera, con un estribillo brutal. Y «KLK» es una canción de desamor muy Punk en la que Ibáñez canta con mucha fuerza y rabia.

La segunda parte se inicia con una «Joder, no sé» que es una de las mejores canciones de los madrileños. Himno generacional que transmite un nihilismo que se ha instalado en parte de la juventud española, y que tiene varias lecturas. En «Nuevas formas de hacer el ridículo» toman sonidos más ochenteros, ese bajo Post Punk y una batería de Juan Pedrayes que nos remite a «la Movida», y con una letra que ha sido interpretada como una pulla a Mikel Izal, aunque luego se han dado otras explicaciones, aunque parece que va más hacia una crítica a las Redes Sociales. En «Falta sentimiento» casi se van a los cuatro minutos, es una canción más dura que se sale del tono del disco, más oscura, y con Ibáñez desgañitándose. Con respecto a «Cuando niño», adoptan un tono de Pop naif que hasta entonces no había estado presente a lo largo de las canciones anteriores, aunque tampoco parece que quieran jugar a ser irónicos. El cierre es una apuesta por la épica, «El perro de tu señorío», es la canción más larga del disco y en la letra vuelven a tomar partido por el presentismo y una cierta angustia generacional.

Sé que es posible que a Carolina Durante los tachen de superficiales, que representan a una parte delimitada de la juventud española, etc., pero han hecho un disco a tener en consideración. El año pasado también nos encantó el debut de los valencianos La Plata, más oscuros, y Carolina Durante podrían encuadrarse en esta línea pero dando un salto. No sabemos dónde llegarán Carolina Durante pero, de momento, con Por Carolina Durante nos han ganado.

‘Ethan Frome’ de The Magnetic Fields

Hace alrededor de dos años que el bueno de Stephin Merritt reunía a la banda para grabar otra obra magna (en tamaño y en calidad), el ’50 Song Memoir’ con el que celebraba que había sobrevivido hasta la cincuentena, dedicándose una canción por cada año de vida. Nacido en 1965, corresponde a sus diecisiete la canción con cuyo título rinde homenaje a un clásico de la literatura norteamericana que dejó una huella tan profunda en Merritt que le lleva a cumplir el rito de releerlo cada año por su cumpleaños. Se trata de la novela corta ‘Ethan Frome’ que la autora estadounidense Edith Warton publicó en 1911, una rareza en una producción que principalmente giró en torno a las novelas de sociedad y que en esta ocasión se centró en narrar una trágica historia de amor entre dos personas humildes.

La canción es igualmente breve; una pieza de pop pulida con arreglos clásicos y acompañamiento coral en el cálido estribillo, que completan uno de los cortes más logrados de esa basta concentración de buena música que es el último disco de los neoyorquinos. La letra es tan sencilla (casi naif) que apenas tiene espacio para una presentación de la obra y unas líneas de admiración, pero resulta tan adorable y curiosa esta recomendación literaria en forma de canción, que merece un lugar en nuestra nueva sección veraniega.