«El tiempo en 50 canciones» de José Luis Zapatero

José Luis Zapatero nos presenta un emocionante recorrido por el uso del tiempo a través de cincuenta canciones de algunos de los principales exponentes del Rock y Pop. El tiempo en 50 canciones (Sílex, 2019) te lleva en un viaje por canciones relativas al tiempo, y que tienen esta palabra en el título. En breves reseñas, apenas tres páginas, Zapatero nos cuenta la historia de dicha canción, el contexto de la misma dentro de la trayectoria de la banda o artista (en algunos se extiende más) y su relación personal con la canción y sus compositores e intérpretes. Se detiene más en el «Armagideon Time» de The Clash y en «Perdiendo el tiempo» de Fangoria, donde pesan motivos muy personales. Con respecto a los primeros, queda claro que uno de los grupos de su vida, también hay espacio para «Beautiful Waste of Time» de Ellen Foley, con presencia en la misma de The Clash; y «Dakar Meantime» de Joe Strummer and the Mescaleros, el último proyecto de Strummer. En cuanto a Fangoria, sirve para enlazar con los orígenes de Alaska y Nacho Canut con la «Movida», y también para reivindicarla, ya que la vivió.

Como decíamos, muchos artistas de los que no pueden faltar. De Buddy Holly, Dylan, The Beatles, The Rolling Stones, The Beach Boys, Elvis Presley…a The Kinks, Johnny Cash, The Jam, The Ramones, David Bowie, Prince, The Who, The Cure, Bruce Springsteen, AC/DC. Pero también espacio para otros igual menos previsibles como Roxy Music, The Rocky Horror Picture Show, Dr. Feelgood, fantástico el capítulo de Burning, puesta en valor de Tequila, el recuerdo de Golpes Bajos, Squeeze, La Frontera, los Oasis crepusculares (bueno, que comienza casi en 1997, aunque aquí presenta una canción de su disco de 2008 Dig Out Your Soul), o Texas, una banda por la que también siento una cierta debilidad. Ah, y un final fantástico dedicado a la recopilación de 1998 de The B-52’s, Time Capsule.

Es muy atractivo cómo Zapatero liga cada canción con un recuerdo de todas las etapas de su vida. Cómo adquirió esos discos, la realización de las cintas (ese momento de la pérdida de las casetes, no adelanto más), los conciertos (envidia sana de todos los conciertos comentados, de The Ramones a The Rolling Stones, pasando por Elvis Costello o ese concierto de Iggy Pop, aunque me quedo con el Prince…). Y unas cuantas anécdotas, incluida una muy divertida con Nacho Cano y un disco de The Who…

Hemos disfrutado, y devorado, un libro que traza una biografía en relación a la música, con el pretexto del tiempo, una forma muy original de contar esa pasión. Ah, y el libro trae las letras y su traducción así como una inexcusable playlist, además de un prólogo a cargo del siempre interesante Jesús Ordovás. Difícil elegir una canción para cerrar esta reseña, pero me voy a quedar con Prince.

De Elton John, genios, largas carreras y recopilatorios

2019 podría haber sido el año del reconocimiento de Elton John al estilo de lo ocurrido con Queen y Freddie Mercury con la película Bohemian Rapsody (2018). Elton John contó con su propio biopic estrenado en mayo, bajo el título de una de sus canciones referentes, Rocketman. Sin embargo, la película no llegó a la altura del éxito de la de Queen, y las críticas no fueron peores, incluso mejores. Puede que la figura de Elton John se diferencie de la Freddie Mercury y Queen en que su nivel de elevación a mito es más complicado. Primero, y afortunadamente, Elton John sigue vivo y Mercury es una de las «bajas» más ilustres del mundo de la música popular. Segundo, Elton ha seguido publicando discos durante estas décadas que no han contado con el seguimiento ni reconocimiento de sus primeras etapas. En cierto modo, Elton John ha mantenido una suerte de «piloto automático». Además, en el caso de Elton John puede que se sume la extravagancia de su figura más que la de Mercury. Detrás de toda esa purpurina, zapatos de tacón imposibles, gafas, sombreros…está uno de los artistas del Pop más relevantes de la Historia, por lo menos lo que hizo en los setenta. Como bien decía el admirado Álvaro Corazón Rural en su artículo para Jot Down sobre John, hubo un tiempo en los noventa en el que decir que te gustaba Elton John entre aquellas generaciones estaba mal visto. Podemos decir que Elton John no estaba de moda o se identificaba como «música para adultos» y que pesaban ciertos clichés, algunos injustos. El peso de ciertas baladas, la banda sonora de El Rey León (1994) o la hipervisibilidad (y el hartazgo) de «Candle in the Wind» a raíz del fallecimiento de Diana de Gales en 1997 no ayudaban a sumar seguidores y seguidoras entre los jóvenes lanzados al Rock ‘N’ Roll, el Grunge, el BritPop, etc. Ciertamente, sus discos no eran nada del otro jueves, pero no ha dejado de publicar discos y girar.

Nuestras generaciones teníamos un claro conocimiento de Elton John porque sus vídeos eran inevitables en la década de los ochenta. De hecho, yo mismo me compré la casete de Sleeping with the Past (1989) por «Sacrifice», paradigma de la balada doliente de la dupla Elton John – Bernie Taupin (aquí subida de edulcorante), así como el recopilatorio The Very Best of Elton John (1990), dos casetes perdidos ya en alguna mudanza. Como decía, allí nos llamaban la atención muchas canciones de los setenta, «Cocodrile Rock» era una de mis favoritas pero el falsete de «Bennie and the Jets», «Your Song», «Daniel»…eran emocionantes, melodías Pop fantásticas. Pero pesaban también canciones de los ochenta como «Nikita», «I’m Still Standing», etc. A medida que íbamos creciendo, Elton John nos parecía cada vez menos «cool» y no digas que esas canciones te gustaban porque te iban a mirar mal, cosas de la edad. Y eso que tenía la admiración de Axl Rose (Guns ‘N’ Roses) y cantó con él el «Bohemian Rapsody» en el homenaje a Mercury en Wembley en 1992. También en 1993 grabó un inevitable Duets con una extensa nómina de invitados e invitadas, cómo olvidar la versión discotequera de «Don’t Go Breaking My Heart» con RuPaul y con producción de Giorgio Moroder, impagable. Tampoco existían radios nostálgicas ni bares en las que pudiesen sonar esas canciones.

Recuperar a Elton John era una obligación y aproveché la reedición del recopilatorio Diamonds (2017) para volver sobre su carrera. Por cierto, alguien tendría que revisar tanto los títulos de estos discos como las portadas, yo no lo veo, la verdad. Pero Diamonds también es una muestra de lo que puede ser una carrera y su evolución, como veremos en las siguientes líneas. Cuenta con tres discos, respetando el orden cronológico en los dos primeros. Si el primero es exuberante, en el segundo comienzan a verse las costuras. El tercero es el «totum revolutum» de turno con colaboraciones y otros trabajos, aunque no es menos cierto que entre el final del segundo disco y el tercero mezcla canciones del tramo final de su carrera, pocas.

Elton John y Bernie Taupin, no podemos dejar de nombrar a su letrista fundamental, un hombre siempre en un segundo plano frente al excesivo John, realizaron una década de los setenta imprescindible. Es el primer CD del triple recopilatorio, una sucesión de canciones y hits. De 1969 a 1979, Elton John publicó trece discos, ni más ni menos, un ritmo vertiginoso. Aunque la calidad fuese decayendo, su Pop elegante por un lado y festivo y enérgico por otro, su reivindicación del Rock & Roll de los cincuenta, etc., hicieron de él una estrella. «Your Song», «Tiny Dancer» (su mejor canción), «Rocket Man», «Cocodrile Rock», «Daniel», «Saturday Night’s Alright (For Fighting)», «Goodbye Yellow Brick Road, «Candle in the Wind», «Bennie and the Jets», «Don’t Go Breaking My Heart» (ese dúo con Kiki Dee imitando los grandes duetos de Soul de los sesenta), «Sorry Seems to Be the Hardest Word»…Ufff, sin palabras.

El problema es cuando llega el segundo disco de la recopilación. Aquí ya Elton John se acomoda. En los ochenta siguió con su ritmo de trabajo, ocho discos (casi nada), pero ya había un cierto acomodamiento. También tiraba de las teclas que funcionaban. Aunque comienza con «Song for Guy» de 1978, demostraba su talento con la «I’m Still Standing», «I Guess That’s Why They Call It the Blues» pero ya «Nikita» es una balada facilona. Funciona mucho mejor la muy azucarada «Sacrifice», todo un hit también, y cuelan la versión con George Michael de «Don’t Let the Sun Go Down on Me», siendo la original de 1974. El resto, destacar el «I Want Love», una canción épica y melancólica de 2001, pero poco más, con discos cada vez más intrascendentes y espaciados. Eso sí, también aparece «Circle of Life», otro éxito de la banda sonora de El Rey León (1994), compuesta junto a Tim Rice.

El tercer disco, pues lo dicho, aquí caben muchas canciones, colaboraciones fundamentalmente, algunas mejores, otras olvidables. Hay versiones del «Lucy in the Sky with Diamonds» (1974), la del «Pinball Wizard» por su aparición en Tommy (1975), e invitados e invitadas como Stevie Wonder, Gladys Knight, Dionne Warwick, Kiki Dee, Luciano Pavarotti, LeAnn Rimes…Se echa a faltar alguna canción del disco que hizo con Leon Russell, The Union (2010), o aquella versión discotequera del «Don’t Go Breaking My Heart» con RuPaul de su disco Duets (1993) que ya hemos comentado, que fue producida por Giorgio Moroder.

Es posible que buena parte de los prejuicios sobre Elton John se los haya ganado a pulso. Su hedonismo y extravagancia, sus caprichos y lujos desbocados, etc., no ayudaban. Frente a ello, ciertamente no ha parado nunca y el ritmo de discos publicados en los 70 y 80 era impresionante. De esta forma, no debemos olvidar una larga lista de canciones memorables. Sí, Diamonds es un recopilatorio con una portada horrible y hortera, una muestra de cómo evoluciona una carrera, pero también decenas de canciones brillantes e imperecederas. Por cierto, Diego A. Manrique ha publicado un fantástico artículo ayer sobre la autobiografía de Elton John, que se publica estos días. La teníamos en nuestra lista y su valoración es muy esclarecedora.

 

 

A quince años de «How to Dismantle an Atomic Bomb»

Se iniciaba el siglo cuando la banda irlandesa por antonomasía decidía recular en la deriva experimental de la anterior década y guarecerse en un proyecto que comportara menos riesgos. Cambiábamos el prefijo de los calendarios cuando U2 abandonaba la posmodernidad de ‘POP’ (1997) para abrazar de nuevo su sonido más clásico en ‘All that You Can’t Leave Behind’ (2000), pero no sería hasta cuatro años después cuando el cuarteto dublinés publicaría el que fuera definido en aquel momento (afirmación que podría mantenerse vigente a día de hoy) como su más firme apuesta por el rock. Se cumplen quince años del lanzamiento de ‘How to Dismantle an Atomic Bomb’, el decimoprimero y posiblemente el último gran disco de U2.

También mareantes sus cifras de ventas (diez millones de copias aproximadamente), al igual que los números de su gira Vértigo Tour (más de cuatro millones y medio de entradas vendidas), ni mucho menos supondría a nivel creativo lo que los grandes hitos de su carrera ‘The Joshua Tree’ (1987) y ‘Achtung Baby’ (1991), tampoco contenía sorpresas ni emblemas que añadir a su insaciable cartera de himnos, pero sí un listado sin apenas desperdicio de canciones llenas de un vigor sorprendente después de veinticinco intensos años de carrera. Soltado parte del lastre existencial de algunos de sus discos pasados y liberados de la exigencia innovadora de otros más recientes, los irlandeses habían vuelto a disfrutar componiendo y grabando su anterior disco y en este lo hacían de nuevo.

La manija de la producción la llevó el habitual de la banda Steve Lillywhite, aunque contó con diferentes colaboraciones como las de los ilustres Brian Eno y Daniel Lanois, Jacknife Lee y Flood o Chris Thomas entre otros. Con más guitarras, también con apreciables teclados a cargo de The Edge, y con la habitual eficiencia de Adam Clayton y Larry Mullen Jr a cargo de la sección rítmica, las letras de Bono incidían en algunos de los temas sociales, existenciales y personales que siempre le han obsesionado.

Vertigo, el sencillo de lanzamiento presentado el 24 de septiembre de 2004 (dos meses antes de la publicación del disco), era una clara declaración de sus intenciones, cargada de potentes guitarras que retrotraían en parte a sus inicios, con un riff y unos coros dispuestos para el apoteosis. En la misma línea pero más emocionante, Miracle Drug la sigue como una de las joyas ocultas del disco e incluye un muy brillante solo de guitarra como colofón. A continuación, y en memoria de su recientemente fallecido padre, Bono interpreta con intensidad Sometimes You Can’t Make It on Your Own, segundo sencillo que cuenta con un final desgarrador. Le sigue Love and Peace or Else, ligera concesión a la electrónica con ecos de Depeche Mode que coloca al frente a la sección rítmica y funcionaba muy bien en los directos.

Como tercer sencillo eligieron City of Blinding Lights, con unas guitarras que se miraban en ‘The Unforgettable Fire’ y ‘The Joshua Tree’ y unos característicos teclados también a cargo de The Edge y Bono. Un riff digno de Pete Townsend encabezaba All Because of You, la pieza de rock más clásico del álbum, tan sencilla como efectiva y con el constante acompañamiento vocal de The Edge. Como en otros discos, también hacían una concesión al soul con A Man and a Woman, un medio tiempo semiacústico protagonizado por el bajo de Adam Clayton antes de recargar la electricidad y potenciar los sintetizadores para Crumbs from Your Table, brillante pieza de rock intenso digna del ‘Achtung Baby’. One Step Closer, una balada de profundidad temática pero resultado un poco insulso, da paso al cuarto y último sencillo, la preciosa Original of the Species (abierta a múltiples interpretaciones aunque originalmente compuesta para la hija adolescente de The Edge), que contiene bellos arreglos orquestales y el mejor estribillo del disco. Yahweh retoma la temática religiosa para cerrar en la doble voz de Bono y The Edge.

Los irlandeses demostraban con estas canciones la efectividad de una fórmula que seguía funcionando después de una larga y azarosa trayectoria, y las defenderían con su habitual desmesura en los directos de una gira de casi dos años que pudimos disfrutar en el estadio Anoeta de San Sebastián en agosto del 2005 (con unos principiantes Kaiser Chiefs y Franz Ferdinand abriendo el espectáculo, ahí es nada).

En 2009 llegaría el probable peor disco de su carrera (‘No Line on the horizon’) antes del proyecto de sus dos últimas referencias (‘Songs of Innocence’ en 2014 y ‘Songs of Experience’ en 2017, bienintencionado el primero y más consistente el segundo) que les mantiene girando sin parar, como han hecho a lo largo de los casi cuarenta años de una carrera que empieza a acumular aniversarios que recuerdan la bonanza de tiempos pasados (no solo a ellos). Pero con ‘How to Dismantle an Atomic Bomb’, posiblemente su último trabajo desde la posición referencial que ocuparon durante tanto tiempo, acertaron de pleno con su cara más enérgica y entregaron un listado con merecimientos sobrados para integrarse en el legado principal de la banda.