A 20 años de ‘Ok Computer’

Cuando en 1992 Radiohead lanzaban Creep, sencillo de lanzamiento de su álbum de debut, no eran conscientes de que este primer éxito iba a estar a punto de sepultar su carrera. Estos cinco talentosos jóvenes del condado de Oxfordshire mostraban desde sus inicios una especial habilidad para congeniar con la juventud rebelde e insatisfecha de las islas británicas y con la que en Norteamérica cabeceaba al ritmo del grunge, que rápidamente les adoptaba para la causa, aunque les pillara un poco lejos. Ese primer disco (‘Pablo Honey’, 1993) podía haber supuesto, si ellos lo hubieran querido, el inicio de una carrera de éxito convencional, pero supieron reaccionar a tiempo y tomar las riendas de su extraordinario talento.

En ‘The Bends’ (1995) evidenciaban más aún su desarrollada sensibilidad y entregaban una obra cargada de emoción demostrando una madurez poco habitual para una banda de tan corta trayectoria, a la vez que seguían acumulando himnos (High And Dry, Street Spirit) y seguidores pero, a pesar de la indiscutible calidad de este trabajo cuya trascendencia también ha sido reconocida con el tiempo, no supuso la gran sacudida que terminara de desprender de su lomo las etiquetas que sus hits les habían ido colgando. Con apenas dos discos y un Ep (‘My Iron Lung’, 1994) ya habían demostrado estar por encima de la mayoría de las bandas de su generación y poseer una extraordinaria habilidad para componer piezas intensas y bellas con las que, dentro de los cánones tradicionales, habían afianzado un estilo reconocible. Habían conseguido mucho en poco tiempo, suficiente para saber que podían ir aún más allá.

Y a fe que lo hicieron; guiados por su ambición artística liberaron su instinto y se dejaron llevar. Y ese camino arriesgado que tomaron les llevó a construir una obra mayúscula que este año cumplirá veinte como si el tiempo no fuera con ella. El ‘Ok Computer’, primera colaboración con el productor Nigel Godrich (inseparables desde entonces) y presentado en junio del 97, se desvió de las coordenadas que les habían proporcionado el éxito y supuso un salto de calidad enorme que les convirtió en referencia de un montón de nuevas bandas y les granjeó el respeto que pretendían por encima, o además, del éxito para el que ya habían demostrado tener sobrada capacidad.

Hay conceptos que atraviesan y unifican fuertemente el álbum, como la alienación, el consumismo, la deshumanización o la incertidumbre, pero también es un disco de canciones, algunas de ellas excelsas, que por separado se alzan hasta convertirse en cimas de la música popular de las últimas décadas. Puede que las guitarras de la inicial Airbag recuerden en principio a las de ‘The Bends’, pero en su segunda parte ya se muestran rabiosas como preludio a Paranoid Android, primera parada para la posteridad, en la que se suceden el misticismo y la rabia. Con Paranoid Android, cuya versión inicial duraba quince minutos, se desmarcan de su pasado y desvelan las verdaderas intenciones del disco y de lo que será su carrera en adelante, las guitarras aún conservan su protagonismo, a la par de la voz de Yorke, pero se dejan llevar y comienzan a romper con la estrucutura tradicional de las canciones. Más dura, Subterranean Homesick Alien (en claro homenaje a Bob Dylan), también puede conectar con su anterior disco por la trabajada efectividad de las guitarras, pero en la clasicista y desesperanzada Exit Music (For A Film), desnudan su sonido antes de desatarse al final.

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El que debería haber sido segundo sencillo fue relegado a causa de un videoclip insatisfactorio, de esta forma Let Down quedó reservada a quienes se introducían de lleno en el universo del disco. Así es como te noqueaba la adictiva y complicada armonía de esta joya que por sí sola justificaría cualquier álbum y que, al igual que Creep, durante años se han negado a interpretar en directo (fue en julio de 2016 en el Madison Square Garden de Nueva York que la volvieron a tocar después de diez años). Finalmente el segundo sencillo fue Karma Police (había donde elegir), con protagonismo para el piano y la voz, y que les proporcionó una mayor presencia mediática ayudada por su angustioso videoclip. Tras Bitter Happier, arenga cibernética y apocalíptica, llega la crudeza rock de Electioneering, con un sonido más primario y una crítica más directa antes de recuperar el denso clasicismo en Climbing Up The Walls, muestra de intensidad que asciende sin aspavientos en la que Yorke arrastra las palabras hasta romper.

También la hermosa No Surprises (tercer sencillo) se ha instalado en la posteridad, su calidez y aparente inocencia esconden una insatisfacción que de nuevo se ve reflejada en un videoclip asfixiante. En Lucky reaparecen las guitarras con una sencillez que llevada por los coros y la distorsión alcanza momentos de gran emoción, al igual que el cierre con The Tourist, inicialmente pausado y de contundente colofón eléctrico.

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A la estela de este disco se arrimarían muchas bandas, sobre todo británicas (se me ocurren Coldplay, Travis, Muse, Elbow o Bloc Party), con mayor o menor habilidad y distinta fortuna, pero el quinteto de Oxford decidió que había culminado una etapa, que era el momento de explorar nuevos terrenos sonoros, y maniobraron con inteligencia para en lo sucesivo dirigir su carrera en total libertad, algo que el éxito de ‘Ok Computer’ podría haber comprometido de haber obedecido a los lógicos intereses de la industria.

Lo que vino después es otra historia: en el 2000 editarían Kid A y Amnesiac un año más tarde, y con ellos sí que se produciría una ruptura más evidente con el sonido que habían venido desarrollando, como si renegaran del éxito. Profundizarían en sus influencias jazzísticas y abrazarían la tecnología y la experimentación para seguir facturando grandes discos para una minoría que resultó mayor de lo esperado. De esta forma ‘Ok Computer’ parecía haber cerrado un ciclo para revelarse como una obra intemporal, una obra que hoy día conserva su vigencia, tanto temática como musical, y que por suerte sigue emocionando a quienes de vez en cuando regresamos a ella.

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