Arctic Monkeys, «Tranquility Base Hotel & Casino»

Pereza, mucha pereza la verdad me da meterme de lleno con el sexto trabajo de Arctic Monkeys, Tranquility Base Hotel & Casino. Hay mucho de lo que hablar con este trabajo de Alex Turner y compañía, bueno, casi de Alex Turner por sí mismo, nada que no hayan dicho en entrevistas de promoción y que no hubiesen advertido. Uno temía este disco por todo lo que le rodeaba. Primero, porque Arctic Monkeys es una de las grandes bandas de lo que llevamos del siglo XXI y, segundo, porque anunciaban que no era un disco como todo lo que habían hecho anteriormente, el último el exitoso AM en 2013. Parecía que les iba a tocar el turno del disco que sería cuestionado por la crítica, como le ocurrió el año pasado a Arcade Fire con su Everything Now, que con el tiempo se constató que fueron muy duros. Además, las imágenes de promoción, esa imagen que transmitían un tanto «pija», y también decadente que es algo que acompaña al disco, sugería que la cosa se complicaba. Tampoco ayudaba el leer que el disco precisaba de muchas escuchas, eso es una realidad. Pero no, la crítica no es que se haya rendido a este Tranquility Base Hotel & Casino pero no han ido «a saco». Poco podemos añadir, a Turner le regalaron un piano, entró en una especie de megalomanía y compuso estas canciones que podrían haber ido destinadas a un disco en solitario (o en todo caso de The Last Shadows Puppets, el proyecto de Turner con Miles Kane) , olvidándose prácticamente de las guitarras. El sonido tiene un punto ambiental y atmosférico que domina el conjunto, hay también en la forma de cantar de Turner una especie de hartazgo, juega con su voz como nunca, y las comparaciones fueron desde Bowie a Serge Gainsbourg. También tiran de muchos instrumentos diferentes a los habituales de su discografía para crear esa base ambiental y la sombra de compararlos, o a Turner, con otros crooners del ramo como Nick Cave o el propio Father John Misty. Sin embargo, no cabe duda que Turner es uno de los tipos más listos de la clase y tiene habilidad para componer grandes canciones, otra cosa es la textura que le quiera dar.

El comienzo, celebradísimo en general por la referencia a The Strokes en el primer verso, es para «Start Treatment», una canción muy atmosférica y autorreferencial, con un Turner fraseando y cambiando de tono de voz, destacando ese hartazgo o decadencia, incluso aburrimiento, al que aludíamos anteriormente. No abandona el fraseo en «One Point Perspective», con ese irritante sonido de fondo, aunque es un tema que tiene sus puntos interesantes. En «American Sports» adoptan un tono más oscuro, algo que repetirán en otros temas, con un tono de voz que contrasta con la instrumentación del tema, una canción más melódica y convincente en la que las guitarras se dejan ver. La canción que da título al disco, «Tranquility Base Hotel & Casino», me deja muy indiferente, es de las que menos me convencen, especialmente por ese tono decadente que comentábamos anteriormente. En «Golden Trucks» comienza a darse un fenómeno que se repetirá en otros temas, giros en la canción que le permiten ganar pulso, aunque también aquí apuestan por esa oscuridad. En «Four Out or Five» el sonido es más teatral pero es cierto que es una canción a la que aportan una épica y que le da un punto a favor tras varias escuchas, especialmente al final del tema.

La segunda parte va a ir en estos mismos derroteros. «The World’s Fist Ever Monster Truck Front Flip» te deja un tanto frío al comienzo pero luego levanta. En «Science Fiction» quieren apuntar algún sonido más endurecido pero es un espejismo, lo acaban llevando a terrenos más oscuros. Por su parte, «She Looks Like Fun» se acerca mucho a Cave, tiene un barroquismo por momentos excesivo pero, a cambio, da protagonismo a la batería, también en muy segundo plano en todo el disco, y a las guitarras. El final es para la teatralidad de «Batphone» y para un acercamiento a Gainsbourg en una interesante «The Ultracheese» con Turner jugando a crooner de nuevo y con un piano protagonista.

No sabemos qué habrán pensado Jamie Cook, Nick O’Malley y Matt Helders, el resto de integrantes de Arctic Monkeys, pero no cabe duda que Turner ha tenido que disfrutar en su autorreferencialidad y envolviéndose en sus dudas y contradicciones. Obviamente, aquí entramos en lo de siempre, todo artista tiene el derecho de hacer el disco que considere, faltaría más, y pueden cambiar de dirección. Queda por ver si esto es un paréntesis en la trayectoria de Arctic Monkeys o es una línea a seguir, yo apostaría por lo primero porque no me puedo creer que Turner adopte esta posición con treinta y dos años, aunque tampoco le vamos a pedir que sigan siendo esa banda que salió de Sheffield a mediados de la primera década del siglo XXI, por supuesto. A mí, personalmente, el disco me deja un tanto frío, no sé a qué carta quedarme, aunque también tengo claro que no consigo pillarle el punto. Y, ojo, insisto en que Turner sabe hacer buenas canciones.

 

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Antes de enviar el formulario:
Human test by Not Captcha

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.