Beck o la sorpresa continua

Es difícil mantenerse al margen del mercado cuando se posee un talento tan grande y personal como el de Beck Hansen. Tampoco debe de ser fácil entrar súbitamente en las listas de éxitos con un tema tan atípico como Loser después de haber peregrinado varios años hasta hacerse un hueco en las escenas underground de su Los Angeles natal y puntualmente de Nueva York e incluso por algunas capitales europeas. De hecho a Beck no le sentó demasiado bien ese brusco salto a la fama y temió que su carrera fuera sepultada por este primer y rotundo éxito, un Loser que coincidió con la efervescencia del grunge de principios de los noventa hasta el punto de confundirse y también beneficiarse de este movimiento con el que inicialmente compartía el desencanto e incluso la imagen, aunque musicalmente las coincidencias eran muy pocas.

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Lo cierto es que la música que atraía a Beck en sus inicios era el folk aunque su manera de interpretarlo fue bastante particular y paulatinamente se fue contaminando por una paleta de sonidos que abarcaban desde el hip hop hasta el jazz y añadiendo arreglos innovadores que dejaron claro que su propuesta era difícil de clasificar. Inicialmente se le encuadró en el anti-folk, movimiento que surgió en Nueva York con la intención de reavivar el folk americano, pero su vigencia fue mínima y la propuesta de Beck pronto extendió sus miras a otros muchos géneros.

Ya en Mellow Gold (1994), su primer trabajo para la entonces arriesgada productora de David Geffen, quedaba claro que no iba a ser fácil de etiquetar y tampoco de imitar. Su torrencial creatividad dio como resultado inspiradas combinaciones de estilos, siempre alrededor del folk, en las que reciclaba samples insospechados y creaba ritmos y efectos novedosos con lejanas referencias tradicionales. En este primer disco se alternaba la estructura clásica de algunas canciones con la absoluta falta de estructura de otras y ya se adivinaba la intención de evitar que el oyente se acomodara en nada de lo que hubiera escuchado antes. Eclipsados por Loser, convertido en una especia de himno para «perdedores» que (al igual que el Creep de Radiohead) amenazaba con interferir en el natural desarrollo de su prometedora carrera, el resto de los temas del disco pasaron desapercibidos a pesar de contener momentos brillantes que ya dejaban entrever por donde discurriría su personal manera de hacer música.

Pero el éxito no distrajo su trayectoria artística y Beck continuó innovando desde la libertad que le concedían en Geffen Records hasta presentar en 1996 Odelay, la que aún hoy es considerada una de sus obras más importantes. Las claves identificativas de este trabajo básicamente eran las mismas que en el anterior aunque se apreciaba un mayor cuidado en la producción, a cargo de los Dust Brothers, que le acercaba a los postulados del pop, aunque seguía manteniendo una cierta distancia. Conservó su hueco en las radios y televisiones comerciales, algo que en los noventa aún era posible para las propuestas de cierto riesgo, con canciones desenfadadas como Where it´s at, Devil´s Haircut o The New Pollution, y a la vez fue reconocido entre lo más destacado de la música alternativa (dos Grammys incluidos), al igual que con su disco de 1998 Mutations que también recibió el reconocimiento general aunque en menor medida. Mutations, que produjo él mismo junto Nigel Godrich, fue un disco más irregular al estar compuesto a partir de canciones que no habían encontrado sitio en sus dos primeros discos, pero contenía igualmente composiciones más que destacables, con menos contundencia y más melodía, si bien ninguna resultó tan exitosa como algunas de las incluidas en sus dos discos previos.

La productividad de Beck parecía inagotable y a finales de 1999 lanzaba Midnite Vultures, otra vuelta de tuerca a su eclecticismo musical que en esta ocassión se dirigía a las pistas de baile. Producido de nuevo por los Dust Brothers las influencias del funk y la electrónica lo desmarcaban de casi todo lo que había grabado hasta entonces y no venía sino a certificar su increíble habilidad para manejarse en los más diversos géneros. En esta ocasión las letras sonaban más irónicas y surrealistas que nunca y no parecían ser el preludio de la introspección que presidiría su siguiente trabajo, para muchos su obra magna.

El lanzamiento de Sea Change, presentado con cuatro portadas diferentes, se tuvo que retrasar hasta mediados de 2002 debido a la desgraciada coincidencia de la fecha prevista inicialmente con los atentados del 11 de septiembre. En él descubrimos un Beck hasta entonces inimaginable para la mayoría de sus seguidores fruto de una ruptura sentimental tras nueve años de relación. Reflexivo, sincero y sin rastro de ironía en sus melancólicas letras, volvió a apoyarse en Nigel Godrich para producir un disco intenso pese a su sonido fundamentalmente acústico, desnudo y de ritmo pesado que le daría sus máximas cotas de prestigio tras superar los riesgos iniciales que comportaba la que hasta la fecha ha sido su apuesta más personal.

En su afán por diferenciar cada uno de sus trabajos el músico angelino recuperó la alternancia de productores en 2005 para Güero, su sexto disco de estudio, y recurrió a los Dust Brothers con el objetivo de rememorar el sonido del ya lejano Odelay. Con mayores referencias sobre todo del rock (colaboración de Jack White incluida) pero también otras como la música latina, en Güero reaparecía el Beck más experimental y desenfadado cargado de ritmos pegadizos y originales. El disco fue lanzado en distintos formatos físicos y en versiones extendidas con remezclas y bonus tracks en un intento por diferenciarse también en los puntos de venta (la industria discográfica ya empezaba a tambalearse) y, aunque sin el entusiasmo de sus anteriores discos, fue bien recibido por la crítica y por el público. Algo parecido a lo que ocurriría con The Information, su séptimo álbum de estudio, editado en 2006 y producido de nuevo por Nigel Godrich junto a quien había compuesto algunos de los temas los cuales completó junto a otros que conservaba de los años post-Sea Change. De nuevo utilizó una presentación de lo más original al empaquetar junto al cd unas pegatinas con las que el comprador podía crear la portada a su gusto. Menos inspirado que otros trabajos, The Information es una versión más electrónica de su sonido pero, por primera vez, sin diferencias evidentes con respecto a su anterior disco a excepción de la trascendencia de unas letras inspiradas por el momento que atravaseba su país.

Con Modern Guilt (2008) Beck intentaba dar un giro a su sonido con la producción de Danger Mouse, joven productor que empezaba a ser reclamado por importantes bandas (en la actualidad produce lo nuevo de U2), junto a quien dotó al trabajo de un sonido menos pomposo y más retro influido por el rock y la psicodelia de los 60. Lanzado sin estridencias Modern Guilt alcanzó con mayor lentitud las cotas de éxito y reconocimiento de sus anteriores trabajos (nominación al Grammy al mejor álbum alternativo incluida) antes de abrir un largo lapso de casi seis años sin aparentes novedades, ya que son varios los proyectos en los que ha estado inmerso.

Entre ellos cabe destacar las colaboraciones en forma de singles con el sello de Jack White (Third Man Records) o el experimento en marcha denominado Record Club en el que junto a otros prestigiosos músicos graba en directo versiones de importantes álbumes de la música popular (The Velvet Underground, Leonard Cohen o INXS entre otros), además del excéntrico álbum denominado Song Reader que presentó en formato exclusivo de libro-partitura (y que llegó a tocar en directo arropado por una orquesta y junto a reconocidos colaboradores) del que no existe versión acústica por el momento. Todo ello hasta llegar al inminente lanzamiento de Morning Phase el próximo 25 de febrero tras seis años de esquiva y silenciosa actividad que sus seguidores esperamos rompa con la genialidad que tan bien ha sabido conservar a lo largo de toda su carrera.

 

 

 

 

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