Andrés Calamaro, «Honestidad brutal»

En 1997, Andrés Calamaro nos había regalado un gran disco, «Alta suciedad». Menos accesible que su etapa en Los Rodríguez, aquel trabajo no fue «nada» en comparación con lo que vendría después. Y es que, «Alta suciedad» sólo tenía 14 canciones. Menos de dos años después, en 1999, Andrés Calamaro publicaba «Honestidad brutal», y aquí el amigo se fue hasta las 37, un disco doble en una época en la que nadie hacía eso, ni ahora tampoco. Confieso que, en su primer momento, no le presté la atención debida. Sin motivo aparente, su primer single, «Te quiero igual», no me llamó mucho la atención, equivocadamente. Sin embargo, Andrés Calamaro se merecía el beneficio de la duda, y nos encontramos con uno de los mejores discos en lengua castellana de todos los tiempos. Parece imposible mantener un nivel tan elevado durante tantas canciones, muchas de ellos no dejan de llegarte al alma.

Sobre la gestación de este disco se ha comentado casi todo. Noches en vela grabando unas canciones urgentes, surgidas de una relación sentimental tormentosa de Calamaro, canciones que suponen una crónica de su estado y situación, con grandísimas letras. Con este disco, Calamaro acrecienta su leyenda maldita, su «personaje», que llevaría al extremo con el posterior «El salmón» (2000), un quíntuple disco con más de cien temas.

Pero estamos en «Honestidad brutal», repitiendo portada dylaniana, como en «Alta suciedad». Y en este disco se ven muchas influencias, pero prima el rock sobre todas las cosas. Es casi imposible elegir una canción, o un grupo de ellas. Todavía emocionan. Siempre fue mi favorita «La parte de adelante», con esa estrofa: «que más quisiera que pasar la vida entera, como estudiante el día de la primavera, siempre viajando en un asiento de primera, el comandante de tu balsa de madera». Pero son inolvidables casi todas: «Los aviones», «Aquellos besos», «Cuando te conocí», «Son las nueve», «Te quiero igual», «No son horas», «Con Abuelo», «Paloma», «Mi propia trampa»…en fin.

Calamaro hizo su obra cumbre como artista en solitario con la dupla «Alta suciedad»-«Honestidad brutal», especialmente con el segundo. Después llegaría el irregular y excesivo «El salmón» (2000), la desaparición y retiro hasta el disco «El cantante» (2004), compuesto en gran medida por versiones, y luego más discos donde Calamaro ha venido experimentando con nuevos ritmos y estilos, pero siempre con el rock en el punto de mira y siguiendo creando grandes canciones. Pero con «Honestidad brutal» fue muy honestamente brutal.

Andrés Calamaro y la Bersuit, «La parte de adelante» en directo, de su disco «El regreso» (2005)

The Black Crowes: «The Southern Harmony and Musical Companion» (1992)

En 1992, en plena eclosión del grunge, The Black Crowes eran un grupo que había debutado en 1990 con un gran disco, «Shake your money maker», que contaba con impresionantes canciones: «Jealous again», «Twice as hard», «She talks to angels» o la poderosa versión del «Hard to handle» de Otis Redding. En definitiva, dos dificultades ante el nuevo disco: ser un grupo a contracorriente, reivindicando el rock sureño y muy conectado con el blues, y superar un disco de debut imprescindible. Sin embargo, «The Southern Harmony and Musical Companion» lo consigue y se convierte en una obra maestra.

Pocos discos pueden presumir de empezar con dos canciones como «Sting me» y «Remedy», dos canciones que alcanzan la categoría de clásicos. Pero los demás temas no se quedan muy atrás: la enérgica «Hotel Illness», la maravillosa balada «Bad luck blue eyes goodbye», o las más que notables «Sometimes salvation» o «Thorn in my pride». En este disco, The Black Crowes profundizarían en algunas de las marcas de la casa, la presencia de excelentes coristas, reforzando a Chris Robinson, así como la del órgano, debutando en este disco Eddie Hawrysch, que se convirtió en uno de los miembros más estables y emblemáticos de la banda hasta su expulsión en 2006.

Sin duda, aquella fue la cima creativa de The Black Crowes. Su trayectoria posterior, notable pero irregular, ha estado jalonada por los conflictos entre los hermanos Chris y Rich Robinson, los numerosos cambios en la formación (un proceso muy complicado de seguir) y el anuncio de su retirada en la actualidad. Pero The Black Crowes, y especialmente sus dos primeros discos, están en una posición privilegiada para lo que seguimos el rock americano. Vuelvo frecuentamente a «The Southern Harmony and Musical Companion», uno de mis discos favoritos de todos los tiempos, que no ha envejecido nada mal, al contrario.