«The Dirt» o los excesos de Mötley Crüe

Netflix ha estrenado el biopic de la banda angelina Mötley Crüe, clásicos del Rock and Roll y Heavy Metal ochentero y uno de los máximos exponentes del lema «sex, drugs and Rock and Roll» con una carrera de destrucción y autodestrucción que contaron en sus memorias, The Dirt. Confessions of the World’s Most Notorious Rock Band (2001) y aquí tituladas Los trapos sucios y publicada por Es Pop. Escrita por Nikki Sixx, Mick Mars, Vince Neil y Tommy Lee, junto a Neil Strauss. Es en ese libro en el que se basa el biopic de Netflix, una película que no pasará a la Historia del cine pero que se deja ver, aunque también con sus momentos, algo habitual con las películas basadas en grupos musicales y artistas del Rock y el Pop. Eso sí, si el objetivo era transmitir el descontrol de Mötley Crüe, está más que conseguido con unos excesos que seguramente se quedan cortos para lo que tuvo que ser aquello. Sin grandes nombres conocidos en el reparto, hay que reconocer que los cuatro protagonistas se caracterizan perfectamente como los integrantes de la formación. Uno de los aciertos narrativos también es la primera persona compartida entre los cuatro miembros de la banda, aunque el protagonismo caiga en Sixx y, en menor medida, en Tommy Lee, además de los comentarios de otros personajes secundarios.

La película se puede dividir en las tres partes de turno de esta clase de películas. La primera, la más interesante, ahonda en los inicios de la banda, con una breve referencia a los diferentes orígenes familiares de Sixx y Lee, ahí quedan más desdibujados Mars y Neil. Cómo se crea la banda, la elección del nombre, primeros conciertos y el ambiente de Los Ángeles en esos primeros años de los 80, quedan reflejados y ahí ya comienza el desfase de Sixx, Lee, Simon y Neil. La segunda parte corresponde al éxito, aupados por la MTV y el paso de los locales angelinos a los grandes estadios y a las ventas millonarias. Aquí ya el desfase se desmadra con momentos como la fiesta en la que a David Lee Roth (Van Halen) se le cae un espejo encima, o la ya mitificada escena de Ozzy Osbourne esnifando hormigas. Es en esos momentos cuando aparece también el accidente de coche de Vince Neil que le cuesta la vida a Razzle de los Hanoi Rocks y cuando los Crüe comienzan procesos de desintoxicación tras el «falso fallecimiento» de Sixx por sobredosis. Con Dr. Feelgood (1989) llegarán a lo más alto pero es una escena que comenzará a ir cuesta abajo con el Grunge, al que no se hace referencia. Sin embargo, las tensiones internas de la banda ya dejan ver la crisis que vendrá con la salida de Vince Neil en 1992, sustituido por  John Corabi.

La tercera parte, típica también en estos casos, es el de la redención. Es la más floja de la película, muy atropellada, situando como punto de inflexión el fallecimiento de la hija de Neil por enfermedad. La reunión de la formación original con Neil en 1996 cierra la película, dejando de lado el resto de los años de historia de Mötley Crüe, años en los que también hubo un periodo en el que no estuvo Tommy Lee.

En definitiva, una película muy para fans de la banda y de aquel Heavy Metal de los 80. Obviamente, con esa estructura de auge-caída-redención, se produce una reivindicación de la formación. Canciones y vídeos que igual ahora no tendrían cabida, pero no cabe duda que Mötley Crüe, junto a Van Halen y compañía, fueron bandas tremendas de los ochenta. En la segunda mitad llegaron Guns N’ Roses para, desde premisas no muy alejadas, poner todo aquello patas arriba y, luego, el Grunge los barrió. Por cierto, en la película, ¿alguien ha contado cuántos minutos no aparece Mars con una botella en la mano?

«Bohemian Rhapsody» o una hagiografía de Queen y Freddie Mercury

Las salas de cine se están llenando para ver el biopic de Freddie Mercury y Queen, titulada como no podía ser de otra manera como Bohemian Rhapsody, uno de sus clásicos y una canción que les define. Hablar de Queen, como hemos hecho en otras ocasiones, es hacerlo de una banda que perdió casi todo su capital simbólico a partir de la segunda mitad de los noventa. Queen nunca contaron con el beneplácito de buena parte de la crítica y representaron buena parte de los peores clichés del Rock y el Pop de estadio. Pero, por otra parte, Queen tienen mucho mérito, grandes canciones, buenos discos en los setenta y un sentido del espectáculo incontestable. Vale, no vamos a defender canciones como «Radio Ga Ga» y su tremendismo y barroquismo podían llegar a agobiarte (aunque mucho menos que alumnos aventajados como Muse). Sin embargo, negar el impacto de Queen en la cultura popular también es un error. Queen son una banda que traspasa las generaciones y, para los que nos socializamos en los ochenta y noventa, cuando éramos niños y adolescentes, hay imágenes que están vinculadas a Queen: sus vídeos (¿quién no recuerda «I Want to Break Free»), la famosa intervención en el Live Aid en 1985, el directo en Wembley, el impacto de la muerte de Freddie Mercury y el grandísimo concierto de homenaje meses después de nuevo en Wembley con Metallica, Guns ‘N’ Rose, Def Leppard, David Bowie, Elton John, George Michael, Roger Daltrey, Robert Plant, Tony Iommy, Annie Lennox, etc. (ni sé las veces que vería aquel concierto en aquellas cintas de VHS, además de hacerlo en directo, porque fue retransmitido por La2 y el locutor llamaba a Axl Rose Al Rose, pero esa es otra historia). Vale, luego sus canciones han sido machacadísimas y Brian May y Roger Taylor se han dedicado en estas décadas a explotar el legado de Queen, John Deacon se bajó del barco muy pronto. Al final, la relación con Queen es de amor – odio pero acabas disfrutando de «Under Pressure», «Bohemian Rhapsody», «Don’t Stop Me Know», «We Will Rock You», «Innuendo», «Somebody to Love», «Another One Bites the Dust», etc…pero no de «Radio Ga Ga».

Quería ver Bohemian Rhapsody, un retorno a la adolescencia sin duda alguna, una película que superaba las dos horas y que no había estado exenta de polémica con su director, el reputado Bryan Singer que no llegó a acabarla aunque la firma. La película tiene cosas buenas, es muy entretenida, si te gusta Queen todo te lo sabes y no hay sorpresas que valgan. También hay que destacar cómo emplea las canciones y el momento de situarlas. La interpretación de Rami Malek como Freddie Mercury está muy conseguida, un papel complicadísimo como todo lo que sea interpretar a un artista de ese calibre, y el final con la recreación de su mítica actuación en el Live Aid (aunque lo mejor habría sido poner la original para captar el momento) es muy emotivo. Pero, la película no deja de ser una hagiografía en toda regla, muy pulida y «blanqueda». Las enormes contradicciones de la vida de Mercury se apuntan sutilmente, debieron pensar que ya nos lo sabemos y que vale con mostrar dos o tres pinceladas que nos recuerden su vida. No aparecen sus fracasos y bajos niveles creativos, que hay bastantes, o situaciones muy controvertidas como sus actuaciones en la Sudáfrica del apartheid, de hecho el Live Aid les rehabilitó en ese sentido. Pero donde la película falla, e igual es un indicador del tipo de cine que tenemos, es en un guión un tanto deslabazado que va mostrando escenas de la vida de Mercury y Queen. Vale, dos horas y pico no dan para mucho más, pero por momentos hay saltos que, bueno, quedan un poco así. También la historia se resiente en el tratamiento del resto de integrantes de Queen, si May, Taylor y Deacon han aceptado esto es para hacérselo mirar (los actores están bien y destacan el mimestimo que alcanzan con los originales en sus actuaciones), y algunas escenas casi son sonrojantes. Y lo mismo se puede decir del papel que juega el ayudante y amante de Mercury, Paul Prenter, que es un «villano» estereotipado. Tampoco convence la explicación de la relación entre Mercury y Mary Austin, su novia en los setenta, amiga hasta el final y heredera, bien interpretado por Gwilym Lee.

Todas estas limitaciones no restan valor a un rato entretenido en el cine, una vuelta a la adolescencia cuando Queen nos parecía lo más, junto al peso de la nostalgia correspondiente. El final, con la ya señalada recreación de la actuación del Live Aid, es un gran cierre para uno de los grandes momentos de Queen y Mercury, aunque se dejan los restantes seis años hasta su fallecimiento cuando todavía sacarían The Miracle (1989) y el crepuscular, barroco y definitorio Innuendo (1991) con un Mercury ya en fase terminal. Miramos desde hace mucho tiempo a Queen con un cierto desdén pero no está de más recordar las cosas buenas que hicieron, no fueron pocas. Aquí, mientras tanto, nos quedamos con el Live Aid original, el que tendrían que haber puesto en la película (y con todas las canciones que tocan).

El buen gusto o la música en The Sopranos

51n491X2ziLSoy fan de Breaking Bad, me pareció un lujo, una barbaridad, algo de otra dimensión. Y la primera temporada de True Detective, con la ventaja de sus ocho capítulos, es otra maravilla. No vi Mad Men, ni tampoco The Wire, no había tiempo, pero las veré. Sin embargo, para mí, como para otros muchos y muchas, The Sopranos es LA SERIE. Fueron 86 episodios repartidos en seis temporadas, de 1999 a 2007, una barbaridad, que me hizo mantener el abono al Canal + de entonces para disfrutar de una de las grandes obras de la televisión de todos los tiempos. A estas alturas, reivindicar The Sopranos no es necesario, ese drama sobre el mundo de una mafia Serie B, que partía de los tópicos y lugares comunes sobre el tema para, en varias vueltas de tuerca, ahondar en las relaciones familiares e interpersonales, además de ese epicentro que suponía la depresión de Tony Soprano, una interpretación sublime del recordado James Gandolfini, que se confundiría con el personaje. Creada por David Chase, pronto se convirtió en el buque insignia de la HBO, y los personajes y las historias se iban complejizando, siendo capaces de sentirnos hipnotizados por unos protagonistas que no daban lugar a la sutileza. Desde la demencial familia de Tony, instalada en una doble moral, con Carmela Soprano (Edie Falco) a la cabeza, sus dos hijos Meadow (Jamie – Lynn Singler) y Anthony Jr. (Robert Iler), que tenían lo suyo, pasando por ese papel demoledor de la madre de Tony, Livia (Nancy Marchand), que en las primeras temporadas fue capital hasta el fallecimiento de Marchand, sin olvidar otro de los personajes más tremendos como era el tío Corrado ‘Junior’ Soprano (Dominic Chinese), hasta el grupo de mafiosos que conformaban la gente de Tony. Y es que ellos eran también para darles de comer aparte, comenzando por el primo Christopher Moltisanti (Michael Imperioli), y siguiendo por Sal ‘Big Pussy’ Bonpensiero (Vicent Pastore), Silvio Dante (Steven Van Zandt) y Paul Gualtieri (Tony Sirico). Y para tratar de explicar todo ello en medio de la depresión, Tony acude a la doctora Jennifer Melfi (Lorraine Braco), una psicóloga con también muchas aristas. No voy a profundizar, sería inabarcable, todo el mundo recuerda el controvertido final con ese fundido en negro, con la canción de Journey sonando en el restaurante, ‘Don’ t Stop Believin», pero quería retomar la Banda Sonora de esta mítica serie, donde la música contaba con un papel fundamental, y es que estando también ahí Steven Van Zandt no podía ser de otra manera.

Casi todos los capítulos de la serie se cerraban con un tema, una canción diferente, abarcando todo tipo de estilos, te quedabas a ver los títulos de crédito por ello. Hubo de todo, como en la serie, que también hacía un uso de la música muy acertado. La serie contó con la publicación de dos discos, un primero el que nos ocupa en 1999, y otro doble en 2001. Y en ellos había, sobre todo, mucho Rock And Roll clásico, temas imbatibles, que encajaban como un guante en lo que quería transmitir la serie. Pero el inicio se lo llevó una canción de un grupo desconocido, cuya mayor hito sería precisamente este, como era el ‘Woke Up This Morning’ de Alabama 3, la música de la cabecera, que sonó durante toda la serie, con ese icónico recorrido que hacía Tony al volante por New Jersey, un comienzo que sería ‘marca de la casa’ y que no podías dejar de ver, mostrando un New Jersey ‘cutre’. Una canción tremenda y adictiva, como la propia serie, para una cabecera que ya es historia:

En la banda sonora, le seguía un poderoso Blues a cargo de un veteranísimo R.L. Burnside, ‘It’s Bad You Know’, y le daba paso a una de las canciones más tristes de Sinatra, que encajaba con el estado depresivo de Tony, la clásica ‘It Was a Very Good Year’, nada más que añadir. Luego aparecía Bob Dylan con ‘Gotta Serve Somebody’, un tema de 1979. Y una de mis canciones favoritas es ‘Inside of Me’, del grupo de Van Zandt Little Steven & The Disciples of Soul, una canción festiva que nos muestra el talento del bueno de Steve, casi siempre en un segundo plano como escudero de Springsteen. Dos temas muy potentes, representativos del R&B de los sesenta, como son el ‘I Feel Free0’ de Cream y el ‘Mystic Eyes’ de Them, con Van Morrison dando muestras de su poderío, para dar paso a un Springsteen, que tampoco podía faltar, con ‘State Trooper’, un tema oscuro del Nebraska. Y los clásicos se suceden, con el ‘I’m a Man’ de Bo Diddley, el ‘Complicated Shadows’ de Elvis Costello & The Attractions y ‘The Beast in Me’ de Nick Lowe, un apropiadísimo tema que cerraba el capítulo piloto. Finalizaba el disco con la contundente ‘Viking’ de Los Lobos y con dos temas más disonantes en el disco, ‘Blood is Thicker Than Water’, de Wyclef Jean con G&B, una canción que era una breve muestra de la diversidad musical que acometería la serie, y una canción de los Eurythmics más crepusculares, ‘I’ve Tried Everything’, otra letra ilustrativa de la situación en que se encontraba Tony.

Suelo escuchar de vez en cuando este disco, una de las mejores bandas sonoras que yo haya visto. Como decíamos, muchos de estos temas son clásicos, pero tanto el conjunto como la evocación de la serie donde se enmarcaban, es lo que les da ese valor. No es una mera sucesión de canciones, no, es algo mucho más grande, como lo fue The Sopranos, a los que he prometido volver algún día, cuando tenga tiempo, sentarme a disfrutar de nuevo de esa tragedia griega, recordar sus historias, descubrir matices que se quedaron en el tintero, algún día.