El poderío de Muse y la clase de Ben Harper en Lisboa

11209445_10152821948066517_5868840962296687371_nPaseo Marítimo de Algés, Lisboa, NOS Alive, 9 de julio de 2015

Llegábamos a Lisboa a participar en un congreso de Sociología de la Educación y, por esas cosas, nos vimos en el Festival NOS Alive de la capital portuguesa, un evento con un cartel prácticamente parejo al BBK Live bilbaíno. Con la entrada del 9 de julio cogida hace bastantes semanas, no en vano se agotaron, lo que más me motivaba del festival no eran los grandes cabezas de cartel, Muse, sino ver a Ben Harper & The Innocent Criminals, además de disfrutar de unas horas de buena música. El NOS Alive es otro gran festival con decenas de miles de personas en la desembocadura del Tajo, un festival que, como tantos otros, en los que parece que la música queda en un lugar secundario. Acontecimiento social más que otra cosa, la liturgia asociada al mundo del Rock & Roll se va quedando atrás, y mas cuando entre los cabezas de cartel está un grupo tan masivo como Muse, de los que luego hablaré.

Llegar al NOS Alive en un típico tranvía lisboeta es algo delicioso, pero angustiante si estás mirando el reloj para alcanzar a ver a Ben Harper. Afortunadamente, y en un festival muy bien organizado, alcanzamos el recinto justo a tiempo para ver a Ben & Innocent Criminals. Viniendo como veníamos de las altas temperaturas españolas, se agradecía la brisa y el viento en el NOS, lo que hizo que en menos de cinco minutos ya nos hubiésemos puesto un jersey. A pesar de llegar justo, pudimos avanzar bastante para ver de cerca a Ben Harper, lo que nos indica a lo que estaba bastante gente. Harper, un hombre al que admiramos aquí, ha reunido de nuevo a su banda más mítica, The Innocent Criminals, con los que está grabando nuevo material, cosa que no hacía desde Lifeline (07). Harper tiene una gran colección de canciones, algunas muy destacables, pero no era el lugar para algunas de ellas, especialmente las más íntimas. Y eso que su inicio no podía ser otro que la contundente ‘Glory & Consequence’, una explosión como muestra en el sobresaliente directo Life From Mars (01). Luego, Harper y su banda fueron desgranando canciones de sus discos de los 90 y de los publicados en solitario, especialmente el más exitoso Diamonds on the Inside (03). Por allí cayeron la potente ‘Ground on Down’, la simpática ‘Steal My Kisses’, la celebrada ‘Diamonds on the Inside’, la reggae y muy coreada ‘With My Own Two Hands’, la espiritual ‘Amen Omen’, ‘Burn One Down’ en la que se lució el percusionista Leon Mobley, y sonando impactante cerraron con ‘Better Way’. Un buen concierto que supo a muy poco, en un escenario muy limitado, mientras que un poco comunicativo Harper hacía gala de guitarras, como el slide y el lap steel guitar, que le han dado a su sonido de siempre un matiz característico. Convencieron Ben Harper & The Innocent Criminals, no esperábamos menos de ellos, pero se echaron en falta otros temas más contundentes como ‘Faded’, ‘Excuse me Mr.’, etc.

El NOS Alive carecía de un gran segundo escenario, por lo que los grandes nombres se concentraban en el principal. En una carpa siguieron a Harper un grupo electrónico de New Wave, Metronomy, que contaban con seguidores, aunque la gran mayoría del público estaba haciendo cola para cenar. Luego llegó otro plato fuerte del día, los británicos Alt-J, una de las bandas mimadas por la crítica, pero que no nos convencieron con su propuesta atmosférica-ambiental, con toques electrónicos y de art rock. Nos dejaron muy fríos y nos fuimos a dar una vuelta por el festival donde ya se detectaban los nervios por lo que tenía que venir.

Muse es una de las bandas más grandes de la última década, eso no lo ponemos en duda. Desde el destacado Absolution (03), han ido ganando en popularidad con discos en los que han potenciado la épica y el barroquismo, en algunos casos hasta límites insospechados. Esto los ha colocado en una posición de privilegio, convirtiéndose en los sucesores de U2 como grandes iconos del Rock de estadios, superando a unos erráticos y perdidos Coldplay, con unos montajes galácticos. Con su nuevo disco, Drones, dicen haber vuelto a sus orígenes como banda de Rock, quitándose capas de electricidad, aunque el disco ha dividido a la crítica. Dicho todo esto, yo no soy fan de Muse, tenía curiosidad por verlos, pero si no hubiese tocado Ben Harper dudo mucho de mi presencia en un concierto de Muse. No les quito mérito, y sé que algunos amigos se sorprenden de que no me apasionen Muse, pero es que desde Absolution…Eso sí, el raro era yo, porque allí había muchísima gente entregadísima, y eso me daba envidia sana.

Y no vamos a negar la pericia de Matthew Bellamy a la guitarra, y el poderío de Christopher Wostenholme al bajo y de Dominic Howard en la batería, apoyados por un músico más, y con una puesta en escena más austera que la de las anteriores giras. Ni su musculatura ni su actitud, porque darlo, lo dieron todo, con Bellamy corriendo de lado a lado y sacando esos sonidos a su guitarra que, a mí, me ponen un poco nervioso. Y eso que la cosa comenzó bien con su nuevo single ‘Psycho’, muy rockero, el clásico ‘Supermassive Black Hole’, y la nueva ‘The Handler’, donde Bellamy tiraba de falsete, una constante, para llegar al ‘Plug in Baby’ de sus inicios. El público ya estaba en éxtasis y totalmente entregado. Luego la cosa fue cayendo un poco, a pesar de ‘Hysteria’ que sonó brutal, y tuvimos una amplia jam de bajo y batería, casi nada, mientras Bellamy iba a recuperarse de tanto falsete y tanta carrera. Con referencias más electrónicas procedentes de The 2nd Law (12), muy coreada ‘Madness’, me fui quedando más frío, mientras desparramaban con ‘Supremacy’. Luego siguieron, entre otras, ‘Starlight’, ‘Time Is Running Out’, ‘Uprising’ y cerraron con ‘Knights of Cydonia’, pero para ese momento estábamos en un taxi camino del hotel, un taxista que nos llevó en menos de siete minutos casi al centro de Lisboa a una velocidad de 140 kilómetros por hora por momentos donde marcaba a 80, y no huyendo de Muse, que ofrecieron lo que se esperaba de ellos, épica y barroquismo a partes iguales, para un público entregado, pero que a mí me agotó.

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