Radiohead, ‘A Moon Shaped Pool’

xlda790-radioheadPocos grupos son capaces de despertar tal expectación ante un nuevo lanzamiento y pocas trayectorias justifican esa expectación como la de Radiohead, a pesar de sus tenaces intentos por despistar a la industria evitando los habituales cauces de promoción. Una vez más, y en apenas una semana (entre el 1 y el 8 de mayo), se sucedieron el anuncio de dos nuevos temas y el lanzamiento en formato digital de este ‘A Moon Shaped Pool’ que ponía fin a cinco años de silencio del quinteto inglés.

Fue tan grande el impacto de su sonido de finales de los noventa y tan ancho el área de expansión de su música que no han vuelto a necesitar hasta ahora de nuevas maniobras de innovación. Son tantas las posibilidades abiertas por sus trabajos post-Ok Computer que han sido capaces de exprimirlas y expandirlas sin llegar a agotar un sonido que, más allá de gustos particulares, nadie ha sido capaz de imitar por más que hayan intentado seguir su estela.

En sus nuevas composiciones conservan su característico pulso emocional al que añaden un mayor protagonismo de las orquestaciones por encima de la electrónica lo que, unido a las intensas interpretaciones vocales de Thom Yorke, da como resultado un sonido más orgánico y una mayor sensación de dramatismo. En la línea de sus últimos trabajos, quizás un punto por debajo en el nivel de complejidad, han dejado de sorprender pero no de emocionar y se mantienen como inevitable referencia musical e insospechados líderes de ventas.

Presentan el álbum las bellas y persistentes cuerdas del que fuera su sorpresivo primer sencillo ‘Burn The Witch’ a la que seguiría la menos novedosa ‘Daydreaming’, que crece sobre el protagonismo de un sentimental piano y la sensibilidad vocal de Yorke. A continuación introducen las guitarras, aproximándose al jazz en ‘Decks Dark’ y al folk en la más acústica ‘Desert Island Disk’. ‘Ful Stop’ retoma la electrónica y va creciendo hasta los bonitos trenzados de guitarras y voces de su parte final, le sigue la delicada ‘Glass Eyes’, apenas vestida con piano y sección de cuerda. Suenan más rítmicos y bailables en ‘Identikit’, que contiene un destacado solo final de guitarra, y en la más atmosférica ‘The Numbers’, guiada por el insistente bajo hasta unos bellos arreglos orquestales. Recuperan con suavidad la guitarra en ‘Present Tense’ y la electrónica en ‘Tinker Tailor Soldier Sailor Rich Man Poor Man Beggar Man Thief’, que gana cuerpo a medida que va introduciendo los teclados, el bajo y la batería además de la orquesta. El íntimo cierre lo pone la reinterpretación de la preciosa ‘True Love Waits’, ya conocida por sus fans al estar incluída en acústico en el directo ‘I Might Be Wrong’ (2001), que no desmerece aunque tampoco mejora a la original.

Conservan intacta su incuestionable calidad artística los de Oxford que, aunque algo menos experimentales de lo que nos tienen acostumbrados, entregan en este regreso otro conjunto de grandes canciones que bastan para satisfacer las enormes expectativas creadas después de tan largo silencio.

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