Richard Hawley, ‘Hollow Meadows’

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Cuando se tiene tanto talento para escribir canciones y semejante habilidad para vestirlas, como es el caso de Richard Hawley, no es necesario trasladarse a Los Ángeles ni rebuscar en la posmodernidad para sorprender cada vez que te cuelgas la guitarra al hombro. De hecho la impresión que dan estas canciones, y el conjunto de su ya extensa carrera, es la de que no hubieran sido posibles lejos de su Sheffield natal y que una mayor disponibilidad de medios les hubiera restado parte de su valor.

Son ya siete los discos en solitario de Hawley y en todos ha sorprendido sin necesidad de variar su propuesta, si acaso en su anterior trabajo Standing In The Sky’s Edge se distrajo con la psicodelia, pero su fuerte personalidad siempre ha predominado. Después de tres años retoma en Hollow Meadows el elegante pop clásico al que nos tiene acostumbrados con un puñado de variadas canciones que encandilan sin salirse del tiesto. Arropada con delicadeza su cada vez más cavernosa voz, el sonido que resulta vuelve a ser cálido y natural.

El disco lo abre la elegante I Still Want You que ya presenta unos preciosos arreglos orquestales, a la que sigue el discreto aire oriental de The World Looks Down. Destaca en el conjunto la animada pieza pop Which Way, con bonitos coros incluídos, y que desde aquí proponemos para la próxima peli de James Bond. Serenade Of Blue y Nothing Like A Friend son dos sencillas baladas con protagonismo para la voz, y en medio la optimista Long Time Down, cuya apertura nos recuerda la sabiduría de Hawley a las cuerdas. También son preciosas las cuerdas de Sometimes I Feel, animada en sus bajas revoluciones y con una destacada psicodelia final. Abre el piano la lograda pieza clásica que es Tuesday pm, a la que sigue una ascendente ración de psicodelia pesada en Welcome The Sun. Heart Of Oak es puro rock de etiqueta, pleno de ritmo, y What Love Means pone el melancólico colofón acompañado casi en exclusiva de la guitarra.

Once canciones variadas pero reconocibles que nos devuelven el temple y el buen gusto de uno de los mejores músicos británicos de la actualidad; una nueva delicada colección de momentos y paisajes que Hawley recrea con su cálida y, al parecer, inagotable maestría.

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