William Tyler, «Goes West»

Solo notas, nada de palabras. Solo instrumentos, nada de voz. Así se expresa este hábil guitarrista originario de Nashville que vuelve a conquistarnos con un cuarto trabajo (tercero en Merge) en el que avanza un paso para abrazar los estándares folk-pop con más canciones y más cortas. También más ritmo e igual calidez en este viaje junto a unos compañeros de campanillas entre los que se cuentan Brad Cook (a la vez productor junto a Tucker Martine), Griffin Goldsmith (batería de Dawes) o los guitarristas Meg Duffy y Bill Frisell para organizar un auténtico festín de las seis cuerdas.

Una delicia dejarse llevar de nuevo por las sugerentes composiciones de este antiguo miembro de Lambchop y habitual en las grabaciones de Hiss Golden Messenger, que regresa dos años y medio después de aquel «Modern Country» con el que nos transportaba a través de las tierras del sur de sus EE.UU. Parecido objetivo parece perseguir en este nuevo trabajo concebido en California, si acaso algo más rítmico y ligero, de mayor frescura y menor intensidad en general, para alcanzar una transmisión tan sosegada como la que obtenía en los anteriores.

Presenta la banda al completo desde la apertura con la delicada y variada Alpine Star para animarse a continuación a base de ritmo y baile sosegado en Fail Safe. Aparece la profundidad en la atmosférica Not in Our Stars y continúa con la sencilla calidez de Call Me When I’m Breathing Again y la calma rítmica de Eventual Surrender. Rebecca es preciosa, un abrazo placentero de polvo y sol, y Venus in Aquarius adopta un ritmo de suave marcialidad que va ascendiendo con la batería al frente. Se atenúa la percusión en la más fluida y suave Virginia Is for Loners, tras la que la relajada combinación de guitarras de Man in a Hurry da paso al vibrante cierre con Our Lady of the Desert, que crece y se apresura hasta, superadas diez paradas y casi treyntayocho minutos de trayecto, llegar a destino.

Una acogedora puerta de acceso a la Norteamérica más cálida, una muestra del espíritu que te asalta ante su inmensidad, una obra transmisora de armonía; en definitiva compañía de la mejor para dejarse llevar a través de cualquier páramo. Sin duda es una gran noticia la aparición de discos como este de vez en cuando para saborearlos sin prisa, tan grande como la virtud y tenacidad de este guitarrista que con este trabajo ya acumula una producción más que admirable.