Bob Dylan, «The Bootleg Series Vol. 15: Travelin’ Thru, 1967-1969»

Bob Dylan no para nunca, y no nos referimos a la gira que lleva a cabo desde hace años, sino a la publicación de materiales. Además de discos recientes donde explora el cancionero norteamericano, son esperados sus Bootlegs que cumplen con la cita de forma puntual, prácticamente anual. Jugosos y maravillosas publicaciones que, en función del periodo y etapa de Dylan que cubren, pueden ser más o menos relevantes. Para los seguidores y seguidoras más fieles de Dylan, una obligación prácticamente. Para el resto, pues algunos muestran más interés que otros. Yo reconozco que me fijé en estas publicaciones hace relativamente poco, y que he disfrutado con algunas de ellas como las de Trouble No More (2017) o The Basement Tapes (2014). Sí, ya sé, son muchas más y me dejo en el tintero joyas. Le llega el turno a la etapa de Bob Dylan a finales de los sesenta cuando, sorprendiendo a propios y extraños, marchó para Nashville de nuevo, ya estuvo ahí con Blonde on Blonde, para grabar dos discos de raíces más Country como fueron John Wesley Harding (1967) y Nashville Skyline (1969). Dylan, inquieto y escurridizo como siempre, venía de un periodo fabuloso, había enlazado Bringing It All Back Home (1965), Highway 61 Revisited (1965) y Blonde on Blonde (1966). Sobran las palabras. Se había ido a Woodstock, tenido su mítico accidente de moto y grabado con The Band…Como decimos, casi nada. El viaje a Nashville supone una vuelta de tuerca más en la trayectoria de Dylan, un momento en el que buceará en el Country y en los sonidos de raíces, aunque sin perder su esencia. Además, son canciones más sencillas, con bases instrumentales más acústicas y minimalistas y en las que se aprecia una cierta vuelta a la espiritualidad que, una década después, desarrollaría en profundidad en su «etapa cristiana». Uno de los aspectos más destacados de todo este periodo es el cambio en la voz de Dylan, apreciable claramente Nashville Skyline. No me quiero imaginar la cara de sus seguidores y seguidoras en su momento, aunque no duraría mucho en ese registro.

Pero si hay un aspecto clave en esta entrega de los Bootlegs es la presencia de todo un icono como Johnny Cash. De sobra es conocida la relación entre ambos y la admiración que se profesaban. De hecho, la sobriedad de la propuesta de Dylan bebe directamente de Cash, incluso en las imágenes del disco. Dylan está con una guitarra acústica, viste traje, su pelo está más corto, etc. De esta forma, el «featuring Johnny Cash» de la portada es una llamada, y es que lo más interesante de los tres discos aquí presentados son las colaboraciones con Cash, especialmente el segundo disco que nos muestra algunas muestras de ese trabajo conjunto que no cristalizó en un disco conjunto.

El primer CD del bootleg nos trae tomas alternativas de canciones de John Wesley Harding Nashville Skyline, más pensadas para los seguidores más destacados de Dylan donde destacan el sonido de «All Along the Watchtower»; el sonido más Folk de «As I Went Out One Morning»; «I Threw It All Away», para mí de lo mejor de este primer disco; «To Be Alone With You»; la novedad, única, del Blues «Western Road», que se quedó fuera; y un cierre con «Tell Me That It Isn’t True» y «Country Pie».

Más sustancia ofrece el segundo CD, el que se dedica a las sesiones con Johnny Cash. Aquí hay un mano a mano entre Cash y Dylan, mostrando que se lo están pasando en grande aunque da la sensación de que Dylan reverencia a Cash al quedarse en un segundo plano. Con un sonido acústico y compuesto por ensayos, versiones y otros materiales, comienza con el sonido campestre de «I Still Miss Someone» de Cash, que la bordan, y que volverá a aparecer en otra toma más adelante. La versión de «One Too Many Mornings» de Dylan también está resuelta fantásticamente. Hacen una versión con toque Blues del «Matchbox» de Carl Perkins y en «That’s Allright Mama», popularizada por Elvis Presley, se nota que lo están disfrutando. Se lanzan también con «Mistery Train», que la enlazan con el clásico Góspel «This Train Is Bound for Glory», mientras que en «Big River» suena el sonido característico de guitarra de Cash. «Girl from the North Country» aparece en modo ensayo, muy intimista, para dar paso a una interpretación en toda regla. Y qué decir de la reinterpretación que hacen del «I Walk the Line»…El final es para el «You Are My Sunshine», no podía faltar, y para la no menos imprescindible «Ring of Fire», donde Cash se impone.

El tercer disco podría calificarse de más «anecdótico. Son actuaciones y descartes, comenzando con más tomas de las sesiones con Cash, donde destacaría una gran «Wanted Man» y un par de medleys de Jimmie Rodgers donde Dylan extrema su cambio en la forma de cantar y a Cash le sale de forma más natural. A continuación, tres actuaciones en el programa televisivo de Cash con «I Threw All Away», «Living de Blues» y de nuevo «Girl from the North Country», donde hacen una interpretación muy sentida. Una de las curiosidades del disco es la recuperación de dos descartes del controvertido Self Portrait (1970) donde reinterpreta de forma muy diferente «Ring of Fire», ese piano juguetón y esos sonidos más gospelianos, y «Folsom Prison Blues» en la que tira de nuevo de cambio de registro de voz. El cierre es para la actuación con Earl Scruggs, mítico intérprete del banjo, mostrando el lado más Country y ortodoxo de los tres discos.

Tras otra extensa ración de Dylan, queda por ver cuál será el siguiente paso del de Minnesota, tanto en el sentido de si sacará algún material nuevo o qué sigue teniendo guardado en su archivo, que seguro que es mucho. Sobran las palabras.

 

 

Bob Dylan, ‘Trouble no More’

Sigue el bueno de Bob Dylan sacando sus Bootleg Series y le llega el turno a la número trece, casi nada, que aborda una de las etapas más controvertidas de su carrera, aquella de finales de los setenta y principios de los ochenta en la que se convirtió al cristianismo y abrazó sonidos más Góspel en esa triada de discos como son Slow Train Coming (1979), Saved (1980) y Shot of Love (1981), todos ellos con unas portadas horribles por ciertos. Trabajos que no despertaron el entusiasmo de sus seguidores y que en este bootleg bajo el título de Trouble no More aparecen la gran mayoría de sus canciones grabadas en directo y que ha supuesto una reconciliación con ese periodo. Los temas fueron grabados de 1979 a 1981 y Dylan llevaba una banda de altura. El reconocido Tim Drummond estaba al bajo, el no menos mítico Spooner Oldham y Terry Young se ocuparon de los teclados en la mayoría de los temas (iba con los dos), Fred Tackett se hizo cargo de la guitarra eléctrica y la batería fue para otro grande como Jim Keltner. También aparecen en algún tema Carlos Santana y Al Kooper, pero una de las principales fortalezas de estos conciertos residía en el coro que llevaba, de tres a cinco coristas, con Mary Elizabeth Bridges, Gwen Ewans, Clydie King, Regina McCrary, Regina Peebles, Helena Springs, Mona Lisa Young y Carolyn Dennis, que fue su esposa y madre de una de sus hijas, hecho que permaneció en secreto hasta 2001. Otros músicos que aparecen en Trouble no More son Willie Smith, Steve Ripley y Arthur Rosato.

La edición en doble disco nos ofrece treinta temas en los que se observa cómo la maquina va muy engrasada. Toca enteros Slow Train Coming Saved mientras que de Shot of Love se deja por el camino cuatro de las diez que integran el disco. Además, de tres temas hay ración doble: ‘Slow Train’, ‘Gotta Serve Somebody’ y ‘Solid Rock’. Por otro lado, también está un tema que no entró en el tercero de los discos que abarca este periodo como es ‘Caribbean Wind’ y que aparecía en futuros trabajos de rarezas y Bootlegs. Y hay tres canciones inéditas de títulos tan explícitos como ‘Blessed Is The Name’, ‘Ain’t No Man Righteous, No Not One’ y especialmente ‘Ain’t Gonna Go to Hell for Anybody’, que viniendo de Dylan, y más del Dylan de ese momento, es toda una declaración de principios. Es un tratado con un claro toque Góspel, especialmente marcado por las ya señaladas coristas pero también por una presencia constante de los teclados. Además, se observa un Dylan que se viene arriba y que canta por momentos con la furia de un predicador. Tampoco hay mucho tiempo para el descanso y las canciones te van llevando con ese fuerte punto espiritual de esa época de Dylan. Y, además de temas más conocidos como los ‘Slow Train’, ‘Gotta Serve Somebody’, ‘Solid Rock’, descubres o redescubres otros como ‘I Believe In You’, la muy festiva ‘Saved’ que te lleva a mover los pies, ‘Precious Angel’, ‘Gonna Change My Way of Thinking’, ‘Every Grain of Sand’, etc.

Por nosotros, que siga sacando más materiales como el que nos ocupa que seguro que tiene bastantes cosas guardadas. Dylan es Dylan y no estábamos muy familiarizados con este periodo pero nos hemos rendido al mismo.

 

Robbie Robertson, ‘Testimony’

Pocas historias son tan maravillosas en el Rock & Roll como la de The Band, ¿cuánta gente habrá montado su grupo siguiendo la estela de Robbie Robertson, Levon Helm, Richard Manuel, Rick Danko y Garth Hudson?, no me lo quiero imaginar. Llega Testimony (Neo Person-Neo-Sounds, 2017), la traducción de las memorias de Robbie Robertson que abarcan desde su infancia en su Canadá natal hasta la disolución de The Band tras grabar el icónico e imprescindible The Last Waltz (1976) y cerrar su discografía conjunta con el menor Islands (1977). Robertson quedó como el ‘malo de la película’ en la historia de The Band tras las disputas con Levon Helm especialmente por los derechos de las canciones, y aquí pasa casi de puntillas sobre la cuestión, apuntando cómo se los compró a Manuel, Danko y Hudson antes de la liquidación de la formación que ya llevaba unos años instalada en la tensión y en el conflicto, unido a las adicciones de Manuel, Danko y Helm. La lectura de Testimony es obligada porque Robertson escribe de forma magistral unas décadas de la historia del Rock & Roll fundamentales y porque te transmite las sensaciones de los diferentes momentos en los que se desarrollan no sólo los acontecimientos centrales de la misma sino esa vida cotidiana de camaradería en la carretera con Ronnie Hawkins, cuando eran The Hawks, con Dylan, como The Band en la Pink Rose, etc.

Asistimos al crecimiento del joven Robertson vinculado a sus orígenes indios por parte de madre y a una infancia complicada en Toronto, incluido el descubrimiento de que su padre no es realmente su padre. Y a partir de ahí todo se acelera cuando a los dieciséis años se lanza a la carretera con Hawkins, con el que ya estaba Helm, llegando al Sur de Estados Unidos en un viaje de descubrimiento a la par que las miles de horas van modelando su pericia con las seis cuerdas. Emocionantes son los momentos de reclutamiento de Manuel, Danko y Hudson, uno de los tipos más increíbles de todo el libro. Y también el vínculo que existe con Helm, dándose en el conjunto una fraternidad envidiable. Y luego está Dylan, siempre Dylan, al que Robertson se rinde y le reconoce la importancia en el desarrollo de The Band. Pasan por el libro Hendrix, The Beatles, un Van Morrison que se muestra tal y como debe ser, Young, Allen Toussaint y su trabajo en las secciones de viento del directo Rock of Ages (1972), etc…La lista es inmensa.

Tampoco debemos olvidar el momento creativo, cómo The Band dieron forma a un sonido inigualable que evolucionaba desde el Rock & Roll primigenio con The Hawks hasta crear un magma en el que integraban todas las tradiciones, del Folk al Country pasando por el Soul, el Blues, el Góspel, etc. Las voces de Manuel, Danko y Helm formaban unas armonías fascinantes que nos siguen atrayendo con unas canciones sobresalientes. Y sí, Robertson igual adopta en ciertos momentos un tono como paternalista, aunque reconoce que tampoco llevaba unos hábitos muy saludables, ante el escenario que se va generando pero no se resiente el relato. Cuando llega The Last Waltz, ese concierto maravilloso del que hablamos el año pasado en Los Restos del Concierto con la reedición del mismo en su cuarenta aniversario, te sumerges en el proceso que reunió a Bob Dylan, Van Morrison, Dr. John, Neil Young, Eric Clapton, Muddy Waters, entre otros muchos. Robertson ya estaba por entonces comenzando a ampliar sus horizontes en el mundo del cine y en unos años sería responsable de la música de parte de la filmografía de Martin Scorsese y ya no estaba en la segunda parte de la historia de The Band, en las décadas de los ochenta y los noventa, en circuitos de serie B y con la publicación de tres discos en los noventa que pasaron desapercibidos, mientras que en 1986 Richard Manuel, que no dejó sus adicciones, se suicidaba a los cuarenta y dos años. Por su parte Rick Danko fallecería a los cincuenta y cinco años en 1999 como consecuencia de un ataque al corazón en un estado de salud complicado tras años también de adicciones. Allí se acabó la segunda etapa de The Band, mientras que Levon Helm nos dejaría en 2012 con setenta y un años víctima de un cáncer. Robertson como decíamos se queda en 1977 y dedica unas bellas palabras a todos sus compañeros.

Robbie Robertson es sin duda una de las grandes figuras de la música norteamericana y con The Band fueron protagonistas de la misma. Seguramente no tienen el reconocimiento que merecen aunque cualquier fan de esta clase de música no dudará en reconocer su valor. Las memorias de Robertson te hacen volver a los discos de The Band, si es que en alguna ocasión los habías dejado, y te recuerdan que ciertos milagros existen.