Hiss Golden Messenger, «Terms of Surrender»

Otra amalgama deliciosa de virtuosas sensibilidades reunidas una vez más por el genio de un M.C. Taylor que lleva años editando joyas cada vez más apreciables entre la urgencia del estruendo comercial. Por nuestra parte, tras el descubrimiento de sus dos referencias de 2017 (‘Heart Like a Levee’ y ‘Hallelujah Anyhow’) nos fuimos dejando seducir por el grueso de su prolífica carrera al frente de Hiss Golden Messenger que ya completa once referencias de estudio (a una por año de existencia) y que en los últimos años ha ido ganando relevancia.

Además de las habituales colaboraciones en la formación, como las de los hermanos Cook (Brad en la producción además de Phil), destacan las aportaciones de gente como Aaron Dessner (The National) o Jenny Lewis entre otros, para conformar un folk límpido y sutil, con medido y variado componente eléctrico y con la sensibilidad vocal a flor de piel. Con dominio de la temática personal (familia, entorno, salud), también hay espacio para la social como la fantástica I Need a Teacher, que abre el disco con contundencia rítmica y reivindicación educativa. Luminosa y triste, la bella Bright Direction (You’re a Dark Star Now) da paso a la más enérgica y ligera My Wing. Ejemplos de contención y sugerencia son el ritmo denso de Old Enough To Wonder Why (East Side-West Side) y la crudeza bluesera de Whip. Los teclados y el moderado volumen de Cat’s Eye Blue introducen una pausa antes de dedicar a su hija la animosa Happy Birthday Baby y a una amiga Katy (You Don’t Have To Be Good Yet). Aires blues y conflictos interiores componen Down at the Uptown y un piano triste enfrenta la adversidad en el intenso cierre que da nombre al disco.

Un placer escuchar estas nuevas canciones que una vez más abstraen por la magistral interpretación, sensible y elegante, de una banda repleta de talentos entregados a la causa de un Taylor que no relaja el nivel en esta última entrega que puede situarse a la altura de sus magníficos precedentes.

William Tyler, «Goes West»

Solo notas, nada de palabras. Solo instrumentos, nada de voz. Así se expresa este hábil guitarrista originario de Nashville que vuelve a conquistarnos con un cuarto trabajo (tercero en Merge) en el que avanza un paso para abrazar los estándares folk-pop con más canciones y más cortas. También más ritmo e igual calidez en este viaje junto a unos compañeros de campanillas entre los que se cuentan Brad Cook (a la vez productor junto a Tucker Martine), Griffin Goldsmith (batería de Dawes) o los guitarristas Meg Duffy y Bill Frisell para organizar un auténtico festín de las seis cuerdas.

Una delicia dejarse llevar de nuevo por las sugerentes composiciones de este antiguo miembro de Lambchop y habitual en las grabaciones de Hiss Golden Messenger, que regresa dos años y medio después de aquel «Modern Country» con el que nos transportaba a través de las tierras del sur de sus EE.UU. Parecido objetivo parece perseguir en este nuevo trabajo concebido en California, si acaso algo más rítmico y ligero, de mayor frescura y menor intensidad en general, para alcanzar una transmisión tan sosegada como la que obtenía en los anteriores.

Presenta la banda al completo desde la apertura con la delicada y variada Alpine Star para animarse a continuación a base de ritmo y baile sosegado en Fail Safe. Aparece la profundidad en la atmosférica Not in Our Stars y continúa con la sencilla calidez de Call Me When I’m Breathing Again y la calma rítmica de Eventual Surrender. Rebecca es preciosa, un abrazo placentero de polvo y sol, y Venus in Aquarius adopta un ritmo de suave marcialidad que va ascendiendo con la batería al frente. Se atenúa la percusión en la más fluida y suave Virginia Is for Loners, tras la que la relajada combinación de guitarras de Man in a Hurry da paso al vibrante cierre con Our Lady of the Desert, que crece y se apresura hasta, superadas diez paradas y casi treyntayocho minutos de trayecto, llegar a destino.

Una acogedora puerta de acceso a la Norteamérica más cálida, una muestra del espíritu que te asalta ante su inmensidad, una obra transmisora de armonía; en definitiva compañía de la mejor para dejarse llevar a través de cualquier páramo. Sin duda es una gran noticia la aparición de discos como este de vez en cuando para saborearlos sin prisa, tan grande como la virtud y tenacidad de este guitarrista que con este trabajo ya acumula una producción más que admirable.

Phil Cook, «People are my Drug»

Ilustre músico de sesión, especialmente habilidoso a la guitarra y el banjo además del piano, no fue hasta 2015 que Phil Cook dió el paso hasta la primera línea para empezar a firmar las canciones bajo su nombre con el precioso debut «Southland Mission». También acompañado entonces en la producción por su hermano Brad Cook, con quien compondría hasta 2012 la desaparecida banda de folk psicodélico Megafaun además de coincidir con Justin Vernon (Bon Iver) en DeYarmond Edison hasta 2006, vuelve con una excelente muestra de habilidad, cultura y gusto musicales.

En esta ocasión combina las creaciones propias (cuatro) con las versiones (cinco) para componer un conjunto perfectamente engarzado con la colaboración de su banda The Guitarheels, además de repetir aportación vocal de Amelia Meath (Sylvan Esso). Habitual en las grabaciones de Mathew E. White, Hiss Golden Messenger o Blind Boys of Alabama entre otros, en apenas diez días reunió a la banda y grabó estas nueve canciones que rebosan energía y emoción. Además de sus composiciones propias, en solitario o en colaboración, incluye versiones de Randy Newman, Allen Toussaint o MC Taylor, en un conjunto de indudable sabor clásico cuya escucha resulta fresca e incluso espontánea. Así, de entre las composiciones propias cabe destacar el animado blues inicial Steampowered Blues o la suave composición junto a Amelia Meath de la simple y preciosa Miles Away, la potencia emocional de la balada Another Mother´s Son o la rítmica interpretación al piano de Deeper Kind. El gospel tiene un especial protagonismo en varias canciones como en Tide of Life o en He Gives Us All His Love. Completan el disco las más folkies Now That I Know, plena de melodía y ritmo y la lenta y acogedora Tupelo Child para concluir con la maravillosa Life, que crece fluida hasta el grupal y contagioso cierre.

Efectiva inyección de energía positiva la que desprenden estas canciones que nos han descubierto a un más que brillante intérprete. Música con las justas pretensiones en este infeccioso divertimento que desde la sonrisa de su autor nos alcanza como parte de esa gente a la que hace alusión el título.