Coldplay, veinte años de «Parachutes» o cuando mostraron que querían ser los nuevos U2 (para bien…y para mal)

Coldplay tenía claro que iban a ser los nuevos U2, y vaya, al principio parecía que sí, que aquellos cuatro chavales lo podían conseguir. Vale que Coldplay no cuentan con mucho capital simbólico, vale que la segunda mitad de su carrera, desde Mylo Xyloto (2010) no es muy interesante, con cuatro discos que han sido muy poco valorados por la crítica, y de los que no soy capaz de recordar ninguna canción. Claro que, llenan estadios y están en lo más alto, así que algo me he debido perder. Sinceramente, estos Coldplay no me interesan. Y los anteriores, bueno, pues hubo un momento en el que Chris Martin, Guy Berryman, Jonny Buckland y Will Champion se ganaron el respeto de la crítica, especialmente con su segundo y mejor disco, A Rush of Blood to the Head (2002). Aquí, trataban de emular en cierto sentido (y perdón) a unos Radiohead pre Ok Computer (1997) y más cercanos a The Bends (1995). Claro que, antes, habían mostrado con «Trouble» y «Yellow» que iban a especializarse en crear hits. Los Coldplay de 2000 venían a ocupar la estela de U2, todavía no en esa franca decadencia que hemos conocido y que Coldplay han imitado. Pero, en 2000, Coldplay emergieron como una banda novedosa, con un sonido basado en medios tiempos, sutiles y ambientales, con el falsete de Chris Martin, y cuyo debut, el Parachutes que nos ocupa, acaba resultando un disco soso veinte años después. Tiene algunos logros, por supuesto, y debemos tener en cuenta el contexto, la situación de la industria musical que buscaba una nueva sensación. Sin duda alguna, no parecía que Parachutes fuese a ocupar grandes estadios, no así A Rush of Blood to the Head. Pero vamos con este disco que seguro que muchos y muchas recuerdan con una sorpresa.

Comienzan bien, con «Don’t Panic», una canción muy atmosférica, envolvente y con tono melancólico, marca de la casa. «Shiver» profundiza en la épica con esas guitarras también protagonistas, más Pop, aunque parecía que querían sonar más complejos aunque no lo logran. Con «Spies», Martin tira ya de falsete y de un sonido propio, no había muchas bandas con las que establecer una comparación, tirando de nuevo de nostalgia. Pero, con «Sparks», ya te quedas un tanto aburrido, una canción lenta e intimista. Sin embargo, «Yellow» es un hit, una canción de épica nostálgica, una maravilla Pop con una gran melodía.

No se bajan de ahí con un «Trouble» que será la carta de presentación de la banda para mucha gente, una canción en la que destaca la interpretación de Martin y que se podría denominar de «épica nostálgica». «Parachutes» es un corte acústico e intimista de menos de un minuto que da paso a la más expansiva «High Speed», ondulante y expansiva. El cierre es muy intrascendente, «We Never Change» es muy lineal y un tanto pretenciosa, mientras que «Everything’s Not Lost» regresa a la épica, pero tampoco funciona. Además, hay un punto experimental en la canción escondida que es «Life Is for Leaving», que no aporta nada.

Parachutes vendió millones de discos, Coldplay ascendieron como la espuma y el ya mencionado segundo disco les sitúo en un estatus inesperado. Sin embargo, llegaría en 2005 un punto muy bajo, X&Y  que es un disco muy fallido, aburridísimo pero que les catapultó a los grandes estadios con esos efectos que si globos gigantes, que si trozos de papel de colorines, etc. Luego llegó mi segundo disco favorito de la banda, Viva la Vida or Death and All His Friends (2008). No podía ser de otra forma, se produce la aparición de Brian Eno («¡somos los nuevos U2!») y su épica convence, a pesar de «Viva la Vida» y Pep Guardiola. Pero, luego, Coldplay toman otra dirección, enfocada a otros sonidos más Pop y a ciertas ínfulas que abarcan un intento de alcanzar la globalidad por la vía rápida, y la consiguen. El divorcio de Chris Martin les retorna al intimismo con Ghost Stories (2014), pero tampoco funciona muy allá. Mejor les va con A Head Full of Dreams (2015) pero tampoco consiguen el beneplácito de la crítica, lo que tampoco parece que les importe. Y llegamos a 2019 con Everyday Life, doble disco ambicioso que parece una mezcla de todo lo que han sido, aunque tiene también algo de retorno a la primera década del siglo XXI, y que ha sido recibido con mejores valoraciones que muchos de sus discos anteriores. Veinte años después de que prácticamente unos chavales se lanzasen a la conquista del planeta Pop, Coldplay es una de las principales bandas de estadio del mundo. Todo un indicador y, quizá, un reflejo de la resaca de los noventa y del comienzo del siglo XXI…

 

Keane, el arte de estar en el momento y lugar adecuado con «Hopes and Fears»

Puede que sorprenda que abordemos aquí a una banda como Keane, convertidos en símbolo de ese Pop azucarado e inofensivo del que Coldplay serían sus máximos exponentes. Pero se cumplen quince años de su debut con Hopes and Fears y no voy a negar que me gustaron mucho cuando salieron, llamaron la atención en un momento en el que había un batiburrillo de estilos y tendencias del que no saldríamos. Si sirve de algo, o no, también en 2004 Maroon 5 alcanzaron su éxito con su primer disco, Songs About Jane que había sido publicado en 2002 pero que había pasado desapercibido. O debutaron The Killers con Hot Fuss que, aunque los ponía en la senda de bandas como Franz Ferdinand y compañía, pronto se saldrían de ella. Mientras que Maroon 5 y The Killers han conseguido ser unas bandas mainstream, Keane se quedaron en parte por el camino, y eso que presentaban credenciales muy atractivas con unas melodías Pop que ya las hubiesen querido los Coldplay más inspirados, los de su obra maestra A Rush of Blood to the Head (2002) y que en 2005 publicarían el flojo y aburrido X & Y. Keane les adelantarían con Hope and Fears, un disco en el que los protagonistas son la voz de tenor de Tom Chaplin, con capacidad para llevarla muy alto, y el piano de Tim Rice-Oxley, en una banda que llamaba la atención porque carecían de guitarras. Junto a ellos, el terceto lo conformaba Richard Hughes a la batería. Como titulábamos este artículo, estaban en el lugar y en el momento adecuado y su single de salida fue un pepinazo de la talla de «Somewhere Only We Knows». La crítica más especializada no les tuvo muy en consideración, los de Pitchfork les dieron un 2,8 sobre 10, un suspenso en toda regla. Pero, desde el Reino Unido, los medios musicales veían a Keane como unos nuevos Coldplay o Travis. También ocurre que en breve llegarían Franz Ferdinand y compañía y la cosa cambiaría. Pero vamos a centrarnos en este debut que tiene grandes canciones, yo hace mucho que no lo escuchaba y me tiene enganchado

La primera parte del disco es un no parar de canciones basadas en melodías Pop y en la combinación de la voz de Chaplin y el piano de Rice-Oxley. «Somewhere Only We Knows» es una carta de presentación infalible, que crece a medida que avanza y que ya quisieran haberla firmado Coldplay. «This Is the Last Time» no le va a la zaga, es otro hit y la melodía es tremenda, transmitiendo un mayor grado de melancolía. Y en «Bend and Break» se tiran hacia el dramatismo con un piano omnipresente, acelerando un poco el tempo. En «We Might As Well Be Strangers» apuestan por las cuerdas y, es más pausada y dramática todavía y van jugando con la intensidad. «Everybody’s Changing» es otra de las apuestas fuertes del disco, igual es más «fácil», el piano se te clava y la melodía es todavía más empalagosa pero vuelve a convencer. En «Your Eyes Open» se contienen y su tonalidad es más oscura, dentro de los márgenes de Keane, pero se convierte en una de esas canciones que no recordabas.

La segunda parte no puede mantener ese nivel, aunque «She Has No Time» es notable, es más minimalista, Chaplin canta en falsete y sube la intensidad. En «Can’t Stop Now» destaca un estribillo muy logrado y «Sunshine» ya comienza a convencer menos, tiene un tono apesadumbrado. El punto más bajo del disco es el intento de hacer algo más moderno, los toques electrónicos están presentes, con «Untitled I», que no deja poso. El final es para «Bedshaped», una vuelta al Pop más épico para acabar bien arriba, aunque no dejan de lado los efectos electrónicos del tema anterior, más sutiles.

Keane vendieron más de cinco millones de copias y lograron ser número 1 en Reino Unido. A pesar de la ya comentada visión de cierta crítica, Keane eran una de las bandas emergentes del momento. Pero no lograron mantener las expectativas, ya bajaron su impacto con Under the Iron Sun (2006), aunque mantuvo el número 1 en Reino Unido, así como singles como «It’s Any Wonder», que implicaba un cierto cambio en su sonido, o «Atlantic» lograron también éxitos, aunque este segundo ya caía. Con sus dos siguientes trabajos, el descenso prosigue y Keane pierden el crédito ganado con su debut. No es menos cierto que, este estilo de música iba perdiendo relevancia, incluso Coldplay habían dado un volantazo a su carrera, pero podrían haber aguantado mejor. Luego llegan problemas de salud de Chaplin que le obligan a entrar en rehabilitación. La banda para de 2014 a 2018 para regresar en 2019 con Cause and Effect, a la par que una gira de presentación. La verdad es que no tenía intención de hacer este disco pero, un día, me picó la curiosidad y ya no he dejado de escucharlo. Una historia que se repite en otros artistas y bandas, un debut fulgurante pero, luego, una trayectoria irregular. Eso sí, con la primera parte de este disco lograron escalar alto.