Bright Eyes, «Down in the Weeds, Where the World Once Was»

Les ha costado casi una década regresar a Bright Eyes, el grupo que puso en el mapa a Conor Oberst, acompañado por Mike Mogis y Nate Walcott. Oberst ya había iniciado carrera en solitario en 2011 cuando llegó la última referencia de Bright Eyes hasta la fecha, el electrónico The People’s Key. Desde ese momento Oberst se centró en su carrera en solitario y en otras aventuras musicales. En el periodo, también falleció su hermano y se divorció. Su sonido en solitario incidía en tonos más Folk y en un cancionero que remitía en ocasiones a los cincuenta y sesenta, en cierto sentido esa sombra de Dylan nunca le ha abandonado. El retorno de Bright Eyes supone una vuelta al tono de la banda en la primera década de los dos mil, abandonando toda experimentación para centrarse en esas canciones que tienen el toque Oberst, aunque la música está compuesta por los tres integrantes de la formación. De esta forma, Down in the Weeds, Where the World Once Was es un disco muy notable, un trabajo melancólico que ahonda en simas emocionales y que genera un sonido ambiental propio y característico, con el tono de Oberst a la hora de cantar. «La gran esperanza» de hace casi dos décadas de lo que se llamó «Americana» hace mucho tiempo que dejó esa etiqueta, y se celebra ese retorno de Bright Eyes, una banda siempre interesante. Y, como curiosidad, Flea toca el bajo en la mitad de las canciones del disco.

El inicio es para «Page Turners Rag», piano y voz femenina de la ex mujer de Oberst, Corina Figueroa Escamilla, a modo de presentación. Ya en «Dance and Sing» apuntan alto, una canción épica y melancólica con esas cuerdas y coros, avanzando con fuerza hacia una suerte de Pop orquestal. En «Just Once in the World» sigue con la nostalgia y de nuevo apuestan por ir ascendiendo, con los cambios en la forma de cantar de Oberst. «Mariana Trench» apuesta por un tono más moderno, Oberst casi frasea, mientras que en «One and Done» se lanzan hacia la grandilocuencia y la melancolía sin cuartel. Por su parte, «Pan and Broom» incide en esa línea con la presencia de voces femenina. «Stairwell Song» tiene un punto más atmosférico y la voz de Oberst es poderosa, junto con la incorporación de cuerdas y de trompeta, en una de las mejores canciones del disco.

La segunda parte comienza con «Persona non grata» que cuenta con el piano como protagonista y Oberst se desboca. La misma estructura se observa en «Tilt-A-Whril», una de las canciones más tristes de todo el disco. Más pausados se muestran en «Hot Car in the Sun», seguramente el momento menos inspirado del conjunto en el que el piano vuelve a estar en primer plano. Sin embargo, «Forced Convalescence» es una canción muy destacada, más poderosa y emocional, tiene también ese tono orquestal que le lleva a la épica. «To Death’s Heart (In Three Parts)» regresan al tono del comienzo del disco, abandonado en pocas ocasiones, aunque aquí vuelven a incidir en el tono atmosférico. El cierre se inicia con una épica e intensa «Calais to Dover», otra de las cimas del disco, mientras que en «Comet Song» juegan con el «in crescendo» una vez más, de la contención al sonido orquestal de cuerdas y vientos.

Muy bueno el décimo disco ya de Bright Eyes, Oberst y los suyos retornan con fuerza con un trabajo que va ganando con las escuchas y que cuenta con su sello personal, un disco muy de sus orígenes pero con todo el bagaje acumulado en estos años, aunque abandonando la parte más experimental y electrónica.

A Conor Oberst le cae la etiqueta del «nuevo Dylan» con el «I’m Wide Awake, It’s Morning» de Bright Eyes

Año 2005, el momento de consolidación del «Americana». Una vez que Wilco habían modernizado el estilo y que Ryan Adams lo había capitalizado, nos encontramos en esos años en los que iban surgiendo artistas que se colgaban la acústica y tiraban de la mezcla del Folk, el Country y el Rock. Unos años fructíferos que darían lugar, años más tarde, a un movimiento estético que se iría desconectando de la vertiente musical y que se denominaría «hipster», pero esa es otra historia. Volvemos a 2005 y a un chico muy joven que viene dando guerra. Conor Oberst (1980) tiene un grupo llamado Bright Eyes con el que lleva casi una década publicando discos. Debutantes en 1998, su sonido transita desde el Folk al Emo, esa otra corriente que también tuvo su momento. Pero Oberst apunta lejos, posee también una elevada productividad y va sacando discos mientras Bright Eyes van modulando su sonido más hacia el «Americana». Con Mike Mogis y Nate Walcott como miembros estables en la actualidad, Bright Eyes llega a un 2005 en el que sacarán dos discos: el que nos ocupa, el excelso I’m Wide Awake, It’s Morning, y el experimental y electrónico Digital Ash in a Digital Urn, lo que muestra una versatilidad mayor que otros compañeros de generación, o que se adelantó una década a la misma.

El caso es que a Bright Eyes esta doble apuesta, pero especialmente el primer disco, les proporciona una mayor visibilidad, y a Oberst también. Y es que siempre es un marrón que te pongan una etiqueta en comparación con alguna referencia, pero es peor si la misma es tipo «nuevo Dylan», «nuevo Springsteen», «nuevo Prince»…id sumando. A Conor Orbest le pasó algo parecido con Dylan. Recuerdo artículos de aquellos años en los que se indicaba que Orbest era el «nuevo Dylan». La imagen de Oberst, tímido y discreto, podía ayudar en esa comparación, así como la estética que rezumaba I’m Wide Awake, It’s Morning, incluida la preciosista portada. Para el disco contaría con la colaboración de su amigo Jim James y de toda una Emmylou Harris, entre otros.

«At the Bottom of Everything» es un comienzo muy relevante, un tema Folk en el que Oberst frasea por momentos y que cuenta con la colaboración de James en las voces. Sin embargo, en «We Are Nowhere and It’s Now» apunta hacia una melancolía profunda con Harris como contrapunto, una canción muy desnuda y emocionante. «Old Soul Song (for the New World Order)» es su mejor tema, letra comprometida y sonido crepuscular, con Oberst muy intenso y con pedal steel incluido a cargo de Mogis. «Lua» es una canción más desnuda e intimista, preciosa y sencilla, con una nueva interpretación fascinante de Oberst. La primera cara del disco se cierra con otro corte tremendo, «Train Under Water», una melodía que va «in crescendo» y que cuenta con una buena producción.

Tras una primera parte incontestable, la segunda no se queda atrás y se inicia con una vuelta al Folk minimalista que es «First Day of My Life», un tema de guitarra y voz para lucimiento de Oberst. «Another Travelin’ Song» nos devuelve a Harris con un sonido Country más clásico, imitación del ferrocarril incluido, un acierto sin duda que también le conecta con los trovadores del pasado. El juego de voces de Harris y Oberst es emocionante en «Land Locked Blues», una canción que comienza de forma minimalista con el único acompañamiento de la guitarra acústica y que luego sube con la incorporación de la trompeta de Walcott. «Poison Oak» es otra de las grandes canciones del disco, va creciendo en intensidad y con la voz de Oberst ganando fuerza a medida que avanza la canción. Y no le queda a la zaga la más épica «Road to Joy».

Reconozco que este es uno de los discos que más me gustó de 2005, y que me hizo despertar el interés por un Conor Oberst que mostraría que eso de las etiquetas no iba con él. Ya hemos comentado que su otro disco de ese año como Bright Eyes fue electrónico, aunque no obtuvo la misma valoración de la crítica, o al menos no tan entusiasta. Con Cassadaga (2007) se mantuvo en las expectativas creadas pero Oberst ya tenía otros planes. En 2008 publicó un fantástico disco homónimo en solitario, un disco que seguía la misma senda que Bright Eyes y que grabó en México, y un año después seguiría con Outer South. Ambos los haría con un grupo al que bautizaría como The Mystic Valley Band. Ese mismo año se embarcaría en un súper grupo del Folk contemporáneo con Jim James (My Morning Jacket), M. Ward y Mike Mogis, aunque sólo publicarían ese disco. Y en 2011 regresaría con Bright Eyes con un punto más electrónico y Pop en The People’s Key, disco que presentaron en el Azkena de ese año. Es la última referencia de la banda, aunque se ha anunciado su vuelta en este 2020 tras un parón de casi una década. Mientras tanto, Oberst ha seguido con su carrera en solitario y en 2019 formó Better Oblivion Community Center con Phoebe Bridges con el que publicaron disco homónimo. Esperemos que Bright Eyes retornen con fuerza, sea en la vertiente más Folk o en la más Pop, porque siempre nos parecieron interesantes, como todo lo que ha hecho Oberst, aunque está claro que pasó de la etiqueta del «nuevo Dylan». E hizo bien.