Las «Historias de terror» de Liz Phair

En 1993, Liz Phair debutaba con un disco como Exile in Guyville. Eran los años del Grunge y de lo «alternativo» pero quedaban dos para que Alanis Morissette y compañía capitalizaran la situación. Aunque Tori Amos o PJ Harvey ya estaban por ahí, Phair marcó un hito con ese disco que en España no sonó tanto como otros coetáneos. Es un disco que sigue sonando igual de bien, poderoso y fresco, y que refleja un fuerte empoderamiento de una artista que se lanzó en tromba y causó un importante impacto. La propia Phair indicaba que el disco era una réplica, canción a canción, del clásico Exile on Main Street (1972)de The Rolling Stones. Sin embargo, como decíamos, otras capitalizarían en mayor medida la situación años más tarde. Phair prosiguió su carrera pero la misma se fue espaciando y no tuvo el mismo impacto que su debut. Su segundo trabajo no tardó en llegar, 1994, pero el tercero lo hizo en 1998, en 1996 tuvo a su hijo. Luego, los discos se espacian más, 2003 y 2005, y su último disco es un Funstyle (2010) al que Pitchfork, que le otorgó un 10 a su primer disco, le da un 2,6 (claro que peor lo tiene su disco Liz Phair de 2003 que se lleva un 0 y unas críticas durísimas, con comparaciones con Avril Lavigne incluso desde algunas reseñas…). Su nuevo disco está previsto para este extraño 2020 bajo el título de Soberish. Aunque eso no quiere decir que estuviese parada, ha girado e incluso grabó con el ahora denostado Ryan Adams pero el escándalo suscitado por el lamentable comportamiento de Adams echó al traste ese material. Mientras tanto, Contra ha publicado la traducción de su libro Historias de terror que no son tanto unas memorias como una serie de relatos sobre su vida y experiencias, y también habla de lo ocurrido con Ryan Adams aunque no menciona su nombre.

Nos encontramos ante un libro que engancha pero un tanto irregular entre su contenido. Como puntos fuertes, la agilidad de la escritura en parte de sus páginas, la reivindicación del papel de la mujer y la denuncia de situaciones de acoso que son cotidianas para las mujeres, y la ironía y el sentido del humor del que hace gala Phair. Es precisamente el capítulo «Hashtag», en el que habla de lo que ha tenido que aguantar como mujer, incluida en la industria de la música, en el que más brilla con una exposición clara y valiente, también hablando de un Adams que no sale bien parado, aunque insistimos en que no dice en ningún momento su nombre. También alude a diferencias creativas con el mismo. El resto del libro tiene momentos que van muy arriba como el de la tormenta de nieve en Nueva York, cuando se queda prácticamente sin voz en una actuación en directo en un programa de televisión, o la humildad que demuestra en ciertas circunstancias que se alejan de lo que entendemos que tiene que ser la vida de una estrella del Rock. También muestra su vida sentimental en la que no tiene mucha suerte, la verdad. Y hay parte para recuerdos familiares y otras experiencias que, en algunos momentos, no acaban de explotar como otros capítulos.

Estamos ante un libro diferente en el que nos sumergimos en parte del mundo de Liz Phair y en el que se desnuda y muestra sus sentimientos. Un libro que te gana con el estilo de la autora y que no deja indiferente.

 

 

«Material inflamable» de Richard Lloyd, unas memorias que responden a su título

Hay grupos o artistas que te quedan un poco de lado, aunque sabes que son gente que tienes que escuchar. Puede ser que no te haya tocado generacional, o puede ser que haya una cuestión de manía o que no te ha entrado. A mí me pasa con toda la «New Wave» neoyorquina de la segunda mitad de los setenta y primeros ochenta, y creo que la cuestión es generacional, a la mía se le pasó porque era anterior a los años en los que nos interesábamos por la música. Además, esas bandas y artistas a partir de la segunda mitad de los años ochenta, en general, estaban fuera de foco, exceptuando Talking Heads. Salvando a los Ramones, con su Punk Rock característico, y que no encaja exactamente en ese movimiento, el resto nos quedaban lejos. Patti Smith estaba retirada, Talking Heads no eran el grupo que le iba a gustar a un postadolescente a finales de los ochenta, Blondie…algunos descubrirían a Blondie con «María» a finales de los noventa. Y allí también estaban Television, que es uno de los protagonistas del libro que nos ocupa. Claro que conocíamos la mítica del CBGB, mítico club, y la «New Wave» tendría una segunda vida por ser referente para The Strokes, Interpol y compañía a comienzos del siglo XXI, pero esa es otra historia. Television serán, seguramente, la banda menos conocida de las que estuvieron en primera línea. Reconozco que siempre tuve curiosidad por ellos, sólo por el nombre ya me llamaban la atención, y por ese Marquee Moon (1977) con esa portada tan…tan extraña que Richard Lloyd explica en su libro.

Porque, de lo que va este artículo, es de las memorias de Richard Lloyd, fundador de Television, guitarrista de la banda, y figura central en todo ese periodo que estamos comentando. Ya sólo por el prólogo del gran Rafa Cervera, el libro era todo un reclamo. Y es que Material inflamable (Contra) no te va a dejar indiferente, y responde claramente a su título. Lloyd, figura del underground, no ahorra detalles con una prosa sencilla y directa que te hace que todo lo que te cuenta suene cotidiano y cercano (algunas de las cosas que cuentan son todo lo contrario de cotidiano y sencillo). Hay varias partes en el libro. Una de ellas, muy importante, es toda la parte espiritual de Lloyd y sus diversos experimentos en diferentes sentidos para alcanzar determinados estados. Claro que eso también le lleva a un carrusel de adicciones, preguntándote cómo sobrevivió a todas ellas. Y, dentro de toda la mitología del Rock & Roll, pues no puede faltar tampoco el tema del sexo, donde Lloyd también entra con todo detalle.

Y está la música, y Television, por supuesto. Lloyd también realiza un análisis pormenorizado de esa escena incipiente y de cómo se va fraguando. Él va a estar en primera línea, va a ser protagonista principal tanto individualmente como con Television, y te sumerge en todo lo que estaba ocurriendo en esos años. Y está Television, claro. Y está Tom Verlaine, cantante y principal compositor de la banda, que queda muy mal parado. Lloyd y compañía, siguiendo la versión de Lloyd, tuvieron muy mala suerte con un Verlaine que, será todo lo talentoso que sea, pero en el libro queda muy mal parado. Television no tuvieron una gran trayectoria, tras su exitoso (de crítica que no de público) y seminal debut sólo hubo un disco más, Adventure (1978), del que Lloyd no se siente muy orgulloso. No duran mucho, Verlaine les anuncia que deja la banda por lo que Television se disuelven ese mismo año y no regresan hasta 1991, publicando un disco homónimo en 1992 del que Lloyd tampoco tiene buenas palabras. Lloyd aguanta en Television hasta 2007, cuando ya no puede más. Su carrera en solitario y en otras formaciones no tiene suerte, parece estar en el lugar equivocado en no pocas ocasiones, y no sólo en la cuestión musical.

Si queréis echar un buen rato, Material inflamable es vuestro libro, divertido y directo, escenarios de otras épocas con un Richard Lloyd que trufa todo el relato de numerosas anécdotas. No sólo no defrauda sino que te hacen ir corriendo a por Marque Moon. 

Éxito y caída de Suede, «Tardes de persianas bajadas» de Brett Anderson

Hace un año y pico, nos quedamos fascinados por la primera parte de la autobiografía de Brett Anderson, Mañanas negras como el carbón (Contra), el carismático líder de Suede. Allí, Anderson nos contaba de forma brillante y ágil su infancia y juventud, caracterizada por la precariedad y cómo llegaba el comienzo de su triunfo musical con la creación de Suede. En esas páginas destacaban la relación con su novia Justine Frischmann (que luego fundaría Elastica) y su pareja compositiva Bernard Butler. Termina el primer tomo con el grupo a punto de despegar. Y el segundo, Tarde de persianas bajadas (Contra), lo retoma ahí. Nos encontramos con unas páginas diferentes, aunque Anderson mantiene el tono intimista y confesional. Sin embargo, no es menos cierto que Anderson apuesta por un estilo más barroco y que, en no pocas ocasiones, parece gustarse en su escritura, con metáforas e hipérboles, algunas más conseguidas que otras. Anderson retrata aquí el periodo que va desde el comienzo del éxito de Suede, con su disco homónimo de 1993, hasta el final de la banda en su primera etapa con A New Morning (2002), en 2003. Es una década de gran intensidad que convertirá a Suede en una de las grandes bandas del BritPop, del que Anderson reniega sin parar, no dejando de lanzar directas y sutiles pullas a algunas de sus figuras y a la prensa.

Anderson no ahorra casi nada, como en su primer tomo, y se lanza a contarlo todo, ya decimos que en no pocas ocasiones bajo una escritura más pretenciosa. Se pueden distinguir tres etapas claramente en su relato, que por otra parte es lineal como en la primera parte. El ascenso de Suede con Suede y, especialmente, Dog Man Star (1994), es un relato más directo en el que el protagonismo es la relación con la otra parte creativa de Suede, el ya mencionado Butler, que abandonaría la formación en 1994. La tensión entre ambos y, según Anderson, entre Butler y el resto es insostenible y eso deriva en un motor creativo que da lugar a un segundo disco fundamental. Pero el coste personal y emocional es elevadísimo y Anderson asume culpas en sus dificultades para gestionar estas cuestiones.

La segunda parte comprende el éxito de Coming Up (1996). Cuando se esperaba que Suede no pudiesen llegar más lejos, tras la salida de Butler, hacen un disco también referente. Es cuando entran en la banda el entonces adolescente Richard Oakes, que sustituye a Butler, y Neil Codling que se hará cargo de los teclados. El éxito de Coming Up se llevará unas cuantas cosas por delante pero Anderson se muestra muy orgulloso de ese disco, no en vano es el primero sin Butler, y recalca en no pocas ocasiones la capacidad de la banda para reinventarse.

La tercera es más amarga. Por un lado, Anderson cae en la adicción y su comportamiento es errático. Es un Anderson ya consciente de su posición, ha logrado el éxito y el dinero y hay reflexiones sobre esta cuestión, especialmente siendo consciente de su procedencia. En lo musical, está claro que es una etapa de la que Anderson casi reniega, en el caso de A New Morning indica que no tuvieron que haber sacado ese disco, incluso casi da la sensación de un cierto autoboicot. Con Head Music (1999), cambian de productor, dejan a Ed Buller, y buscan sonidos más modernos y electrónicos con Steve Osborne. Sin duda alguna, refleja el estado también de un Anderson errático. No quedan nada contentos con el disco, a pesar de lograr algún éxito pero la crítica no lo respalda, y para A New Morning la situación se complica, con Codling dejando la formación antes de su grabación debido a una enfermedad. El peso de las giras y el desgaste de la banda, así como la insatisfacción con los dos últimos discos, finiquitan Suede. Un fina que, aunque conocido y esperado, es abrupto. También destaca la descripción y análisis de su imagen y de la que proyectan los medios de comunicación, siendo consciente de esa situación y cómo, en un momento dado, entra en esa dinámica.

Anderson convence menos con este segundo tomo de sus memorias, aunque es un buen libro que no deja de engancharte. No cuenta muchas cosas de las giras y de los tópicos del mundo de la música, huye de forma consciente de ello, pero deja algunas pinceladas. Y sorprende el poco espacio que ocupan ocupan sus compañeros de toda la vida en Suede, Mat Osman y Simon Gilbert, que son la base rítmica de la banda desde sus comienzos. Esperamos una tercera parte, la que habla de la redención de Suede, cuando regresan en 2010 y van enlazando tres grandes discos, el último el año pasado, The Blue HourY es que, el propio Anderson es consciente de ese ciclo.