Fuerza Nueva, «Fuerza Nueva»

Los Planetas y Niño de Elche, dos de las bandas/artistas más controvertidos del panorama nacional, de los que despiertan pasiones u odios encendidos, se han unido en un provocador proyecto. Pero, donde algunos han visto una genialidad, otros lo han calificado de todo lo contrario, casi de una patochada. Todo lo que rodea al mismo entra en un terreno resbaladizo que busca la provocación, aunque también es cierto que con barreras de contención. Los granadinos Los Planetas llevan situándose por encima del bien y del mal para buena parte de la crítica y de sus numerosos fans. Confieso que nunca he acabado de entrar en Los Planetas del todo, aunque reconozco su valor, pero también tienen un punto que me resulta un tanto «indigesto». En cuanto a Niño de Elche, Francisco Contreras, su heterodoxa trayectoria ha generado no menos reacciones encontradas, especialmente desde el ámbito del Flamenco más purista. Niño de Elche también ha sido ecléctico en su acercamiento a otros ámbitos, no sólo Los Planetas sino que también se le puede ver colaborando con Josele Santiago o cómo olvidar aquel proyecto llamado Exquirla junto a Toundra que en 2017 nos encantó en este blog. En cualquier caso, Los Planetas y Niño de Elche si por separado no dejan indiferentes, juntos ya ni te cuento y más si a su proyecto le llaman Fuerza Nueva. Para ello, han contado con el artista de Pedro G. Romero, en su desarrollo conceptual, y con el diseño de Javier Aramburu que ha creado una iconografía que tampoco deja indiferente, jugando con diferentes elementos iconográficos, aunque al final te queda una sensación un tanto naif. Eso sí, esa portada transmutación de la mítica del Unknown Pleasures de Joy Division, pues es un golpe de genialidad.

En cuanto a la música, el ejercicio es interesante pero hay momentos y momentos. Vaya por delante que el protagonismo es para Niño de Elche que canta sobre unos sonidos atmosféricos e hipnóticos que crean Los Planetas, muy imbuidos aquí por Joy Division, New Order e incluso unos The Cure más introspectivos. La voz de J queda en un segundo plano, aunque también está presente. Comienzan con un «Santo Dios» que es su adaptación del himno de Andalucía, que ya había sido adelantado, y que es una de las canciones en las que más se observan las coordenadas ya señaladas, ese sonido atmosférico y ese Niño de Elche en modo letanía. Con «Los campanilleros», profundizan en esa dirección, con una letra todavía más oscura y con Niño de Elche tomando el protagonismo. En «Mariana» inciden en la temática religiosa aunque hay un sonido más progresivo. Y es «La canción de los gitanos» una de las mejores canciones del disco, más melódica y con una mayor presencia de las guitarras, que supone un avance interesante.

La segunda parte comienza con la mucho más trascendental «La cruz», Niño de Elche vuelve a ocupar el primer plano, con una letra en la que incide en el tono religioso y donde destacan las texturas de las guitarras. A partir de aquí, dos de los temas más controvertidos del disco. Por un lado, «Canción para los obreros de la Seat», una reinterpretación de «Els Segadors» con letra inspirada en un anónimo recogido por Guy Debord a comienzos de los ochenta del siglo XX. La canción ha sido aplaudida y criticada, tanto por la oportunidad del momento como por la banalización de su uso, pero a mí es una de las que más me convence con unas texturas sonoras muy atractivas. Y qué dejamos para «El novio de la muerte», en la que canta J y Niño de Elche se encarga del estribillo. La revisten de un sonido más Pop y J casi frasea e incluso declama contrastando con la potencia que le da Niño de Elche, y no sabes realmente a qué carta quedarte. El cierre es para «Santo Domingo» que es un regreso a la senda sonora del disco, ambiental y expansivo, más atmosférico.

Experimento del que desconocemos su recorrido pero que, como hemos indicado, no ha dejado indiferente, que también era el objetivo, obviamente. Esos elementos que han ido considerando sobre España y sus realidades ha dado lugar a un proyecto que es difícil de clasificar pero que, da la sensación, se queda en el camino. Hay una intención de trascender, y el sonido va en esa dirección pero, por algunos momentos, también te invade esa sensación naif que ya habíamos señalado y que pasa en más de una ocasión.