The Black Lips, «Sign in a World That’s Falling Apart»

Son The Black Lips una de esas bandas que siempre aparecen en las revistas que seguimos y a las que no habíamos prestado mucha atención. Abanderados del «Garage Rock», aunque abiertos a otras influencias, a los de Atlanta parece que les ha faltado como un salto para conseguir una mayor notoriedad más allá de los círculos especializados y de la crítica. También es una banda que ha sufrido cambios de formación, de hecho se mantienen Core Alexander y Jared Swilley. Con Sign in a World That’s Falling Apart, otro título premonitorio a más no poder, hacen un ejercicio de estilo hacia el Country Rock y sus derivadas y les sale un discazo. Porque nos encontramos ante un trabajo que va entrando y que cuenta con canciones maravillosas. Combinándose los cantantes principales, hasta cuatro de los integrantes lo hacen, hay de todo, como si estuvieses saliendo de un bar del Sur de Estados Unidos. Un disco que parte de una portada indescriptible, toda una declaración de intenciones como se puede ver.

El comienzo es para «Hooker John», un Country muy «arrastrado» en la peculiar voz de Alexander que le da un tono muy curioso. Luego llega «Chainshaw», una canción más canónica en la que el «pedal steel» toma protagonismo y se convierte en una de las canciones más destacadas del disco. Por encima de ella queda «Rumbler» que apunta más hacia el Folk pero sin dejar el Country. En la línea más tradicional se mantiene «Holding Me» que mantiene el nivel en lo más alto. «Gentleman» es más coral en las voces y se acerca sin duda alguna al estilo que imprimieron los Rolling Stones cuando se acercaron a estos sonidos. «Get It on Time» es una versión de un tema de la Velvet Underground, por primera vez meten la pausa, tiene un tono más acústico y unos coros de marcado tono espiritual.

La segunda parte se mantiene en lo más alto. Primero con «Angola Rodeo», de nuevo con la sombra de The Rolling Stones, una canción más rockera con saxofón destacado y con el teclado dándolo todo, una de mis canciones favoritas. En «Georgia» retornan al Country pero aquí el modelo es Johnny Cash, sonido más épico con esa vinculación al paso del ferrocarril. Sorprende «Odelia» porque, por momentos, me recuerda a The Kinks, aunque con el Country Folk por bandera. «Dishonest Man» es una canción del Rock & Roll de los cincuenta y en «Locust» se lanzan a un sonido más moderno pero que luego avanza hacia un Country más cósmico y galáctico, quedándoles precioso. En el cierre, «Live Fast Die Slow», la voz corresponde a Alexander de nuevo, lo que le da un tono muy de bar.

Fantástico disco de The Black Lips, uno de los que más me ha gustado de esta primera parte del año. Como hemos comentado, aunque el Country domina todo el disco, las otras influencias, especialmente las stonianas, también quedan fantásticamente.

Bob Dylan, «The Bootleg Series Vol. 15: Travelin’ Thru, 1967-1969»

Bob Dylan no para nunca, y no nos referimos a la gira que lleva a cabo desde hace años, sino a la publicación de materiales. Además de discos recientes donde explora el cancionero norteamericano, son esperados sus Bootlegs que cumplen con la cita de forma puntual, prácticamente anual. Jugosos y maravillosas publicaciones que, en función del periodo y etapa de Dylan que cubren, pueden ser más o menos relevantes. Para los seguidores y seguidoras más fieles de Dylan, una obligación prácticamente. Para el resto, pues algunos muestran más interés que otros. Yo reconozco que me fijé en estas publicaciones hace relativamente poco, y que he disfrutado con algunas de ellas como las de Trouble No More (2017) o The Basement Tapes (2014). Sí, ya sé, son muchas más y me dejo en el tintero joyas. Le llega el turno a la etapa de Bob Dylan a finales de los sesenta cuando, sorprendiendo a propios y extraños, marchó para Nashville de nuevo, ya estuvo ahí con Blonde on Blonde, para grabar dos discos de raíces más Country como fueron John Wesley Harding (1967) y Nashville Skyline (1969). Dylan, inquieto y escurridizo como siempre, venía de un periodo fabuloso, había enlazado Bringing It All Back Home (1965), Highway 61 Revisited (1965) y Blonde on Blonde (1966). Sobran las palabras. Se había ido a Woodstock, tenido su mítico accidente de moto y grabado con The Band…Como decimos, casi nada. El viaje a Nashville supone una vuelta de tuerca más en la trayectoria de Dylan, un momento en el que buceará en el Country y en los sonidos de raíces, aunque sin perder su esencia. Además, son canciones más sencillas, con bases instrumentales más acústicas y minimalistas y en las que se aprecia una cierta vuelta a la espiritualidad que, una década después, desarrollaría en profundidad en su «etapa cristiana». Uno de los aspectos más destacados de todo este periodo es el cambio en la voz de Dylan, apreciable claramente Nashville Skyline. No me quiero imaginar la cara de sus seguidores y seguidoras en su momento, aunque no duraría mucho en ese registro.

Pero si hay un aspecto clave en esta entrega de los Bootlegs es la presencia de todo un icono como Johnny Cash. De sobra es conocida la relación entre ambos y la admiración que se profesaban. De hecho, la sobriedad de la propuesta de Dylan bebe directamente de Cash, incluso en las imágenes del disco. Dylan está con una guitarra acústica, viste traje, su pelo está más corto, etc. De esta forma, el «featuring Johnny Cash» de la portada es una llamada, y es que lo más interesante de los tres discos aquí presentados son las colaboraciones con Cash, especialmente el segundo disco que nos muestra algunas muestras de ese trabajo conjunto que no cristalizó en un disco conjunto.

El primer CD del bootleg nos trae tomas alternativas de canciones de John Wesley Harding Nashville Skyline, más pensadas para los seguidores más destacados de Dylan donde destacan el sonido de «All Along the Watchtower»; el sonido más Folk de «As I Went Out One Morning»; «I Threw It All Away», para mí de lo mejor de este primer disco; «To Be Alone With You»; la novedad, única, del Blues «Western Road», que se quedó fuera; y un cierre con «Tell Me That It Isn’t True» y «Country Pie».

Más sustancia ofrece el segundo CD, el que se dedica a las sesiones con Johnny Cash. Aquí hay un mano a mano entre Cash y Dylan, mostrando que se lo están pasando en grande aunque da la sensación de que Dylan reverencia a Cash al quedarse en un segundo plano. Con un sonido acústico y compuesto por ensayos, versiones y otros materiales, comienza con el sonido campestre de «I Still Miss Someone» de Cash, que la bordan, y que volverá a aparecer en otra toma más adelante. La versión de «One Too Many Mornings» de Dylan también está resuelta fantásticamente. Hacen una versión con toque Blues del «Matchbox» de Carl Perkins y en «That’s Allright Mama», popularizada por Elvis Presley, se nota que lo están disfrutando. Se lanzan también con «Mistery Train», que la enlazan con el clásico Góspel «This Train Is Bound for Glory», mientras que en «Big River» suena el sonido característico de guitarra de Cash. «Girl from the North Country» aparece en modo ensayo, muy intimista, para dar paso a una interpretación en toda regla. Y qué decir de la reinterpretación que hacen del «I Walk the Line»…El final es para el «You Are My Sunshine», no podía faltar, y para la no menos imprescindible «Ring of Fire», donde Cash se impone.

El tercer disco podría calificarse de más «anecdótico. Son actuaciones y descartes, comenzando con más tomas de las sesiones con Cash, donde destacaría una gran «Wanted Man» y un par de medleys de Jimmie Rodgers donde Dylan extrema su cambio en la forma de cantar y a Cash le sale de forma más natural. A continuación, tres actuaciones en el programa televisivo de Cash con «I Threw All Away», «Living de Blues» y de nuevo «Girl from the North Country», donde hacen una interpretación muy sentida. Una de las curiosidades del disco es la recuperación de dos descartes del controvertido Self Portrait (1970) donde reinterpreta de forma muy diferente «Ring of Fire», ese piano juguetón y esos sonidos más gospelianos, y «Folsom Prison Blues» en la que tira de nuevo de cambio de registro de voz. El cierre es para la actuación con Earl Scruggs, mítico intérprete del banjo, mostrando el lado más Country y ortodoxo de los tres discos.

Tras otra extensa ración de Dylan, queda por ver cuál será el siguiente paso del de Minnesota, tanto en el sentido de si sacará algún material nuevo o qué sigue teniendo guardado en su archivo, que seguro que es mucho. Sobran las palabras.

 

 

Y Johnny Cash «regresó» de la mano de Rick Rubin

Regresamos a 1994 y lo hacemos para un disco del que no nos enteramos en 1994, y es que estábamos a otra cosa, al Grunge y todo lo llamado «alternativo». Sinceramente, ni recuerdo haber visto la brutal portada de American Recordings, ni tampoco haber escuchado ninguna de sus canciones. Al mundo de Johnny Cash llegamos muchos más años más tarde, cuando estaba ya en el tramo final de su vida y era todavía una leyenda mayor. La historia es bien conocida y hace unas semanas la comentábamos en relación a la fantástica biografía de Cash a cargo de Robert Hilburn que ha publicado Es Pop. En el mismo, Hilburn se detiene bastante en la gestación de la última etapa discográfica de Cash a partir del papel desempeñado por Rick Rubin, que recordemos era el productor de moda y que estaba en géneros tan alejados de Cash como el Hip Hop y todo lo «alternativo». La unión entre Cash y Rubin dio lugar a una serie de discos que llegaron al número de seis, dos de ellos póstumos, y destacando la cuarta entrega donde estaba la mítica versión de «Hurt». Rubin puso a Cash a tocar canciones de otros artistas diferentes de su estilo, desde los ya señalados Nine Inch Nails a Depeche Mode, entre otros muchos, además de algunas composiciones y revisitaciones de clásicos. En aquel momento, la carrera de Cash estaba en un auténtico bache que duraba décadas, con momentos tan bajos como «Chicken in Black» cuyo vídeo intentó detener. Cash ya estaba fuera de Mercury, donde había recalado desde Columbia, y sus discos eran flojos y predecibles, como señalaba Hilburn en su biografía. Rubin, que había escuchado las canciones de Cash desde niño, se volcó en el proyecto dejándolo a Cash solo con su guitarra, grabando en su estudio y haciendo algunos temas también directo.

«Delia’s Gone», que había grabado en 1962, abría el disco, un tema de gran profundidad y en el ya se mostraba la potencia de su voz de barítono junto con el acompañamiento de la guitarra acústica. «Let the Train Blow the Whistle» es otra canción de Cash aunque en este caso es más melódica, pero sin dejar de lado la estructura del disco. «The Beast in Me» es un tema de Nick Lowe, en aquellos momentos yerno de Cash, uno de los mejores temas del disco. «Drive On» es otra composición del propio Cash y es una de las canciones que también sorprende, dándole un tono más brutal. En «Why Me Lord», de Kris Kristofferson, se decanta por el tono más espiritual y góspel, una canción más trascendente. «Thirteen» es, por su parte, la incursión en canciones alejadas de su estilo que luego le funcionaría tan bien. En este caso, es de Danzing, banda oscura de Heavy Metal, y Cash la hace suya, acústica y melódica. «Oh, Bury, Me Not» es una canción clásica del Western y el Folk que nos remite al sonido de raíces norteamericano en el que Cash se desenvolvía de maravilla.

La segunda pare del disco comienza con «Bird on the Wire» de Leonard Cohen, una de las canciones más destacadas del disco en la que sobresale su voz de barítono y que comienza de forma muy contenida pero que va creciendo en intensidad, aunque la guitarra siempre queda muy en un segundo plano. El clásico «Tennessee Stud» de Jimmy Driftwood fue grabada en directo y es una de las grandes interpretaciones del disco, un Cash soberbio y una canción que Quentin Tarantino empleó en la Banda Sonora de Jackie Brown (1997). «Down There by the Train» pertenece a Tom Waits y Rubin se la sirve a Cash para hacerla también suya, curioso efecto para una voz tan diferente a la de Waits, pero funciona maravillosamente y también la profundidad con la que canta Cash. En «Redemption», otro tema propio, vuelve a los contenidos más espirituales siendo una canción más introspectiva si eso es posible en un disco de esta naturaleza. «Like a Soldier» no abandona esa línea, también es una canción de Cash, y tiene más fuerza la melodía. El cierre es para «The Man Who Couldn’t Cry» de Loundon Wainwright III, también grabado en el Viper Room de Johnny Deep, otro contraste entre las dos voces, la de Cash y Wainwright, y un Cash que se sale en directo y con un público entregado.

Ciertamente, American Recordings no fue un gran éxito de ventas pero sí de crítica. El Cash de las dos décadas anteriores, cuya carrera se había desnortado y dispersado, incapaz de encajar en el devenir de los tiempos de la música Country y Folk, pero que seguía siendo un icono, había quedado a un lado. Rubin supo encontrar la dirección que debía desarrollar Cash y su leyenda se acrecentaría. Los siguientes discos la agrandaron y su final, la emocionante «Hurt» y su vídeo, le otorgaron un aura mayor. Pero el punto de partida fue esta primera entrega de los American Recordings, un disco que seguramente estaría en las estanterías y de CDs pero que no conocimos. Todo un clásico.