Lana Del Rey, «Norman Fucking Rockwell!»

En el año 2011, Lana Del Rey irrumpió en el panorama de la música popular con «Video Games», una canción con un vídeo que llamaba a la nostalgia y a una suerte de clasicismo que hizo las delicias de la crítica especializada. Lana Del Rey, de nombre Elizabeth Woolridge Grant, había comenzado su carrera unos años antes pero sin mayor trascendencia. Sin embargo, las expectativas que se generaron fueron inmensas y su segundo disco, Born to Die (2012), tendría que catapultarla a lo más alto de las listas. Pero la carrera de Lana Del Rey no siguió esa senda que estaba marcada. Al contrario, se puede decir que Lana Del Rey se iba desvaneciendo con cada nuevo disco. Aunque con Ultraviolence (2014) consiguió mejorar su posición ante la crítica, no es menos cierto que otras compañeras de generación le adelantaban, y es que su música no acababa de dar ese salto. Honeymoon (2015) y Lust for Life (2017) fueron consolidando su posición, siendo este último más ecléctico. Pero ha sido en su sexto trabajo, Norman Fucking Rockwell!, cuando ha conseguido el reconocimiento de la crítica con un trabajo intenso y en el que ha desplegado aquello que apuntaba. Habrá gente a la que este disco le parezca plano y aburrido, su estructura es su voz y el piano con pocos aditivos, y cuenta con un minutaje de casi setenta minutos, pero hay algo en Norman Fucking Rockwell! que no te suelta. Con una apuesta clara por el clasicismo y un sonido muy ambiental, Del Rey ha presentado una colección de canciones de gran altura que no te dejan indiferente. El peso de la producción, y de la composición junto a Del Rey, ha caído en Jack Antonoff, responsable de los discos más exitosos de Taylor Swift, entre otros trabajos, aunque no busquen aquí ese sonido. La producción es minimalista y muy conseguida, ha logrado situar a la voz de Del Rey en el centro, siendo la protagonista absoluta sin otros aditivos.

El inicio del disco ya marca la tendencia y el tono del mismo con «»Norman Fucking Rockwell», con ese clasicismo con su voz en primer plano y el piano, entrando a medida que avanza la canción las cuerdas. Una canción que ya te conquista y que va a más con «Mariner’s Apartment Complex», preciosa y en la que entra la batería, de las pocas, y una de las más destacadas de todo el disco. Pero uno de los momentos cumbres viene con «Venice Bitch», una barbaridad de casi diez minutos, muy emocionante y que incorpora otras texturas interesantes. «Fuck It, I Love It» sigue en el nivel anterior, un título explícito y de nuevo con la voz de Del Rey como punto fuerte, con una melodía bien construida. En «Doin’ Time», versión del tema de Sublime, aporta un envoltorio más moderno, hay un punto electrónico pero remite a unos matices jazzísticos que le dan un toque ambiental. «Love Song» es otra canción de gran altura, su tono de voz le da un mayor dramatismo, y enlaza con «Cinnamon Girl» que sigue el patrón de la anterior pero avanza a través de las cuerdas y el sonido más orquestal.

Tras una primera parte tan conseguida, la segunda se inicia con «How to Disappear», en la incorpora de nuevo sonidos más electrónicos aunque de nuevo de forma sutil, junto a las cuerdas, para crear otra canción clasicista. Entre las mejores también «California», compuesta con Zachary Dawes (Mini Mansions), una de mi favoritas y en la que hay más complejidad con las cuerdas ganando peso y con una presencia de la batería de nuevo. «The Next Best American Record» es compuesta por Del Rey y Rick Nowels, minimalismo y dramatismo sin pausa. Vuelve Antonoff a participar en la composición con «The Greatest», intensidad y, por primera vez, una guitarra eléctrica que toma el protagonismo. Regresan a los cánones del disco con «Bartender», de nuevo escrita junto a Nowels, así como en «Happiness Is a Butterfly», donde le mete un punto más a la intensidad. Y cierra con una de las canciones más intensas y bellas del disco, «Hope Is a Dangerous Thing for a Woman Like Me to Have – But I Have It», título muy apropiado para el tono del disco, donde Del Rey te vuelve a conquistar con su forma de cantar.

De forma inesperada, Lana Del Rey ha creado un disco destacadísimo, como si por fin hubiese sacado lo que prometía desde su debut. Un disco muy ambiental y atmosférico, con un tono de desencanto, muy de la época. Un clasicismo que se respira durante los casi setenta minutos del mismo, pero que no se hace para nada largo ni pesado, y que se queda pegado a ti.

Cat Power, «Wanderer»

Seis años han pasado desde el último disco de Cat Power, el nombre por el que es conocida Chan Marshall, una de las cantautoras más veneradas por la crítica con más de dos décadas de carrera, la cual también ha sido un tanto irregular con diferentes variaciones y derivas, alcanzando seguramente su punto más alto con las implicaciones más Soul de The Greatest (2006), luego llegaría un nuevo disco de versiones bajo el título de Jukebox (2008) y un más electrónico Sun (2012). Tras unos años complicados y haber sido madre, Marshall ha publicado un solvente Wanderer, un trabajo muy Folk en el que apenas se acompaña de una guitarra acústica y en otras de un piano. Es un disco que entra de forma suave y que gana con las escuchas. Es un trabajo que también tiene un punto a las propuestas de Neko Case o de Lucinda Williams, aunque en este caso sin el componente Country, y en ocasiones parece también acercarse, aunque son las menos, a la visión más arriesgada de Laura Marling. Todo ello no quita para que sea un trabajo de gran personalidad y con la voz de Chan Marshall brillando en los diferentes registros a los que llega.

Comienza con una intro que es más bien una letanía, «Wanderer», para dar paso a la característica más destacada del disco, el intimismo, muy presente en la bella «In Your Face», donde el piano aparece sutilmente. Se anima en «You Get», aunque sin dejar de lado unas estructuras muy básicas y desnudas, destacando de nuevo su forma de cantar. En «Woman» cuenta con Lana del Rey, un tema que está entre los más destacados del año, y de lo poco que se sale de los márgenes en los que se encuadra el disco, con mayor potencia y fuerza. En «Horizon» regresa al intimismo, es uno de los temas más destacados y tiene un punto muy nostálgico. Y no deja esa senda con «Stay», una canción en la que el piano es protagonista y que cuenta incluso con un tono dramático.

La segunda parte del disco baja un peldaño el nivel, pero sigue siendo muy solvente. En «Black» apuesta por la guitarra y juega con su voz superpuesta, creando un efecto interesante. Fantástica su forma de cantar en «Robin Hood» y el intimismo alcanza su máximo expresión en «Nothing Really Matters», un tema en el que de nuevo su voz es la principal protagonista. «Me Voy» es la mejor canción de la segunda parte del disco, con una forma de cantar que maravilla y el cierre es para «Wanderer / Exit» donde apuesta de nuevo por un mayor dramatismo, bordeando por momentos el spoken word e incorporando instrumentos de cuerda y trompeta.

Buen disco de Cat Power, un trabajo muy acústico e intimista que, en algunos momentos, puede hacerse un tanto reiterativo pero que muestra a una Chan Marshall muy inspirada.