Loquillo alarga la noche arnedana

Arnedo Arena, 3 de noviembre de 2018, Arnedo (La Rioja)

Regresaba Loquillo a La Rioja dentro de su gira de cuarenta aniversario, 40 años de Rock and Roll Actitud, y lo hacía a Arnedo, una oportunidad para volver a ver al clásico rockero barcelonés y su banda repasando su cancionero. Y vaya si lo hizo porque aquello se fue a las treinta y dos canciones y más de dos horas y media que por momentos parecía que iban a ser tres mientras que fuera la temperatura iba cayendo. Superando las dos mil personas en el coso arnedado, estaba claro había muchos y muchas seguidores del de el barrio de El Clot y que había expectación aunque también numerosos conciertos detrás. Gustará más o menos, sus declaraciones no dejan indiferentes, pero no cabe duda que Loquillo es uno de los grandes iconos de la música popular española y que ha dejado numerosos clásicos en estas cuatro décadas de carrera que, como en tantos conciertos, convirtieron el Arnedo Arena en un enorme karaoke con el público entregado a sus letras y estribillos más famosos. Pero antes, había que disfrutar de Nat Simons que ejerció de telonera. Ya hemos destacado aquí su disco Lights (2018) así como su directo en el Ezcaray Fest del pasado julio y en Arnedo nos confirmó lo que ya sabíamos, que su propuesta de raíces norteamericanas de Country-Folk es fantástica con canciones como «People», «Endless Summer Road», «Happiness», «No One Compares» o la versión del «Learning to Fly» de Tom Petty.

Poco más tarde de las 22:00 horas, la banda de Loquillo hacía su aparición en el escenario. Allí estaban Igor Paskual, Mario Cobo y Josu García a las guitarras, Alfonso Alcalá al bajo, Laurent Castagnet a la batería y Lucas Albadalejo a los teclados. Una banda engrasada y que funciona como un reloj, con los tres guitarristas como punta de lanza. Y, de fondo, a lo largo del concierto una sucesión de imágenes y vídeos que nos remitían a la trayectoria de Loquillo, imágenes que nos transmitían un halo de nostalgia acompañando a unas canciones eternas. Loquillo hizo su aparición con «Rock and Roll actitud» y ya fue un no parar. Treinta y dos canciones en las que hubo de todo, desde cuatro temas de su último disco, Viento del Este (2016), hasta un repaso de todas sus etapas, un concierto en el que las canciones no dejaron de corearse por parte del público. Destacaron en una primera parte «El hijo de nadie», «Territorios libres», la enérgica «El mundo que conocimos», «Salud y Rock and Roll» o una «Cruzando el paraíso» con Nat Simons haciendo la parte de Johnny Halliday. El final de esta primera parte ya prometía con la emocionante «El rompeolas», «Memoria de jóvenes airados», «Carne para linda» en la que se bajó a saludar a las primeras filas, «El ritmo del garaje» y «Rey del Glam».

Pero quedaba el bis que se alargó en una sucesión de más clásicos con los que el público ya no paró. Retornaron con «Las calles de Madrid» con imágenes de la «Movida» al fondo y luego atacaron su versión de «Luché contra la ley». «Channel, cocaína y Dom Perignon», «El hombre de negro» de Johnny Cash, «Quiero un camión» y una celebradísima «Esto no es Hawai». Con «Rock and Roll star» no hacía falta que Loquillo cantase porque ya lo hacía el público y la épica apareció con «Cuando fuimos los mejores». De su último disco puso la pausa «En el final de los días» pero era sólo un breve tomar aire para el final con la enérgica «Mi calle» donde rindió homenaje a las bandas de Rock and Roll primigenias y a su barrio. Luego llegó el turno a «La mataré», momento siempre controvertido aunque Loquillo la reivindicó como una denuncia de la violencia de género, «Feo, fuerte y formal» iba a ser el penúltimo tema, también coreadísima por el público, que dio paso al cierre de «Cádillac solitario», el broche ineludible.

Casi a la una de la madrugada, dejábamos el Arnedo Arena y en la calle la temperatura había descendido a los cuatro grados pero la sensación térmica era menor con los fríos vientos venidos de Peña Isasa, pero la satisfacción del público era generalizada. Una gran noche de Loquillo y su banda en el Arnedo Arena.

 

Ezcaray Fest 2018 convence en la siempre difícil segunda edición mientras sigue el debate sobre los festivales

Ezcaray (La Rioja), 19 al 22 de julio de 2018

Ezcaray volvió a acoger el Ezcaray Fest tras su convincente debut de 2017. La localidad serrana se convertía durante unos días en el epicentro musical de la región con un cartel que, como siempre, generaba el debate de turno aunque, en nuestra opinión, era bastante equilibrado y con artistas y bandas para descubrir. Mientras tanto, el debate ha seguido centrando en esta semana en torno al Mad Cool y a la situación de los festivales, cuestión inevitable al parecer con multitud artículos, polémicas en las Redes Sociales y hasta conversaciones de barra de bar. El debate está muy abierto y las líneas son muy amplias, nosotros ya señalamos que no es nuestro modelo de festival favorito y que la evolución de los tiempos está llevando a esta situación, con muchos «peros». Sin embargo, los festivales han colonizado la geografía española y eso es una realidad. Mientras tanto, Ezcaray Fest ha vuelto a demostrar una gran capacidad organizativa. Como en 2017, los promotores se han volcado en una organización a la que no cabe ponerle ningún «pero». Un esfuerzo que, como en otros casos, seguramente merece una mejor suerte, pero la competencia es cada vez mayor. Obviamente, no vamos a comparar Ezcaray Fest con los festivales abonados al gigantismo, sería absurdo. El final de la semana comenzaba con previsiones de lluvias, lo cual podría dar lugar a deslucir el evento, estando presentes durante algunos momentos, y situación solventada por la organización que puso una carpa en el centro del recinto. Pero el festival ya calentaba motores y el previo corrió a cargo de Isaac Miguel y la presentación de su nuevo disco en el Teatro Real de Ezcaray el jueves 19 por la tarde, trabajo que estará en la calle en breve. Fue un buen aperitivo para un fin de semana en el que no se paró.

Aciertos para la tarde – noche del viernes (Viernes, 20 de julio)

Agoraphobia abrió el vermú rockero del viernes 20. En la Plaza del Quiosco sonaron con fuerza las guitarras del joven grupo gallego en un clima desapacible pero también superado. Ya por la tarde, el recinto del festival iba llenándose de gente para escuchar a The Soul Jacket, otro sexteto gallego al que teníamos muchas ganas de ver. The Soul Jacket hacen ese rock sureño que tanto nos gusta, las influencias de la Creedence Clearwater Revival, The Black Crowes, etc., están muy presentes y fueron uno de los grandes descubrimientos del festival para el público que se acercó a primera hora, recordándonos por momentos a los canadienses The Sheepdogs. Y también nos quedamos con esa misma sensación con la fuerza Soul y Blues de The Southern Avenue, desconocidos en estos lares pero que conquistaron a la gente con una fuerza y garra fuera de toda, con temas propios y ajenos, incluida una fantástica «Superstition» de Stevie Wonder. Uno de los grandes aciertos de esta segunda edición del festival fue la presencia de DJs entre las actuaciones, en el espacio de El Naturalista se turnaron brillantemente Edu Anmu y Asier Gilgo que pusieron a bailar a buena parte del público. El final de la noche era para dos apuestas seguras, Ángel Stanich y La M.O.D.A., los dos girando con sus discos del último tramo de 2017. Fueron los burgaleses los que congregaron a un mayor volumen de público, consolidados como están con su sonido Folk con reminiscencias Punk, mientras que Stanich mostraba unos sonidos más eléctricos que en sus discos acompañado de una potente banda.

Nat Simons conquista el mediodía y Rosendo no admite discusión (Sábado, 21 de julio)

En rojo habíamos marcado el vermú en la coqueta Plaza de la Verdura y es que allí actuaba de inicio la fantástica Nat Simons. Su último trabajo, Lights, ya ha sido reseñado en este blog y fue producido por Gary Louris. Simons y su banda convencieron a propios, pocos, y extraños, la gran mayoría. Su sonido Country-Folk y del «Americana» alumbró un mediodía con personal versión del «Learning to Fly» del añorado Tom Petty incluida. A continuación, los riojanos Vuelo 505 cerraron un vermú rockero cuando en Ezcaray se veían ya muchas camisetas de Rosendo y Leño. Y es que la tarde, que comenzó también con la amenaza de lluvia, y que hizo acto de presencia levemente, prometía. Mientras que iba acercándose la gente al recinto del festival, Rufus T. Firefly presentaban su psicodélica propuesta aunque es cierto que en directo transmiten más energía, demostrando las razones por las que son una de las bandas del momento. Por su parte, Mi Capitán demostraron que no es el divertimento de integrantes de otras bandas (Love Of Lesbian, Egon Soda, etc.) y desafiaron a la lluvia con su sonido guitarrero, versión incluida de «Alta Suciedad» de Andrés Calamaro. Teníamos muchas ganas de ver también a Mi Capitán y tampoco defraudaron. Pero el plato fuerte de la noche, dando lugar a una gran imagen del festival, era Rosendo. El veteranísimo icono de la escena rockera nacional apareció con la sobriedad habitual y acompañado de Rafa J. Vegas al bajo y Mariano Montero a la batería realizaron un concierto impecable y con el público entregado y coreando las canciones. Sencillez y la ya señalada sobriedad, no hacía falta más, con los grandes clásicos de Rosendo y Leño sonando a todo trapo en la noche de Ezcaray, siendo difícil destacar algunos temas pero hay que insistir en la fiesta que se montó con «Agradecido» y «Maneras de vivir».  Exhaustos nos quedamos con Rosendo mientras que los DJs seguían haciendo las delicias de una buena parte del público que se quedó para ver a Juanito Makandé, que cerró el festival.

El domingo hubo tiempo para un nuevo vermú rockero con los bilbaínos Mäbu en la Plaza del Quiosco, terminando una segunda edición del Ezcaray Fest que tendrá su continuidad en el mismo fin de semana del 2019. Mientras tanto, esperaremos con ganas el cartel y los debates sobre los festivales irán a más. Debates complicados y retos difíciles para los de tamaño medio, grandes esfuerzos que dan rabia que no alcancen un mayor reconocimiento, por ejemplo en las primeras actuaciones. Ezcaray Fest busca consolidarse y está haciendo una gran labor, las segundas ediciones siempre son complicadas y la han pasado con una nota muy elevada. Queda por ver la dirección que toman en cuestiones como el cartel, el debate de siempre que tiene que ver más con los gustos personales, pero no cabe duda que es un festival que cuenta con muchos atractivos. Que no nos falten estos espacios para disfrutar de la música, todos y cada uno de los festivales de nuestra región.

Nat Simons, «Lights»

Que la música de raíces norteamericanas ofrece en nuestro país una serie de artistas y bandas de gran calidad es un hecho. Morgan, Salto, Joana Serrat, Frank…la lista es muy amplia y se añade a la misma Nat Simons, la madrileña Natalia García Poza. Simons ha grabado su segundo disco, el que no ocupa bajo el título de Lights, tras debutar en 2013 con Home on High y haber publicado en 2015 el EP Trouble Man. No cabe duda que Lights es un disco con el que Nat Simons da un importante salto. Primero porque la calidad de las canciones es muy alta y, segundo, porque a los mandos de la producción se pone todo un icono de la música norteamericana como Gary Louris, que también participa en el disco poniendo voces y guitarras en algunos temas. Simos se fue hasta Carolina del Norte para grabar este trabajo y sin duda se empapó de ese ambiente que se transmite en el mismo. Un disco que tiene todo el sabor del buen Country – Folk, melodías armoniosas, canciones que entran a la primera escucha, melancolía y una voz fantástica como es la de Nat Simons. Hay muchas segundas voces y ese inevitable pedal steel en varias canciones.

La primera parte del disco es muy destacada con un inicio como «Endless Summer Road», una canción cristalina con esos coros que remiten a The Jayhawks, no podía ser de otra manera, y ese pedal steel, pero en el que destaca la voz de Simons arropada por las guitarras acústicas. En «People» abraza el Country – Rock más potente en la línea de Nikki Lane por ejemplo, una canción tremenda de gran fuerza y con un estribillo pegadizo, sobresaliendo en esta ocasión las guitarras eléctricas. La pausa regresa para la melancólica «The Way It Is», una de las canciones que más transmite de todo el disco, con esas acústicas de nuevo como protagonistas. En «Desire» deriva más hacia terrenos el Blues más sureño y se dirige a terrenos más Pop – Rock con la notable «You Just Can’t Image», un tema que funciona bien gracias a una melodía bien construida.

La segunda parte va a tener un perfil más íntimo, los temas no van a ser tan eclécticos y se van a basar en gran medida en la creación de atmósferas, por momentos muy cercanas a las propuestas por Joana Serrat. Así, en «Happiness» comienza de forma delicada y sencilla, con poca instrumentación, pero a partir de los dos minutos y treinta segundos el tema se acelera. «Into the Woods» es una canción muy intimista y ambiental, su voz toma el primer plano, y tiene un claro componente acústico. En «Golden Feather» no abandona esa línea pero le aporta un sonido más contundente. Y en «Crazy for You», enmarcado en la dinámica anterior, toma el protagonismo el pedal steel. El disco se cierra con uno de los mejores momentos de Lights, «No One Compares», un medio tiempo que nos remite de nuevo a The Jayhawks con Nat Simons jugando con su voz en una canción que va ascendiendo.

Nat Simons nos ha convencido con su propuesta en este Lights, un disco que bebe de las fuentes del sonido norteamericano de raíces y con todo un Gary Louris en la producción. Pero Nat Simons también tiene su personalidad propia, unas grandes canciones y una preciosa voz.