The B-52’s, «Cosmic Thing»

Éramos unos críos prácticamente, unos adolescentes que veíamos en casa «Rockopop» (el nombre…) de Beatriz Pécker y esperábamos las novedades musicales y los vídeos que allí se lanzaban. Era 1989, Madonna lo estaba petando con Like a Prayer, arrasando con todo. Bon Jovi era el exponente de un Heavy comercial con baladas incluidas. The Cure nos hacían sufrir con Disintegration. Phil Collins vendía más de un millón de discos con …But Seriously…sin comentarios. Mecano estiraban Descanso dominical, Héroes del Silencio emergían…, etc. Y, entonces, apareció un vídeo de un grupo que nunca habíamos visto, por lo menos nosotros (mi hermano y yo), un vídeo luminoso y muy divertido donde un tipo con voz nasal y un par de cantantes se lo pasaban bomba en una fiesta, mientras que en un segundo plano otro tipo, tímido, tocaba la guitarra. Aquello era «Love Shack», el grupo era The B-52’s, el disco era Cosmic Thing, un cañonazo del que se cumplen treinta años. Aquel grupo no encajaba en la época, finales de los 80, eran diferentes. No teníamos ni idea que venían de Athens (Georgia) como REM, claro que tampoco conocíamos a REM. No sabíamos que su Pop pegadizo venía de la New Wave, claro que tampoco sabíamos qué era la New Wave. Y tampoco que aquel cuarteto había sido un quinteto, con Ricky Wilson que falleció en 1985. Hasta entonces, en poco más de una década habían publicado cuatro discos donde estarían éxitos como «Rock Lobster» o «Private Idaho». The B-52’s eran excesivos ya desde su imagen e iconografía, aquellos coloridos trajes y vestidos, nada que ver con buena parte del tono oscuro de parte del Pop de los 80. Cuando publicaron Cosmic Things en 1989, la formación eran Fred Schneider, que no paraba en los vídeos, Cindy Wilson y Kate Pierson como vocalistas, y Keith Strickland a la guitarra, junto a otros músicos que completaban la banda. Además, eligieron para la producción a dos colosos como Nile Rodgers (Chic) y Don Was, que se repartieron los diez temas, seis para Rodgers y cuatro para Was. Aquel disco que ahora se reedita les llevó a ventas millonarias y sus singles se convirtieron en éxitos. Este es un disco que siempre recordaré, como decía, por aquellos vídeos que salían en TVE.

Comienza con «Cosmic Thing», una locura Pop de tintes futuristas y con Schneider gritando y fraseando, mientras que Wilson y Pierson ponen el contrapunto como en tantas canciones. «Dry County» sigue en la línea del Pop pero más pausada y con un efectos interesantes, mientras que «Deadbeat Club» es melódica y melancólica, funcionando a la perfección el juego de voces de Wilson y Pierson. Y llega el turno de «Love Shack» que es una barbaridad en sí misma, una canción que te lleva a bailar sin parar, no puedes dejar de mover los pies, y que tiene un punto muy de los 60. «Junebug» sigue la línea del disco, Wilson y Pierson en un punto muy alto y destaca en la canción tanto la batería como la percusión.

El segundo momento grande del disco es «Roam», otro Hit y una canción que te gana desde la primera escucha, una melodía Pop de orfebrería y con Wilson y Pierson no ya desatadas, lo siguiente. Difícil elección pero, entre «Love Shack» y «Roam», me quedo con «Roam». «Bushfire» es un Pop más vitamínico, puede llevarnos incluso a la New Wave de sus comienzos y la combinación de las tres voces vuelve a ser perfecta, mientras que «Channel Z» es la tercera gran canción del disco. Queda ensombrecida por las otras dos, pero es más bailable y con un estribillo muy pegadizo. «Topaz» por su parte es una canción «escondida», suena muy bien tres décadas después y tiene un punto muy melancólico que contrasta con el tono festivo del disco, aunque esa sensación estará presente en algunos momentos, pero no de forma tan directa. Y se cierra con una instrumental «Follow Your Bliss» con la que se insiste en la melancolía más que en la fiesta.

La reedición incluye junto al disco original una de ediciones y remixes de las principales canciones que aportan poco. Más interesante es el concierto que se adjunta, grabado en 1990, cuenta con la mayor parte de las canciones de Cosmic Thing y con otros éxitos como «Private Idaho», «Mesopotamia», «52 Girls» o «Rock Lobster».

La verdad, no sé porqué no me compré nunca este disco, entonces en casete. Me encantaban, cuestión de dinero, de prioridad otras cosas…En fin. Siempre se me quedaron grabados y en 1992 regresaron pero ya sabíamos más de ellos. Kate Pierson habían cantado con Iggy Pop en «Candy» (1990) y lo haría también con sus paisanos de REM en la saltarina y odiada por la banda «Shiny Happy People» (1991). Cindy Wilson dejó la banda en 1990, justo cuando estaban más arriba, y ya como terceto publicaron en 1992 Good Stuff, que no alcanzó ni de lejos la repercusión de su antecesor aunque «Good Stuff» molaba. En 1994 participaron en la BSO de Los Picapiedra con una versión de «Meet the Flinstones» cuyo vídeo es mejor olvidar, aunque The B-52’s se llevaban la canción a su terreno. Cindy Wilson regresaría a la banda en 1996 y, desde entonces, sus trabajos discográficos se redujeron a un único disco de estudio, el desapercibido Funplex de 2008. Pero la banda siempre estuvo en activo, girando aunque Strickland se retiró de las mismas en 2012, mientras publicaban recopilatorios y directos. Lamentablemente, no los pudimos ver en su actuación el viernes 21 de junio en el Azkena de Vitoria en su gira de despedida, lo hubiésemos disfrutado porque cuentan que fue una fiesta. The B-52’s es uno de esos grupos que siempre ha estado ahí y que, seguramente, merecieron más suerte y reconocimiento.

Y Franz Ferdinand nos pusieron a todos y a todas a bailar

Año 2004, estamos ya inmersos en el inicio del cambio de la industria musical. La crisis que se avecina es tremenda pero todavía se venden CDs. Como hemos señalado en otras ocasiones, el Rock ‘N’ Roll no lo está pasando en el sentido de su relevancia popular. The Strokes son la gran esperanza que luego no se concretará, The White Stripes ya han colocado «Seven Nation Army» y Jack White demostrará estar por delante de The Strokes, el «Americana» comienza a vislumbrar, Ryan Adams va creciendo y Wilco son una de las bandas de referencia. Pero las Islas Británicas tienen algo que decir, una vez más. Desde Gran Bretaña las cosas tampoco han pintado bien, tras el BritPop se dio paso a la entronización de Coldplay, a cuya estela desembarcaron Travis, Embrace y compañía. Atrás quedaban también los sonidos más electrónicos de The Chemical Brothers y Prodigy. Sin embargo, algo iba a pasar, algo que sería casi institucionalizado por la poderosa prensa musical británica como una segunda venida del BritPop pero que no iba tanto en esa dirección. Una nueva escena surgiría con influencias de la New Wave, el Post Punk, el hedonismo bailable de New Order y compañía, y la estela de las guitarras de The Strokes. Y allí emergieron los escoceses Franz Ferdinand, casi sin ruido, con un debut homónimo del que se cumplen quince años, un disco soberbio e indiscutible que acaba contigo. Junto a ellos, Kaiser Chiefs, Maximo Park, Bloc Party, Editors, The Kooks, los sobrevalorados Kasabian y, como colofón, los mejores de todos ellos, Arctic Monkeys aunque estos eran unos adolescentes cuando debutaron precisamente en el mismo sello que Franz Ferdinand, Domino. A todos ellos habría que añadir, desde Estados Unidos, el debut de The Killers, pero esa es otra historia. Ojo, Domino, una de las independientes británicas más importantes, se apuntó dos tantos en dos años de gran calado, y las dos bandas siguen con ellos. Pero volvamos a Franz Ferdinand que, cuando comenzaron, ya no eran unos chavales. En 2004, el cuarteto escocés estaba formado por Alex Kapranos (1972), Nick McCarthy (1974), Paul Thomson (1976) y Bob Hardy (1980). La verdad es que tenían todo para recibir palos por muchos sitios, desde su imagen hasta el propio nombre, el mismo del Archiduque austriaco cuyo asesinato en 1914 desencadenó la I Guerra Mundial. Pero, su sonido era algo que en aquellos momentos no estaba en las listas, canciones con guitarras afiladas pero hechas para la pista de baile, elementos del Post Punk pero muy vitales y hedonistas. También hay que destacar el diseño de la portada de su debut: el fondo negro, el color y la sencilla composición del nombre y el nombre del sello en la esquina derecha de abajo. Sobriedad, clase y elegancia, carta de presentación de una banda que con su single de adelanto, «Darts of Pleasure», había llamado la atención. Pero, lo mejor estaba por llegar, un disco que es un clásico y uno de nuestros favoritos no sólo de 2004 sino de toda la primera década del siglo XXI. Analizamos este gran debut de una banda a la que seguimos desde entonces.

Como decíamos, el disco no deja respiro desde una «Jacqueline» que comienza con Kapranos insinuante y luego da paso a las guitarras y a ese bajo Post Punk, una canción que va ascendiendo sin parar. «Tell Her Tonight» te lanza a bailar más si cabe, con diferentes giros a lo largo de la canción es un buen adelanto para lo que vendrá a continuación. Y es que luego aparece «Take Me Out» (¿su mejor canción?), la base rítmica con la batería de Thomson va imparable y las guitarras son adictivas, destacando un McCarthy que hace un trabajo fantástico en todo el disco, mientras que no puedes dejar de cantar su estribillo. Pero, espera, que no hay pausa con la también imbatible «The Dark of the Matineé», poderosísima y hedonista, con un toque melancólico que no aparece en el resto del disco. En «Auf Achse» se van más hacia el Post Punk de los ochenta, de nuevo el bajo de Hardy toma el protagonismo, es una canción con toques electrónicos que nos recuerdan a los New Order de los ochenta. Y, para cerrar la primera parte del disco, meten el acelerador con «Cheating on You», canción incluso más Punk pero dentro del estilo de Franz Ferdinand.

La segunda parte se lanza con unas guitarras de McCarthy y Kapranos aceleradas en «This Fire», con un Kapranos que va cambiando su forma de cantar y con un estribillo también coreable. Su single de debut, «Darts of Pleasure», aparece por fin, no cesan en el ritmo endiablado del disco aunque esta canción es más melódica en el tono de voz de Kapranos. Y, cuando parecía que poco más podían ofrecer, se salen con «Michael», una de mis canciones favoritas de toda la discografía de Franz Ferdinand, esas guitarras de nuevo y la forma de cantar de Kapranos…se salen. El cierre es para la también destacada «Come on Home», una vuelta a la mezcla del Post Punk y de los New Order de los ochenta, con el bajo de Hardy como protagonista; y «40′», una canción que alcanza el notable alto, la menos destacada, en la que adoptan un tono más «pausado» y «contenido».

El debut de Franz Ferdinand cautivó a la crítica y al público, vendieron más de tres millones de discos. Se convirtieron en una de las grandes sensaciones de lo que se llamaba la música independiente, junto a The Strokes, los entonces más interesantes The Killers, Arcade Fire y, posteriormente, Arctic Monkeys. No tardarían mucho en volver, You Could Have It So Much Better (2005) del que hablaremos en 2020, demostrando que estaban en racha. Desde entonces, no se han prodigado mucho como hemos señalado en otras ocasiones, tres discos más en trece años, una colaboración con Sparks, siendo su último trabajo el notable Always Ascending (2018), y recordamos todavía su tremendo concierto en el Mad Cool de 2018. Ahondaron en su vena más artística y experimental, sus resultados no alcanzaron el de su debut, pero siempre haciendo cosas interesantes. Para entonces, McCarthy ya había dejado la formación, ahora quinteto con Julian Corrie y Dino Bardot. Franz Ferdinand no inventaron la rueda, juntaron unos ingredientes de forma brillante y dieron con una fórmula que encajó en el momento preciso, ese 2004 en el que todavía seguía la fiesta y Franz Ferdinand pusieron parte de la banda sonora.