Olafur Arnalds, «Some Kind Of Peace»

Alguien, algún día, debería intentar desentrañar el misterio de la música islandesa, aunque si no lo consigue tampoco pasa nada porque lo importante es lo que nos hemos llevado de artistas como Bjork, Sigur Ros, Johann Johannsson o el que nos ocupa, un Olafur Arnalds que sigue acumulando merecimientos para figurar en esa lista de ilustres. En su prolífica carrera, iniciada en 2007 con escasos veinte años, ya hay lugar para numerosos trabajos propios y colaborativos (a destacar los grabados junto a Nils Frahm) además de varias bandas sonoras (‘Los juegos del hambre’ o ‘Broadchurch’ entre ellas).

Su música abarca muchos géneros, todos ellas tamizados por la sensibilidad y la calma que presiden, sobre todo, este último y acertadamente bautizado trabajo ‘Some Kind Of Peace’. Pero también a Chopin además de otros clásicos, así como arrebatos provenientes de sus inicios en el hardcore (que tan bien dominan en su tierra) o aderezos de pop electrónico y tecnologías insospechadas.

El que hasta la fecha es su trabajo más introspectivo, se abre con la colaboración del músico electrónico Bonobo en Loom, que presenta los sintetizadores además de los primeros elementos orientales, a los que en la siguiente canción, la onírica Woven Song, añade cuerdas y teclados más evidentes. El sabor clásico se impone, expandiendo las emociones, en la bella Spiral, tras la que teclas como gotas abren la hipnótica Still/Sound antes de que las cuerdas se vayan aproximando. Junto a JFDR, joven intérprete islandesa, se aproxima al pop desde la electrónica y los violines en Back To The Sky y, tras la pacífica transición de Zero, una preciosa base de teclados y cuerdas abre con calidez New Grass. También junto a la música alemana Josin interpreta The Bottom Line, que se inicia timorata para ir poco a poco acumulando emoción, y cerrar en la intimidad de los suaves teclados protagonistas de We Contain Multitudes (verso de Walt Whitman del que también Dylan ha echado mano en su último disco) y el violín que se aleja y nos despide solitario en Undone.

En la línea que emprendió con su fantástico anterior trabajo ‘Re: Member‘, prosigue su acercamiento a una electrónica cálida que las secciones orquestales hacen aún más amable, y atenúa ese efecto suprimiendo las percusiones y las guitarras casi en su totalidad para recrear la atmósfera onírica que domina la mayor parte del disco. Como bien indica su título, paz y sosiego es lo que transmiten sus notas, algo que nunca sobra y que Arnalds demuestra, una vez más, saber perfectamente cómo contagiar.

Olafur Arnalds, «Re:Member»

Aunque habitual en discos colaborativos y bandas sonoras o compilaciones, difícil de seguir su pista en ocasiones, tampoco es fácil escoger entre las cuatro referencias (incluida esta) que ha publicado en solitario desde su debut en 2007 con el fantástico «Eulogy For Evolution». Privilegiado intérprete y compositor y ariete de la actual corriente musical neoclásica junto a otros como Nils Frahm, Max Richter o el desaparecido Johan Johansson, aventajado alumno de la escuela post-rockera islandesa que abanderaran Sigur Ros (en cuyas giras se inició como telonero), presenta un nuevo trabajo en el que prima lo orquestal y orgánico, con discretos y enriquecedores aderezos de programación, y estructurado con la sencillez y accesibilidad del pop. Miembro de bandas de hardcore y metal en sus no tan lejanos inicios, no sería hasta el debut antes mencionado que afianzaría su camino a través de los arreglos de piano y cuerdas junto a una desarrollada querencia por la electrónica (en paralelo participa en el proyecto tecno-minimal Kiasmos) sin renunciar a esporádicos escarceos rockeros que en este último trabajo apenas se perciben.

Así parte este viaje sonoro desde la calma solitaria de un piano que suavemente va creciendo sobre emocionantes teclados, cuerdas y percusiones en la joya homónima de Re:Member. A continuación se acompaña del cantante británico Sohn para introducir voces en Unfold, otra maravilla con mayor componente electrónico a la que también añade sección de vientos. Ecos de Nyman se dejan entrever en el piano protagonista de Saman antes de los aislados arreglos orquestales de Brot. Mayor complejidad se puede apreciar en Inconsist, bella recreación ambiental que combina con destreza orquesta y tecnología, al igual que la delicada They Sink lo hace con los teclados electrónicos y el cuarteto de cuerda. Ypsilon es un ejercicio mayoritariamente electrónico y la ambiental Partial también aunque con una base leve de la sección de cuerda. Apenas un piano en Momentary da paso a la exitosa combinación electro-orquestal de Undir, marcada por una rítmica cálida, y al también fluido ritmo marcado por las cuerdas y la programación en la bella Ekki Hugsa. El círculo se cierra de nuevo en la calma del piano de Nyepi.

Otra brillante y delicada demostración creativa del talento islandés con la que se constituye como uno de los más amenos compositores neoclásicos de la actualidad. Inteligente creador de placenteras atmósferas emocionales vuelve a transportarnos desde sus frías tierras, y con una hábil combinación de tecnología y clasicismo, a un extraño y acogedor territorio en el que no queda más que dejarse llevar para a buen seguro alcanzar el disfrute.