«To Bring You My Love» o una PJ Harvey sin etiquetas

Es Polly Jean Harvey, PJ Harvey, una de las artistas más relevantes de las tres últimas décadas. Compositora, intérprete y multiinstrumentista, Harvey ha confeccionado una discografía que no deja indiferente. También icónica ha sido su imagen, muy empoderada y lejos de caer en caminos marcados o previsibles. Cuando despuntó su carrera, estábamos inmersos en todo lo relacionado con lo «alternativo» e «indie», y la británica encajaba en aquel canon a la perfección. Dry (1992) fue un celebradísimo debut que la puso en el mapa y Rid of Me (1993) le sitúo todavía un paso más allá. Con producción de Steve Albini, la crítica lo encumbró y ya desde esa portada mítica se observa el poder y la fuerza de PJ. El caso es que aquel sería el último disco como PJ Harvey Trio, conformado por Steve Vaughan y Rob Ellis, y el siguiente disco, el que nos ocupa y del que se cumplen veinticinco años ya sería grabado como PJ Harvey en solitario. Hace unos días, el gran Fernando Navarro en El País lo rescataba dentro de su serie sobre «Notas confinadas». Allí contaba cómo, tras su éxito, Harvey se recluyó en una casa de campo para dar forma a una obra en la que mostraba una mayor vulnerabilidad, dejando a un lado parte de la agresividad Punk de sus dos primeros discos. Lo que nos encontramos con este To Bring You My Love (1995) es otra obra maestra, un disco de gran intensidad en el que Harvey va experimentando con otros sonidos, sin dejar de lado su sello característico. Es el primer disco en el que trabaja con John Parish, colaborador habitual en los próximos años, y que producirá el disco con Flood (New Order, U2, Nine Inch Nails, Depeche Mode, Nick Cave and the Bad Seeds, etc.) y la propia Harvey. En el disco también colaboran Mick Harvey (Nick Cave and the Bad Seeds) e incorpora sección de cuerdas en algunas canciones. Es un disco muy ambiental y atmosférico, que también recuerda a Nick Cave y Tom Waits como apunta Fernando Navarro en su artículo, del que hablaremos al final del artículo, y al que el paso del tiempo no le ha sentado nada mal. Al contrario, incluso alguna de sus canciones se ha recuperado para algunos momentos intensos de la gran serie Peaky Blinders. También desde la propia portada, PJ parece mandarnos un mensaje, en color, ese vestido y sumergiéndose en las aguas, más etéreo y ambiental.

«To Bring You My Love» comienza con Harvey siseando prácticamente y va cogiendo fuerza a través de su forma de cantar y de ese órgano que le da un punto tétrico. Con «Meet Ze Monsta» crece la potencia y la fuerza, tiene un punto industrial y de nuevo Harvey destaca en la interpretación junto con una batería imponente. Hipnótica y sinuosa es «Working for the Man», una canción más acompasada que rompe con el ritmo del inicio del disco. «C’mom Billy» es fantástica, más melódica con guitarra acústica incluida, vuelve a cambiar el tono de su voz, más amable aunque con la misma fuerza, y va creciendo acompañada por la sección de cuerdas. Se mantiene en ese nivel con «Teclo», más intimista y oscura, tiene una especie de letanía al inicio, pero luego se desborda de forma poderosa y su voz vuelve a brillar.

«Long Snake Moan» es una barbaridad, épica y de nuevo con un punto industrial que se expande con esas guitarras y la forma de cantar de Harvey, siendo una canción elegida para la banda sonora de Peaky Blinders que tanto se apoya en no pocas escenas en músicas impactantes como esta canción de Harvey. Pone la pausa en «Down By the Water», de nuevo bajando el tono y acompasando el tempo, otra canción imprescindible. E incide en esa dirección con la más ambiental «I’m Think Im a Mother». Cierra el disco con dos grandísimas canciones. Primero el tono Folk que da en «Send His Love to Me», una canción en la que vuelve a la acústica y con una sección de cuerdas destacada. Y termina con «The Dancer», ambiental y atmosférica, otra de las canciones más importantes del disco.

No cabe duda que PJ Harvey dio un salto con este disco, un cambio que la situó en otra categoría. En 1995 comenzaría a colaborar con Nick Cave, con el que tendría una relación sentimental en los años siguientes. En 1998 seguiría en lo más alto para la crítica con Is This Desire? y con Stories from the City, Stories from the Sea (2000) volvería a acertar. A partir de entonces, sus discos se espacian. En 2004, Uh Huh Her no alcanza la repercusión de sus antecesores y en 2007 llega White Chalk. Será en 2011 cuando sorprenda con un nuevo giro, Let England Shake, aclamado por la crítica y una mirada al pasado, presente y futuro de su país. Un disco del que hablaremos en 2021. En 2016, seguiría una línea similar con The Hope Six Demolition, su último trabajo hasta la fecha e inspirado en sus viajes a Afganistán, Kosovo y Washington D.C. mientras trabajaba en un libro de poesía. Pero, hoy, nos quedamos con To Bring You My Love, ¿su obra maestra?

 

Y Mark Lanegan se destapó: quince años de «Bubblegum»

Todo un veterano de la escena rock norteamericana, testigo privilegiado del  salvaje Seattle de los ochenta y noventa al que sobrevivió a base de carisma e independencia, y dominador de una voz estremecedora que se apodera de cualquiera que sea el objeto de su interpretación, la figura imperturbable de Mark Lanegan se ha ido agrandando a través de los múltiples proyectos en los que ha participado desde que formara hace casi treintaycinco años los capitales Screaming Trees. Sería muy largo de enumerar todos los compañeros de viaje que ha alternado en estos años; desde proyectos compartidos, como sus discos junto a Gregg Dully (The Gutter Twins), Duke Garwood o Isobel Campbell, a sus colaboraciones habituales con los Queens of the Stone Age o The Twilight Singers y otras más esporádicas con gente de la electrónica como Soulsavers, UNKLE o Moby.

Fue en 1990 cuando se estrenó en solitario con un disco reposado («The Winding Sheet») que se alejaba de la energía grunge de su primera banda, iniciando así una andadura que nunca ha alcanzado más allá de un éxito moderado salvo excepciones como el disco que nos ocupa, con el que obtuvo la mayor resonancia mediática y comercial sin llegar a abandonar unas cifras siempre modestas. Así que no sería hasta el verano de 2004 que el de Washington culminó su sexta referencia en solitario con este «Bubblegum» para el que contaría con la colaboración de un montón de amigos; desde el soporte en la producción de Chris Goss y Alain Johannes hasta las apariciones constantes de primeras figuras del rock como PJ Harvey, Duff Mackagan e Izzy Stradlin (Guns & Roses), Gregg Dully, Josh Homme y Nick Oliveri (QOTSA)… sin olvidar la omnipresencia de su por entonces esposa Wendy Rae Fowler.

Sin duda su mejor disco, le llevaría a alcanzar el puesto treintaynueve de las listas independientes norteamericanas y a incluir un sencillo en listas oficiales por primera y única vez hasta la fecha con Hit the City. Tentado por la electrónica se decidió a introducirla discretamente, sin abandonar los géneros tradicionales que había desarrollado en sus anteriores trabajos en solitario, y a fe que le dio resultado. Tampoco abandonó la densidad ni la oscuridad de su sonido, como queda claro desde el inicio con Your Number Isn’t Up, antes de dar paso al irresistible riff de Hit the City, el pelotazo del disco que canta junto a PJ Harvey.

A continuación la mano de Josh Homme se deja notar en Wedding Dress, que introduce los sintetizadores y está cantada fantásticamente, y después Methamphetamine Blues lo hace con ritmo a base de metales y electricidad. Alcanza algo más de emoción One Hundred Days, de sencillez inicial que asciende con nuevos instrumentos y elementos vocales. Después destaca el blues lento y austero de Strange Religion, magnífico en voces y en emociones, antes de ponerse canalla en la enérgica Sideways in Reverse de poderosas guitarras, y cantar otra vez junto a la Harvey en Come to Me. Like Little Willie John es otro excelente blues lleno de ritmo y sabor, al que sigue la electrónica más fría de Can’t Come Down.

De lo más destacado del disco viene contenido en Morning Glory Wine, pausada y emocionante, ascendente y de una efectiva discrección guitarrera, y en la tremenda Head, electrónica y guitarrera hasta obtener el mejor ritmo. La enorme potencia sintética de Driving Death Valley Blues adelanta el cierre intenso, surfero e instrumentado de Out of Nowhere.

Asimilado por su voz e imponencia (como bien pudimos comprobar en el Azkena de 2004) a la estela de grandes de la canción norteamericana como Johnny Cash o Tom Waits e incluso a Leonard Cohen, continuaría una carrera que en constante evolución le ha llevado a grabar discos algo más irregulares como «Blues Funeral» o el más flojo «Phantom Radio» antes de lanzar en 2017 el que ha sido su último trabajo en solitario, el excelente «Gargoyle» en el que componía un fantástico tándem junto al joven guitarrista Rob Marshall, con quien ha empezado a grabar un nuevo disco para ser presentado este año (quién sabe si en el BIME para el que Lanegan ya ha sido anunciado). Entretanto seguiremos disfrutando de sus numerosas canciones excelentes, muchas de ellas contenidas en esta enorme colección que quince años después de su alumbramiento sigue concentrando lo mejor de su producción.