«Pump» o la confirmación del regreso por todo lo alto de Aerosmith

En realidad, el título del artículo puede dar lugar a equívoco porque Aerosmith nunca se habían ido. Al contrario, habían ido publicando discos regularmente pero la crisis en la que entraron a finales de los setenta y de la que confirmaron su recuperación con Pump (1989) casi se los lleva por delante como banda. Aerosmith habían sido una de las principales bandas de Rock de los setenta en Estados Unidos. La dupla Steven Tyler y Joe Perry como cabezas visibles, junto a Tom Hamilton, Brad Whitford y Joey Kramer habían producido discos del calibre de Toys in the Attics (1975), Rocks (1976), etc. Hard Rock con ribetes Blues para una formación que hacía gala de un gran directo como lo demostraron en el imprescindible Live! Bootleg (1978). Pero, ay, también son años de excesos y, especialmente, ni Tyler ni Perry escaparon de ellos. Las relaciones en el interior de la formación empiezan a deteriorarse y en 1979 Perry deja la formación, le sustituye Jimmy Crespo, y en 1980 lo hace el otro guitarrista, Brad Whiford, siendo ocupado su puesto por Rick Dufay. Son años en los que los discos de Aerosmith y su popularidad se resienten. Primero con Night in the Ruts (1979), en el que todavía está Perry, y luego con Rock in a Hard Place (1982). Aerosmith, en esos momentos, son una sombra de lo que fueron adelantados por Van Halen, Mötley Crüe, Whitesnake, los incipientes Bon Jovi, y toda el «Hair Metal» que copara buena parte de los ochenta. Obviamente, Aerosmith, pese a la situación, jugaban en otra liga y protagonizarán una de esas historias tan norteamericanas de «auge-caída-redención». En 1984, Perry y Whitford regresan a la formación y Aerosmitha dejan Columbia para pasar a Geffen (en fase expansiva, recordemos que luego tendrán a Guns N’ Roses y Nirvana, pero también a Neil Young con el que acabarán mal, Tesla o Sonic Youth, entre otros). La apuesta era arriesgada y su debut con ellos, el discreto Done with Mirrors (1985) no hace presagiar que vayan a llegar muy lejos. Sin embargo, en 1985, el avispado Rick Rubin recluta a Tyler y Perry para colaborar con Run-D.M.C. en la revisión de su clásico «Walk this Way». En un momento en el que el Hip-Hop está creciendo y en el que la MTV capitaliza buena parte de las tendencias musicales, este hit supone una bola extra para Aerosmith. Y la saben aprovechar. Primero, confirman su vuelta con el ya más notable Permanent Vacation (1987), en el que hay varias novedades. La primera, Bruce Fairbairn se convierte en el productor del mismo. Fairbairn era el productor del exitoso tercer disco de Bon Jovi, Slippery When Wet, que un año antes había reventado las listas y las emisoras de radio, además de la MTV. Fairbairn acercaría el sonido de Aerosmith a ese momento con la dupla canciones dinámicas, rápidas y que se clavaban («Rag Doll» y «Dude  (Looks Like a Lady)») y la balada/as de turno que se colaba en las listas (aquí la melosa «Angel»). También en Permanent Vacation hace su aparición el compositor Desmond Child, todoterreno que aportaría su sello en algunos temas y que ya había colaborado con Kiss, Cher, Bon Jovi y Bonnie Tyler. Child no dejaría de colaborar con Aerosmith en las siguientes décadas. Con estos mimbres podemos decir que se monta el sonido de Aerosmith de la segunda mitad de los ochenta, más cercano al Hard Rock y al Heavy y menos a sus orígenes más Blues y del Rock & Roll. Pero faltaba un punto de inflexión y ese iba a llegar con uno de los mejores discos de finales de la década de los ochenta, Pump (1989), del que se cumplen treinta años.

Aunque el final de la década no parecía augurar cambios, Guns N’ Roses habían irrumpido y Bon Jovi no paraban, el giro del Grunge y lo «alternativo» estaba a la vuelta de la esquina. Sin embargo, era el momento ideal para que un disco como Pump devolviese definitivamente a Aerosmith a su estatus, y es que estaban por delante de la gran mayoría de bandas que les habían adelantado en los dos primeros tercios de los ochenta. Vaya por delante que es un discazo, diez canciones tremendas de las cuales seis fueron singles. Aerosmith hicieron un disco fresco, dinámico, seguramente entre los tres mejores de su discografía. Volvieron a confiar en Fairbairn en la producción y aquí Child sólo participa en «F.I.N.E.», recayendo el peso compositivo en Tyler y Perry. La voz de Tyler suena casi mejor que nunca, las guitarras de Perry y Whitford están afiladísimas con grandes riffs y la base rítmica de Hamilton y Kramer genera un fondo avanza sin pausa durante todo el disco.

«Young Lust» marca el comienzo, la dupla Tyler-Perry cuenta con la colaboración de otro compositor como Jim Vallance para acelerar el tempo con una canción tremenda, armónica de un Tyler que estará en todo disco capital y con unas guitarras…ufff, vaya guitarras de Perry y Whitford. Como decíamos, en «F.I.N.E.» colabora Child en la composición, una canción potente en la que destaca la base rítmica de Hamilton y Kramer con un Tyler desgañitado. Y llega el turno de un hit espectacular, a pesar de todos los clichés que se le puedan poner, que los tiene. «Love in a Elevator» es brutal, una canción de la época que tiene una potencia sin límites, esas guitarras, aunque el vídeo hoy nos produzca cierto sonrojo. Pero es una canción tan potente que te deja sin alient, esos coros… Con «Monkey on My Back» mantienen el tren a todo trapo, con un punto si cabe más duro que le sienta muy bien. Y llega el turno para otro hit en el disco, la balada «Janie’s Got a Gun», canción de Tyler con Hamilton, una de las mejores de su discografía que incorpora cuerdas y que va creciendo por momentos.

La segunda parte comienza con un interludio, «Dulcimer Stomp» que está en clave Country-Folk, para dar paso a la destacada «The Other Side», aunque aquí tuvieron que compartir derechos con los míticos Holland-Dozier-Holland por los paralelismos del tema de Aerosmith con «Standing in the Shadows of Love» que hicieron los Four Tops. Siguen con la muy juguetona «My Girl» y continúan con «Don’t Get Mad, Get Even», canción un tanto diferente, armónica a cargo de Tyler de nuevo y que es una de esas canciones que quedan ensombrecidas por los hits. Luego llega «Voodoo Medicine Man», otra joya escondida con Tyler de nuevo desatado y Kramer a la batería sin frenos. Pero quedaba tiempo para otro clásico, una canción con reminiscencias Country como es la tremenda «What It Takes», con Tyler de nuevo a la armónica y con una melodía maravillosa.

Areosmith recuperaron posiciones con Pump, vendieron millones de discos y «Love in a Elevator» fue número 1 en Estados Unidos. Sin embargo, en medio de toda la corriente del Grunge su confirmación llegaría con un menor Get a Grip (1993), muy extenso y excesivamente baladista, pero que les llevó todavía más lejos como comentamos hace un año aproximadamente. Pero es tiempo de recordar Pump, un clásico de Aerosmith, sin duda alguna.