De ‘Once’ a ‘Begin Again’

begin_again-cartel-5630En 2007, una pequeña, muy pequeña, película irlandesa llamada Once, logró colarse entre los fenómenos cinematográficos del año. Escrita y dirigida por John Carney, estaba protagonizada por Glen Hansard y Markéta Irglová, a la postre pareja artística y en la vida real. La película era una delicia y le rendimos un pequeño homenaje en nuestro artículo de hace unos meses dedicado a Glen Hansard. El mayor premio que logró este trabajo fue el Óscar en 2008 a la mejor canción original, que recayó en la maravillosa ‘Falling Slowly’, de los dos protagonistas de la película. La carrera de Hansard sufrió un importante salto cualitativo, aunque la relación en la vida real entre los dos protagonistas se rompió (como refleja el documental ‘The Swell Season’), e incluso Once se convirtió en un musical. Con un guión perfecto, unas interpretaciones naturales, una magia transmitida en prácticamente todos sus planos, algunas escenas sencillamente magistrales, y una banda sonora también imbatible, dejaba la carrera de Carney con una cima muy difícil, por no decir imposible, de alcanzar. Una película mágica, que enamoraba con su primer visionado. De hecho, Carney sólo filmaría otra obra pequeña, circunscrita al ámbito irlandés, titulada Zonad en 2009. Y es de imaginar que tras el éxito de Once no le faltarían ofertas. De esta forma, llegamos a Begin Again.

Tras ver Begin Again, y animado por el gran artículo sobre la película de Juanjo Ordás en Efe Eme, que suscribo prácticamente en su totalidad, tocaba comparar ambos trabajos. Y es que es imposible no hacerlo, tanto en cuanto todo nos remite a un Once mainstreamizado. Carney había tardado mucho tiempo en volver a dirigir y tampoco es sorprendente que cayese en la tentanción de hacerlo, legítimo por otra parte. Ya el propio cartel de Begin Again nos lleva a Once, así como su historia y desarrollo. Carney repite esquemas y hasta algunas escenas. Eso sí, los cambios son manifiestos. Allí no hay un grupo de desconocidos sino actores y figuras de primer nivel: la protagonista Keira Knightley, que cumple a la perfeccción con el papel de pizpireta pero humillada soñadora; el gran Mark Ruffalo, sobreactuado pero simpático productor-disquero devastado; el inefable Adam Levine (Maroon 5), en un grimoso papel; y entre los secundarios la eficaz Catherinee Keener y los músicos Mos Def y CeeLo Green. Obviamente, el Dublín de Once, nostálgico y poco agradecido, es sustituido por el New York de postal, por mucho que lo queramos vender de otra cosa. Es lo que tocaba.

¿Y qué nos encontramos?, pues una película que vuelve al esquema caída/redención, y que funciona. No pasará a la historia del cine, y no es Once, pero Carney sabe tocar unas teclas que emocionan, especialmente en la parte central de la película, y de forma muy hábil. ¿Y de la Banda Sonora qué?, pues no es tampoco Once pero hay canciones que funcionan. Knightley canta algunas canciones, y no lo hace mal. Levine también se marca unos temas, como no podía ser de otra manera. Pero si en Once era Hansard mayormente el encargado de los temas, aquí el peso cae en un ‘mercenario’ de esas tareas como Gregg Alexander, junto a otros compañeros en la misma línea. Alexander tuvo un ‘one-hit wonder’ allí a finales de los 90 con su grupo llamado New Radicals y ‘You Get What You Give’, y desde entonces compone canciones para una artistas y bandas de todo tipo y condición, que no vamos a reproducir. Alexander parece haberse estudiado bien ciertas fórmulas porque es capaz de poner al servicio de Begin Again unos temas pop que también funcionan, especialmente en la voz de Knightley.

Begin Again ha recibido críticas de todo tipo e incluso se le ha acusado a Carney de ‘venderse’, pero también ha habido valoraciones positivas. Con Begin Again sales del cine con una sonrisa y puede que tatareando algunas de las canciones (sí, incluso alguna que canta Levine…), pero es un Once sin ángel, un sucedáneo de Once, sin su magia y espíritu, pero es que el nivel estaba muy alto. (Atención Spoiler) Por lo menos, Carney prescinde del típico ‘happy end hollywoodense», y eso que tenía varias opciones, pero se agradece.

Homenaje a Philip Seymour Hoffman a través de «Magnolia»

índiceHace unas semanas nos despertamos con la terrible noticia del fallecimiento del gran actor Philip Seymour Hoffman. A estas alturas, todo se ha escrito y dicho sobre el considerado «mejor actor de su generación», que a través de decenas de películas llenaba la pantalla, incluso en películas mediocres. Secundario de lujo, triunfador protagonista con «Capote» (2005), inolvidable en «Boogie Nights» (1997), «El Gran Lebowski» (1998), «Happiness» (1998), «Casi famosos» (2000), «Antes de que el Diablo sepa que has muerto» (2007) (una de nuestras favoritas, sin duda), «La duda» (2008), «Los Idus de Marzo» (2011), «Moneyball» (2012) o «The Master» (2012). Pero aquí vamos a rendirle homenaje a través de una película que tiene una banda sonora impresionante, una de las mejores películas que se han rodado en las dos últimas décadas: «Magnolia» de Paul Thomas Anderson, que contó con Hoffman en prácticamente todas sus películas.

Anderson es uno de los directores más personales e independientes del mundo del cine, construyendo películas de larguísima duración, existencialistas y afixiantes por momentos, en las que la condición humana ocupa un lugar central, con todas sus grandezas y, especialmente, sus miserias. Su primer largo fue «Sidney» (1996), pero sería con el retrato de la escena porno de finales de los 70 y principios de los 80 que fue «Boogie Nights» (1997), cuando Anderson se convierte en una de las grandes esperanzas del cine norteamericano. En «Magnolia» (1999) ascendería un escalón, pero de eso hablamos luego. Con «Punch-Drunk Love» (2002) patinó, pero se recuperó, y de qué manera, con «There Will Be Blood» (2007, en España «Pozos de Ambición»), un película que te instalaba en el desasosiego, y que se hizo con dos Óscar, uno para Daniel Day-Lewis. Su último trabajo hasta la fecha fue «The Master» (2012), soberbio trabajo en el que destacaba el duelo interpretativo entre Joaquin Phoenix y Hoffman.

índicePero volvamos a «Magnolia», la película que consagró a Anderson. Esta extensa película, dura más de tres horas, contaba con un reparto coral con los nombres de Hoffman, Julianne Moore, William H. Macy, John C. Reilly, y un sorprendente Tom Cruise, en el que está considerado como uno de sus mejores papeles, el «vendedor de autoconfianza para ligar» misógino y machista. La película es una barbaridad, un retrato de un mundo que se quedó corto, en el que los personajes se ven atrapados en una serie de historias entrecruzadas. Siguiendo la estela de la también clásica «Vidas Cruzadas» (1993) del maestro Robert Altman, donde adaptaba relatos del impagable Raymond Carver, Anderson nos ofreció una de las grandes películas del cine contemporáneo. Muchos y muchas recordaremos esa impactante imagen de la lluvia de ranas, entre decenas de escenas redondas e interpretaciones sobresalientes. Un guión complejo y muy difícil que sitúo a Anderson en una posición privilegiada.

Hoffman contaba con uno de esos papeles, el del enfermero del terminal Jason Robards, que tenía que sostener el escenario generado con su esposa, Julianne Moore. A Hoffman le tocó uno de esos papeles apocados, determinado por su físico, el del «buen chaval» que estaba allí, pero se comía una vez más la pantalla. La interpretación de Hoffman estaba también entre lo más destacado de «Magnolia», algo muy difícil con todo lo que había alrededor.

Y «Magnolia» no hubiese sido lo mismo sin la Banda Sonora, formada casi en su totalidad por canciones de la cantante Aimee Mann, una intérprete que merecería más suerte. Mann aportó un total de nueve temas, aunque sólo dos fueron compuestos para la ocasión. Entre todos ellos había una versión de Harry Nilsson («One»), y una serie de temas sobresalientes: «Save Me» fue nominada al Óscar, «Deathly», «You Do» y, especialmente, «Wise Up», una canción preciosa que en la película es cantada por los protagonistas, un momento que podía haber quedado muy mal pero que Anderson resuelve de forma impecable. Todos los temas de Mann son de una delicadeza extrema, como su voz, y encajan a la perfección con la película. La Banda Sonora se completa con dos clásicos de Supertramp, «Goodbye Stranger» y «Logical Song», algo curioso.

Philip Seymour Hoffman nos ha dejado, pero siempre quedará su cine, y películas como «Magnolia», una obra maestra del cine moderno, y con unas canciones de Aimee Mann que son una delicia, una artista que, como hemos señalado, habría merecido mejor suerte.

«Singles» o cómo Cameron Crowe retrató Seattle adelantándose a «Friends»

Singles_posterNo me quiero imaginar lo que sintió Michael Azerrad al ver la película Singles (Solteros en su traducción al castellano). Si en Nuestro grupo podría ser tu vida despotrica contra lo que supuso el paso al mainstream del indie y el underground de la década de los 80 en Estados Unidos, nada como Singles podría darle más la razón. Cameron Crowe había trabajado como periodista musical en Rolling Stone pero decidió encaminar su carrera hacia el cine. En 1989 debutaba en la dirección con Aquel excitante curso, una película sobre jóvenes con John Cusak y recordada por la imagen de este actor con uno de aquellos enormes equipos de música a todo trapo debajo de la casa de la amada de turno. Como Crowe cuenta en su documental Pearl Jam Twenty, a finales de los 80 y principios de los 90, cuando estalla todo el grunge, residía en Seattle y fue testigo de todo el proceso. De aquello surge Singles, una supuesta película generacional que retrata ese mundo. Pero lo que a Crowe le salió fue una versión prehistórica de la serie Friends, con sus virtudes y sus muchos defectos. Con los años, la película ha envejecido pero que muy mal, y el relato de un grupo de solteros, amigos y residentes en Seattle, con una cafetería, un vecindario (vamos, que los de Friends no se mataron mucho la cabeza, pero tampoco Crowe porque parece una versión, glup, de Melrose Place), y los típicos asuntos amorosos de los protagonistas: me enamoro, me desanamoro, me quedo embarazada, no encuentro a mi mujer ideal…

En fin, que en un Seattle donde había una escena musical existencialista, introspectiva y reflexiva, Crowe nos presenta a unos personajes arquetípicos, que no dejan de caer en el estereotipo. En la pantalla desfilan los entonces emergentes Campbell Scott y Kyra Sedgwick, que se quedaron en eso, Bridget Fonda (entre lo mejor del plantel), y Matt Dillon. Mención aparte para este último, que hace el papel de rockero líder de una banda y que acaba con el mito de los iconos del grunge. ¿Ironía?, ¿parodia?, me temo que ni una cosa ni la otra. Además, para rematarlo, Eddie Vedder, Jeff Ament y Stone Gossard, cuando Pearl Jam eran todavía Mookie Blaylock, aparecen como el resto de la banda de Dillon, y otras luminarias de la escena de Seattle tienen breves apariciones como Chris Cornell (Soundgarden). La película no se sostiene y, junto a Reality Bites (la peor película de mi admirado Ben Stiller), son capaces de dar argumentos a los detractores de la llamada «Generación X». Tiene aciertos Singles, pero más en el aspecto formal, en la manera de contar la historia, en una especie de capítulos; también tiene una fotografía interesante; y no deja de estar bien ver cómo desfilan por los diferentes clubs de la ciudad grupos como Alice In Chains o Soundgarden.

La carrera de Crowe se dispararía hasta alcanzar el éxito con la sobrevaloradísima Jerry Maguire (1996), la maravillosa Casi famosos (2000), la lamentable versión de Abre los ojos que fue Vainilla Sky (2001), la infravalorada pero deliciosa Elizabethtown (2005), el documental hagiográfico Pearl Jam Twenty (2011), y su hundimiento en Un lugar para soñar (2011). Pero, si hay una cosa que tenemos que agradecerle a Cameron Crowe es su gusto musical, y en eso sus películas salen beneficiadas, porque sus bandas sonoras rozan la excelencia. Y Singles no podía ser una excepción. Aunque la película no resultase un retrato fiel de Seattle, sino un contexto donde enmarcar una comedia romántica, a pesar de querer pasar por un testimonio de esa escena, su banda sonora es maravillosa, y no ha envejecido mal.

Singles_SoundtrackPrimero, contó con Paul Westerberg que acababa de finiquitar a The Replacements, y que aportaba dos muy buenas canciones: «Dyslexic Song» y «Waiting for Somebody». Y aunque su sonido no fuese exactamente el de Seattle, Westerberg era de Mineápolis, son temas luminosos y alegres. Por Singles desfilan la plana mayor del llamado grunge: Soundgarden aparece con la potente «Birth Ritual», cuando la voz de Cornell llegaba a unos agudos de asustar; Alice In Chains aportó uno de sus clásicos «Would?»; y Pearl Jam contribuyó con «Breath», que luego aparecería en «Ten», y con un tema que se convertiría en un clásico de la banda, «State of Love and Trust». Faltaba el cuarto grande, el que encabezaba la lista, Nirvana, pero imaginamos que fue una cuestión de discográficas, aunque lo desconocemos.

(Esta interpreación de «State of Love and Trust» se enmarcó en una presentación de la película en Los Ángeles y sí, no era la imagen bucólica que transmitía Singles)

Y también había espacio para figuras clave de Seattle, aunque situadas en la segunda fila, como eran Mudhoney, con «Overblown», y Screaming Trees, con «Nearly Lost You». En la banda sonora también se coló una versión del «Battle of Evermore» de Led Zeppelin a cargo de The Lovemongers; la desgarradora «Seasons» de Chis Cornell; «Drown» de Smashing Pumpkies; y el recuerdo al icono local que es Jimi Hendrix con «May This Be Love».

Pero el momento cumbre se lo llevaba el sentido homenaje a Andy Wood, líder de Mother Love Bone, el grupo donde también estaban Jeff Ament y Stone Gossard, y que iba camino a la fama, truncada por el fallecimiento de Wood por sobredósis en 1990. En la banda sonora aparece «Chloe Dancer/Crown of Thorns», un tema que en realidad son dos, de más de ocho minutos, épico e impactante, la muestra de un talento que se quedó en el camino. Las referencias a Mother Love Bone son continuas en la película, como ese muro en el que aparece el nombre del grupo.

Singles no es una buena película, pero su banda sonora sí, y recoge una selección de temas que muestra el poderío de una escena que se concentró en un punto tan concreto, como casi improbable, que era Seattle. Lástima que a Crowe le saliese un relato tan insustancial y light.