‘The Ghost of Tom Joad’ de Bruce Springsteen

Catorce años después de su primera y celebrada obra en acústico ‘Nebraska’, Bruce Springsteen  volvió a disolver la E Street Band para grabar casi en solitario ‘The Ghost of Tom Joad’. El disco se inspiraba completamente en ‘Las uvas de la ira’ la gran novela con la que John Steinbeck trató de retratar los EEUU de la complicada década de los treinta cuando, en plena crisis económica y política, las familias más humildes soportaban las consecuencias de la Gran Depresión de 1929.

La canción que abre y titula el disco hace referencia al protagonista principal, el joven e idealista Tom Joad, y trata sobre el éxodo al que se vieron abocados muchos ciudadanos en busca de unas mejores condiciones de vida. Interpretada únicamente en la intimidad de la armónica y la guitarra, las letras de Springsteen rayan al más alto nivel de su carrera (en una de las últimas estrofas de la canción también incluye unas memorables palabras del protagonista de la novela). Desgraciadamente pertinente en estos tiempos convulsos en los EEUU, en el disco The Boss mostraba de nuevo su lado más comprometido y tiraba de imaginario  costumbrista para denunciar la injusticia social y política de entonces con un cancionero que, aunque obtuvo uno de los peores resultados de ventas de su carrera por su contenido político y su austeridad melódica, sí le proporcionó abundantes elogios de la crítica.

Veinte años después, en 2014, la recuperaría para versionarla junto a la E Street Band y Tom Morello a la guitarra (Rage Against the Machine) en su disco de descartes y versiones ‘High Hopes’, pero la original es la que grabó en 1995 y la que interpretaría en solitario y en acústico durante una extensa gira que durante los siguientes dieciocho meses le llevaría principalmente por teatros de todo el mundo.

«Born in the U.S.A.» o un Springsteen desatado

Semanas y semanas de debates y polémicas sobre el nuevo disco de Bruce Springsteen, que llegará a Los Restos del Concierto, y por el camino uno de sus grandes hitos, Born in the U.S.A., cumple treinta y cinco años. Para muchas personas de mi generación, fue este el primer disco o la primera imagen que tenemos y asociábamos a Springsteen. Y también es un disco icónico de los ochenta. La portada, la bandera de Estados Unidos y la canción «Born in the U.S.A.», junto con los vídeos del disco con una MTV dominante, no se pueden disociar de su trascendencia. Y un disco capital, con grandísimas canciones, aunque con los «vicios» de la producción ochentera y con un giro en el rumbo de Springsteen y la E Street Band. No pocos cambios y los que vendrían en el horizonte. ¿Dónde estábamos?, Springsteen ya era una figura consagrada con una discografía de siete discos con cimas como Born to Run (1975) y su épica; las sombras del sueño norteamericano con Darkeness on the Edge of Town (1978), The River (1980) y el desnudo y angustioso Nebraska (1982). Con estos mimbres, Springsteen estaba en un punto de inflexión y lo daría con un salto cuantitativo con Born in the U.S.A. (1984) que vendería millones y millones de discos. Primero había un cambio físico, Springsteen se mostraba más musculado, y segundo jugaba con una iconografía norteamericana que no había estado tan presente, lo que sirvió para la confusión, y fue utilizado por ello. Es decir, sobre un fondo musical mucho más dinámico y acelerado, buena parte de su discurso seguía estando allí, el de la norteamerica de clases trabajadoras, aunque también más aspectos. Uno de los cambios más importantes de esa época es la salida de la E Street Band de Steve Van Zandt, la mano derecha de Springsteen. Little Steven se iba para emprender carrera en solitario y su puesto encontraba un sustituto de altura en el gran Nils Lofgren. Además, también se iba a incorporar Patti Scialfa, hecho trascendental en el futuro a medio plazo por su futura relación. En todo caso, la baja de Van Zandt también era vista como un cambio de ciclo, aunque había participado en la grabación del disco. Como decíamos, las ventas de Born in the USA fueron mayúsculas, casi veinte millones en todo el mundo y número 1 en el Billboard por primera vez en su carrera. Está claro que Springsteen tocó la tecla adecuada, siendo un disco del que se extrajeron hasta siete singles de sus doce canciones. En contra, esa producción que va darle un nuevo protagonismo a los sintetizadores, y que corrió a cargo de Jon Landau, Chuck Plotkin y los propios Springsteen y Van Zandt.

Escribir del Born in the U.S.A. es hacerlo de un disco del que buena parte de sus canciones están en el imaginario colectivo, canciones que no han dejado de sonar. De hecho, no son pocas las personas que identifican a Springsteen con este disco y su ya señalada icónica portada en la que juegan con diferentes elementos que reflejan las contradicciones de Springsteen, aunque no sea a primera vista. Si ya comienzas con «Born in the U.S.A.», canción épica y con producción ochentera debido a la presencia de los sintetizadores y con una batería de Max Weinberg poderosa, sin olvidar a un Springsteen desgañitándose, pues estás poniendo el listón muy alto. Una canción que puede estar «quemada» de las veces que se ha podido escuchar y que tuvo su controversia con una letra que se mostraba crítica con la situación con la que se encontraban los veteranos de la guerra de Vietnam, aunque fue entendida de forma diferente por los que quisieron ver un himno patriótico, tampoco sorprendente en un contexto como el de los ochenta. «Cover Me» es una canción con claro sonido de los ochenta pero con unas guitarras destacadas, un tema que rebaja el tono con respecto al inicio del disco. «Darlington Country» es una canción de celebración, que cuenta con todos los elementos festivos de Springsteen y la E Street Band, esos coros, el órgano, etc. Y «Working on the Highway» aborda una de las temáticas favoritas de Springsteen, la clase trabajadora y su alienación, con una música que tira hacia el Country pero matizado por los sonidos de los ochenta, con esos sintetizadores muy presentes. «Downbound Train» tiene un tono más oscuro y melancólico, es una canción Rock pero Springsteen cambia la forma de cantar y los sintetizadores ahondan en el tono crepuscular, apareciendo de nuevo las temáticas habituales de Springsteen, en este caso el amor y el desamor pero con la cuestión laboral y de clase trabajadora como marco, y en este caso el ferrocarril, habitual del cancionero norteamericano, todo un guiño de Springsteen. «I’m On Fire» sigue en esa línea introspectiva, es la canción más intimista y minimalista del disco, incluso podría haber entrado en Nebraska por el tono.

La segunda parte comienza con la imprescindible «No Surrender», canción de corte comunitario, aludiendo a «brothers» y demás que son también un lugar recurrente en sus temáticas, y con un sonido fantástico. «Bobby Jean» es una de las grandes canciones del disco, una locura que es una celebración de la amistad, en este caso vinculada a la partida de Little Steven de la banda, y que vuelve a insistir en ese espíritu comunitario que decíamos antes y en los vínculos que se generan entre las personas. Una canción sobre la amistad, una letra muy emocional y un tono diferente al del conjunto del disco. «I’m Goin’ Down» es un medio tiempo ascendente que se basa en la forma de cantar de Springsteen, encuadrada en una temática sobre relaciones amorosas y sexuales. «Glory Days» es otra de las cimas del disco, tiene ese punto festivo de la E Street Band, destacando la presencia de los teclados y los coros, y con otra letra que encaja en el universo simbólico, la mirada al pasado y los buenos momentos vinculados al deporte, en este caso al béisbol, pero con la frustración de no haber llegado a la meta deseada, otra constante en las temáticas de Springsteen. El final del disco va llegando con la soberbia «Dancing in the Dark», otro clásico con todos los ingredientes de Springsteen y la E Street Band, con un punto Pop imprescindible. Y el cierre es para la emotiva «My Hometown» en la que Springsteen entra en la melancolía con el homenaje a su ciudad, Freehold (New Jersey), y de paso en parte a su padre, una canción de nuevo crepuscular que supone un cierre perfecto para el disco.

Bruce Springsteen y la E Street Band crearon un disco imperecedero y atemporal, a pesar de que siempre remitirá por su producción y su iconografía a los años ochenta. Aunque Springsteen se desata, no deja de retratar el sueño americano y sus contradicciones, sus fracasos, siendo lo interesante que lo haga él, un tipo que lo ha logrado, y parece sentirse culpable por ello, como seguirá reflejando en su trayectoria, con más o menos acierto, y se transmitía en su autobiografía. Puede que esta fuese la última cima de Springsteen en su discografía, luego todo ha sido más irregular, con momentos bajos, otros en los que parecía recuperarse y algunos aciertos. Pero las canciones de Born in the U.S.A. permanecen y son habituales en sus mastodónticos conciertos. En las próximas semanas entraremos a analizar el reciente y controvertido Western Stars, que obviamente no es lo mismo.

El arte y el riesgo de hacer discos de versiones

Llevo varios meses enganchado a un disco que descubrí por casualidad. Estaba mirando la discografía de Matthew Sweet y descubrí que había publicado varios discos de covers con Susana Hoffs. Sweet, icono del indie norteamericano con su sonido Power Pop, y Hoffs,  integrante de The Bangles y con una carrera en solitario, habían grabado de 2006 a 2012 tres discos, uno de ellos doble, con versiones de sus canciones por décadas (60, 70 y 80). Ese proyecto se llamaba Under the Covers y en 2015 se agrupó en una caja. Allí que me fui a por la misma y lo cierto es que me ha encantado, estoy disfrutando con las cincuenta canciones (ahí es nada) que Sweet y Hoffs han afrontado, con su sello particular, muy guitarrero, pero sin salirse de las canciones. Es decir, nada de reinterpretaciones de las mismas. Hay de todo, grupos referentes y clásicos y otros desconocidos; canciones que fueron éxitos y otras que no. Están The Beatles, Bob Dylan, Neil Young, Love, The Beach Boys, The Who, The Velvet Underground, The Bee Gees, The Kinks, Grateful Dead, Fleetwood Mac, Tom Petty & The Heartbreakers, Big Star, John Lennon, Rod Stewart, George Harrison, Television, Ramones, Queen, EM, The Pretenders, The Smiths, Roxy Music, The Clash, Prince…y algunos repiten. La lista es tremenda y de lo que no cabe duda es que Sweet y Hoffs se lo están pasando en grande, sus voces combinan muy bien y las guitarras se imponen.

Pero, hacer discos de versiones o versionar un disco entero implica un riesgo. Mi amigo Sergio Pérez de Heredia fue muy crítico con el de Iván Ferreiro que homenajeaba a Golpes Bajos, Cena recalentada (2018), en el que recogía todas las canciones de los vigueses. Para Sergio, Iván Ferreiro debería dedicarse a lo suyo, a sus canciones. Una de las críticas más recurrentes a esta clase de discos hacen referencia a que los que los realizan lo hacen para salir del paso o porque han perdido creatividad. Por el otro lado, no cabe duda que también hay homenajes a los grupos y artistas que les marcaron e incluso momentos temerarios como cuando, como Ferreiro, se aborda un disco entero o una carrera, como es su caso. En las siguientes líneas hablaremos de algunas experiencias, especialmente de aquellas que han salido bien, aunque también hay algún tropezón, pero también depende del oído del que escucha.

El primer ejemplo es reciente. Weezer, una banda que lleva años haciendo discos muy irregulares, han publicado este año un disco de versiones, Weezer (Teal Album). Curiosamente, su versión de «Africa» de Toto ha sido uno de sus grandes éxitos de toda su carrera. Pero al disco le han dado desde la crítica por todos los lados, aunque en el caso de Weezer es lo habitual. Los de Rivers Cuomo han apostado por las canciones de los ochenta, las de su adolescencia y juventud, y han caído Tears For Fears, Eurythmics, A-Ha y Michael Jackson, pero también ha habido espacio para Black Sabbath, ELO e incluso TLC, sin olvidar ese himno de la AOR que es «Africa». Un divertimento de Cuomo y compañía, en definitiva.

Rendir homenaje

Como decíamos, muchos de estos discos se conciben como homenaje a los grupos y bandas que han marcado a los artistas y bandas. Cuando todavía estábamos entrando en la veintena, Guns N’ Roses publicarían su último disco como la banda que fue en forma de un disco de versiones. Fue «The Spaghetti Incident» y salió en 1993, cuando Nirvana ya dominaban y los Guns N’ Roses estaban en proceso de descomposición. Fue un buen disco marcado por canciones Punk y Hard Rock donde entraron The Damned, New York Dolls, The Stooges, Misfits, Fear, etc., pero también T. Rex y una canción como «Since I Don’t Have You» de The Skyliners, una canción de Doo-Wop de finales de los cincuenta. Y también es muy recordado cómo Axl Rose coló como canción oculta el «Look at Your Game, Girl» de Charles Manson, un hecho que hoy sería imposible. Lo cierto es que no da muy buen rollo. Por lo menos, Guns N’ Roses decían en el libreto del disco que buscasen los originales.

https://www.youtube.com/watch?v=aAaDesHYtyU

Aerosmith también hicieron un disco mayoritariamente de versiones de Blues, Soul y Rock con Honkin’ on Bobo (2004), penúltimo disco de estudio de los de Boston, ya de capa caída en su creatividad. Los de Steven Tyler y Joe Perry hicieron un trabajo digno con temas Bo Diddley, Aretha Franklin, Big Joe Williams, Muddy Waters, los primeros Fleetwood Mac que estaban más escorados al Blues, y Mississippi Fred McDowel del que hacían tres versiones. No les quedó mal el disco, como decíamos, aunque tampoco creo que mucha gente lo recuerdo. Y The Rolling Stones también se marcaron un homenaje al Blues en su último disco de estudio, Blue & Lonesome (2016). De sobra es conocida la deuda de Jagger, Richards, Watts y Wood con el Blues y el Rock & Roll más primigenio y aquí deciden recordar a gente como Willie Dixon, Eddie Taylor, Little Walter o Howlin’ Wolf, entre otros. Guitarras poderosas, Jagger a la armónica demostrando su virtuosismo y el oficio de unos Stones que no paran.

Otro que también decidió homenajear a sus ídolos y canciones de referencia fue el gran Paul Weller que tiró de elegancia y clase, cosa habitual, en un recomendable Studio 150 (2004). Weller iba en una trayectoria ascendente de varios años y discos tras una breve travesía del desierto entre el final de The Style Council y el comienzo de su carrera en solitario. Weller sí que les da un toque más personal a las canciones que afronta y la selección es ecléctica aunque predominan canciones de Soul pero sin dejar de lado otras influencias. Hay clásicos como Neil Young y Bob Dylan; influencias que se rastrean en su discografía como el Nothern Soul representado por Nolan Porter; y composiciones de Allen Toussaint, Bernard Edwards y Nile Rodgers, Burt Bacharach y Hal David, etc. Un gran disco que siempre es interesante recordar.

Bob Dylan ha basado sus tres últimos trabajos (Shadows on the Night de 2015, Fallen Angels de 2016 y Tripiclate de 2017) en covers del cancionero norteamericano, destacando el primero basado en canciones popularizadas por Frank Sinatra. Dylan rinde homenaje así a las canciones de su infancia y adolescencia y se encuadra en una trayectoria de Dylan en la que no rinde cuentas con nadie. Por su parte, Bruce Springsteen sacó uno de sus lados más Folk y reivindicativos con el disco We Shall Overcome: The Seeger Sessions (2006). Springsteen formó una nueva banda para dar forma a las canciones que popularizó el mítico Pete Seeger. Springsteen les hace justicia y se nota el entusiasmo típico del Boss, dotándoles a las canciones de una energía extra gracias a una instrumentación en la que caben instrumentos tradicionales del Folk norteamericano con sección de viento en no pocas ocasiones. Fue uno de los últimos discos bien considerados de Springsteen que luego no ha sido capaz de sacar un disco que supere el aprobado alto.

Y en España, Niños Mutantes se lanzaron a un «más difícil todavía» con un disco titulado Grandes éxitos de otros. Los de Granada publicaron este disco de versiones en 2007 donde llevaron a su terreno, pero sin perder la esencia de la canción, a temas que podrían parecer más obvios como adaptar a The Cure (muy oscura y en plan indie) y Depeche Mode al español, afrontar a The Monkees, el sorpresón venía en la primera parte. Y allí se lanzaban con la más canónica «Como yo te amo» (Rocío Jurado), la acelerada «Amigo» (Roberto Carlos) y «Perdido en mi habitación» (Mecano). Entremedias, «Nadie te quiere ya» (Los Brincos), «Electricistas» (Fangoria) y «En tus ojos» (091). No era la primera vez que Niños Mutantes se metían en esta historia pero con este disco consiguieron el beneplácito de la crítica y, la verdad, la versión de «Como yo te amo» es tremenda. No se la pierdan,

El más difícil todavía: el disco completo

En otras ocasiones, el riesgo crece y los artistas y bandas apuestan por versionar un disco completo, tal cual. Este hecho todavía entraña mayores dudas porque, claro, es tocar ciertas obras y la gente se pone nerviosa. Obviamente, es el homenaje el que está detrás de estas iniciativas. Comenzábamos con Iván Ferreiro y su Cena recalentada en el recogía el legado de Golpes Bajos con la colaboración de Pablo Novoa y Luis García, antiguos integrantes de la banda de Vigo. Incluso Teo Cardalda aparecía en alguna canción. A Ferreiro le movía el recuerdo de su infancia y adolescencia y cómo un grupo de su ciudad llegaba a triunfar en un contexto mucho más complejo. Este disco sirvió además para recuperar en parte el recuerdo de Golpes Bajos y de Germán Coppini.

Realmente, muchos de estos discos suelen pasar desapercibidos o quedar reducidos a los más fans. Me pasó hace poco, leyendo el fantástico Ellas cantan, ellas hablan de Toni Castarnado, que tendrá su reseña en breve, descubrí en la entrevista que le hacía a la gran Macy Gray que en 2012 había publicado el disco Talking Book en el que reproducía el clásico de Stevie Wonder del mismo título de 1972. Un homenaje a un disco y un artista que marcó a Macy Gray y en el que hace una revisitación más que una reproducción fideligna de las canciones de Stevie Wonder.

Que Macy Gray versione a Stevie Wonder entra dentro de lo previsible, están en coordenadas estilísticas y musicales similares, pero es distinto si te sales de ese lugar. El denostado y otrora icono del «Americana», hoy caído en desgracia por los escándalos sexuales destapados hace unos meses, Ryan Adams, se lanzó a reproducir el 1989 de Taylor Swift. Adams lo adaptó a su estilo, acústico y minimalista, y la cosa quedó entre las consideraciones de genio por su atrevimiento y el resultado y otras mucho más críticas que lo veían como un capricho insustancial de Adams. Aquel disco se dejaba escuchar pero tampoco aportaba mucho más, la verdad. También había mucho riesgo en Hollis Brown Gets Loaded (2014) en el que los neoyorquinos, que están a punto de sacar disco tras tres años, se lanzaban al Loaded (1970) de The Velvet Underground. Hollis Brown, que tienen muy claras las referencias hasta el punto que su nombre procede de una canción de Bob Dylan, pasaron muy desapercibidos pero lo que hemos escuchado de este disco suena muy bien.

El debate siempre está abierto y los artistas y grupos no van a dejar de hacer versiones de sus grupos favoritos y de las referencias que les marcaron, incluso otros se adentrarán en terrenos desconocidos. Nos habremos dejado muchos y muchas por el camino, obviamente, y seguro que más de uno y más de dos, incluso en parte en este repaso podrían entrar hasta los American Recordings que Johnny Cash hizo en el último tramo de su carrera junto a Rick Rubin. Otro día nos centramos en los discos de homenaje, que eso tiene mucha más tela en tanto en cuanto los resultados suelen generar más debate.